Poemas de Blanca Strepponi

4 abril, 2022

Somos inocentes

Nadie me conoce
nadie sabe quién soy
dice en voz baja
y extiende una mano
sobre la mesa

Es una mano pequeña y dulce
como la mano de una niña vestida de negro

Nadie me conoce
repite y baja la cabeza

Su dolor me golpea en el pecho

Somos inocentes 
quisiera decirle

Somos inocentes en la oscuridad
y en el miedo

inocentes en el error

*

La flor magra

Nunca sabré nada de mi vida
oscura monótona sangre

S. Quasimodo

Empujan la camilla
cruzan el patio del hospital
las ruedas se traban
en las junturas del piso

La mujer va inmóvil
le falta un zapato
el pie descalzo está sucio
no mira hacia el cielo vacío
la boca abierta

Es casi mediodía
el aire permanece quieto
sobre las hojas brillantes
de los árboles 
y su sombra.

*

Astronautas (I)

ciudad de los durmientes
que flotan en la noche
edificios que son barcos y navegan
en los sueños

habitaciones en penumbras

          solloza la madre entre los muertos
          y el padre aconseja en un murmullo
                           mira a la pared
                           cuando vayas a morir

cuánto ocultan estos cuerpos
dormidos que derivan
imaginan el amor
el destello de otro cuerpo

ah, la emoción desmedida de la noche
el amor la cara del amor la mano del amor
lo implacable del amor

bajo el enigma de los astros
los cuerpos extenuados 
se aferran a sus lechos

*

Astronautas (II)

durante diez meses observó la tierra
ambos giraron solitarios en el espacio

ahora la nave se mece sobre el agua
él ha regresado a respirar el aire

toman delicadamente su cuerpo
como un frágil insecto

cuyos ojos se cierran
ante la luz del mundo

susurra el ángel caído:
            he soñado todo este tiempo.

*

Un médico de antes

Fue jefe en un gran hospital
Ha visto tantos pacientes 
tantos discípulos hoy colegas

Debería retirarse, doctor
le dicen con frecuencia
porque es muy anciano

Conserva su consultorio en el mismo barrio 
Una placa en la puerta anuncia su nombre 
y abajo, una sola palabra: médico

Hace muchos años
hizo renovar la sala de espera
tapizada con un hermoso papel 
recrea escenas de caza en la campiña inglesa

Todo se detiene en esa sala
no hay espacio para la prisa

Sus pacientes lo saben
suspiran y pierden la vista 
en los bosques y sus corceles blancos

Es un honor estar allí
ser atendidos por el doctor
quizá sea la última vez

Él hace muchas preguntas
quiere entender
y anota cada respuesta
con su majestuosa pluma fuente
sobre un grueso papel blanco 
luego sopla la tinta para que se seque 
y nada quede manchado

Abra la boca y diga AAAA, ordena
toma el pulso
ausculta con cuidado el pecho y la espalda
como se hacía antes

En su consultorio no hay aire acondicionado
basta con un ventilador gris de grandes aspas

No hay computadoras
no hay internet

Solo el doctor alto y digno
y su fe en lo humano

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Escritora argentino-venezolana, es autora de varios libros entre ellos, los siguientes poemarios: Poemas visibles, El jardín del verdugo, Diario de John Roberton y Crónicas Budistas. Actualmente vive en Buenos Aires.