Franklin Caldera: medio siglo de crítica cinematográfica

29 septiembre, 2018

La presente es una sección fija de Carátula.net en la que se publican semblanzas, entrevistas y (o) perfiles sobre personajes del cine en Nicaragua. Se puede encontrar publicaciones no solo sobre personajes nacionales sino también extranjeros que de una u otra manera han contribuido al desarrollo de la cinematografía en este país. El orden es aleatorio, los protagonistas de la sección pertenecen a todos los tiempos del cine desde la existencia de este arte hasta la actualidad, por lo tanto la secuencia de los artículos no obedece a un orden cronológico.……

Justo este año 2018 se cumplen cincuenta años de la primera publicación de Franklin Caldera sobre cine; él publicó por primera vez en noviembre de 1968 en una revista de La Salle. Era la primera publicada, pero no la primera que escribía. Hoy queremos hacer un pequeño aporte con esta publicación. Es un perfil que ha estado pendiente hace tiempo esperando los cincuenta años para publicarlo. Aunque debería haber sido uno de los primeros personajes.

La cartelera cinematográfica del diario La Prensa del 23 de noviembre de 1949 anuncia para esa noche a las siete los estrenos en los cines de Managua, comenzando con el Circuito Trébol. En el teatro Trébol el filme es Prisionero del odio con Warner Baxter; en el teatro Principal Sagrado y profano con Green Garson y en el teatro Luz Alas en la niebla con Robert Taylor. El Circuito Margot se publicita en el otro extremo de la página desglosándose así su programación: en el teatro Luciérnaga El legado de los conquistadores con Tim Holt, el teatro Darío El niño perdido con Tin Tan; el teatro Alameda Mi único amor con Ida Lupino; el cine América Acechada con George Sanders y Lucille Ball; el cine El Rosario Lo que va de ayer a hoy con Charito Granados y Enrique Herrera y el cine Palace pregona con letras mayúsculas y grandes La perla con Pedro Armendariz.

Los afamados teatros Margot y González se encontraban fuera de funciones por la demolición de sus locales inaugurados en 1917 y 1933, respectivamente, para construir inmediatamente sus grandes edificios con capacidad de más de mil butacas cada uno. A lo ancho y alto de la página de espectáculos, entre invitaciones a eventos privados y otros avisos, todo eso se notificaba mientras una enfermera y una asistente de partos en una casa ubicada a unas cuadras del diario y a otras tantas de los cines en cuestión, anuncian a un impaciente padre el nacimiento de su niño: “¡Es un varón!”.

Franklin Caldera a sus 18 años cuando comenzó a escribir sobre cine.

La jovencísima madre es Vera Murray, el padre Henry Caldera y el niño Franklin Caldera. Ella espera de él un “adulto normal con un trabajo normal”, él espera “un abogado derecho y duro para hacer y multiplicar dinero” y el niño, indiferente a esas cosas será un hombre “extraño y diferente” y nada “normal” —entendiéndose normal como sin mayores excentricidades— y escogerá el camino de la poesía y de la crítica cinematográfica.

Con su madre, Vera Murray, el día de su bautizo en 1950.

Y así fue. Franklin Caldera es el único insigne crítico de cine de Nicaragua, un tótem del comentario y análisis de cine que, con su enorme carrera, su alto coeficiente intelectual y su impecable memoria muy difícilmente podría llegar a ser superado. Las dimensiones de su crítica cinematográfica tienen alcances continentales y en 2018 cumplió medio siglo de publicaciones ininterrumpidas, principalmente publicadas en el diario La Prensa. De los 92 años que cumplió este medio de comunicación el 6 de marzo de 2018, más de la mitad tiene Franklin de publicar en sus páginas sobre cine,  y algunas veces sus propios poemas, lo que lo hace el único autor nicaragüense con ese mérito y el único en haber escrito tres libros sobre cine. Su última obra publicada en 1996 es una investigación muy ambiciosa con grandes records de referencia: la historia del cine mundial —con cientos de películas comentadas— en sus primeros cien años de existencia (1895-1995). Con su continuidad y su estilo literario ha establecido un canon y su aporte al conocimiento del cine en Nicaragua ha sido un parteaguas y una contribución cultural invaluable al patrimonio nacional. La crítica cinematográfica podrá definirse para la posteridad en la historia del cine en Nicaragua con un antes y un después de Franklin Caldera.

A la luz de candilejas Caldera creció y conoció el mundo de la poesía y la sensibilidad hacia el arte, yendo al cine de la mano de su madre desde los dos años. Como confiesa en sus dos poemas El hombre cine y Retrato de una madre con su hijo su influencia principal en su pasión extrema hacia el cine tiene el génesis en su madre, porque ella le enseñó a apreciar una película, a comportarse muy educado mientras se escuchaban silbidos, gritos y abucheos en las salas oscuras, a criticar objetivamente un filme. Todo ello se debía a que Vera Murray, por imposición de su esposo, debía ir a todas partes acompañada de su hijo y estar siempre aquel “hombrecito” cuidándola de cualquier mirada de otro hombre, presto para asistirla en toda necesidad, incluso hasta al lado de la silla del dentista estaba con ella y así fue hasta el 6 de febrero de 1965 cuando Vera murió y Franklin era un niño adolescente de quince años.

Con su padre, Henry Caldera, en 1951.

La escritora Helena Ramos define en su entrevista Confesiones del hombre cine la pasión de Franklin Caldera por las artes cinematográficas como “vocación” y resume su existencia a un “hombre cine”, entendiéndose el término como un ser en el que la mixtura del humano con el cine forma un solo ser. Franklin describe este hecho como una “condición orgánica, endógena”, con la que nació. Algunos seres humanos la poseen y esto puede inducirse hacia varias pasiones o acciones, como las personas que nacen con la estrella del éxito, los que nacen con el gen del alcoholismo o los que nacen para ser destacados en los deportes, y reafirma que él pudo haber nacido en cualquier parte del mundo, en cualquier época del siglo veinte y siempre su vida habría estado conducida hacia el cine. La poeta y periodista Marta Leonor González, quien trabajó durante diecinueve años en el diario La Prensa —dirigió el suplemento cultural La Prensa Literaria por quince años y la sección Literaria por cuatro más— apoyó con gran generosidad durante todo ese tiempo las publicaciones de Franklin y en la introducción de una magnífica y grande entrevista de plana completa define este amor de Caldera por el arte cinematográfico como algo inherente a él, diciendo que tiene “cine en la sangre”, algo así como un componente de su ADN.

No solamente su haber de escritura se ha manifestado en publicaciones periódicas. Ha dejado tras de sí tres libros sobre cine: Listas de cine / Cincuenta años de cine hablado: 1929-1979 (Publicación privada, impresa en Talleres de Editorial Artes Gráficas, S.A,1979), Datos útiles e inútiles sobre cine (Publicación privada, 1983) y Luces, cámara, acción… 100 años de historia del cine (Editorial Hispamer, 1996).

Con su abuelo y su hermana Yvonne en la entrada principal del emblemático teatro González de Managua. Años cincuenta.

Listas de cine / Cincuenta años de cine hablado: 1929-1979 se trata de un manual práctico de listas de las diez mejores películas en varias categorías. Cada película obtiene su debida crítica cinematográfica de rigor y detalles de producción, reparto, premios y alcances. Datos útiles e inútiles sobre cine salió a la venta el 11 de febrero de 1983. El material se realizó en coautoría con el crítico Ramiro Argüello. Xavier Argüello, entonces director de la revista Nicarahuac, les ayudó a acceder a una imprenta del gobierno donde Franklin pagó la edición completa y se hizo cargo Irene Menocal de todos los procesos editoriales. Desde su portada a contratapa el libro presenta un humor eufórico que resta seriedad a la información importante que en sus páginas interiores ofrece sobre conocimientos —algunos básicos y otros profundos— de la historia del cine mundial, su análisis y hechos de gran relevancia.

Su primer libro de cine publicado en 1979.

En primer momento, en la página de créditos y ficha bibliográfica los autores escribieron una nota de derechos que estimula a seguir hojeando y a la vez rompe el hielo de la credibilidad al lector: “Los autores —como de costumbre— no se reservan ningún derecho, excepto el de publicar un libro peor que este”. El texto de introducción aparece titulado como Prólogo profiláctico e inicia de la siguiente manera: “Leerlo en voz alta. Pausadamente. Con fuerte acento madrileño”. El final es el que deja duda definitiva sobre el objetivo del libro: si era burlarse de quienes estaban interesados seriamente en conocer del séptimo arte o intentar atraer la atención del público para su posterior venta. Se lee: “Manteniendo en alto nuestra tradición de ser breves, ponemos puntos suspensivos a este prólogo, y lo invitamos a disfrutar de la función. Pedimos disculpas por no firmar este prólogo con facsímiles de nuestras firmas, lo que no hacemos por temor a que algún lector desocupado nos haga un estudio grafológico”.

Su segundo libro de cine publicado en coautoría con el crítico Ramiro Argüello en 1983.

El tercer libro Luces, cámara, acción… 100 años de historia del cine muestra una faceta contraria de Franklin Caldera. Se trata de una obra seria que inicia con una señorial dedicatoria que encabeza su madre, Vera, su padre, Henry, su esposa de entonces, Aura y sus hijos Franklin, Javier y Laura. La obra ha sido el libro de historia del cine mundial —escrito por un autor nicaragüense— más leído, referido y consultado en Nicaragua, con un gran éxito de ventas.

Su tercer libro de cine publicado por Editorial Hispamer en 1996.

Su poesía no ha sido reunida en un libro, pero ha quedado dispersa en diarios y revistas. En cada uno de estos momentos de su vida ha estado su madre presente en dedicatorias y en la razón de ser de estas obras. De ella escribe en sus versos: “yo que recuerdo tantas voces, tantos rostros … /no puedo visualizar tus facciones ni evocar tu voz”, y en efecto, conversar con Franklin Caldera confirma la nitidez de su memoria, pues reconoce y describe detalladamente y a la perfección miles de escenas de miles de películas, sin cometer error y sin omitir decorados, vestuarios, diálogos, encuadres de cámara, bandas sonoras y canciones con su música y letra. Estas palabras de su poema hacen recordar la magistral y dramática escena de la película El imperio del sol (1987) de Steven Spielberg, cuando el niño James Graham vive una catarsis sobre una rústica atalaya durante unos bombardeos aéreos y llorando le hace una confesión a quien lo rescata: “no puedo recordar los rostros de mis padres”, lo que explica todo su comportamiento a lo largo del filme.

James. El mejor ejemplo para describir a Franklin Caldera si correspondiera compararlo con un personaje de la pantalla grande, uno solo. Igual que James, Franklin leía desde muy niño lecturas serias como enciclopedias de ciencias, geografía, historia y humanidades y en la pre adolescencia estaba preparando unos libros que algún día publicaría tal como James deseaba publicar una obra que se encontraba escribiendo. James pierde sus manuscritos a causa del saqueo que debieron vivir las familias inglesas en Shanghái, China en plena Segunda Guerra Mundial. Franklin perdió sus textos, los escritos, sus apuntes, la preparación de una enciclopedia de varios tomos que algún día publicaría y más documentos y fotografías en el trágico terremoto que destruyó Managua en 1972. Pero hay una gran diferencia. James pierde a sus padres por un tiempo y al final logra reunirse con ellos, pero Franklin pierde a su madre para siempre. La tragedia ocurrió in situ, debió vivir y soportar la peor escena que un niño podría enfrentar: ver morir a su madre enfrente suyo. Como describiría muchas décadas más tarde: “Yo, el hombrecito que estaba encargado de cuidarla, que la protegería de todo mal, que iba a todas partes con ella, que sufría de pensar que algo malo le podría pasar, que era su protector, su amigo y siempre, siempre estaba a su lado, ese día me quedé sin poder hacer nada. Quieto, tieso, inútil”.

La formación de este gran representante del género de crítica cinematográfica se centra básicamente en su infancia. El primer encuentro que tuvo con el cine fue de vecindad incluso antes de poder apreciar su primera película. Nació y creció en el centro del casco urbano de la vieja Managua y habitaba con su familia en un apartamento del segundo piso del Edificio Páiz, que se ubicaba en la intersección de las concurridísimas avenida Bolívar y la calle Momotombo. El balcón de los Caldera quedaba frente a la marquesina del Teatro González y el letrero con luces rojas que se apagaba y encendía no le permitía dormirse. Aquel niño pensaba en por qué la gente acudía al local, qué ocurría allí y qué tan importante era lo que en ese lugar se hacía como para que asistiesen diario tantas personas; pero lo entendió cuando lo llevaron a ver películas, aun cuando era prohibido entrar al cine con niños menores de cinco años.

La luz lo hacía soñar imaginando lo que la pantalla reproducía hasta las once de la noche todos los días. Cuando el ruido de la gente que salía del cine marcaba el final de la noche y se apagara la voz de su madre que conversaba con amigos sobre teoría, técnicas y escuelas cinematográficas. El niño desde su ventana conocía la rutina de la gente, la taquillera llamada Justa, el portero (“un hombre gordo”), el viejo administrador que fumaba puro; el anciano arquitecto estadounidense, Mr. Dentz que había llegado a Nicaragua para supervisar la construcción del edificio y se quedó viviendo en una pequeña habitación en la planta superior del teatro; el ciego que vendía cada día el diario La Prensa en la entrada del local; la niña morena de pelo largo con su cajita de gomas de mascar. Recuerdos que evocaría muchos años después en su poesía.

En 1968, a los diecinueve años comenzó a frecuentar la emblemática cafetería de la Managua vieja, La India, y en ese lugar conoció el mundo artístico, hizo amistad con los críticos que escribían regularmente en los periódicos, pintores, escritores, periodistas, músicos, actrices, dramaturgos, poetas y teatristas que se reunían cada noche. Los años siguientes mientras estudiaba Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA), La India será para él una parada nocturna muy importante antes de regresar a su casa.

Con el crítico de cine Ramiro Argüello (de barba) y un amigo a principios de los años setenta.

“¿Qué es el arte cinematográfico?”, se pregunta en el título de su primera crítica publicada en su vida en una revista del Instituto Pedagógico La Salle. Poco después comenzó a publicar en La Prensa luego de unas polémicas que había tenido con el dramaturgo y crítico de teatro y de cine Rolando Steiner que para entonces se había ido de La Prensa a publicar al diario Novedades, quien lo había llamado “neófito” en un artículo. En noviembre de ese mismo año fue presentado en La Prensa Literaria junto con Álvaro Urtecho y Xavier Argüello. La nota de presentación la escribió el poeta Beltrán Morales y se tituló “Tres poetas nuevos”. Sin embargo, su presentación original como poeta fue a los 8 años de edad en el diario La Noticia, poco después de haber declamado el poema Marcha Triunfal de Rubén Darío en la velada de Los Chicos de La Prensa. De ese episodio Franklin recuerda: “Mi preparación fue intensa. En el Instituto Pedagógico de Managua asignaron a un Hermano Cristiano que se llamaba Mateo, para que se dedicara a prepararme para ese acto de declamación. También salí declamando el mismo poema en la televisión. Entonces en La Noticia me publicaron unos poemitas de niño”.

En 1974, después de publicar de forma constante, finalmente inauguró su sección de cine. Los primeros artículos los envió por correo, anónimamente, firmados como “F.C”. Aparecieron varios con esa firma hasta que el poeta Luis Rocha adivinó que “FC” era Franklin Caldera. Entonces en su crítica de El exorcista apareció su nombre completo por primera vez. En ese tiempo el suplemento cultural La Prensa Literaria estaba a cargo de los escritores Pablo Antonio Cuadra y Luis Rocha. La primera crítica que apareció en su sección de cine firmada con sus iniciales fue sobre una película de René Clement, Triple traición (titulada en francés como La course du lièvre à travers les champs), con Jean Louis Tritignant, Robert Ryan y Lea Massari.

Franklin Caldera en los años setenta.

Con el paso de su vida Franklin pudo cumplir con el deseo que sus padres tuvieron pare él el día de su nacimiento. La crítica de cine y la poesía fueron el “alter ego” de su madre, pero también se convirtió en abogado y se hizo cargo de la oficina de gestiones de marcas de fábricas y patentes que había fundado su abuelo en 1907 y que después su padre había sostenido durante muchos años hasta que le entregó a él la dirección. Trabajó allí hasta 1985 cuando se mudó con toda su familia definitivamente a Miami, Florida por no tener coincidencia de pensamiento con la revolución sandinista. Desde mediados de los años ochenta hasta la actualidad su principal trabajo ha sido como traductor independiente sin dejar la poesía y la crítica cinematográfica. Como bien lo describiría en una presentación en Managua, organizada por el Festival Internacional de Poesía de Granada en el año 2012 para hablar sobre su vida y obra: “se impuso el poeta soñador y me hizo optar por un oficio que, si bien me permitió sacar adelante a todos mis hijos, y los tres son personas maravillosas, trabajólicos como el papá, no me produjo a la larga la estabilidad económica que uno necesita en la madurez”.

En 1979 cuando se fundó el Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE) fue llamado por la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) para codirigir la institución y aportar con sus conocimientos al desarrollo de la cinematografía nacional. De ese episodio recuerda: “Durante la cita en el edificio del Banco de América en los escombros, Daniel Ortega, miembro de la Junta de Gobierno, sentado junto a Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, nos informó a Ramiro [Lacayo Deshón] y a mí que los dos, junto con Carlos Vicente Ibarra, habíamos sido nombrados miembros de la Comisión Coordinadora del recién fundado instituto. Yo escuché, pero no me gustó la idea de un nombramiento sin haberme consultado primero”. Además, se le asignó un programa de televisión al que llamaron Cine Foro y se transmitía en el Sistema Sandinista de Televisión Nacional Canal 6, en el que presentaba una película y la comentaba con el cineasta Mariano Marín y el crítico de cine Carlos Mohs.  Espontáneamente recibían diferentes invitados, entre quienes le acompañaron se encuentran Ramiro Argüello (médico y crítico de cine, coautor del libro Datos útiles e inútiles sobre cine), Mayra Luz Pérez, el doctor Lombardo Martínez (ambos amantes de la crítica), Rafael Vargas Ruiz (dramaturgo, crítico y cineasta) y Xavier Argüello. Se separó de INCINE básicamente por tres razones: la renuncia de Alfonso Robelo y Violeta Barrios de Chamorro de la Junta de Gobierno y la salida de muchos periodistas de La Prensa que se fueron voluntariamente para fundar El Nuevo Diario.

Ya sea “vocación”, como dice Helena Ramos, “cine en la sangre”, como expresa Marta Leonor González o “una condición endógena”, según él mismo lo califica, el cine y la poesía se volvieron su razón de ser, una forma, un método, una vía para alargar la presencia de su madre en su vida para siempre. Vale la pena recordar unas de sus reflexiones más emblemáticas, escrita en un papel amarillento tamaño carta a la luz de una lámpara en plena madrugada frente a la máquina de escribir: “¿Cómo será el cine de los otros planetas? ¿Habrá directores, actores, técnicos en el cine de los otros planetas? ¿Cómo será el Orsor Welles de Saturno? ¿Cómo será la Liz Taylor de Plutón?”.

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Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).

En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.