Karly Gaitán
Karly Gaitán

Federico Arturo Ripley: «El más popular de los artistas de la capital»

28 enero, 2019

Karly Gaitán Morales

La presente es una sección fija de Carátula.net en la que se publican semblanzas, entrevistas y (o) perfiles sobre personajes del cine en Nicaragua. Se puede encontrar publicaciones no solo sobre personajes nacionales sino también extranjeros que de una u otra manera han contribuido al desarrollo de la cinematografía en este país. El orden es aleatorio, los protagonistas de la sección pertenecen a todos los tiempos del cine desde la existencia de este arte hasta la actualidad, por lo tanto la secuencia de los artículos no obedece a un orden cronológico.


Federico Arturo Ripley fue un famoso pianista de cine de los años diez y la mitad de los veinte en Managua que logró gran popularidad por ser un músico de amplio repertorio y a quien le gustaba ser complaciente con su público, interpretando todas las canciones populares y clásicas que le solicitaran. Lo contrataban para animar bodas, banquetes oficiales del gobierno, cumpleaños y en su último año de vida las veladas artísticas y los recitales de poesía de los jueves en el Club Social de Managua. Su acompañamiento en el cine lo hacía en los teatros y salones de espectáculos más concurridos como el Teatro Variedades, el Salón Las Brisas o el Hotel Versalles y ocasionalmente en el Teatro Margot.

Como personaje de la cultura del siglo veinte en Nicaragua en muchas reseñas o perfiles se ha destacado su corta y trágica vida, rodeada de desdichas, pobrezas y desventuras. Durante décadas se ha escrito sobre su alcoholismo y su afamado talento con el piano, sin ofrecer estos autores mayores datos biográficos, porque no se habían encontrado rastros de su familia y de sus fechas importantes ni antes ni después de su vida que sirviesen como fuentes primarias para las investigaciones.

Sin embargo, en enero de 2016 durante una investigación de varias semanas realizada por la autora de este libro junto con el historiador Bayardo Cuadra, obtuvimos mayor información debido al hallazgo de documentos y certificados originales sobre el nacimiento y muerte de esta familia. Sus padres fueron Federico Arturo Ripley, nacido en Inglaterra en 1867, comerciante que se había trasladado a vivir a Nicaragua. Falleció a causa de una apoplejía en Managua a las seis de la mañana del 30 de junio de 1905 a los treinta y ocho años de edad, dejando huérfano a su hijo de cinco años. Su madre, María de Jesús Pérez, nicaragüense, nació en Managua en 1869 y falleció dos años antes que su hijo en 1924. Ellos se habían casado en 1893 y cuando Federico Arturo Ripley, el pianista, nació, vivían en Managua y tenían él treinta y tres años y ella treinta y uno.

Federico Arturo Ripley nació en 1900 en Managua. No se sabe si hablaba inglés ni dónde estudió música y tampoco si había viajado alguna vez a Inglaterra o si vinieron sus familiares ingleses a visitarlo, o si tenía algún tipo de comunicación por correspondencia con ellos; pero sí se ha confirmado que era de ojos celestes y el resto de sus características físicas, como las de un clásico europeo, según se le recuerda en algunas crónicas y libros de la época. También se ha sabido que inició muy temprano su vida artística. Desde adolescente tocaba el instrumento en cantinas y otros sitios que eran, como indican casi todos los textos sobre él, “de mala reputación”. Según declaración de la escultora Edith Grøn, en la que habla de lo que le relataba su padre de cómo era Managua cuando ellos llegaron de Dinamarca a Nicaragua, Ripley tocaba en los siguientes bares y cantinas que forman parte de esas cafeterías, restaurantes y bares de músicos pobres: Sucursal Prío, Café Élite, (donde daba concierto también la Orquesta Soto-Thomas), La Dinamarca, Tennis, Parlor, La Mascota, Río de Janeiro, El Sena, Petit Café, Eureka, El Cairo, El Golfo, La Primavera, La Reyna, La Managua, Monte Carlo; y las cervecerías Jardín Social, Leopoldo Rivas, Salón Bolívar y otras.

En 1922, a los veintidós años, firmó un contrato con el empresario de espectáculos Francisco Brockmann para tocar el piano durante las exhibiciones de cine en el Teatro Variedades de Managua. Los domingos en la mañana interpretaba canciones para niños en las presentaciones que hacían las compañías teatrales que alquilaban ese escenario. El propietario rentaba el local con el servicio de músico incluido y de esa manera aseguraba al pianista un trabajo regular.

Francisco Brockmann y Luis Abraham Delgadillo, el músico y compositor que gozaba de mayor prestigio en el país y a nivel centroamericano, fueron sus mentores y mecenas que le ayudaban a tener empleo y lo apoyaban económicamente para el tratamiento de sus padecimientos de salud. De estos trastornos solo el alcoholismo se ha podido verificar con testimonios orales y escritos, aunque se lee en periódicos de ese tiempo que se enfermaba por muchas causas y pasaba un tercio de su vida bebiendo en un bar, otro tercio en la cama de un hospital y el último frente al teclado del piano.

Luis Abraham Delgadillo, que lo estimaba mucho, le había conseguido en 1924 un grupo de alumnos en el Colegio de Varones de los Hermanos Cristianos de La Salle, cuyos directores pagaban bien por su servicio como profesor, pero fue cancelado su contrato por no cumplir con los horarios en las sesiones tanto teóricas como prácticas, que impartía por separado, según la metodología de enseñanza creada por él. Los padres de familia expusieron una larga lista de quejas a Delgadillo, quien no se enojó, pero sí lamentó la conducta de Ripley y su poca seriedad en algunos compromisos profesionales.

En la memoria y recuerdos de los pobladores de la antigua Managua que fue destruida por el terremoto del 31 de marzo de 1931, se enfatizaban algunas conductas impropias del pianista. Uno de esos testimonios es el del licenciado Henry Caldera-Pallais (agente de marca de fábricas y patentes), padre del crítico e historiador de cine Franklin Caldera, que le contaba a su hijo que el músico se ubicaba en la puerta de salida del teatro y despedía a los asistentes con evidente excitación etílica abrazando con mayor efusividad a los conocidos. También se ha historiado repetidas veces que su dominio del teclado era admirable y ejecutaba el piano con maestría y exactitud en el compás, tonalidades y ritmos de sus interpretaciones, lo que le hacía merecedor de entusiastas aplausos y ovaciones al finalizar sus conciertos.

A pesar de su alcoholismo, que era del conocimiento público, cumplía cada vez que podía en tiempo y forma con el trabajo, pero cuando la enfermedad lo vencía se internaba voluntariamente en un albergue del barrio San Pedro. En la habitación donde se le hospedaba luchaba con los seres que aparecían sobre su cama o asomados en las ventanas, gritaba señalando a personajes invisibles, pero el tratamiento lo adormecía y se esfumaban los fantasmas de sus delirios. Las referencias del historiador Gratus Halftermeyer expresan que este tipo de esquizofrenia y ensoñaciones se debían a un estado de intoxicación del que pretendía liberarse con medicamentos. Desaparecía de los escenarios por unas semanas mientras se recuperaba y volvía para seguir trabajando en el bullicio de la noche.

Aunque era pobre, su profesión no fue apagada ni menospreciada. Tenía una agenda apretada que le producía bastante dinero, el cual desperdiciaba satisfaciendo su adicción al licor y a las prostitutas. Como artista no solamente amenizaba las actividades y las películas. También en noviembre de 1925, ya muy enfermo, dio un concierto en el escenario del Teatro Margot, al que llamó “Solamente piano” y acudió tanta gente que no dio abasto la sala para albergar a sus admiradores, tal como se informó en el diario La Noticia. Sin embargo, su fama nunca lo sacó de la pobreza; las referencias del doctor Alejandro Zúñiga Castillo en su libro La Managua de ayer: estampas, costumbres y personajes, expresan que era “un joven pobre económicamente, de buena estatura, pálido, manos delgadas y largas, de vestir humilde, con piano en su casa, a cuyo estudio y ejecución se dedicaba con devoción e inspiración artística”.

Cuando regresaba a su casa después de trabajar en los pianos ajenos, caminaba bajo las sombras y los tenues reflejos de los faroles en las calles de Managua y lo saludaban comerciantes, estudiantes y bohemios desde las barras en las cantinas. Su fama de buen pianista y sus apreciados conciertos como músico le dieron el título de “el músico más popular y conocido de la época”, como lo calificó el historiador Halftermeyer, cuando escribió sus libros Managua a través de la historia. 1846-1946, publicado durante las festividades del centenario de la capital, e Historia de Managua: data desde el siglo XVIII hasta hoy publicado en 1971. Su definición de Ripley probablemente fue una alusión a la calificación que le dio el diario La Prensa en una publicación de los años veinte elevándolo a “el más popular de los artistas de la capital”.

Para el pianista las noches no eran tan felices ni tan iluminadas y mágicas como lo eran para su público. Murió joven a los veintiséis años de edad. La Prensa publicó una nota de dos columnas sobre su estado de salud en la portada de su primer número, cuya entradilla dice:

RIPLEY ESTÁ MURIÉNDOSE:
La Prensa, 2 de marzo de 1926

«El conocido pianista managüense Federico Ripley, el más popular de los artistas de la capital, a la que amenizaba con sus bailables y sus sentidas canciones, está muy delicado. Vida azarosa y bohemia la suya, va apagándose entre las penas de la pobreza.»

Cuando salió a luz el diario, Ripley se encontraba agonizando atendido por un médico y falleció esa misma tarde a las seis y treinta. Sesenta años después, el escritor Mario Cajina Vega, en una publicación conmemorativa por el sesenta aniversario de La Prensa el 2 de marzo de 1986, encontró en los primeros números del diario breve información referente a sus últimos días de vida: “El pianista bohemio Federico Ripley, de padre alemán [era inglés] muere; del Hospital, ya doliente, se le llevó a casa de su madre nicaragüense. El gremio de artistas le erigirá un busto en el cementerio”.

No fue el gremio de artistas quien se hizo cargo de sus homenajes y de la estatua en su tumba ubicada en el Cementerio General de Managua, sino Luis Abraham Delgadillo, quien a título personal mandó a colocar en 1929 una lápida de mármol en forma de una lira, donde se leía: “Federico A. Ripley/ Ya estás en tu Reino/ El de la Suprema Armonía/ Yo llegaré hasta ti/ Luis A. Delgadillo”.

Pero la lápida y el texto fueron cambiados en algún momento no esclarecido (tampoco se sabe quién lo hizo), como explica el historiador Bayardo Cuadra: “He visitado la tumba del malogrado Federico Arturo Ripley, sobre la cual se erige un pequeño monumento montado en un pedestal. En el pedestal se encuentra una placa lisa de mármol con la siguiente leyenda atribuida al maestro Luis A. Delgadillo, admirador suyo: “A Federico Ripley/ Liberado por la Muerte/ Ya estás en tu reino/ El de la suprema armonía/ Yo iré hasta ti… Luis A. Delgadillo, 1929”. Se leen también en la lápida el nombre de Ripley escrito de otra forma: Federico A. Ripley Pérez y otro nombre que lo acompaña “Fernando A. Pérez R. Escritor”.

Sin embargo, según se lee en la ficha que se guarda en los archivos del Cementerio General de Managua correspondiente a su bóveda (que se encuentra a su nombre hasta el día de hoy con el apellido escrito como Rippley, con doble “p”), fue enterrado en el Cementerio San Pedro de Managua, pero exhumado y trasladado al Cementerio General en 1927. El administrador actual del cementerio, Miguel Ángel Amador Rivers, apoyado por investigaciones realizadas por el historiador Roberto Sánchez en ese mismo archivo, comenta que el Cementerio General por aquellos años se estaba instalando y aunque no se hacía compra aún de las bóvedas se estaban dando concesiones para los cuerpos que se traían exhumados desde el Cementerio San Pedro, razón por la que los datos de cada fallecido carecen de la información completa. Según se lee en el folio 181 del Libro I de Inscripciones que abarca de 1922 a 1945, Federico Arturo Ripley fue enterrado el 3 de marzo de 1926 por la tarde.

En la tumba de sus padres, ubicada en el Cementerio San Pedro de Managua, la lápida menciona a Salomé, Rosa y Guillermo Pérez V., que se firman como “hermanos y sobrinos” de María de Jesús Pérez, madre de Federico Arturo Ripley. Estos primos y tíos suyos son los únicos familiares que han sido identificados, pero de ellos no se ha encontrado referencias inclinadas al arte ni que se les haya entrevistado o consultado para escribir una biografía más completa de este músico.

Quien hizo gestiones del entierro del pianista, según se lee en su acta de defunción en los archivos de la Alcaldía de Managua, fue su primo Fernando Antonio Pérez, que se presentó ante el registrador la mañana del 3 de marzo a reportar su fallecimiento y después, a mediodía, fue al Cementerio San Pedro a solicitar una bóveda para el entierro de esa tarde. La causa de muerte que se escribió en el acta es “de complicación orgánica”, interpretado hoy en día en términos médicos como un proceso degenerativo del organismo en general causado por estrés a causa del abuso de consumo de alguna sustancia dañina, que como ya se sabe, fue el licor. La adquisición formal de la bóveda en el Cementerio General de Managua la finalizó él junto con Luis Abraham Delgadillo el 9 de septiembre de 1929, cuando colocaron su lápida y se registró el lote a nombre de Ripley. Su tumba se ubica en clase A, lote 7, grupo 352 y se encuentra en el Libro de Inscripciones, tomo 1, en el folio 99, bajo el título 462. Fernando Antonio Pérez fue enterrado el 15 de septiembre de 1961 en esa misma tumba.

El valse Suprema armonía es la única composición del repertorio de Ripley que se pueda comprobar como obra de su autoría en letra y música; es muy posible que sea por esa razón que como una paráfrasis este título se convirtió en uno de los versos finales de su lápida, que lo ha acompañado en su tumba desde hace noventa años y lo seguirá hasta el vacío de la eternidad.

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Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).

En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.