Gioconda Belli
Gioconda Belli

La mujer y el pintor

1 junio, 2020

Gioconda Belli

Poema de Gioconda Belli


Hoy viendo, desnuda ante el espejo,
mis caderas y redondeces,
pensé para consolarme
que bien podría haber sido
una modelo de Rubens.
Pensarlo me recordó al pintor
para el que posé una vez:
una muchacha veinteañera en el exilio
arrobada por la idea
de que el pintor quisiera pintarme.
“Tenés el cuerpo exacto de las mujeres
de mis cuadros”, me dijo.
El pintor era un hombre serio.
un personaje del Greco,
alto, cetrina la piel, delgado, y algo desgarbado
con un rostro agudo de barbilla prominente,
un gran artista.
En ese tiempo me pareció un señor mayor
-habrá tenido cuarenta años, quizás-
“Te ofrezco hacerte un retrato
a cambio de que seas mi modelo”
Acepté. Me dio la dirección de su estudio.
Llegué una mañana.
El olor penetrante y delicioso de los colores,
del disolvente, invadió mi olfato.
Mis ojos lo seguían mientras él
como si armado de una vara
que abriese el mar
jalaba con sus largos brazos
los cuadros que me mostraba
ordenados a lo largo de la pared
en altos y delgados cubículos.
Una tras otra las pinturas:
las mujeres junto al muelle de Granada
las extrañas mezclas de barcos y monos
el plástico milagro de su genio.
Cuerpos como el mío en los lienzos
naturaleza y figuras
convocados por sus largas manos.
Recuerdo la camisa blanca
los pantalones holgados verde caqui
y su rostro cuando me dijo:
“Allá en el baño podés dejar tu ropa”
No sabía que se trataba de posar desnuda-dije.
Era cierta mi inocencia.
Mas, obediente, fui a desnudarme
y salí disimulando la vergüenza
recordando las modelos de los impresionistas
los desnudos hermosos que llenan los museos del mundo.
Desde que era mujer
jamás me había desnudado para ser mirada por un pintor
desnudarme para un hombre sucedía para hacer el amor.
Él me indicó dónde debía colocarme
la mejor luz
para su pincel.
Y al rato fui perdiendo el pudor
porque conversábamos
como dos amigos que se tomaran un café
él detrás de su atril
y yo extrañamente libre
entre las acuarelas y los oleos
y el olor a aguarrás, a madera.
Sexual aquella relación sin tocarnos.
Yo sintiéndome como las flores de Eliot
con la mirada de quien se sabe mirada
mi joven desparpajo
gozando la cercanía de la belleza
que él trazaba y difuminaba, fijos los ojos,
el carboncillo y sus dedos sobre el papel.
Me dijo que de sus modelos
tomaba apuntes
que de memoria luego recordaba y pintaba.

Aunque habría preferido ser larga y esbelta
como modelo de Modigliani
nunca logré dejar de ser la mujer de sus cuadros.
abundante de la cintura al pie
molde de pera con el torso delgado,
gráciles hombros y pechos.
Veo sus cuadros y me reconozco en varios.
Volutas voluptuosas,
aquellos ojos viéndome y recordándome
combinando figuras de mujer
tomando quizás un brazo mío,
la pierna, la redondez rotunda bajo mi espalda
formas de este cuerpo que veo hoy en el espejo
difundidas ahora por el mundo
en colecciones privadas y museos.

Muchacha veinteañera
en el estudio del pintor
recreada una y otra vez
detenida en el tiempo
hecha de óleo, de acuarela
guardada presencia
en el longevo ojo
del arte.

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Managua, Nicaragua, 1948.
Poeta y novelista. Premio de Poesía de la Universidad Nacional de Nicaragua con su primer libro, Sobre la Grama (1972). Premio Casa de las Américas 1978 por Línea de Fuego. Entre 1982 y 1987 publicó tres libros de poesía, Truenos y Arco Iris, Amor Insurrecto y De la costilla de Eva. Premio Internacional de Poesía Generación del 27 en 2002 por Mi íntima multitud. Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 2006 por Fuego Soy Apartado y Espada Puesta Lejos. Premio Sor Juana de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2008. Es también una reconocida novelista. Su obra se ha traducido a más de catorce idiomas. Miembro del Pen Club Internacional y Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Divide su tiempo entre California y Managua.