corea torres

Aleteos de un funámbulo

19 noviembre, 2020

Corea Torres

– Atravesado por los avatares pandémicos del 2020, el libro Ámbar: Espejo del instante, por fin y por fortuna fue publicado por la Editorial 7 días, en Puebla. El volumen está conformado por la creación colectiva de tres poetas residentes en esa angélica ciudad, cada uno de ellos concursando con un poemario destinado exprofeso para dicha publicación. Corea Torres, poeta de raíz nicaragüense, es uno de los creadores integrantes de esta trinidad, con su: aleteos de un funámbulo, poemario del cual, Arturo Vázquez, prologuista del libro, anuncia: “Corea Torres, acróbata de la cuerda floja es Cenzontle –pájaro de cuatrocientas voces- lleva la barra de equilibrio que enfrenta el vacío del a/Leteo en, con la in/vocación de la poeta Wislawa Szimborska que lo lleva por el sendero a caminar por la tarde de Verano en una población de Tlaxcala en el inicio del titilar de sus oxímeros: Noche – Muerte túnel de brillos con su po/ética bosquejo del alma; Ámbar – Luciérnaga: fósforo suspendido / Habitante del aire… El gusto de Corea Torres por la emoción, la alegría y el optimismo de estar al otro lado del río ¿Tiempo sin Tiempo?”. He aquí una muestra de esos poemas.


Luciérnaga

     Efímera muerte de la noche,
túnel de brillos,
bosquejo ambiguo del alma.
Ámbar: espejo del instante,
fósforo suspendido,
imán de la negritud
en los cálidos parajes de la noche tropical.

Habitante del aire.
Electricidad.
Átomo de fuego.
Intermitencia de un día olvidado,

tu aparición reniega a la pantera:
heraldo juguetón de las verdades ocultas.


Historia de un suspiro

Para Elvira, mi madre

     De la melancolía, su fruto;
bastaba olerlo
para remontar el río
y entonces ver a los ojos de mis hermanos
era como estar en un cálido cuarto
donde el dolor desaparecía.

     No nos mojábamos,
ni siquiera una gota pendía,
pero la humedad impregnaba ropa y sentimientos.
La cabeza gacha
daba cuenta de los arrepentidos
y entonces vernos de frente
alebrestaba la risa.

      Me fui una mañana de verano
con los huesos fuertes y el cuerpo flaco.

     “No derrames lágrimas por él”,
le decían a mi madre:
“acaso no vuelva nunca
porque en su mirada
se dibuja un largo camino,
y si llegas a escuchar rumores de su persona,
de sus desvaríos y caídas,
siéntate en la mecedora,
bebe un té y conversa con él
verás que están mucho más juntos de lo que crees”.

     El pasado se acumula en el iris.

     Mi madre recoge las manos
de la casona en el lluvioso julio,
el limón permanece con su tristeza verde.

Más allá de los acompañamientos de
la demás sangre en esos días, su faz se ha tornado rala,
azulosa, una y otra vez, mientras la reunión
de cada tarde
alrededor de una mesa colmada de frutos,
le bordea las sienes.

     Ya no puedo regresar como quisiera.
A lo lejos, veo a mi madre y a mis hermanos
de nueva cuenta a los ojos:
Juegan a reconocerse,
la pregunta sobre el ausente no se hace,
de sus labios sólo el siseo del nombre,
como el ¡ay! atemperado de un dolor que se resiste.
El que se fue es un tul en la memoria.

     Ellos voltean a ratos, me ven.
Estoy al otro lado del río
ahora sí con los pies mojados.

Juego

     Transparentes,
líquidos
de una pureza irreal:
sus ojos:               -revelación-,
te decían:              asómate,
y ahí te descubrías
con la desnudez inédita
del sorprendido    –silencioso pez expuesto-.

     El asombro cubría poco a poco
de pies a cabeza el cuerpo desarmado –carnada del misterio-
mientras,    penetrabas,
traspasando como fantasma
la pared de vidrio  -cristalino al absurdo-,
hasta llegar al otro lado.

     Ahí, sentada en una mecedora  -vaivén sicalíptico-

ella, vestida de flores                        -cabello en libertad-,

te veía.

     La apropiación comenzaba      -abrazo circular, totalizante-
inerme ante su galanteo               -vasto preámbulo-,
el juego de los afectos                   -caricias sin tacto-,
minúsculos guiños                        -llamados-
entronizaban la complicidad     -una aceptación, obediencia al rito-.

     La presa,
en esa sutil cacería,
ansiosa, temblaba -incandescencia-
ante el manto codicioso
de la seducción.

Funámbulo

     La puerta entreabierta:
halo de mieles
en la penumbra:
entrar o desistir.

del olvido que somos

     He hecho de mí
lo que tal vez quise
¡ah! pero también lo indeseado.

No sé si con ambos deseos
una vida se conforma,
esa certeza estará resguardada

hasta días después de mi dilución,
cuando, de seguro,
aparecerán los presagios malolientes, y
las pocas palabras que corran
certificarán el pronto olvido.

Yo soy la sed

     Yo soy la sed,
llanura reseca en garganta de palo.
Ninguna frescura alegra las estrías
y así como la rasposidad al hablar,
la arena en los ojos y los
pulmones atascados,
esta voz que propone humedad,
endurece,
deja caer los rescoldos
de su polvo atolondrado.
Voyeur de la desgracia,
cuchillo expectante que aguarda
juega con la sangre,
como si apretara agua,
sin la esperanza de asir
siquiera una gota,
esa: la cómplice de la huida.

     Porque seré preciso:
no esperaré en la esquina.
Aterido de frío
se comenzarán a ajar los pensamientos,
con la irremediable creencia
de la finitud,
que costará lo que cuesta:
apenas un lustro de inviernos.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).