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Caitlyn Jenner en Vanity Fair: La aceptación al transgénero en el siglo XXI

1 abril, 2021

Recuperamos de nuestro archivo de la edición 68 este ensayo académico sobre uno de los grandes acontecimientos en el mundo de la post-sociedad de la que se superpone el internet.


En este texto parto de la premisa de Manuel Castells sobre como el Internet es un reflejo de la post-sociedad de la que se superpone, y en donde se puede construir, aceptar y/o aborrecer nuevas formas de masculinidades. Para Castells, el “Internet es la sociedad, expresa los procesos sociales, los intereses sociales, los valores sociales (…) Lo que hace Internet es procesar la virtualidad y transformarla en nuestra realidad, constituyendo la sociedad red, que es la sociedad en que vivimos”. La observación que hizo este sociólogo catalán, me permite indagar en ciertos aspectos tales como la aceptación de nuevas formas de masculinidades, y los procesos queer que pueden posibilitarse a través del diálogo que se entabla con la visualización de imágenes de personas transgénero en nuevas plataformas o espacios públicos. Para ello, me apoyo en un video en alta calidad de un minuto y 8 segundos de duración, producido por Vanity Fair y publicado el 1 de Junio de 2015. Titulado “Caitlyn Jenner es finalmente “libre” en la cubierta de la revista Vanity Fair” (del ingles: “Caitlyn Jenner Is Finally “Free” on Vanity Fair’s Cover”), el clip audiovisual en blanco y negro resume la sesión fotográfica de la periodista gráfica norteamericana Annie Leibovitz con Caitlyn Jenner, con el fin de utilizar su imagen en la portada de julio de Vanity Fair, revista internacional de moda y cultura cosmopolita[1].

El video causó revuelo en varias redes sociales y provocó múltiples reacciones en diferentes sectores de la población nacional y norteamericana. Mientras grupos liberales y líderes de la comunidad LGBTI aplaudían la presentación performática del video de Caitlyn, sectores conservadores de la sociedad norteamericana rechazaban la iniciativa de la revista.

En gran medida Caitlyn Jenner ocupa un lugar privilegiado para esta ponencia; pero su papel como tal será tratado más adelante. Por el momento bastará decir que esta fue su primera aparición pública como mujer. Previo a ello, el nombre de la persona en cuestión era William Bruce Jenner. Nacido en las afueras de Nueva York en 1949, Bruce Jenner llamó la atención en el ámbito nacional de los Estados Unidos gracias a su carrera deportiva que culminó con una medalla de oro en el decatlón olímpico de Montreal durante los Juegos Olímpicos de 1976. Según anota el periodista Buzz Bissinger para el reportaje que acompañó la portada de Vanity Fair (2015): con la presea deportiva, Jenner fue sacralizado como un símbolo de masculinidad en la cultura norteamericana, comparable a tal punto con el vaquero presente en la publicidad de los cigarros Marlboro[2]. Posterior a ello, Josie Ensor, corresponsal en San Francisco, California del diario inglés The Telegraph puntualiza lo siguiente:

Aprovechando su fama, apareció en cajas de Wheaties, un cereal norteamericano popular conocido como «el desayuno de los campeones», luego tuvo unas cuantas participaciones como actor de cine, con resultados menos que estelares. [3]

Jenner ha estado casado en tres ocasiones –la primera vez con Chrystie Crownover (1972-1981), en un segundo momento con Linda Thompson (1981-1984) y por último con Kris Kardashian (1991-2014)–, y ha procreado con sus diferentes parejas 6 hijos: Burt Jenner (1978), Casey Jenner (1980), Brandon Jenner (1981), Brody Jenner (1983), Kendall Jenner (1995) y Kylie Jenner (1997). Durante la unión con Kardashian, escribe Ensor: “se convirtió una vez más en un nombre familiar para las personas, pues apareció en Keeping Up with the Kardashians como el padrastro, a veces perplejo, de sus extravagantes hijastras: Kourtney, Kim y Khloe Kardashian[4]”.

Además, el programa de televisión permitió ver la culminación del proceso de transgenerización que atravesó Jenner. Dicho proceso inició a finales de los años ochenta, cuando simultáneamente tomó hormonas femeninas, se intervino plásticamente la nariz y recurrió a procedimientos químicos para remover el vello facial de su cara. En los años posteriores le siguieron varias cirugías estéticas y retoques faciales que permitieron que Jenner pudiese identificarse como una mujer.

Sin embargo, es hasta el día 1 de Junio, cuando ya podríamos hablar de Caitlyn. A través del video que estudio y de una cuenta oficial en la sitio web de microbloggeo, Twitter, Jenner se presenta como un ser con una nueva identidad con el siguiente tweet: @Caitlyn_Jenner “Estoy tan feliz, después de una larga lucha para lograr vivir mi verdadera yo. Bienvenida al mundo, Caitlyn. No puedo esperar para que puedan conocerme / la[5]. Quisiera agregar que en mis indagaciones, encontré entrevistas recientes a la exposición del video y la portada de la revista, donde tocaba el tema de la escogencia y apropiación del nuevo nombre propio de Jenner. Al referirse a ello, dijo que fue una de las cosas más difíciles de su vida, lo que nos indica que el nombre en esta persona fue una táctica para crear distancia entre su ser masculino y el femenino, frente a una sociedad que le exige una identidad con la cuál asumirse.

Para concluir la descripción de mi sujeto de estudio, quisiera tocar el tema de su orientación sexual.  Jenner se ha identificado abiertamente como heterosexual. De nuevo en el artículo de Ensor, nos encontramos con una frase muy tajante de Caitlyn: “Nunca he estado con un hombre y no me han atraído. El problema de sexualidad es otro asunto”. Efectivamente, estamos frente a un hombre que se siente mujer, se construye físicamente como mujer y a la que le atraen las mujeres. Ninguna de estas condiciones imposibilitan acuñar la definición de transexual que Sandy Stone usó en “The Empire Styrikes Back: A Posttransexual Manifesto” (1991) –“Un transexual es una persona que identifica su identidad sexual con la del otro sexo “opuesto””-, para referirnos a Caitlyn. Además de la centralidad de Jenner en el video, es válido para mi mencionar el discurso con el que se narra el video de Vanity Fair. Jenner, con su voz, hilvana las imágenes diciendo:

“Yo estaba en el juego porque estaba escapando de un montón de cosas. Los últimos días de la sesión fueron sobre mi vida, de quién yo soy como persona. No se trata de fanfarria. Tampoco de personas ovacionándote en un estadio. Ni es por ir caminando por la calle (…) Esta es la vida real. Bruce siempre tenía que decir una mentira. Estaba viviendo esa mentira. Todos los días. Siempre tuvo que mantener el secreto, desde la mañana hasta la noche. (…) Entonces viene la portada de Vanity Fair y soy libre” .

Considero que no es gratuito el desplante mediático que hay detrás del video que estudio y la figura de Caitlyn Jenner. Es por ello que en este segundo momento del artículo quisiera enfocarme en dos temas que considero pertinentes: una genealogía sobre las masculinidades: el tránsito de un proyecto de nación a post-nación en base a la figura masculina, y como surge el debate sobre la identidad del transgénero.

Con algunas variantes sutiles, los Estados Unidos de Norteamérica necesitó de los mismos 3 roles que la nación mexicana consolidó para construir también su propio proyecto de identidad nacional machista.  Sergio de la Mora en Cinemachismo (2006) enumeró analizó dos de estos roles, para entender como inicia este proceso: “el machismo necesita al joto (el homosexual) para definirse y afirmarse a sí mismo, de la misma manera que necesita a la mujer sumisa” (De la Mora, 5); Un par de páginas más adelante, De La Mora se dedicaría a describir al macho mexicano –que simplemente es un poco menos intenso que el cowboy Americano–: “viril, bravo, orgulloso, sexualmente potente y agresivo físicamente.” (De la Mora, 7).

Al notar que hay un espacio –que no está exento de tensiones- en estas sociedades para una masculinidad no hegemónica, las posibilidades de múltiples formas de masculinidades en un espacio, ya sea local o nacional, transita también al ámbito individual. Desde el lenguaje, la experiencia, las costumbres y sus cuerpos, una misma persona puede adoptar diferentes tipos de masculinidades. ¿Pero tenía razón Connell al decir que: «casi siempre se supone que la verdadera masculinidad surge de los cuerpos de los hombres”? La respuesta a esta última pregunta podría repensarse con esta aseveración de Stone: “Los cuerpos son pantallas en las que vemos proyecciones de acuerdos temporales que surgen tras luchas incesantes por creencias y prácticas dentro de las comunidades”.

Habiendo transitado de la conformación nacional masculina, al espacio físico más individual –que es el cuerpo– ¿qué pasa con la masculinidad en un lugar donde no hay límites? A través de la web, la conformación de una nación a través del desarrollo de una masculinidad hegemónica no es posible, ya que la nación misma se ve en crisis por la destrucción virtual de los límites. La posibilidad de una post-nación con esas características y sin las trabas y contratos sociales que se restringen a un lugar en específico, se abre un abanico de cuantas masculinidades hayan en las cabezas de quienes estemos en el mundo, incluyendo la masculinidad transgénero.

No me deja de llamar la atención, que con esta última categorización que acuñé –masculinidad transgénero- hay una aproximación del “construccionismo social al género y la sexualidad, (que son) apuntaladas por un acercamiento semiótico al cuerpo”. (Connell, 80). Con la post-nación y el desarrollo tecnológico actual cabe la oportunidad de construir un cuerpo a través de la modificación y la cirugía plásticas, sin necesidad de caer en el binomio de género[6]. Sin embargo, me refiero a casos muy aislados.

¿De qué estamos hablando cuando usamos el término transgénero? Aunque en un primer momento, repito lo que ya había dicho Sandy Stone:

Un transexual es una persona que identifica su identidad sexual con la del otro sexo “opuesto”. El sexo físico y la identidad sexual (sex y gender en inglés) son conceptos diferentes, pero los transexuales tienden a difuminar las barreras al confundir el carácter performativo de la identidad sexual (gender) con la “evidencia” física del sexo, describiendo la percepción que tienen de su situación como la sensación de ocupar “el cuerpo equivocado”. Aunque el término “transexual” es de origen reciente, el fenómeno es antiguo.”

Con este análisis, podríamos concluir que lo que prima para ser un transexual es ante todo la identidad sexual. Y aquí no hay que confundir la identidad –para aclarar bastaría preguntarse ¿qué soy?– con la orientación sexual – ¿qué me atrae?–. Tampoco lo es la intervención plástica, si no la semiótica de las acciones a las que alguien puede someterse para que esto refuerce o cree distancia a la identidad que se ha escogido.

¿Y lo queer?

A partir de los temas tratados anteriormente, nos podríamos preguntar ¿qué es lo queer en las masculinidades post-nacionales y en los transgéneros? Este término lo entenderemos como un punto de rebelión, un momento en el que se puede incapacitar la identificación total de las identidades sexuales en sus apariencias. Ser queer es pertenecer al proceso que rompe con la norma de género ya establecida.

Es por ello que podríamos decir que si “(la cirugía plástica) no es una práctica supuestamente normal en el hombre, (…), más si en la mujer”, (Connell, 79) el tránsito de género de hombre a mujer ha sido un proceso que día a día va ‘desqueerizándose’. Sin embargo, hay que acentuar que la orientación sexual de Jenner si es un elemento queer. Comúnmente, damos por sentado que toda aquella persona que se somete a un proceso quirúrgico para transitar de género es homosexual. De esta manera creamos una concordancia normativa entre identidad sexual y orientación sexual. Esta convención social tomada como un presupuesto es totalmente equivocada, y el ejemplo que estudio lo prueba: estamos frente a un hombre que se siente mujer y se construye físicamente mujer, pero a quien le atraen las mujeres. Cuando la mayor parte de la vida de alguien ha pasado con un género social en tu espalda pero sintiéndote e identificándote con un género contrario, ¿no es una ruptura a la norma, transgredir y transmutarse a esa identidad añorada, manteniendo una orientación acorde al género con el que ha vivido toda su vida? Mientras unos pueden preguntar si eso es heterosexualidad, otros podrían asumir la interrogante proponiendo la categoría de homosexualidad. Pero considero que la pregunta no tiene por qué tener una respuesta: no es la orientación sexual lo que se queeriza, si no la combinación de la identidad y la orientación. La heterosexualidad ya no es una norma obligatoria, ni siquiera en las personas transexuales.

Conclusión

Aplicándolo al travestismo en las artes visuales de México, Héctor Domínguez Ruvalcaba decía que “existen (…) dos modalidades posibles en la representación de hombres afeminados: una que transmite su devaluación (…) y otra que se asombra ante la complejidad de la mirada homosexual” (Domínguez Ruvalcaba, 47). A esta aseveración, yo le aumentaría una modalidad más: una que se consolida como objeto de deseo para un público de masas. Caitlyn Jenner es la primera mujer transexual a la que vemos posar en la portada de moda, cultura y belleza internacional.

La difusión del objeto que estudio generó un debate sobre qué es ser hombre y mujer hoy en día. La utilización de su imagen como objeto cultural en Vanity Fair no es más que una muestra de que hay una aceptación, al menos mediática, de la transexualidad. Y aunque la difusión sólo generó reflexión en un primer momento, esto ejemplifica la importancia que el Internet tiene para permitir “el desarrollo de una serie de nuevas formas de relación social que no tienen su origen en Internet, que son fruto de una serie de cambios históricos pero que no podrían desarrollarse sin Internet” (Castells, 2000)

El caso de Caitlyn Jenner y su recepción en las redes sociales nos muestran las nuevas brechas y posibilidades del discurso social y de género. Por un lado, este discurso puede ejercer violencia, tanto por motivos de ansiedad de género, como por el desprecio a otras identidades sexuales. Por otro lado, el Internet y la sociedad a la que se superpone nos dan la pauta para encontrar un espacio en la post-nación que permite no solo la existencia de múltiples masculinidades, si no la aceptación y respeto que la decisión de vivir con su ley te permite.


NOTAS

  • [1] El tratamiento en Blanco y Negro del video no es una característica exclusiva de este video, sin embargo es habitual en otros videos gestionados por el canal de Youtube de Vanity Fair.
  • [2] La cita textual es la siguiente: “Bruce Jenner the winner of the gold medal in the decathlon in the 1976 Olympics, a symbol of masculinity as interwoven into American culture as the Marlboro Man.”
  • [3] La cita textual es: Leveraging his fame, he appeared on boxes of Wheaties, a popular American cereal known as «the breakfast of champions,» then tried his hand as a movie actor, with less than stellar results.
  • [4]Keeping Up with the Kardashians, es un programa de televisión que ha documentado durante 10 temporadas (2007 –  hasta la actualidad) la vida cotidiana de la familia Kardashian/Jenner.
  • [5]Debo de hacer la aclaración que he traducido el mensaje. El original puede ser encontrado en la siguiente URL: twitter.com/Caitlyn_Jenner/status/605407919820013568
  • [6] Pensar en el caso de Caim Tubal, personaje colombiano que modificó su cuerpo para asemejarse a el diablo: un ser que si bien es andrógeno no puede identificarse en la dualidad del hombre o la mujer. Este ser apareció en la serie documental Tabú de National Geographic Channel.
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