Carlos-Martinez

Canción de cuna sin música

29 septiembre, 2019

Carlos Martínez Rivas (1924-1998), uno de los grandes poetas nicaragüenses, escribió entre 1960 y 1961 su Canción de cuna sin música, en plena dictadura de la familia Somoza, un poema que resulta siempre aleccionador porque toca fondo en las perversiones de la realidad política nicaragüense, que parecen reproducirse siempre. El poema lo envió Carlos desde Los Angeles, California, donde entonces vivía, a su amigo el escritor Juan Aburto (1918-1988), entonces funcionario del Banco Nacional de Nicaragua, para que se publicara de manera anónima. Presentamos los originales del poema, y la nota dirigida a Juan, como documentos históricos, y como un tributo a la voz de un poeta ya clásico de nuestras letras, y siempre contemporáneo. Sergio Ramírez.

Carlos Martínez Rivas (derecha), su madre y sus hermanos

Duérmete, futuro ciudadano de Nicaragua.
Arrurrú, mi niño, Arrurrú.

Una luna de cobre arroja sobre la LOMA sus mancillados rayos.
Duérmete ahora cuando todavía no tienes que esperar
de esa colina la firma todopoderosa: el salvoconducto,
la exención del impuesto, el indulto para el sobrino rebelde,
el rincón en la Nómina, el galardón al mérito… ¡Todo!

Arrurrú, mi niño, Arrurrú.

Una nueva agita el hogar. Despierta el alborozo
entre la parentela, tu padre obtuvo el nombramiento:
Portero, Abogado del Banco, Guardaespaldas, Embajador…
El supo cómo. Probó no ser ningún novicio el viejo.
Pero tú, a dormir. Mientras aún yace en el limbo
tu conciencia y no puedes sentir vergüenza de tu padre.

Arrurrú, mi niño, Arrurrú.

Ya crecerás. Y atraparás al vuelo el sentido de la vida
en esta linda Tierra de Darío. Aprenderás a cerrar
el puño, dejando el pulgar entre el dedo-del-corazón
y el índice: la insignia heráldica de la Patria.

No es visible en el triángulo del escudo
pero está allí, bajo el gorro frigio;
como tú habrás de llevarla, oculta en el bolsillo. Mientras
con la otra mano estrecharás la mano que se te tienda
confiada, rubricarás los decretos y la carta de recomendación
para la viuda la moverás persuasiva en los discursos.

Pero duérmete, apresúrate a hacerlo ahora
que aún no has empezado a ser deshonesto.

Antes de que hayas empañado la Mitra, alzándola
entre tus temblorosos dedos pastorales en defensa de la Opresión;
antes de que hayas extendido la orden de captura contra
el esposo de tu hermana, y culateado en el calabozo al camarada
de los días de colegio; antes de que escribas
tu pobre nombre en la lista de las adhesiones;

duerme, porque aún estás incontaminado
duerme, mientras aún eres inofensivo
duerme, ahora que aún no te has vendido,
futuro Arzobispo, Teniente, empleadillo.

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Perdóname, esta noche no te he contado ningún cuento.
Vine a fastidiarte con la verdad.
¡Qué sueño tienes!, se te cierran los párpados…

Duerme, futuro ciudadano de Nicaragua.
Arrurrú, mi niño, Arrurrú.

(L.A.Cal. 1960-61)

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(1924-1998), poeta nicaragüense cuyo fulgurante genio poético descolló desde muy joven con El paraíso recobrado (1943) y La insurrección solitaria (1953), para luego guardar un largo silencio, roto apenas con esporádicas publicaciones en revistas y periódicos y con la aparición -póstuma- de su Poesía reunida (Anamá 2007), compilada y comentada por Pablo Centeno-Gómez. El Centro Nicaragüense de Escritores le publicó en 2012 Como toca un ciego el sueño, selección introducida, anotada y compilada también por Centeno Gómez, autor del más completo estudio sobre su vida y su obra: Carlos Martínez Rivas. Humanidad y sensibilidad artística (CNE, Managua 2014). Martínez Rivas fue un autodidacta de amplísima cultura que residió durante largos años en España, Francia, Estados Unidos y Costa Rica, viniendo finalmente a su tierra natal en 1977, donde residió hasta su muerte. Su intensa y enigmática obra continúa intrigando a los críticos y fascinando a sus lectores.

Fotografía: Claudia Gordillo