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14 comentarios sobre la novela El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot

22 noviembre, 2019

– El siguiente texto está compuesto por catorce comentarios y reseñas sobre «El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot», novela del escritor hondureño Gustavo Campos, publicada en 2019 por Editorial Nana Vizcacha, de España. En 2016 la novela se acreditó el Premio Único 7mo del Certamen Centroamericano Permanente de Novela Corta que auspician la Secretaría de Cultura y Artes de Honduras y la Sociedad Literaria Hondureña SOLIHO.


Comentarios y reseñas

El joven escritor hondureño Gustavo Campos destaca entre la nueva generación literaria de Centroamérica, y me alegra haberlo tenido entre los invitados a nuestro Festival Literario Centroamérica Cuenta. La publicación de esta novela suya en España, representa un escalón más en su naciente carrera, para la que auguro un futuro brillante. – Sergio Ramírez (Nicaragua), Premio Cervantes 2017

El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, de Gustavo Campos, sin duda, es un texto elegante, inteligente, y con un sentido del humor que dinamita todos los lugares comunes, además de ofrecer una crítica feroz al capitalismo cultural en el que tenemos la desgracia de sobrevivir. La fuerza de los diálogos sostiene en gran medida este devenir del espíritu. Además, en las zonas más íntimas está ese dolor auténtico de los que escribimos como si fuera el último día de nuestra vida. Hermoso, realmente. – Giovanna Rivero (Bolivia)

Un libro exigente este del hondureño Gustavo Campos, difícil a veces, hipnótico e intelectual. Un ejercicio de exploración literaria. De libertad también. – Ignacio Arrabal (España)

¿Es posible escribir literatura del presagio sin que tenga que ver con lo premonitorio o la ciencia ficción, sino con la certeza de escribir una historia que se reescriba a sí misma en el futuro? El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, del novelista sampedrano Gustavo Campos, parece haberlo conseguido.

Autor de libros experimentales como Los inacabados o Katastrophé, Campos recobra lo perdido en un libro de agilidad lingüística y precisión narrativa, lleno de risas, sarcasmo y socarronería.

Hocquetot, un escritor escurridizo de inteligencia provocadora y audaz, es un renegado de la fama y del prestigio literario que ensaya la posibilidad –a través de entrevistas, conferencias y críticas- de reírse de todo, incluso de sí mismo y de su obra.

Entonces practica una «escritura del desgano», una escritura del tedio que no busca construir una historia lineal, sino encontrar las formas para fabricar una literatura en permanente construcción; de esa manera lo que escribe es siempre un borrador, un vaticinio de «lo que vendrá».

Campos nos propone una escritura de posibilidades ilimitadas, donde una historia se escribe y se cuestiona, se redacta y se corrige. Todo bajo la figura literaria de la «puesta en abismo», en la que una historia vive dentro de otra como una caja china hasta el infinito; una técnica harto cultivada por autores latinoamericanos como Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Juan José Saer o Sergio Pitol.

La trama principal de la novela de Campos es que no hay una trama (o demasiadas tramas), y la mejor forma de hallar su verdadero significado es no buscarlo; pero es, en esencia, la historia de un escritor en guerra con su obra.

Pocos libros hay tan divertidos en la novelística hondureña –como este-; dos de ellos ya son clásicos de nuestra literatura: Mis tías las zanatas, de Toño Rosa, y El corneta, de Roberto Castillo. Por lo demás, en nada se parecen estos libros al libro perdido de Gustavo Campos. Como Benet, el autor ha encontrado la manera de escribir un libro que carezca de estructura formal; un libro que no sea una novela, un ensayo, una crónica, un diario o una carta, pero que al mismo tiempo sea todas esas cosas. Albany Folores Garca (Honduras)

En un país signado por la corrupción, la violencia, la pobreza, la misoginia, la homofobia y la estupidez sin límites de quienes nos desgobiernan, reírse es un imperativo para seguir viviendo. Y por eso quiero apuntar la que, en mi opinión, es la primera cualidad de este libro, y a la vez uno de sus ejes transversales: el humor. El autor se ríe y nos hace reír de él mismo, de las vicisitudes de su alter ego, el «famoso» escritor Eduardo Ilussio, y del hecho —mejor dicho, la ilusión— de querer ser escritor y vivir como tal en un país donde la sensibilidad se considera un defecto. — María Eugenia Ramos (Honduras) Fragmento.

El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, que mereció el premio Único en el VII Certamen Centroamericano Permanente de Novela Corta 2016, es una obra metaliteraria e inclasificable, con muestras de un paradójico sentido de humor.Jorge Avalos (El Salvador)

Con El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot Gustavo Campos, de impecable y concisa prosa, ha puesto por escrito el discurrir de su conciencia, subterfugio donde perece persona, autor y personaje, donde lo único que pervive es una confabulación de citas y alusiones. Hocquetot, un escritor de hambres, una suerte de hungerkünstler, nunca llega a escapar de la voracidad literaria que lo tiene confinado. ¿Acaso Campos ha cometido suicidio metaliterario? León Leiva Gallardo (Honduras)

Gustavo Campos es un escritor multifacético (narrador, poeta, ensayista, periodista, crítico literario) que nació en 1984 en la ciudad de San Pedro Sula. El Premio Cervantes Sergio Ramírez lo incluyó en un par de antologías como uno de los máximos exponentes de la literatura centroamericana y del caribe en la actualidad y el escritor y crítico literario Jorge Carrión (finalista Premio Anagrama de Ensayo) lo incluyó en el 2010 en un listado de 50 autores de América Latina y España que a su juicio consideraba como los más representativos de la producción literaria joven de la lengua en nuestra época. Dentro de su selecto grupo desfilan nombres importantes de la literatura actual: Elvira Navarro, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Hasbun, Alejandro Zambra, Lucía Puenzo, Andrés Neuman, entre otros, y Campos entre ellos. El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot viene a confirmar lo que antes habían descubierto los dos escritores de talla universal citados anteriormente. A mí gusto, el mejor escritor joven de Honduras. Kalton Harold Bruhl (Honduras)

Estamos ante un reto escritural y lingüístico; lo que implica un reto para el lector. T.S. Eliot llamaba hipocryte lecteur a aquel que quizás no escudriñaba o no llegaba a lo medular de lo literario. No le dé el gusto a Eliot y conviértase en un auténtico lector en El libro perdido de Eduardo Illusio Hocquetot. Javier Alvarado (Panamá)

Encuentro en El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot el despliegue de un lenguaje más trabajado, con mayor aplomo y seguridad en sí mismo. Y es esa seguridad la que permite hacer acopio de la vena lúdica, del constante juego e incluso de las provocaciones al lector. Se parte de la premisa de que quien carece de esa confianza en sí mismo y de esas certezas personales difícilmente se arriesga a embarcarse en el tono juguetón y burlón como el que campea en el presente texto.

Con todo, en ese afán de experimentar e innovar hay, en mi opinión, en esta osada colección de pastiches extravagancias como ese «Millón de átomos de grosor». Las ilustraciones con los planos y ratones me parecen simpáticas en el empeño (muy buscado) de sorprender al lector y de escapar de lo trillado. Con todo, pese a (gracias a) al carácter heterodoxo de la «colcha de retazos», el libro, lejos de naufragar, navega bien y resulta de lectura grata… Hernán Antonio Bermúdez (Honduras)

El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot es una obra insólita en la literatura hondureña: es como una miscelánea que salta del cuento al diario, del diario al poema, del poema al fragmento que resulta imposible clasificar, pero incluso al entrar en esos territorios de la escritura no lo hace de la manera acostumbrada. Hocquetot es «una sucesión, un gesto, pero jamás una novela», se nos advierte al comienzo del texto. Tampoco es una novela porque Gustavo Campos busca escribir algo más que una novela. La descripción del mundo caótico que rodea a Campos da la impresión de ser también caótica y va saltando de género en género, pero el caos se nos revela como un acto premeditado del autor: Hocquetot se muerde la cola y el final se convierte en el principio, cuando la primera página, en la que Campos nos propone su lectura del libro, muestra su verdadera importancia solo al terminar de leerlo y volver al comienzo. Campos alcanza con Hocquetot una meta que parece imposible: escribir un libro en perpetua transformación. Dennis Arita (Honduras)

En Gustavo Campos los repuntes lúdicos encuentran sus realizaciones más logradas en los juegos literarios. Las repetidas menciones de autores y de obras, las continuas citas, los juegos de palabras, de estilos, de tramas, etc., en mezcla heteróclita con referencias comparables a la música, la fotografía, el cine etc., hacen de los textos órbitas de remitencias de intertextualidad literaria y multimedial. Podría decirse que en las narraciones de este autor, los contextos locales inmediatos quedan absorbidos dentro de esa especie de juegos de mundos posibles que habilita la ficción. Hector Leyva (Honduras)

Una obra magistral desaparece misteriosamente. Movimientos sociales, entrevistas, confabulaciones, nuevos intentos de escritura… En un juego intelectual con altas dosis de humor y una cadencia narrativa hipnótica, Gustavo Campos nos lleva hacia la esencia de la literatura, hacia sí misma. ¿Su propia desaparición? Blanchot lo afirmaba y Campos nos sorprende con un lúcido ejercicio: «Comienza como novela, pero termina como libro». Editorial Nana Vizcacha (España)

La primera parte del libro lleva el nombre del personaje principal y presenta cierta preocupación nacional por la pérdida de uno de sus libros. En la segunda parte, «Vidas posibles», olvida esa preocupación y asistimos a los experimentos literarios de Hocquetot, a la difícil búsqueda que implica la escritura de sus obras.

Uno de los fragmentos más interesantes es el titulado «Amapa», por la invención de un objeto eternamente en movimiento y en la misma medida cambiante, una especie de punto de incertidumbre que deja de ser cuando nos percatamos de su existencia.

Lo interesante de El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, sin embargo, no es la estructura, sino la ausencia de estructura. En esa desestructuración que nos propone el escritor como juego narrativo…
— Fragmento de Diario El Heraldo (Honduras)

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