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El Dios de las pequeñas cosas. Arundhati Roy

1 febrero, 2012

Arundhati Roy en su novela El Dios de las pequeñas cosas (traducción de Cecilia Ceriani y Txaro Santoro para Anagrama, 1998) improvisa un universo trágico e insensible. Ganadora del premio Booker en 1997, y traducida a más de treinta y dos idiomas.

Esta novela se muestra un desfile de personajes de tres generaciones, empezando con Ammu y Velutha, adúlteros y apóstatas, que  muestran una sola tabla de salvación a que aferrarse, simbolizada en un sumario de trivialidades: las mordeduras de hormigas en las nalgas, las torpezas de las orugas y escarabajos, un par de pececillos mordientes. También a una araña diminuta y un fragmento de ala de avispa, una hoja podrida y el tórax vacío de una abeja muerta que tiene nombre propio. La redención parece estar allí, en la futilidad de detalles insignificantes, pero el dios de esas cosas les revela que las otras, las grandes, se amontonan dentro y que pese al dolor invariable de transigir con lo deseable, tras lo vacío, puede haber cierto sosiego implícito en uno mismo.
Cuando el bisabuelo de Ammu lleva a su hijo, el futuro reverendo Ipe, para ser bendecido por el Patriarca de Antioquía, inicia el período cronológico de una historia contada por un narrador omnisciente, que con empeñados saltos en el tiempo, consigue mantener con interés inmutable al lector.

Se trata de una novela de los  tiempos en que el país indio convulsiona bélica, política y socialmente, y a través de Ammu da vida a los gemelos heterocigóticos Estha (varón) y Rahel (hembra). En el cosmos existencial de los hermanos, nacido el primero dieciocho minutos antes que el otro, acudiremos tanto al mágico mundo infantil de risas, juegos y encantos, como al inframundo de la sordidez, el abuso y el horror. La palabra prodigiosa nos transporta a ese estado del ser humano donde la lubricidad, la inocencia y el temor se amalgaman peligrosamente.

El drama familiar de la separación y el despropósito recurrente trasciende lo habitual y continúa hasta reencontrarse con lo absurdo una y otra vez .

Las imágenes que se despliegan durante toda la narración se combinan con  voces en ocasiones tímidas y pueriles, y en otras imponentes y adultas, que de continuo son cedidas a los personajes por medio de diálogos y el fluir de una narración a contrapunto. Estas representaciones, aunque grafican tristeza, desazón y despropósito fatal, nos dejan el buen gusto de una metáfora intensa de la vida y de las pequeñas cosas que no se ven a simple vista.

Arundathi  Roy es también escritora de guiones cinematográficos y televisivos; El dios de las pequeñas cosas es su primera y hasta hoy única novela; abordó el tren de la fama de súbito; y desde ahí nos muestra, no solamente las vicisitudes de tres generaciones aciagas, sino también el entorno social, económico y político de una país diverso, multi cromático y complejo.

El dios de las pequeñas cosas aguarda cosas y sorpresas de cada día.

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Es músico, compositor, y escritor. De forma paralela a su carrera de arreglista para proyectos musicales y cinematográficos, ha escrito y publicado entrevistas, reseñas, y relatos en distintos periódicos y revistas, entre los que destacan Carátula, El Hilo Azul, NotiCultura, La Prensa y El Nuevo Diario. Algunos de sus textos han sido incluidos en diversas antologías literarias y periodísticas. En la actualidad trabaja en su primera novela.