Ernesto Cardenal en ruso: altibajos poético-políticos

11 octubre, 2021

El escritor nicaragüense más traducido al ruso es Rubén Darío (1867-1916), lo cual resulta lógico, dada la esencial importancia de la obra dariana para la literatura en lengua española. El segundo lugar le corresponde a Ernesto Cardenal (1925-2020), si bien su camino hacia el público rusoparlante no ha sido precisamente llano.

Principió en 1961, con la publicación de un breve fragmento de “Hora 0” en un volumen formidable en todas las acepciones de esta palabra: Un día del mundo (Moscú, Editorial Izvéstiya [Noticias], 1961, 800 páginas), libro colectivo cuyo editor general fue el prominente periodista Alekséi Adzhubéi (1924-1993). Se trata de una suerte de collage formado por miles de heterogéneos fragmentos, todos referidos a lo acontecido en un solo día: el 27 de septiembre de 1960. Inicia de la siguiente manera:

          Este libro lo escribieron miles de personas: trabajadores y granjeros, ministros y maestros, académicos y estudiantes, escritores y artistas, publicistas y marineros, amas de casa y escolares.

          Sus relatos sobre un día vivido por ellos, extraídos de periódicos y revistas de todos los países del mundo, de cables de agencias noticiosas y programas radiales, de cartas y diarios íntimos, fueron recopilados y preparados para la publicación por periodistas soviéticos. (Un día 1)

En la sección “eso leía la gente / Escritos de jóvenes poetas de América Latina” aparecieron las memorables líneas de Cardenal, bajo el título “Noche de abril”:

Suenan tiros en la noche, o parecen tiros.
Pasan pesados camiones, y se paran,
y siguen. Uno ha oído sus voces.
Es en la esquina. Estarán cambiando de guardia.
Uno ha oído sus risas y sus armas.
El sastre de enfrente ha encendido la luz.
Y pareció que golpearon aquí. O donde el sastre.
¡Quién sabe si esta noche vos estás en la lista!
Y sigue la noche. Y falta mucha noche todavía.
Y el día no será sino una noche con sol.
La quietud de la noche bajo el gran solazo.

Otros autores incluidos en la selección son Nivaria Tejera (Cuba, 1929-2016), Américo Abad (Uruguay, 1931), Carlos Francisco Changmarín (Panamá, 1922-2012), Carlos Iriarte (Chile), Juan Gelman (Argentina, 1930-2014) y Emílio Carrera Guerra (Brasil).

Como traductores están consignados Mark Samáev (1930-1986) y Pável Grushkó (1931), profesionales de talento y renombre, y no se sabe a cuál de ellos atribuir el texto. Personalmente me inclino por Samáev: ya en los 80 él vertió al ruso Canto nacional, y percibo en ambas piezas cierta similitud de prosodia y estilo. Pero, sea de quien fuere, la composición es densa, conmovedora y, a mi juicio, alcanza el objetivo de transferir la recóndita música del verso libre, en ese entonces ya predominante en la poesía en español y más bien excepcional —aunque no inexistente— en la literatura rusa.

El fogonazo

Después de aquel debut sobrevino una larga interrupción. Si algún escrito de Cardenal se divulgó en el transcurso de la década de los 60 —cosa probable—, no he dado con él. La voz cardenaliana llegó al público amplio y a la vez selecto en 1970, con la publicación de “Hora 0” en el número 3 de la revista mensual Inostránnaia Literatura [Literatura Extranjera], la cual gozaba en la URSS de enorme popularidad y prestigio, pues permitía acceder a obras de importantes autores, incluyendo a aquellos que, por razones ideológicas, no contaban con el beneplácito del establishment soviético.

Cabe suponer que Cardenal perteneciera a este grupo. El ateísmo constituía una parte sustancial de la ideología del Estado; los cultos religiosos no estaban prohibidos y nadie iba a prisión solo y únicamente por su fe, pero, según presumo, el mero concepto de “sacerdote revolucionario” generaba en los ideólogos al uso una suerte de disonancia cognitiva, empujándolos hacia berenjenales teóricos en que no deseaban meterse.

Mas esas mismas características inusuales atrajeron el interés y las simpatías de personas despiertas e interesadas en conocer izquierdas alternativas. Con una breve introducción de Yuri Dashkévich1 se difundieron los siguientes fragmentos del poema: desde “Noches tropicales de Centroamérica” hasta “¡Centinela! ¿Qué hora es de la noche?”; desde “En abril, en Nicaragua, los campos están secos” hasta “sino que ese héroe renace / en una Nación”; y desde “Cuando anochece en Nicaragua la Casa Presidencial / se llena de sombras…” hasta la contundente línea final: “y la hierba verde renace de los carbones”.

La traducción, de genuino aliento épico, estuvo a cargo de Inna Tyniánova (1916-2004), excelente profesional, hija de tigre —originalísimo escritor y filólogo ruso Yuri Tyniánov (1894-1943)— que nació muy rayada.

In crescendo

Luego vio la luz la antología Poesía de América Latina (Moscú, Judózhestvennaia Literatura [Bellas Letras], 1975, 170º tomo de la gloriosa Biblioteca de Literatura Mundial, serie de 200 volúmenes editada entre 1967 y 1977. Los 303 000 ejemplares de cada libro, distribuidos casi todos por suscripción, se vendían como pan caliente.

Nicaragua está representada por Rubén Darío (1867-1916), con 22 poemas; José Coronel Urtecho (1906-1994), con uno; Pablo Antonio Cuadra (1912-2002), con cuatro; y Cardenal, con 9: fragmentos de “Hora 0” ya publicados en Inostránnaia Literatura, seis epigramas2 , “Detrás del monasterio” de Gethsemani, Ky, catalogado como epigrama, y “Amanecer”, todos traducidos por Valeriy Stolbov3 (1913-1991). El número de textos refleja el peso canónico de cada poeta.

En el manual para estudiantes de Filología titulado Literatura en lengua española de países de América Latina del siglo XX (Moscú, Vysshaia Shkola [Altos Estudios], 1983) su autor, Stepán Mámontov4 dedica a Cardenal el mismo número de páginas que a Darío: tres a cada uno, lo cual no es poco para un estudio que abarca tantos países y años. Menciona asimismo a Hernán Robleto (1898-1969), y pare de contar. La nómina tan parva obedece en gran medida al escaso conocimiento sobre las literaturas centroamericanas —exceptuando a unas cuantas eminencias— que existía en la historiografía literaria soviética y, por desgracia, persiste en la rusa.

Además de referir la trayectoria literaria y opiniones políticas de Cardenal, Mámontov habla de su obra con grave deferencia:

Desde mediados de los años 60, el nicaragüense Ernesto Cardenal […] se ha convertido en una de las figuras más conocidas no solo de la poesía centroamericana, sino también de la poesía de todo el continente, consolidando el prestigio poético de la patria de Rubén Darío. (Mámontov 243)       

La cima

En la ola de la ferviente solidaridad con Nicaragua en los años 80, apareció la única edición monográfica de Cardenal en ruso: Hora 0 (Moscú, Judózhestvennaia Literatura [Bellas Letras], 1984). Sus 174 páginas comprenden 62 poemas, algunos extensos: fruto de la faena de un equipo de traductores.

La selección empieza con “León” y finaliza con “Libres”, de acuerdo con la arquitectura interna de la recopilación: desde un recuerdo de infancia, de acento más angustioso que idílico, hasta la nota triunfal concerniente a la Revolución Popular Sandinista.

En cuanto a la representatividad, he aquí las poesías principales: 22 epigramas, “Hora 0” (por fin completa), siete poemas de Gethsemani, Ky, “Oración por Marilyn Monroe”, “El estrecho dudoso”, “Las ciudades perdidas”, varios textos de Homenaje a los indios americanos, Canto nacional, “Con Walker en Nicaragua”, “Epístola a monseñor Casaldáliga” y numerosos poemas de Vuelos de victoria.

Llama la atención la ausencia de Salmos, libro fundamental y celebérrimo que hasta la fecha no ha sido traducido al ruso; en ello pudo haber incidido la connotación religiosa del título, pero creo que importó más que el poeta no dejara títere con cabeza en ningún bando, rogando al Señor librarlo tanto de la FBI como de la NKVD5 .

La consagratoria introducción, escrita por Mámontov, se titula “Ernesto Cardenal: revolucionario, hazañoso, poeta”. El vocablo ‘hazañoso’ es el que más se aproxima al significado del ruso подвижник, que designa, en primer lugar, a ‘una persona devota que por motivos religiosos realiza hazañas o soporta pruebas difíciles’ y, por extensión, a ‘persona que heroicamente asume tareas y resiste dificultades por un elevado propósito’.

El único cuento de Cardenal, “El sueco”, traducido por Nikolái Lopatenko, fue publicado en el tercer número de América Latina: Almanaque literario, tomo 3, 1985, de 632 páginas. Encabeza una breve selección de cuentistas nicaragüenses, seguido por un cuento de Fernando Silva (1927-2016), dos de Fernando Centeno Zapata (1921-2000) y uno de Adolfo Calero Orozco (1899-1980).

“El sueco” también fue incorporado a Primer aguacero: Poemas y cuentos de escritores nicaragüenses (Moscú, Biblioteca de la revista Literatura Extranjera, Editorial Izvéstiya [Noticias], 1987). Esta antología, compilada por Tatiana Shishova (1955) y con la introducción de Pável Grushkó, resultó para la divulgación de la literatura nicaragüense en Rusia a la vez la cúspide y el canto del cisne. Abarcó en sus 160 páginas 62 piezas de 26 autores, desde Rubén Darío hasta Alba Azucena Torres (1958), actualmente embajadora de Nicaragua en la Federación de Rusia. De Cardenal comprende, además del cuento —publicado luego por tercera vez en 1990 en el número 6 de la fenecida revista juvenil Rovésnik [Coetáneo] — dos poemas: “Muchachos de La Prensa” y “Waslala”.

Bajamar

La desintegración de la Unión Soviética interfirió de manera muy drástica en los procesos de traducción y edición. En 2015 Aleksandr Livergant (1948), traductor y actual director de Inostránnaia Literatura, describió la situación de una manera sucinta: “…en el tiempo soviético el Estado pagaba dinero [a los traductores], pero a la vez limitaba drásticamente la libertad de elección [de obras para traducir]; ahora sobrevivir es más difícil, pero la elección es inmensamente más amplia”6 .

En los 80, la figura y la obra de Cardenal suscitaban interés de las autoridades de la URSS por motivos políticos, y el atractivo desapareció con el cambio de curso. La reputación izquierdista del poeta se tornó un lastre; el público ruso de los 90 deseaba leer libros vedados en la Unión Soviética, ponerse al día con lo antes prohibido. A la vez, fue seducido por el aluvión de lecturas fáciles —de diversa calidad estética, preciso es señalarlo— fabricadas por las industrias culturales.

El cambio de paradigmas también se dejó sentir en el ámbito académico. Lo refleja la monumental Historia de las literaturas de América Latina, bajo la dirección general de Valeriy Zemskov7. El primer tomo, Desde los tiempos más antiguos hasta el inicio de la guerra de independencia vio la luz en 1985; el quinto, Ensayos sobre la obra de escritores del siglo XX, en 2005, y Cardenal no figura entre ellos. Sí aparece en el tomo cuatro, primera parte: Siglo XX: años 20-90 (Moscú, Academia de Ciencias de Rusia, Instituto de Literatura Mundial Máximo Gorki, 2004), en el capítulo “Literaturas de países de América Central” (pp. 196-266), redactado por Andréi Kofman (1954).
En la página 238 de su ensayo aquel reconoce que en la obra de Cardenal “las tendencias sociales de la literatura nicaragüense de dos décadas prerrevolucionarias encontraron su expresión más cabal”, pero, ajeno por completo al pathos cardenaliano, opina —de manera caprichosamente categórica— que

esos enormes poemas carecen de eje interno; la idea, la trama, las imágenes se pierden en fragosidades verbales, se crea un indivisible flujo de voz que puede fluir sin cesar, y su finalización siempre resulta asaz convencional. Contrariamente a las declaraciones de Cardenal, en ese flujo discursivo no se logra ninguna “purificación” del significado de la palabra; más bien esta pierde su valor intrínseco y su sentido. (Kofman 240)       

El remonte

El interés hacia la obra de Cardenal resurgió hasta en el nuevo milenio. Su nombre circula en el ciberespacio rusoparlante. Figura en compilaciones temáticas como Revolución (2009 y 2019; incluye “Muchachos de La Prensa”, bajo el título de “Fotografías en el periódico”) y La guitarra en literatura (2019; incluye “Amanecer”).

La excelente antología Poesía de magos (San Petersburgo, Editorial Ázbuka-Klássica [Abecedario-Clásica], 2003, 544 páginas, compilada por Víctor Andréiev (1948) le dedica ocho páginas (465-472), mientras la mayoría de autores incluidos no tiene más de tres. Las traducciones también son de Andréiev, quien en los años 80 formó parte del equipo de Hora 0.

El poeta y traductor Viacheslav Kupriyánov (1939) —adalid del verso libre ruso— participó en 2008 en el Festival Internacional de Poesía de Granada y en 2018 tradujo el “Salmo 1”, que puede leerse en la página web www.stihi.ru.


A su vez, el poeta petersburgués Dmitri Legueza (1966) estuvo en el mismo festival en 2014 y se refirió a Cardenal en su crónica “De Petersburgo a Granada” (revista Zenziver, número 10, 2014). Según parece, no lo ha leído mucho, pero le considera “una leyenda viviente”. Juzgo que ese criterio —impreciso, pero admirativo— es algo generalizado en el gremio literario de Rusia.

Notas

  • 1 Yuri Dashkevich (1913-?): periodista (y, en su juventud, también agente secreto), crítico literario, traductor de literatura latinoamericana, jefe de la Sección de Literatura Latinoamericana de la revista Inostránnaia Literatura. Amigo personal de Miguel Ángel Asturias (1899-1974) y de Carlos Fuentes (1928-2012), fue el primero en presentar sus obras a la comunidad literaria soviética.
  • 2 “Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos…”, “Me contaron que estabas enamorada de otro…”, “Esta será mi venganza…”, “De pronto suena en la noche una sirena…”, “Se oyeron unos tiros anoche…” y “Aquí pasaba a pie por estos calles, sin empleo ni puesto…” (suprimida la indicación Epitafio para Joaquín Pasos).
  • 3 Valeriy Stolbov (1913-1991): traductor y filólogo soviético. En 1938 participó como voluntario en la Guerra Civil española y entre 1941 y 1945, en la Gran Guerra Patria. Continuó en el servicio como traductor militar. Desmovilizado en 1959, se dedicó a las letras. Bajo su dirección durante la década de los 60 y la primera mitad de la de los 70 se llevó a cabo una intensa labor de estudio, traducción y publicación de libros de autores que escribían en español y portugués. Creó la serie Biblioteca de la Poesía Latinoamericana. Ah, aquellos libros fueron mi deleite… Para las traducciones, Stolbov contrataba a jóvenes poetas, sin marginar a los desafectos al sistema soviético.
  • 4 Stepán Mámontov (1923-2001): culturólogo, lingüista, filólogo, diplomático, historiador, traductor y docente universitario. Su apellido se deriva de la palabra мамонт (mamut), y era todo un mamut de la latinoamericanística. Son especialmente conocidas sus traducciones de Horacio Quiroga (1878-1937).
  • 5 Siglas del Buró Federal de Investigaciones de los EE. UU. y del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la URSS, a partir de 1946 llamado Ministerio de Asuntos Internos de la URSS. Cardenal alude a estas entidades en el “Salmo 7”.
  • 6 Mílchina, Vera. “¿Disputa entre discursos o lucha de cocodrilos? Mesa Redonda Internacional ‘Legado de la escuela soviética de la traducción’ (Facultad de Filología de la Universidad Estatal de Moscú, 20-21 de marzo del año 2015)”. Nóvoie Literatúrnoe Obozrénie [Nuevo Observador Literario], núm. 136, 6, 2015. www.nlobooks.ru/magazines/novoe_literaturnoe_obozrenie/136_nlo_6_2015/article/11735/
  • 7 Valeriy Zemskov (1940-2012): historiador, culturólogo, figura fundamental de la latinoamericanística soviética y rusa. Autor de la pionera monografía Gabriel García Márquez: Ensayo sobre su obra (Moscú, Judózhesvennaia Literatura [Bellas Letras], 1986) y dariísta ruso más consistente.
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Yaroslavl, Federación Rusa,1960. Desde niña escribió poesía y a mediados de los años 90 adoptó como lengua literaria el español. Se graduó con honores en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Leningrado. Desde 1987 reside en Nicaragua. Se ha dedicado a la docencia, el periodismo y la investigación de la literatura escrita por mujeres en Nicaragua y Centroamérica. Entre sus obres se destacan: Río de sangre será mi nombre (Managua: Fondo Editorial CIRA, 2003); Polychromos (Managua: ANIDE, 2006); Mujeres de sol y luna / Poetas nicaragüenses 1970-2006 -Antología (Managua,Centro Nicaragüense de Escritores).