PAC en La Prensa - Cortesía de PAVSA
PAC en La Prensa - Cortesía de PAVSA

Esbozo biográfico de Pablo Antonio Cuadra

6 enero, 2022

Orígenes familiares

Pablo Antonio Cuadra nació en Managua el 4 de noviembre de 1912 y desde su infancia experimentó intensamente el campo y el paisaje nicaragüense. Nuestro Gran Lago sería para él fuente inagotable de inspiración poética. Fueron sus padres el destacado jurista, político e intelectual conservador Carlos Cuadra Pasos y doña Mercedes Cardenal Argüello. En su hogar asimiló todo un legado de cultura y religiosidad; su madre se había educado en Francia con las religiosas de La Asunción y conoció entre ellas a su fundadora, posteriormente canonizada,  María Eugenia Milleret,  transmitiéndole a su hijo el amor por la lengua y la cultura francesas y una ferviente fe católica. “Mi madre se había educado en París desde muy niña –escribió el poeta- y cuando volvió a León de Nicaragua de 18 años, había olvidado el español; olvido que la dotó de una cierta encantadora timidez y de un perfecto conocimiento de la lengua francesa. Aún ya moribunda, a los noventa años, sus rezos eran en francés”. Su padre “hidalgo y pensador” provenía de una estirpe de letrados criollos y cultivó en Pablo Antonio el amor por las letras y una vasta cultura afincada en el mestizaje, mezcla de razas y culturas (decía Cuadra que el mestizaje es mucho más amplio y profundo que el cruce de razas: “Es capacidad de universalidad, y también capacidad de asimilar de las otras culturas lo que nos enriquece sin dañarnos”). Esta herencia la profundizó el poeta en el Colegio Centroamérica de los padres jesuitas en Granada, donde estudió primaria (1920-1925) y secundaria (1925-1930), obteniendo su bachillerato en febrero de 1931. En cuarto grado de primaria fue allí su maestro el P. Miguel Agustín Pro SJ, que sería martirizado en México en 1927 y beatificado por Juan Pablo II; este joven jesuita mexicano fue el primero en reconocer su talento literario y le estimuló a redactar composiciones desbordantes de fantasía y creatividad. Aprendió latín con los jesuitas y leía a Virgilio en su lengua. 

Pablo Antonio Cuadra de pie, en brazos de su padre Carlos Cuadra Pasos; a la izquierda su hermano Carlos y su madre Mercedes Cardenal Argüello en 1920.(Cortesía de Leyla Barquero)

El Movimiento Literario de Vanguardia

En 1929 participa con José Coronel Urtecho, Joaquín Pasos y otros jóvenes poetas en el Movimiento de Vanguardia, que arremete contra los ya anquilosados moldes estéticos del modernismo e introduce las tendencias literarias y artísticas de inicios del siglo XX, afirmando simultáneamente la identidad nicaragüense. “Si a alguien debemos el haber buscado sedientamente a Nicaragua, es al legendario Guerrillero que, aparte de su propia guerra, estaba librando en nuestra imaginación toda una Ilíada nueva”, escribió el poeta acerca de Sandino en Torres de Dios (1958). En Canciones de Pájaro y Señora (1929-31) se nutre de los ritmos populares del folklore nicaragüense y de la lírica medioeval española. 

Viaje a Sudamérica y contacto con poetas

Emprende en 1933 en calidad de secretario de su padre que iba a participar en la Séptima Conferencia Panamericana de Montevideo un viaje por América del Sur, y pasa por Panamá, Colombia, Chile, Perú, Bolivia y Argentina, donde trata con descollantes figuras literarias como Leopoldo Lugones, Federico García Lorca, Ricardo Molinari, Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal, Jorge Carrera Andrade y Juana de Ibarbourou, en cuya casa lee por primera vez sus Poemas Nicaragüenses, publicados un año más tarde en Chile. “En los años de la ocupación norteamericana, Nicaragua dio dos grandes testimonios de nacionalismo: Sandino en la montaña y Pablo Antonio Cuadra en sus Poemas Nicaragüenses”, escribiría en 1973 Carlos Tünnermann Bernheim. Al regresar a Nicaragua en marzo de 1934, Sandino había sido asesinado. Entonces los vanguardistas dan su apoyo al incipiente dictador Somoza García y se entusiasman con los movimientos fascistas europeos. ¿Por qué este súbito giro? Julio Valle Castillo lo explica así: “Con su hispanismo antianglosajón y con su nacionalismo, se manifestaron anti-intervencionistas, de aquí que coincidieran temporalmente con una de las reivindicaciones del general Sandino, cuya guerrilla campesina para los años 1930-1931 dominaba más de la mitad del territorio nacional. Este fue el sandinismo de los vanguardistas; coincidencia en el nacionalismo y anti-intervencionismo, sin ahondar ni comprometerse con las posibilidades revolucionarias que inauguraba la lucha”. 

Apoyo a Somoza García y temprana ruptura

En 1935 expone Cuadra su ilusa postura política al poeta español José María Pemán con palabras que muy a pesar suyo se cumplirían al pie de la letra y como una maldición para Nicaragua: “Las mismas razones que Vd. expone a favor de la Monarquía apoyan nuestra fórmula dictatorial de una autoridad unipersonal, fuerte, libre y durable. Mientras Vd. se deja llevar por su lógica hasta el Monarca en retorno, nosotros nos dejamos llevar hasta el Monarca en germen. Queremos un dictador para lograr luego un hijo dictador y luego otro hijo dictador”. Somoza García, jefe de la Guardia Nacional desde 1932, daría el golpe de estado al presidente Juan Bautista Sacasa el 31 de mayo de 1936 e instauraría su régimen dinástico; a fines de 1937, nombrado ya presidente con el apoyo del partido liberal,  ordena el encarcelamiento de Pablo Antonio Cuadra en Granada. “No sé a qué síntesis ideológica o a qué aberración hubiera llegado –recapacitaría más tarde autocríticamente Pablo Antonio Cuadra- si Somoza, el dictador que surgió entonces en Nicaragua y a quien nosotros, en un primer momento habíamos apoyado, no me mete en la cárcel acusándome de partidario de Sandino y me hace sentir en carne propia los efectos de una política que niega la libertad y rinde culto al poder carismático y absoluto”. 

Autor de teatro y defensor de la Hispanidad

Incursiona en el teatro con su obra Por los caminos van los campesinos (1936), en la que refleja la guerra civil entre liberales y conservadores y la intervención norteamericana de los años 20. El crítico teatral guatemalteco Carlos Solórzano, en su obra El Teatro Hispanoamericano  Contemporáneo, publicada por el Fondo de Cultura Económico de México en 1964, reconoce en ella “un acento de hondo lirismo…que nace de las mejores fuentes: de la canción popular, del refrán y de una cierta nostalgia del idioma”. En 1939 asume el cargo de diputado del Partido Conservador Nacionalista que dirige su padre y en 1940 es hostigado judicialmente por el dictador Somoza García con un proceso. Cuadra –señala su nieto Pedro Xavier Solís en su obra Pablo Antonio Cuadra, Itinerario– se convierte entonces en “el defensor de un imperialismo espiritual español” a través de sus libros Hacia la cruz del sur (1936) y Breviario Imperial (1940); según Solís, Cuadra era ante todo monárquico y pronto se desencantó del régimen franquista, cuyo “camino iba torcido, demasiado torcido”, según escribió el poeta a sus 27 años al ideólogo monárquico Eugenio Vegas Latapie en diciembre de 1939, quien, tal cual certeramente le predijera Cuadra, culminaría su destino volviéndose preceptor del futuro Rey de España don Juan Carlos de Borbón en 1948. En sus memorias políticas de 1987 Los caminos del desengaño Vegas Latapie formula estas reminiscencias: «Era lógico que los ideales sembrados por Maeztu dieran pronto sus frutos. Un día recibí en Acción Española un sobre procedente de Nicaragua, patria del inmortal Rubén, con algunos recortes de periódico enviados por un corresponsal para mí desconocido: Pablo Antonio Cuadra. Leí con atención los artículos y decidí, sobre la marcha, incluir dos de ellos en el número de la revista que estaba preparando. Uno era del propio Cuadra y otro la reproducción de un discurso de José Coronel Urtecho. Tan vibrante era el españolismo de nuestros nuevos amigos, que Maeztu llegó a sentir la alarma de que pudieran despertar recelo en Hispanoamérica sus fervores, confundidos con el resurgimiento de una idea imperialista que se acercaba incluso a la dominación territorial. Para evitar ese riesgo, escribió uno de los pocos editoriales suyos de la revista, titulado «La tradición hispánica en América», en el que afirmaba: «Tenemos miedo que el hispanismo de nuestros amigos de América pueda ocasionar que se les tilde de poco patriotas.» Para Maeztu resultaba evidente que los pueblos se gobiernan mejor desde cerca que a distancia; su idea de la Hispanidad era un entretejido de lazos espirituales, ajeno por completo a la dominación territorial. En su pensamiento, todos –españoles, argentinos, peruanos, nicaragüenses…– formábamos parte de la Hispanidad; en modo alguno podíamos ser considerados como padres y el resto hijos menores sometidos a tutela. Los dos nicaragüenses se dieron perfecta cuenta de lo que pretendía don Ramiro. Desde sus generosas afirmaciones iniciales, fue estrechándose una amistad fraternal, en verdadera comunión de ideales y de esperanzas”. 

Casi al final de su vida, echando una mirada retrospectiva sobre aquellos años, Pablo Antonio Cuadra expresó: “Cuando recuerdo la mentalidad e ideales hispanoamericanistas de mi juventud -con las aberraciones del tiempo que vivíamos- pero tan futurista, tan ancha y global, tan bolivariana, y la comparo con la venalidad de las derechas y el histerismo del falso nacionalismo de las izquierdas…yo, que reniego de mis pecados juveniles, casi me los perdono en honor de nuestra hermosa y orgullosa concepción hispanoamericanista de gravitación mundial de entonces: porque apartando los explicables contagios semi-fascistas de nuestro ‘nacionalismo continental’, nosotros lo que buscábamos (y nuestro maestro e inspirador fue Bolívar) era una mística de unión de los pueblos de lengua española para efectuar una revolución conjunta que completara la de la Independencia, que nos diera poder (político y económico) frente a Estados Unidos -como liberación- y ante el mundo -como afirmación- ; es decir que pretendíamos la formación de un grupo de Gobiernos que pusiera en marcha un proceso de cooperación multinacional, con un mensaje propio, mensaje que nosotros proponíamos ‘cristiano’ por nuestra tradición y por convicción humanista”.

Animador de la cultura nicaragüense

En 1942 funda Cuadra los Cuadernos del Taller San Lucas, Órgano de la Cofradía de Artistas y Escritores Católicos; se llegan a publicar cinco cuadernos y con ello inicia su fecunda labor de animador cultural de Nicaragua. En torno a él se unen nuestros más destacados intelectuales y artistas, ofreciendo en Managua cursos de arte y literatura, que finalmente conducirían a la fundación de la Universidad Centroamericana (UCA). “Pablo Antonio Cuadra –asevera Julio Valle Castillo- se propuso fundar una República de poetas, inventar una Nicaragua de tinta y papel, de sangre y de tierra, de realidad y mito”. Publica en 1943 su Canto Temporal, del cual afirma el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal que apunta hacia otro canto, no temporal, sino eterno. En medio de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y en una profunda crisis espiritual, Cuadra se reencuentra con Cristo y su fe adquiere solidez y profundidad. “Ante la destrucción de un mundo, el hombre se derrumba ante los ojos del poeta; y es entonces que los alza hacia Dios”, expresa su nieto Pedro Xavier Solís. Deja atrás “sus años de fanatismo”. 

México y el pasado precolombino. 
Crisis religiosa y depuración de su fe.

El 26 de junio de 1945 ingresa a la Academia Nicaragüense de la Lengua con su discurso Introducción al Pensamiento Vivo de Rubén Darío y abandona ese mismo año el país, marchando voluntariamente al exilio hacia México, donde funda la Editorial Suma, que proyectaba divulgar obras de grandes escritores de América, así como de renombrados autores católicos, en ediciones de bolsillo, pero que pronto fracasa. “En el contexto mexicano a Cuadra lo acompañaban innumerables dudas e interrogaciones. Su inquietante mezcla de ideas revolucionarias y reaccionarias se había formado con no poca influencia mexicana, pero en este momento su pasado sufría un total cuestionamiento”, subraya Solís. El mismo poeta escribiría entonces: “Me siento como un árbol en otoño”, aludiendo a la pérdida diaria de sus viejas creencias. “Sería una dicha que quedara incólume, vigorizada y solitaria, la última fe, la substancial”, añadía. Descubre en México la gran cultura indígena americana y se propone unir de ahora en adelante el legado de Atenas con el de Tula. Años más tarde, en 1989, resumiría sus meditaciones sobre el pasado precolombino con estas palabras: “Grecia nos habla desde la raíz de nuestras palabras. El indio perdió ese puente. Tikal nuestra Atenas maya es nuestra Atenas muda: no nos habla por medio de la lengua o la escritura, sino, como el amor, por silencios. El indio que llevamos dentro lo llevamos entre-dormido. Se necesita un lenguaje onírico, un lenguaje cuyas asociaciones y metáforas se salten lo racional, se salten el puente caído de la lengua y nos comunique con ese mundo aborigen que está todavía vivo”. Profundiza en estudios teológicos y manifiesta una creciente inquietud social. Entabla amistad con destacados intelectuales mexicanos tales como Ángel Garibay, Alfonso Méndez Plancarte, Jaime Torres Bodet, Alí Chumacero, Rosario Castellanos, Carlos Pellicer y José Vasconcelos. Conoce también a los poetas españoles León Felipe y Manuel Altolaguirre. 

De España a Nicaragua: diplomático y periodista

En 1946 participa en El Escorial en la fundación del Instituto Cultural Iberoamericano, que luego se transformaría en el Instituto de Cultura Hispánica, cuyo primer presidente en Nicaragua llegó a ser. En 1948-49 se desempeña temporalmente como Encargado de Negocios de la Embajada de Nicaragua en Madrid, bajo la presidencia de Víctor Manuel Román y Reyes (1947-50). Forma parte del círculo literario del poeta español Luis Rosales y alterna con Leopoldo Panero, Dámaso Alonso y José María Valverde. Ofrece en la Universidad de Salamanca un recital de poesía náhuatl, maya y quichua. Para 1949, Pablo Antonio Cuadra se sentía profundamente desencantado de las revoluciones: “He visto la realización de dos grandes revoluciones modernas: una de izquierda (la de México) y otra de derecha (la de España). Esto me baste”, palabras que anticipan su escepticismo ante la posterior revolución nicaragüense. Ese mismo año retorna a su tierra natal y se dedica a labores agrícolas y ganaderas, reencontrándose con su pueblo y sus paisajes y nutriéndose de las tradiciones orales de campesinos y navegantes de nuestro Gran Lago. “Entre el americanismo  sombrío y feroz de Neruda y el desamparado y trágico de Vallejos –señala José María Valverde- , surge el americanismo cristiano de Cuadra: su poesía vive la tierra con fe, con serenidad, con alegre ironía en la palabra, pero no por ella es ajena al dolor de su pueblo, sino solidaria con su esperanza”. 

A partir de 1950 incursiona nuevamente en el periodismo y en 1954 acepta la co-dirección del diario LA PRENSA junto a su primo hermano Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. En 1959 publica El jaguar y la luna, obteniendo el premio centroamericano de poesía Rubén Darío. Cuadra convierte su labor periodística  en cátedra de cultura y pensamiento y actúa como catalizador de nuevas vocaciones literarias. Su columna semanal “Escrito a Máquina” es leída en los años 60 y 70 con avidez por miles de personas y desde La Prensa Literaria y la revista El Pez y la Serpiente divulga la creación literaria y artística nicaragüense y abre una ventana a  la cultura mundial. De sus editoriales nacen tres importantes libros en prosa: El Nicaragüense (1967), Otro rapto de Europa (1976) y El hombre: un dios en exilio (1991). 

PAC esculpiendo - Cortesía de PAVSA
PAC esculpiendo – Cortesía de PAVSA

La sacudida del Concilio Vaticano II

En los años 60 y 70 PAC se abre al pensamiento cristiano revolucionario que surge en América Latina a raíz del Concilio Vaticano II. Por aquellos años cultiva una profunda amistad con el monje y poeta trapense Thomas Merton. La sacudida del Concilio, señala su nieto, “provocó en PAC la búsqueda de un humanismo nuevo que luchara, sin apelar a la violencia, contra todo lo que oprime la dignidad humana”. Su inicial entusiasmo ante “la hermosísima y esperanzadora Teología de la Liberación” a la que llama “ánfora repleta de Evangelio” desemboca sin embargo en el desencanto, al considerar que en vez de cristianizar el marxismo, acaba sustituyendo a Cristo por un proceso revolucionario. En 1979 publica Cantos de Cifar y del Mar Dulce, una épica de los marineros de nuestro Gran Lago. Acontecimientos terribles como el terremoto de Managua en diciembre de 1972 y el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978 conmocionan profundamente al poeta. Escribe Esos rostros que asoman en la multitud (1976), de los cuales Sergio Ramírez señala que son “poemas con argumento, historias reales, y estas vidas resultan dotadas de carga poética y novelesca”. La Prensa es destruida por el dictador Somoza Debayle antes de huir del país en julio de 1979.

La revolución sandinista y otra vez al exilio

Al triunfar la revolución sandinista, PAC escribió: “Esta fue una revolución nuestra, hecha por todos, en la cual nosotros pusimos, hasta el final: la zozobra, la vida bajo amenaza de muerte, la destrucción de La Prensa y la muerte de Pedro”. Sin embargo, pronto toma distancia del proceso revolucionario. “En la primera mitad de la década de los 80 –rememora dolorosamente su nieto- el sandinismo sistemáticamente le fue cerrando los espacios, sometiéndolo al exilio interior, aunque en el extranjero recibiría variadas muestras de admiración y solidaridad…El costo de su independencia era alto: debió sufrir el hostigamiento, la injuria y el aislamiento…Su nombre dejó de existir en el país como referente literario”. Publica en 1980 Siete árboles contra el atardecer, con prólogo de Guillermo Yepes Boscán, para quien en esta obra se “codifican fragmentos de una sabiduría milenaria, discurre el espíritu de una ética social y se despliega la arborescencia de una cultura”. En 1986 Juan Pablo II le nombra Comendador de la Orden San Gregorio Magno y el poeta escribe un Viacrucis que leería el pontífice en el Coliseo romano el Viernes Santo de aquel año. Tras el cierre de La Prensa el 24 de junio de 1986 el poeta marcha de nuevo al exilio, esta vez hacia Austin, Texas, durante 30 meses. Enseña literatura centroamericana en la Universidad de Texas y en 1987 obtiene la beca Fullbright, que le permite iniciar su obra La Literatura Centroamericana: del Popol Vuh a la Vanguardia, que concluiría luego con la beca Guggenheim. Dice el crítico Nicasio Urbina que este trabajo fue en su momento uno de los primeros cursos integrales de literatura centroamericana ofrecidos en el mundo. 

Retorna a Nicaragua en febrero de 1989, tras publicar el año anterior La Ronda del Año, un calendario poético que recoge tradiciones históricas, mitológicas y legendarias de Nicaragua. Desde 1964 hasta su muerte acaecida el 2 de enero de 2002, fue director de la Academia Nicaragüense de la Lengua.  En 1991 recibió el Premio Interamericano de Cultura Gabriela Mistral de la OEA y en 1999 el gobierno nicaragüense le otorgó el Premio Nacional de Humanidades. «América – declaró el poeta al presentar en octubre de 1998 en el Palacio Nacional de la Cultura de Caracas una recopilación de su poesía religiosa titulada Libro de Horas sólo puede encontrar y realizar a plenitud su propia identidad si logra, con los elementos de su propia historia, realizar la síntesis entre cultura y fe”.

En su penúltima conferencia a comienzos de 1999 sostuvo Pablo Antonio Cuadra que sin cultura no hay desarrollo. “Sin embargo, puede engañosamente presentársenos un desarrollo desequilibrado e injusto: donde los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres; pero ese no sería el desarrollo de una COMUNIDAD sino la cruel ruptura en dos de la comunidad: una parte agresiva y otra agredida, convirtiéndola en un territorio en guerra en puntillas, guerra silenciosa civil y social que termina con el elemento esencial de la comunidad que es la CONVIVENCIA”. Y proponía invertir en el primer grado de la cultura que es la educación: “Educándonos, educando al nicaragüense para que descubra y sea consciente de su identidad -la desarrolle espiritualmente, culturalmente, científicamente, tecnológicamente, al grado máximo”. Y concluía: “¡Ningún niño arrojado al basurero del analfabetismo! Al contrario: Hay que educar las habilidades indias o mestizas, dirigir todo el impulso nacional de nuestras fuerzas vivas a dotar de tecnologías y de ciencia, sin disminuir por eso el cultivo del espíritu, porque ya nunca debemos olvidar -después del fracaso del materialismo- que hay demasiadas necesidades y apetencias humanas que no puede satisfacer la economía de mercado, ni ninguna otra economía”.

Retrato de Rodrigo Peñalba
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Teólogo y escritor nicaragüense. Obtuvo una maestría en filosofía y un doctorado en teología en las Universidades de Heidelberg y Tubinga, en Alemania. Es autor de una biografía del poeta y sacerdote Azarías H. Pallais y de obras didácticas de amplia divulgación. Con el Equipo Teyocoyani ha promovido la formación de líderes laicos en la Iglesia de Nicaragua.