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Centenario de Carátula en pandemia

22 enero, 2021

Corea Torres

“…Los guarismos no desmienten el registro de apariciones: hemos llegado a los cien números: un centenar de ejemplares caratulescos han circulado ante los ojos de un auditorio ávido de palabras, de construcciones verbales embebidas de ficción, de poesía, de textos ensayísticos, reseñas, fábulas, crónicas, es decir, de todos los géneros literarios, bien acompañados, además, por las otras manifestaciones artísticas: la pintura, el cine, el teatro… en ese afán divulgativo impuesto desde sus inicios como razón de ser, a manera de sembrar semilla para la reflexión, de mostrar las distinciones y concordancias, en su caso, de las diferentes formas de pensar.”


Nunca nada tan desagradable como la enfermedad, y más, cuando es infligida por uno mismo. De pronto nos causamos castigos, heridas, traducidas hasta en forma de placer –masoquismo, alteración de la psique- pensando que no pasará nada que trastorne esa ínfima felicidad, ese efímero gusto por ese algo extraño, seductor, por ese algo deliciosamente malicioso, cuya esencia nos embarga en tanto sentimos la potencia del líquido, del polvo, de la hoja, del viento, puestos en manjar, a propósito de desligarnos de la realidad y emprender el viaje a la médula del egoísmo puro, sin reparar en el otro, mucho menos en el entorno que nos rodea.

Ese prurito de olvidar, de aislarse de la minucia cotidiana, obliga al obsesivo deseo de resguardarnos en las propias sábanas, de apretarnos en la intimidad, reducirnos al yo único ultraegoísta. No hablar, que no nos hablen. No ver a los ojos de los demás, mucho menos contemplar sus gestos. Querer ser y estar en soledad para ahí, en ese reducto, refocilarnos con lo conseguido cual avaros en una poza de monedas. No molestar y que no nos molesten, como si fuésemos los únicos en el mundo, sin reparar en la razón absoluta del ser humano de vivir en comunidad, que implica, obvio es decirlo: paciencia, tolerancia, respeto, comunicación.

Ahora, en este tiempo nuestro, el espíritu tiembla, ya porque es atacado por agentes patógenos externos (virus peligrosos, enfermedades desconocidas…), productos a su vez de las alteraciones naturales cultivadas por nosotros mismos en el afán de conseguir prebendas, o también por la exacerbada competencia en la consecución de poder y de la acumulación de riqueza desmedida, en fin, de ese obscuro objeto que es la ambición sin límites.

Sí, queridos amigos, el espíritu padece un resquebrajamiento cuyo epicentro proviene, además de los agentes externos, desde las entrañas de la culpa, de esa sensación de ser responsables de tanta agresión a la naturaleza, al prójimo, a nuestro hogar: la tierra, y que, la más de las veces, somos incapaces de descubrirla ante nadie –la sensación-, pugnamos por mantenerla oculta, como si fuese un demonio de la conciencia retenido bajo un velo impermeable, en la cárcel del pensamiento, agazapado, aunque vivo y pujante, cual ente luciferino capaz de perturbarnos en cualquier momento, mientras dibujamos algún atisbo de entrar en comunión con la humanidad de los demás. Acaso, porque develar dicha sensación mostraría la imagen de ese personaje sin escrúpulos que guarda hipócritamente su verdadera levadura. Y eso, simple y llanamente conduce, ipso facto, a la patología, a la enfermedad de la incomunicación, al resentimiento.

Llegamos al 2021 acosados, desconfiados, perseguidos por la consecuencia de las imperfecciones y egoísmos conque hemos tratado nuestro alrededor, ya físico, ya humano, y la necesidad de darnos un respiro, de redescubrirnos como seres de sociedad, re-educados hacia una cultura de paz y respetuosa convivencia, se torna a todas luces imperativa, diría imprescindible. Una necesidad que deberíamos alentar al máximo, porque pensando en positivo: “no todo está perdido”.

“Sólo la poesía podrá salvarnos” anunciaba el poeta alemán Novalis, y quizá tuviese razón, en términos metafóricos, por cuanto en tiempos aciagos, el bálsamo del arte y la cultura, siempre será bienvenido como reparador – benefactor de nuestras ansias, porque conduce a la reflexión de nuestra ubicación en el universo, a la toma de conciencia de nuestro ser y estar en términos solidarios con el prójimo, de respeto mutuo, de equidad de géneros y de fraternidad.

Podrá, el bicho que ahora nos maltrata, apresar al cuerpo, pero no al espíritu, mucho menos a la imaginación. El confinamiento de la carne se derrota ante el pensamiento que vuela, que fluye, que viaja a cualquier confin con plena libertad.

La literatura, en todos sus géneros, como relato-testimonio de la condición humana, es “rayo que no cesa”, para decirlo a la manera del poeta Miguel Hernández. La vida continúa escribiéndose, contándose, y cada generación lega a las que le siguen el testimonio de sus andares y sentires. Es así como se palia, al menos, un tanto los padeceres que nos acosan. Hay manifestaciones artísticas y culturales cuya razón de ser es mantener abierto, alerta y en ebullición el espíritu. En tanto suceda lo que suceda, debemos plantearnos el objetivo de continuar relatándonos, hollando de la mejor manera posible el camino que nos ha tocado transitar.

Precisamente en este apartado de la propagación de ideas, puntos de vista, maneras de ver el mundo mediante el matiz del arte y la cultura, es donde se inserta nuestra revista Carátula, porque vale reconocerlo, su presentación de manera virtual, ha ejercido y practicado la difusión de esos testimonios a los que me referí anteriormente mediante las creaciones de sus colaboradores, todos ellos de reconocida calidad en su escritura. Los alumbramientos creativos de los diferentes autores centroamericanos, por ejemplo, han encontrado en ella un vehículo eficaz para mostrarse ante la población en general. En ese sentido, Carátula ha sido cabal cómplice del acompañamiento de muchos lectores interesados en estas manifestaciones del ser. Y déjenme precisarlo, este propósito está apegado a la filosofía impuesta por nuestro director general Sergio Ramírez: ir hacia la divulgación plena del arte literario y la cultura, primariamente de los creadores nicaragüenses, para después enfocar baterías en los de Centroamérica y continuar con escritores y artistas de todas las latitudes, bajo la mirada de un Consejo editorial, crítico, analítico, riguroso, a la vez que permeable a las expresiones arriesgadas, como también incipientes, de quienes se presentan por vez primera ante el público, siempre atendiendo a la calidad, a la propuesta de gravitancia, y al enriquecimiento intelectual y lúdico del pensamiento lector que los sigue.

Los guarismos no desmienten el registro de apariciones: hemos llegado a los cien números: un centenar de ejemplares caratulescos han circulado ante los ojos de un auditorio ávido de palabras, de construcciones verbales embebidas de ficción, de poesía, de textos ensayísticos, reseñas, fábulas, crónicas, es decir, de todos los géneros literarios, bien acompañados, además, por las otras manifestaciones artísticas: la pintura, el cine, el teatro… en ese afán divulgativo impuesto desde sus inicios como razón de ser, a manera de sembrar semilla para la reflexión, de mostrar las distinciones y concordancias en su caso de las diferentes formas de pensar.

Los fenómenos de la ubicuidad y de la multiplicidad, posibilitadas por la irrupción de la recién tecnología en los terrenos de la comunicación, sobre todo (pantalla-internet-virtualidad-digitalización), y que se han implantado avasalladora y tajantemente en nuestras prácticas de vida cotidiana, han permitido que los soportes del lenguaje escrito y oral, lleguen de manera vertiginosa al oyente-lector-espectador, evolucionando, lo queramos o no, la práctica lectora, y Carátula no ha perdido de vista dicha transformación, se ha adecuado a esos cambios, procurando mantener el paso ante el interés del auditorio mediante una constante y renovada oferta cultural.

Las diez decenas de publicaciones de carátula, atravesaron el espacio virtual, posaron sus contenidos durante doscientos meses, a razón de una periodicidad pre-establecida: un ejemplar cada dos meses, hasta completar la aparición número cien, que ahora celebramos.

Mi admiración va para los fundadores, pero también para quienes la hacen posible: Lo tengo claro: Hay quien escribe (creador), hay quien publica (editor), hay quien difunde (Carátula), y cerrando este ciclo virtuoso: el lector, sin él, sin este último eslabón, somos menos que nada.

Lo asevero: ningún bicho raro, ni pandemioso, podrá detener la expresión artística, ni su difusión.

Es cierto y lo repito: “no todo está perdido”, y esta revista virtual continuará en su labor de difusión.

Larga vida para nuestra revista.

Larga vida para carátula.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).