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La «ligereza» de Banana Yoshimoto. Recuerdos de un callejón sin salida

1 abril, 2012

Alguna animadversión expuesta por detractores de la escritura de Mahoko (Banana) Yoshimoto incide quizáz en equivocadas apreciaciones. Moisés Elías Fuentes, asiduo y disciplinado colaborador de caratula, consecutivo lector, además de poeta y ensayista, deja asomar virtudes, después de su lectura a Recuerdos de un callejón sin salida, que podrían dar luz a una re-valoración sobre la Yoshimoto. Moisés, siempre fino e incisivo en sus observaciones, ensaya, sugiere y despliega su concisa prosa para invitar a la lectura de esta novela escrita por la controversial japonesa, pero sonsacando algunos de los recursos narrativos de la autora oriental, para así leerla con otros ojos.


No les falta razón a los críticos que han calificado a Banana Yoshimoto como una escritora superficial, ligera, inhábil en eso de profundizar en la psicología de los personajes y poco diestra en aquello de entablar relaciones metafóricas entre los mismos y el mundo exterior que los rodea. A primera vista todo esto es cierto, e incluso se podría agregar que la narradora japonesa procura el escapismo de los sentimientos ante una realidad monótona y predeterminada, en lugar de llevar a cabo la crítica o la rebelión ante dicha realidad.

Sin embargo, si caemos en la salida fácil que implica la lectura antes expuesta, inevitablemente perdemos la apreciación de los trazos finos y bien delineados con que la autora retrata mundos interiores ateridos por las aprehensiones emocionales de la soledad, el desamor, los desencuentros humanos de todos los días, porque el interés fundamental de su prosa radica no en cantar la epopeya del ser humano social y colectivo, sino en contar la etopeya del ser humano interior y singular.

Para Banana (Mahoko) Yoshimoto (Japón, 1964) la vida real, la vida sensible y palpable, ocurre tras bambalinas, de ahí que sus escenarios preferidos sean las calles del barrio, los parques, los departamentos y las casas pequeñas, microcosmos en los que la gente se deja llevar por lo que es y donde sueña, vislumbra, construye, lo que podría ser. El espacio cotidiano en su condición llana y terrena.

Colección que reúne cinco relatos publicados hacia 2003, Recuerdos de un callejón sin salida (Dedoendo no omoide. Traducción de Gabriel Álvarez Martínez. Colección Andanzas. Tusquets Editores. México, 2011. 212 pp.), es un libro que gira en torno a un tema único: la soledad y la búsqueda del amor. Vale aclarar, la búsqueda del amor en todas sus vertientes, del amor propio al amor erótico, del amor familiar al amor que se genera a través de las relaciones de amistad. En resumen, el amor a la vida.

Quienes tachan a Yoshimoto de escritora ligera, light, insisto, tienen razón, pero sólo en la medida en que sus relatos y novelas se sustentan en narraciones exentas de tramas complejas y de relaciones interpersonales rebuscadas. Para apreciar la agudeza creativa de la escritora hay que prestar atención a su manejo maestro de los detalles de la vida cotidiana y a su pericia en el trazado de los sentimientos humanos.

La soledad, la tristeza, las indecisiones amorosas, signan los relatos de Recuerdos de un callejón sin salida, pero también la tozudez humana de sobreponerse al fracaso, esa terquedad emergida de la imperiosa necesidad de sentirnos vivos y de sabernos actores, que no espectadores, de nuestras vidas. El leit motiv de los cinco relatos es, subrayo, la búsqueda de la certidumbre sentimental. De ahí su fuerza pero también sus limitaciones. La narradora japonesa lleva hasta sus extremos el asunto del vacío sentimental, lo que a ratos daña la espontaneidad y la frescura de los cuentos, ya que en ciertos casos nos les permite despejarse de miedos y desencantos, sino que los encierra en una inmovilidad por demás cansina que no se aviene con la bella sencillez del discurso.


A pesar de ello, dicha debilidad es menor en la prosa de una autora avezada en lo de aventurarse en los sentimientos humanos. Si relatos como ¡Mamaaa¡ y La luz que hay dentro de las personas se ven un tanto disminuidos por tal debilidad, La tragedia de Tomo-chan y Recuerdos de un callejón sin salida” despliegan una fuerza interior que alcanza, en sus mejores pasajes, un temple avasallador, sobre todo por la señalada fluctuación entre el encuentro con la felicidad y la construcción de la misma.

Sin duda, Yoshimoto pertenece a la generación de escritores japoneses nacidos en plena efervescencia del empuje industrial y económico de la nación del sol naciente, cuando las contradicciones con el pasado imperial nipón parecían superadas, pero aun así, esto no impide que en su escritura se escuchen los ecos de las grandes voces de la literatura japonesa del siglo XX, de Yasinari Kawabata a Kenzaburo Oe, de Yukio Mishima a Haruki Murakami, y de ellos a los artistas que han cultivado el manga hasta llevarlo a las formas más acabadas de la novela gráfica.

En Yoshimoto se advierten los ecos de estas voces porque ella también quiere encontrar una respuesta a las contradicciones culturales que han aquejado desde la Segunda Guerra Mundial a la sociedad japonesa, contradicciones que parecieran nutrirse unas de otras, hasta crear un entramado de vulnerabilidades e incertidumbres en que alternativamente se reconocen y se desconocen los hombres y las mujeres del Japón contemporáneo, tanto como lo hicieron las generaciones anteriores.

De los cinco relatos, dos son ejercicios menores, que no desdeñables, otros dos son obras imperecederas, y uno, el que abre la colección, La casa de los fantasmas, me parece es una obra maestra de tensión anecdótica y ritmo narrativo en la mejor tradición del cuento japonés del siglo XX.

En la compleja sencillez de la relación erótica de Secchan e Iwakura, la muchacha y el joven universitarios que, inician sus amoríos en un viejo edificio habitado sólo por Iwakura y una pareja de ancianos fantasmas que murieron sin darse por enterados de la muerte, se hallan implícitas las búsquedas de diversos amores: el amor a la vida cotidiana, el amor al pasado, el amor a la pareja, el amor a uno mismo. Yoshimoto no desperdicia una sola línea; ni una palabra está dicha de más y sí más de una está dicha para insinuar otras, que se escuchan con los oídos del inconsciente.

No hay tal cosa como la ruptura de la continuidad en la literatura japonesa de mediados del siglo XX a la fecha, como se piensa al leer superficialmente a Yoshimoto y otros autores de su generación o posteriores a ésta, porque aún no se resuelve la condición alienada del Japón moderno, que ha inmolado lo mejor de sus tradiciones culturales en pro de un capitalismo que no le ha retribuido de manera equitativa el sacrificio. La reciente tragedia del tsunami, registrado en marzo de 2011, con la consecuente catástrofe nuclear en la prefectura de Fukushima, refrendará sin duda, y de forma por demás dolorosa, la continuidad de la que estoy hablando.

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.