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La Mara, de Ramírez Heredia: el individuo y sus prisiones

1 febrero, 2013

Nuestro fiel y agudo colaborador, el poeta y ensayista Moisés Elías Fuentes, desarrolla el texto La Mara, de Ramírez Heredia: el individuo y sus prisiones, como un atisbo al tema de controversial contenido y de actualidad aplastante: la violencia generada por el fenómeno narco en México y Centroamérica. Una realidad que ha calado hondo en la región, mostrando su cara más dura a quienes se lanzan a la búsqueda de mejores derroteros para sus vidas, cuando viajan de Centroamérica a Estados Unidos pasando por México. Una de las tantas variantes es la asociación delictuosa conocida como La Mara Salvatrucha, organización criminal que asentó sus reales en la frontera mexico-guatemalteca significándose como otra aduana, por demás violenta, que los indefensos migrantes tienen que padecer. La literatura se ha ocupado del fenómeno narco en todos sus géneros, y Rafael Ramírez Heredia el narrador mexicano fallecido en el 2006, la tomó como premisa para escribir su novela La Mara (Ed. Alfaguara, 2004) desde donde ejerce su visión acerca de ese asunto.


El slogan de La vida precoz y breve de Sabina Rivas, adaptación libre del cineasta mexicano Luís Mandoki de la novela La Mara, sintetiza a las claras el espíritu y la intención inicial y final del autor del libro y, ahora, del realizador del filme: “Soñar el sueño americano es fácil. Lo difícil es cruzar por México.” Director curtido en el oficio, Mandoki ha sabido recuperar en el filme la atmósfera claustrofóbica y violentísima que domina a la novela, pero se ha cuidado de no pretender reproducir, a nivel de imágenes, el microcosmos interior de los personajes, pues dicho microcosmos encuentra su expresión fílmica en la oposición que los personajes presentan al macro cosmos exterior, opresivo y antropófago. Mandoki es fiel al original en la medida en que capta con agudeza y agilidad el mundo objetivo de la novela, mientras sólo insinúa el mundo subjetivo de ésta, mundo que los espectadores deben reconstruir, o mejor dicho recrear a través de su propio imaginario personal.

Publicada por Rafael Ramírez Heredia dos años antes de su fallecimiento, ciertamente La Mara (Alfaguara-Santillana Ediciones Generales. México, 2012. 393 pp.) es una novela más cercana a lo onírico que a lo consciente. Desde sus primeras páginas somos testigos de la evolución de diversos pensamientos que se entrecruzan, se niegan y se afirman, se confunden y se encuentran, todo dentro de un discurso narrativo concéntrico que tal pareciera que quiere impedir a toda costa la evasión de los personajes, quienes sin embargo escapan, así sea sólo para quedar atrapados en nuevas trampas sociales y emocionales. Libro destinado a ser cifra y suma del oficio literario de su autor, en la que la crónica periodística se alía con el monólogo teatral y el discurso novelístico con el cuento, fruto de un extenso e intenso trabajo de investigación y de comprensión del fenómeno de la migración ilegal en la frontera mexicano-guatemalteca, La Mara  es una novela que se niega a las fáciles clasificaciones y que rehúye las armonías simplistas.

Rafael Ramírez Heredia (México, 1942-2006) fue uno de los escritores más dinámicos y aventurados de la segunda mitad del siglo XX en la literatura mexicana. Prolífico autor, no siempre logrado pero eso sí, siempre dispuesto al riesgo, en sus mejores momentos como cuentista y novelista Ramírez Heredia consiguió enlazar la crónica de lo cotidiano con la narración negra y el relato de aventuras. Si bien algunas de sus obras narrativas –incluso las que le dieron renombre- denotan cierta tendencia a la dispersión y la ligereza, con el paso de los años y el ejercicio constante del oficio, el escritor mexicano llegó al dominio de una prosa rica en evocaciones y sugerencias, a la vez que concéntrica y sólida.
Narrada en un tono polifónico que sin embargo pocas veces alcanza la armonización, en La Mara se entrecruzan las voces de seres individuales que derivan en una colectividad por demás forzada, hechiza, espejo que refleja las imágenes rotas de otros espejos. La voz del adivino Ximenus tiene su respuesta en la voz del ex cónsul mexicano en Guatemala, mientras que los gritos de guerra de los maras tienen su eco en los gritos de terror de sus víctimas. Cada una de estas voces posee parte de la clave para descifrar el código de supervivencia en el medio ambiente de la frontera méxico-guatemalteca, código elusivo en tanto que no fue creado por ellos, sino por aquellos que necesitan que los pueblos se mantengan alternativamente encarcelados en las fronteras y fugitivos de éstas, en enemistad y odio unos con otros y dependientes unos de otros, juego de alternativas que desgasta y no lleva al fin a ninguna parte, como no sea a las regiones de la muerte o la locura.

Sin embargo, con todo y la carga onírica y las furias desatadas como alegorías de la deshumanización del cuerpo y del espíritu, el discurso narrativo de La Mara no se inclina por la locura. Al contrario, las distintas voces del relato quieren dejar constancia de racionalidad y cordura, como si todo el caos en que se vive y se muere tuviera un propósito creativo válido cuya comprensión no alcanzamos.

Entrevistado hacia 2004 para CNN en español por la periodista Carmen Aristegui, Ramírez Heredia definía a las pandillas maras como “hijos diabólicos del neoliberalismo”. De modo significativo, esta aseveración de tipo socioeconómico no es evidente en la novela, pues el autor no estaba interesado en redactar una tesis sociológica, para lo cual mejor hubiera publicado un ensayo, sino que quería y logró intimar con el yo interior de los llamados mareros, a más de intimar con el mundo que está alrededor de ellos, del que ellos viven y al que ellos odian.

“Hijos del neoliberalismo” dice el autor sin titubear, y como su padre neoliberal, los maras se muestran despiadados ante el dolor ajeno, que les viene resultando despreciable porque ellos mismos se desprecian de una manera bizarra y visceral. Si bien la novela cuenta con pasajes brillantes en su narración y en su resolución discursiva, pocos llegan a captar la dimensión de crueldad y desprecio al propio ser que describe el pasaje dedicado a la iniciación de un mara.

Novela tremendista en cuanto a su contenido, La Mara no lo es en cuanto a su continente. Dueño de una prosa ágil, Ramírez Heredia atinó a desenvolverse con mesura e inteligencia por el microcosmos de la frontera, pasando de un país a otro y de una tragedia a otra con agudeza en la observación y recato en la descripción. Según él mismo dijo en la ya citada entrevista con Aristegui, prefirió guardarse ciertos hechos crueles que le fueron relatados por ex mareros, pues consideró que dichas relaciones podían desequilibrar el entramado de la novela.

Así, sin cargar las tintas, el escritor mexicano acertó al presentar a los lectores una novela oscura, tensa, sin concesiones pero también emotiva y humana, rebelde a clasificaciones genéricas, porque hace uso de diversos géneros novelescos, del noir al testimonio, del realismo al compromiso social, sin dejar de lado algunos tintes de romanticismo y de novela psicológica. Todos estos elementos Ramírez Heredia los engarzó con singular precisión, al punto de que en el libro no se advierten costuras ni remaches de ningún tipo.

Novela de narración colectiva, La Mara sin embargo es una novela de individuos, de hombres y mujeres que se despliegan y se repliegan en ambientes prototípicos, de los burdeles miserables a las comandancias policiales inmundas, del río Suchiate a ciudad Hidalgo, de la selva a los rieles del tren denominado “La Bestia”. En dichos lugares los individuos se muestran, develan sus personalidades y se rebelan contra sus miedos. Seres humanos en el trance de jugarse la vida para seguir con vida, en la disyuntiva de deshumanizarse para conservar su condición humana.

A la destrucción del individuo que está implícita en expresiones como “los inmigrantes”. “la mara”, “los policías”, “los gringos” o “las muchachas”, Ramírez Heredia opone el “yo soy”, el tú” y el “vos”, el “nosotros” que ofrecen al menos la esperanza de personalidad propia, de singularidad. Los del montón van adquiriendo nombre e historia particular, y así sus crímenes o sus virtudes no se pierden ni se dispersan en la indefinición de una masa amorfa.

Beneficiada por la prosa de un escritor dotado de instinto narrativo y curtido en la técnica, La Mara se despliega como un panel al temple, intenso y al claroscuro, en el que seguimos el desarrollo de una serie de historias en minúscula, que se convierten en el sustrato que sostiene a la Historia en mayúsculas, esa intrincada construcción que toma desprevenido al individuo y pretende reducirlo a cenizas, cenizas que dejan el testimonio vivo de quiénes eran cuando todavía poseían piel, carne, huesos, sangre, aliento, alma.

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.