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Poesía: Rilke y los perros (fragmentos)

1 abril, 2021

Presentamos una selección del libro «Rilke y los perros», de Carlos F. Grisby, el cual obtuvo el Premio de Poesía Ernesto Cardenal in Memoriam «Juventud Divino Tesoro» 2020, convocado por el Centro Nicaragüense de Escritores.


ELEGÍA DEL QUESO

Poets have been mysteriously silent on the subject of cheese.

G.K. Chesterton

Dejé de comer queso por treinta días.

Al ser vegetariano por razones ecológicas

siempre me he sentido un poco hipócrita 

al ser también amante del celaje 

que se aprecia desde las ventanas 

de aviones que vuelven al cielo poluto  

y soy afecto a dilatadas duchas 

aunque sean un derroche de agua 

ya que produzco ensueños en reposo 

en los cuales siempre y a menudo me extravío 

y no dejo de sentirme desclasado 

y ligeramente malinchista 

por tener estos pensamientos

ya que vengo de un país 

donde los problemas son más graves 

pero me digo y me repito 

que cuando venga el diluvio 

sin arca y sin Noé 

nos tragará a todos por igual

y lo peor es que serán los pobres 

los primeros, como dijo Jesucristo. 

Así que decidí dejar el queso por treinta días 

lo cual es decir que hube de comer treinta desayunos 

y treinta almuerzos y treinta cenas sin queso

es decir noventa comidas desquesadas

sin contar posibilidades de meriendas. 

Y lo que más extrañé no fueron 

los quesos untuosos que todo mejoran 

ni los aterciopelados quesos franceses 

ni tampoco los hediondos quesos flamencos

que son, una vez olfateados, imposibles de olvidar   

sino el quesillo nicaragüense

arropado de maíz, trenzado 

como el pelo de una muchacha,

aderezado con crema y con cebolla, 

dispuesto de tal forma que 

lo precario se troca en delicia

porque el quesillo se come con las manos,

sentado o de pie, ya que la tortilla 

es plato, cuchara y comida a un tiempo.

Y la bolsa de plástico que lo porta  

es parte esencial del platillo 

sin la cual es imposible 

la delectación de la crema 

cuando se anuda la bolsa

y se la desgarra con los dientes 

para beber y nada desperdiciar. 

Renuncié al queso por un mes 

—me pasé treinta días ayunos—   

para poder escribir que 

envuelta en bolsa de plástico 

también florece la cultura.

LENTA MERIENDA

Si pudiera oír este sabor

allí sonaría la lluvia

cayendo sobre tierra mojada

los ladridos apagados de perros 

de un vecindario que ya no existe 

y el eco del croar carpintero

de una salamanquesa 

en la vieja casa. 

El sabor: mitad infancia, mitad fruición. 

RETRATO DE MUCHACHO CON LIBRO

Su corazón es un panal de abejas.

Lo enfebrece el amor, lee lo que puede,

pero siente a su país como unas rejas 

y un imposible escozor lo obsede. 

Se aburre, se siente solo, odia el colegio.  

Demasiado chele para el sol del trópico. 

Tiene amigos, pero es misantrópico:

desprecia, critica, pronuncia sacrilegios. 

El muchacho no es la idea de sí mismo 

y eso lo llena de rabia. Bulle su ensueño. 

Sufre a diario el contraste, asimismo,

entre el mundo de adentro, del que es dueño,

y el mundo de afuera, que nunca cede.

Pero en la noche —solo, ceñudo— lee y lee…

LOS MOTIVOS DE TIRESIAS

Como las flores, como ciertos peces

—el pez payaso, por ejemplo,

puede convertirse en hembra—

Tiresias, ya hecho un hombre,

tuvo el privilegio de ser mujer.

Poco sabemos 

de sus siete años como una

pero cuando lo citó 

la pareja presidencial 

del Olimpo, Juno y Júpiter, 

para resolver la apuesta 

que habían hecho 

sobre quién siente más placer,

si el hombre o la mujer…

Tiresias respondió que la mujer.

Según Ovidio —hombre, blanco 

y romano— perder la apuesta

enfureció a Juno y por eso

cegó al pobre Tiresias.

Pero cuesta creer que, 

dueña de tan buen olfato

para las dobleces de su marido, 

la diosa no detectara

lo contradictorio en esa respuesta.

De hecho Juno lanzó esta pregunta:

«Y si es así ¿por qué decidiste

volver a ser hombre?»

Tiresias titubeó, clavó los ojos 

al suelo y dijo: «Es que 

me cansé del miedo»

y entonces Juno lo cegó.

FÓRMULA CUERPO CIELO INFIERNO

Novalis dice 

que tocamos el cielo 

al tocar un cuerpo. 

Carlyle agrega que no hay 

nada más sagrado en el mundo 

que esta forma sublime:

el cuerpo humano. 

Aleixandre, por su parte, se devana 

pueril: el cuerpo es como la naturaleza.

Ríos y árboles y aves y canción.  

Y Martínez Rivas lo trueca todo 

en la fórmula Cuerpo Cielo Cero:

la desnudez del cuerpo

en realidad es sorda 

al dedo. Lo único 

que tocamos 

es caparazón.

Por mi parte 

son pocas las certezas. 

Sé que lo más parecido a la verdad 

en mi cuerpo es el hambre. 

Que sin duda mi cuerpo es un otro 

cuyas migrañas, sueños y lujurias 

no puedo controlar. Me controlan a mí.

Pero no mucho más.

 

De acuerdo, tocar cuerpo es tocar cielo.

Pero los que fueron cielos de hoy

son de ayer infiernos 

cuando hace noche y soledad y remembranza.

Yo lo sé mejor que nadie. 

Mientras siento arder infierno 

un cielo que no olvido 

mis huesos están soñando.

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Managua, Nicaragua, 1988
Es poeta, cuentista, traductor y ensayista. Ha ganado el Premio a la Creación Joven Fundación Loewe 2007 por Una oscuridad brillando en la claridad que la claridad no logra comprender (publicado por Visor Libros en 2008) y el Premio de Poesía Ernesto Cardenal in Memoriam "Juventud Divino Tesoro" 2020 por la plaquette de poemas Rilke y los perros. Es doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de Oxford.