La obra crítica de Erick Blandón: ¿un intelectual «jincho»?
28 enero, 2021
Julia Medina
– Cualquier comentario sobre el aporte crítico de Erick Blandón debe considerar la novela Vuelos de cuervos (1997), donde, dice Leonel Delgado Aburto, se “ narra el atavismo del poder político y de su memoria colonial” (60). Esta novela fue publicada por primera en el año 1997 por el Centro Nicaragüense de Escritores, y más recientemente en el 2017 por la Editorial Alfaguara.
Cualquier comentario sobre el aporte crítico de Erick Blandón debe considerar la novela Vuelos de cuervos (1997), donde, dice Leonel Delgado Aburto, se “ narra el atavismo del poder político y de su memoria colonial” (60). Esta novela fue publicada por primera en el año 1997 por el Centro Nicaragüense de Escritores, y más recientemente en el 2017 por la Editorial Alfaguara. Encadena bien la novela con el epígrafe y con este comentario porque la función crítica atraviesa la ficción y la investigación de Erick Blandón. Como parte de su prisma artístico, más allá de escritor o académico, nuestro autor es un intelectual que destaca en ambos campos, crítica y ficción. El guiño a Ricardo Piglia nos hace indudablemente pensar sobre lo que expuso éste último en su libro Crítica y ficción: “algunos de los mejores críticos son los que tradicionalmente se llama un artista […]”(11), ya que este encuentro resalta a Blandón como artista en la lectura de su poesía y de su novela.
Los expertos han reconocido el alcance de la intervención crítica en la novela de Vuelo de cuervos desde su primera edición. Es una novela importante porque refleja las contradicciones del discurso multiculturalistas del sandinismo durante la década de los ochenta (Delgado, 2002, Grinberg Pla, 2013). La novela tiene como eje dramático el despojo forzado en 1981 de las comunidades miskitu que habitaban las laderas del Río Coco. Como parte de este incidente, la novela también apunta a otras de las tantas contradicciones del proyecto Sandinista, por ejemplo la piñatería, el machismo, el clasismo, etc., que quedan entretejidas en el texto a través del uso de la parodia y de la ironía.
La violencia cometida sobre las comunidades miskitu representa un momento clave porque cristaliza la continuidad colonial dentro del contexto de proyectos “revolucionarios”. En su momento este atropello se puso en escena en 1985 con el documental Nicaragua was our home por John Shapiro, nominado para mejor documental en los premios Sundance. Era menester que la novela se volviese publicar con Alfaguara en el 2017, para insistir tanto en la contemporaneidad artística de la obra en su totalidad, como temas relacionados con la realidad amenazada y atentada que enfrentan las comunidades originarias de las regiones autónomas del Caribe nicaragüense que sigue vigente hoy en día. Cabe recordar, por ejemplo, que hoy podemos lamentablemente observar que el caudal del Río Coco se ha reducido drásticamente por el despojo de biodiversidad de sus laderas, producido por el monocultivo de la palma y otras economías extractivistas.
En una breve digresión que ensancha el panorama que aborda Blandón respecto a la complejidad multiétnica de Nicaragua, recordemos un artículo que escribió posteriormente, “El culto a los ancestros garífunas en la televisión nicaragüense” (2010). En este texto, el autor profundiza sobre la complejidad multiétnica del Caribe nicaragüense. Partiendo de un reportaje televisivo, en su artículo Blandón hace una lectura del uso y de la representación del Dogú, una tradición garífuna en el discurso hegemónico nacional. En esta intervención, recorre la mirada hacia el margen en cuanto a forma y contenido. En este sentido, cuestiona directamente la manera en que se presenta esta cultura subalterna en el imaginario nacional. En ese artículo Blandón nos recuerda de las asimetrías existentes entre los grupos originarios y su relación con el poder (concretamente entre garifuna y miskitu), para enfatizar la compleja realidad de una nación multi-identitaria que se simplifica y se distorsiona en el discurso nacional a través del reportaje televisivo.
Más allá de apuntar a las políticas oficiales, la novela Vuelo de cuervos, a través de su trama, personajes y forma, se ocupa de considerar, como bien señala Delgado Aburto, “el espacio ético de la escritura” (83). Esta preocupación por el espacio ético de la escritura y de la cultura letrada en general, será una constante en la novela y en la práctica crítica de Erick Blandón. Como parte constituyente de esa preocupación por el espacio ético de la escritura, la novela y sobre todo su obra crítica, exponen consistentemente la colonialidad que constituye el nacionalismo nicaragüense y sus usos en la cultura. En el Barroco descalzo, el autor nos explica claramente que el engranaje central de esta identidad nacional incluye los ejes de la lengua castellana, el catolicismo y el mestizaje, como proyectos identitarios de la época liberal y neo/liberal, dentro del cual se incluye al régimen actual. Dialogando con Aníbal Quijano, Blandón nos recuerda que la colonialidad trata de la “hegemonía del eurocentrismo como perspectiva de conocimiento”. Es decir, como él mismo explica haciendo referencia al texto de Walter Miñolo, del lado oscuro de la modernidad (25). Pareciera que es a través de esta óptica que nuestro autor re-lee, reinterpreta y cuestiona las narrativas que forjan la base de la identidad nicaragüense. Claro que al hacer este trabajo de lectura de la historia cultural nicaragüense también la escribe o escribe porque lee también esta cuestión.
Siguiendo su trayecto crítico, no contento con entrarle directamente al talón de Aquiles del proyecto sandinista de los ochenta de forma ficcionalizada en su novela, logra precisar la violencia colonial hacia el pueblo miskitu, y por ende los grupos originarios en Nicaragua. De este modo, Erick Blandón decide abordar la figura del Güegüense en su primer libro de crítica, Barroco desclazo: Colonialidad, sexualidad, género y raza en la construcción de la hegemonía cultural en Nicaragua (2013). El título completo sintetiza muy bien el meollo de lo que trata el texto. Esta importante lectura fue editada por la Universidad de las regiones autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN). En el prólogo del mismo libro, John Beverly casi atina que el Barroco descalzo introduce los “llamados estudios culturales” a Nicaragua. A modo de observación, pareciera que casi acierta en su afirmación porque Rubén Darío pude decirse que fue partícipe de lo que hoy llamaríamos estudios culturales, como vemos en su crónica y en los materiales culturales que allí comenta. Ileana Rodríguez, en su estudio sobre mujeres, guerrilla y amor (1996) también adentra en la práctica, aunque la autora se refiera a ello como lectura de una “gramática política”(xiv). Sin duda el país cuenta con muchos escritores que ya han comentado el Güegüense, y Blandón documenta y comenta detenidamente esa bibliografía. No obstante, él sería el primero en hacerlo de forma sistemática desde un ángulo multidisciplinario que no esté regido por estrictos encuadres disciplinarios, menos por una óptica nacionalista. Este acercamiento le permite reflejar la gama multifacética del material mismo que trabaja, sin comprometer ni alinear su criterio a las ideologías estatales u oficiales, como suele pasar.
Así, Barroco descalzo nos presenta al Güegüense desde la historia cultural, no sólo como texto literario, ni como práctica etnográfica o propaganda nacionalista. Este análisis nos contextualiza la obra y el barroco colonial, a la vez que la encuadra en relación a otros contrapuntos importantes de la cultural nacional, como es el del legado de Rubén Darío y del Torovendado. Para hacer esto, Blandón comenta la cultura visual (dibujos, monumentos públicos, imágenes fotográficas, representaciones de los personajes), para mostrar el uso de este elenco en los discursos nacionales, al igual que el contexto y entorno cultural del texto y su trayectoria. Con maestría, su lectura nos acerca simultáneamente a diferentes épocas, géneros y espacios, desentramándonos las distintas capas, o nodos temporales que generan y regeneran el texto desde su lectura. En esta mirada incluye crónicas de la conquista y de la época colonial para registrar el contexto, a la vez, que evalúa la extensa bibliografía que ha sustentado e impulsado la mercantilización del Güegüense, su constelación cultural. Encuadra este entramado cultural dentro de un marco letrado y popular, representado por Rubén Darío y Torovenado. Para esto, Blandón dialoga con filósofos como al ya mentado Aníbal Quijano, Walter Miñolo, Enrique Dussel, Walter Benjamin, Michel Foucault, Deleuze, Guattari y más. El autor problematiza las capas interpretativas que se han dado por sentado, como por ejemplo la idea que el Güegüense sea un arquetipo nacional basado en la figura del pícaro.
Blandón dice al final de su monografía que “la colonialidad del saber construida en los siglos de dominación española erosionó al pensamiento liberal así como la izquierda que fagocitó -con el ‘mito del mestizaje’- todo el discurso conservador de raza y etnia, tanto como la visión de sexualidad y género impuesta por el conquistador”(216). Al nombrar este problema por su nombre, Blandón aboga por lo que sería “el agenciamiento de un sujeto multi-identitario” que permita, citando al autor, “romper esencialismos masculinos, mestizos, hispanohablantes y heterosexistas para abrir la posibilidad de una real democracia interétnica, intergenérica, realmente multilingüe y pluricultural. Ello sería como vislumbrar en el horizonte la posibilidad de una nación incluyente por heterogénea[…]”(217). Desde una postura que podríamos llamar “decolonial”, aborda lo colonial y los rastros del barroco (que es colonial) en la cultura nacional. Una perspectiva pluricultural le daría el lugar que corresponde también a lo no humano, como los cocoteros y los elementos “naturales” que presenta la novela, aunque no aparezcan explícitamente articulados en la obra crítica.
La perspectiva decolonial sigue las luchas anti-coloniales que han venido gestándose en el continente desde 1492; no se trata sólo de las modas académicas, como nos recuerda Ramón Grosfoguel. Por eso mismo y para materializar el patrón, no me parece coincidencia que Barroco Descalzo se haya editado precisamente en la Costa Caribe de Nicaragua (Editorial de URACCAN), uno de los espacios que borra la mitificación del Güegüense como ícono nacional. En el contexto nacional, los acercamientos decoloniales se han venido insinuando, por ejemplo con la obra de Ileana Rodríguez sobre lo subalterno (no necesariamente con el alineamiento poscolonial); y especialmente sigue concretándose posteriormente con la obra de Sergio Ramírez en el Tambor olvidado, donde se rescata la presencia y la influencia africana en las prácticas culturales del país, las cuales han sido incluso más renegadas que la presencia indígena.
Unos años después de su primer monografía crítica, dándole continuidad al cuarto capítulo del Barroco descalzo, Blandón remata con su libro sobre Rubén Darío, publicado por primera vez bajo el título Discursos transversales: La recepción de Rubén Darío en Nicaragua (2011), por la editorial del Banco Central de Nicaragua, para cinco años después ser republicado bajo el título: Rubén Darío: Un cisne entre gavilanes (2016), por la editorial Urik en Costa Rica. En este importante estudio, Blandón retoma el cuestionamiento de cómo se constituyen los discursos nacionalista a partir de la cultura, y concluye que el Darío consagrado se basa en una ideología de mestizaje de corte reconciliador y conservador. Esos deseos, explica el autor, van condicionados por una colonialidad que borra las culturas amerindias y afrodescendientes, utilizando a Darío para aclamar el triunfo de la civilización hispanizada, instaurada por el proyecto modernista/liberal. Se trata de un observación cabal pero atrevida, si admitidos el exceso simbólico que carga la figura de Darío.
Blandón aporta una mirada diferente a los que se considerarían Darianos o Dariistas al enfocarse en lo que se hace o se ha venido haciendo con la obra y figura de Darío, incluyendo los silencios y las omisiones de su plataforma. Por eso, expone claramente las maniobras de la vanguardia y las estrategias del estado al usar la imagen y la obra del poeta para racionalizar un modelo de nación hispano-mestiza católica, que distorsiona la complejidad del poeta y de la realidad multi-identitaria del país. De esta manera, su estudio no pierde de vista que estos intelectuales sean colaboradores y partícipes de la lógica del estado, como el mismo Darío.
El profundo respeto y la empatía que Blandón expresa sobre Darío no contradice y no le quita fuerza a su análisis sobre los huecos y vacíos éticos en la obra del poeta. Me refiero específicamente a las referencias al lamentable silencio sobre la violencia que enfrentaban los grupos originarios de Nicaragua, de Latinoamérica y del mundo en general. En este sentido, logra señalar que el silencio de Darío ante los movimientos de resistencia indígena en Nicaragua durante su época, facilita el discurso mestizo hispanizante que posteriormente los vanguardistas nicaragüenses hacen circular. Este libro nos obliga a reconocer el racismo y el etnocentrismo subyacente, la colonialidad del saber y del poder que se han forjado a través de los signos de identidad nacional, a partir de la obra y figura de Darío. Evidentemente se trata de una lectura atrevida pero necesaria, sobre todo si consideramos la coyuntura en la que nos encontramos.
Aquí me interesa volver a la materialidad o la producción/ publicación de este importante estudio. Por misterios no tan gozosos (aquí también en referencia a su colección de cuentos que no hemos mencionado), Discursos transversales se republica tras cinco años de salir porque esa edición impresa se convierte en un tipo de absentis corporis. El delito de ese cuerpo ausente pareciera ser la audacia o la insolencia de su lectura. Reconozcamos que aparte de los volcanes, lagos y lagunas que marcan nuestro país, el Güengüense y Rubén Darío constituyen el núcleo del imaginario oficial cultural nicaragüense. Se trata de polos fundacionales de la cultura letrada de nuestro país, y también de nuestra colonialidad.
Retomando las categorías que tanto nos obsesionan, en este caso entre escritor, crítico, académico o poeta, Stuart Hall repara sobre la diferencia entre estos conceptos y privilegia para sí la categoría del intelectual. Erick Blandón sería también un intelectual cabal, no solamente un escritor, académico o crítico. Recordemos que las asignaciones de escritor, crítico y académico encajan nítidamente en espacios coloniales y dentro de la colonialidad del saber y del poder. La idea del intelectual también se ha querido mantener también solo en el ámbito letrado. La inquisición y la colonia se encargaron de suprimir y redefinir estos conceptos para adoctrinar. Hoy en día, así como en la época colonial, los intelectuales siguen siendo una figura contestataria a la hegemonía y que nos obligan a reconsiderar a cuáles espacios se adscriben. Aquí, hemos visto que Erick Blandón cuestiona cómo se define el espacio cultural nacional que ha querido borrar la realidad y los saberes de los grupos originarios y afrodescendientes, y ofrece a espacios donde quizás podemos encontrarlas, incluso dentro de la misma ciudad letrada, si la sabemos descifrar fuera de una mirada colonizada.
Para concluir, Theodor Adorno en su importante ensayo sobre “Critica Cultural y sociedad” nos recuerda que los fascistas alemanes difamaron la palabra “crítica”, y la reemplazaron con la idea neutralizante de “apreciación artística”(21). Quizás esto haya sido porque el fascismo se nutre solo de alabanzas. Pese a la incomodidad que suscite la obra crítica de Erick Blandón, nos obliga a ver las bases de la tarima sobra las cuales se asientan nuestros íconos culturales, desde el teatro del Güegüense a Rubén Dario, del Torovenado, a representaciones oportunistas desde el poder de la cultura Garífuna y Miskita. Como bien explica Adorno, una buena crítica no resuelve las contradicciones objetivas en armonía, sino que expresa esa armonía negativamente, representando sus contradicciones, puramente y sin compromisos a la estructura que la sustenta” (32, mi traducción). Además de la coyuntura local y planetaria de nuestros días, quiero hacer referencia a la víspera del centenario de las “independencias” de México y Centro América, para enfatizar la importancia de la obra crítica de Blandón porque nos hace cuestionar los discursos nacionalistas y letrados imperantes. La sugerente respuesta de Erick Blandón a este comentario sobre su obra crítica de que solo es un jincho, sugerida en el título de esta intervención, nos invita a seguir cuestionando estos paradigmas.
BIBLIOGRAFÍA
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—. Discursos transversales: La recepción de Rubén Darío en Nicaragua. Banco Central de Nicaragua, 2011.
Delgado Aburto, Leonel. “Lugar del letrado, lugar de la cultura, lugar del otro: Nuevas articulaciones de la novela nicaragüense durante los noventa.” En Márgenes recorridos: apuntes sobre procesos culturales y literatura nicaragüense. IHNCA/UCA, (2002): 53-93.
Grinberg Pla, Valeria. “La crítica al discurso nacionalista moderno en la narrativa contemporánea:
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