Poemas

20 enero, 2021

Erick Blandón Guevara

– Erick Blandón Guevara, durante años catedrático de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Missouri-Columbia, Estados Unidos, ha cultivado con éxito la poesía y la narrativa, la crítica literaria y cultural.


Rizomas en Missouri

(Poema desmontable, conectable, alterable, modificable
y, por supuesto, descartable por cualquiera de sus múltiples entradas y salidas)

“¿De qué valió la Antología con
La Canción de Amor de Alfredo?”
Beltrán Morales

“Un rasgo de avispa y un rasgo de orquídea.”
Gilles Deleuze/ Félix Guattari.

Rebobínese la cinta

Salí temprano para leer un poco en una de las terrazas del downtown
mientras llegaba la hora de entrar al Ragtag Cinema
y ver la adaptación de la novela Il Conformista de Alberto Moravia.

El verano aún allí
con su adormecedor solazo
y el otoño que se aproxima
pintando el follaje de amarillo y rojo
contra el fondo del azul
cual un contrapicado de Godard
que no es sino la pausa del veroño.

Después de dejar la pickup en el aparcadero de Virginia Avenue
me fui andando hasta alcanzar la calle Hitt
cuando de pronto vi en la baldosa
el billete de un dólar que me apresuré a levantar
no sin sentir culpa de llevarme lo que no era mío.
Al cruzar en Elms Street vacilé si seguir hacia el sur
para instalarme en uno de los ruidosos cafés de la nueve;
y luego en Cherry me detuve a meditar la posibilidad de ir a Artisan’s Pub,
pero al fin seguí caminando en dirección oeste para no desviarme de mi ruta.

Que no lo puse en la billetera sino
en el bolsillo izquierdo del pantalón para
mientras decidía qué hacer con él.

Fui a la barra del Up-Rise y pedí una pinta de Boulevard Wheat Beer.
Busqué una mesa al aire libre
y me senté a beber sorbo a sorbo mientras miraba hacia la cartelera.

Il conformista by Bernardo Bertolucci (1970)
la foto de Jean Louis Trintignant en el papel de Marcello Clerici
el chavalo que creció en la borrascosa indiferencia de sus padres
sombrero gris de cinta negra
se hace lo que sea para pertenecer…
Se ejerce por teléfono el triste oficio de informador
se sigue la instrucción de un verdugo
se va al confesor siendo ateo para poder
comulgar en la boda con la chica que no se ama
se pone al perseguido en manos de los captores
se deja a la mujer bailando un tango con la esposa del amigo
que se lleva al matadero.

Y la cerveza delante de mí poniéndose horriblemente tibia.

Pagué la cuenta y del bolsillo izquierdo del pantalón
saqué el dólar que con remordimiento pepené en la acera y lo dejé en la barra
confundido con la propina del cantinero.

Esa mirada al polvo desde el palco

PLANO GENERAL:

En el bosque una banda de cuchilleros apuñala
a su mentor de los días de la universidad.
¡Como en Shakespeare a Julio César!

Absorción en imágenes del reclamo a Bruto
“tu quoque fili mi”
o
SECUENCIA de la esposa del asesinado que busca el auxilio del traidor

antes de caer abatida
como una presa de caza
acorralada por pistoleros.

CLOSE UP de Marcello, el conformista, en el interior del auto.

Sin pestañear aguarda la muerte
del hombre y la mujer que se confiaron a su amistad.

SE RUEDAN LAS ESCENAS FINALES.
Caída de Mussolini.
Huida hacia adelante.
Dejar a su suerte al ciego camarada fascista.
Fundirse con la turbamulta vociferante.

(Los perros de Maldoror dejan caer las orejas inertes, alzan la cabeza,
hinchan el cuello terrible, y comienzan a ladrar por turno…).

Black Lives Matter

De regreso al estacionamiento
ese remolino en la calle a la hora violeta
los gritos de la mujer que pide auxilio
pero nadie osa interferir en los asuntos domésticos
del marido que mata a la esposa en el seno de su dulce hogar
cuando alguien detrás de una cerca de tablas
imita la voz de Tracy Chapman salmodiando a capela

Last night I heard the screaming
Then a silence that chilled my soul
I prayed that I was dreaming
When I saw the ambulance in the road
And the policeman said
“I’m here to keep the peace.”

Anoche oí los gritos/ Después un silenció que congeló mi alma/ Yo rogaba que estuviera soñando/ Cuando vi la ambulancia en la carretera/Y el policía dijo/ “Estoy aquí para mantener la paz”

Y vi a las madres clamando al cielo
después que el Gran Jurado decidiera
no enjuiciar al oficial blanco que mató a tiros al
adolescente desarmado de nombre Michael Brown
en el país que respondió con una cacería de muchachos negros
a la pregunta de “What Happened in Ferguson?”
formulada por The New York Times.

La dríada que habita el robledal

Si antes de la insurrección de 1979 yo hubiera ido
a la Biblioteca Municipal “Francisco Morazán”
a regresar el volumen de la
Antología de la Poesía Norteamericana
traducida por José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
que publicó en Madrid Aguilar Sociedad Anónima de Ediciones el año de 1963,
nadie hubiera repasado en sus páginas por cuarenta y cinco años
los poemas de Edgar Lee Masters, Robert Frost, Carl Sandburg, Vachel Lindsay,
o anotado al margen una versión propia de la imagen vis a vis que capturara Pound
“In a Station of the Metro”,
y leer, leer y releer a Amy Lowell, Emily Dickinson, William Carlos Williams o Archibald MacLeish;
pero sobre todo a nuestro vecino de Saint Louis, T. S. Eliot,
cuyos versos en inglés he comparado a menudo con los de esa traducción
o con la de José María Valverde
que en el otoño de 1986
agitaba banderas en Barcelona por la paz de Centro América.

La antología se hubiera hecho humo en el bombardeo
y los incendios que en esa calle dejaron la tierra arrasada,
y hecho carbón el rotulito de madera con el nombre de la biblioteca
que toda la ciudad vio entre los escombros después de la rendición
de la Guardia Nacional.

Me amparaba el decreto de doña Esther,
la honrosísima bibliotecaria de mi pueblo:
“Un lector puede retener un libro en su poder hasta que no lo solicite otro lector”.

Oigo el eco de Walt Whitman en un fragmento de O My Land, My Friends
una de las cartas de Hart Crane convertida en versos por Coronel o Cardenal:
“Mi país. Oh, mi tierra, mis amigos. / Estoy aislado de vosotros aquí…”
Y anotar en algún lado que Crane fue un optimista
que quiso refutar el pesimismo de Eliot
y terminó quitándose la vida al lanzarse a las aguas del golfo de México en 1932
después de recibir una paliza de la tripulación
por tratar de enamorar a uno de los marineros
según refiere Wikipedia;
mientras a Eliot, poeta de predios muertos,
dieciséis años después
le otorgaron el Premio Nobel de Literatura.

Los poemas de los viejos poetas norteamericanos
y las canciones Sioux, Yaqui, Pápago, Yuma, Apache, Arapaho, Kiowa o Chippewa,
en el delicioso español de América que también canta en Matagalpa y Misquito.

Mi volumen fatigado de lecturas.
En la yema de los dedos siento el roce de la trama de lino que cubre su tapa.
Te he protegido de las agresiones del tiempo y el ataque de los hombres
con el mismo celo que San Tarcisio, según explicaban en la doctrina,
defendió del fanatismo de los paganos de Roma
el tesoro de la eucaristía.

El retumbo del bombo que no cesa

Vuelve a mí de vez en vez la borrosa
tarde húmeda de Bilwas Karma
cuando llegamos con el ejército
después de la Navidad Roja en 1982
a la casa vandalizada
de Mr. Wilson, el obispo de la Iglesia Morava.
Entonces tuve el impulso de salvar sus libros de música
dispersos en la intemperie del patio
pero los comisarios de la decencia,
me reprendieron
diciendo que sería un deshonor recoger
uno sólo de los trastos que con el armonio despanzurrado
se empapaban bajo el aguacero de la selva caribe que caía a cántaros.

Y la culpa traidora como prisionera en la noche
grita delante de mí: traduttore, traditore
persiste en el parlar materno.

No seas como el tamo que arrebata el viento
ni vayas viendo las baldosas
milímetro a milímetro.

No pillarás esta vez otro billete.

¡Quien quita y sea del borracho que mendiga en la esquina
un buenas noches señor,
a la hora que se esfuerza por volver a casa!

Él puede ser uno de los que vienen de la gran tribulación,
de los que han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.

Hush-hush

Mas en el aire de Columbia, como en la canción Yaqui,
se respira el olor de muchas flores rojas, azules y amarillas;
en tanto el bien y el mal se disuelven en líneas de fuga
que van trazando los rasgos del ángel de la historia
y no hay sentencia que separe la inocencia de la culpa.

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