Poemas de Álvaro Urtecho

1 agosto, 2023

LÁZARO

El seco estrépito
de un repentino alzarse de palomas
estremeció mis pasos.

Fue como si algo
se escapara de la carne,
sorprendida su raíz.

Como si al muerto que guardo
le levantaran la losa y por el mundo
caminara ya sin nada entre las manos.

TERCETOS PROVIDENCIALES

A Gonzalo Dobles 

Cierta mañana encontré que los árboles
se elevaban al cielo en feraz impulso:
oscuras lanzas desertoras ante

estos ojos húmedos, detenidos.
Pensé en la vida y su turgencia,
su solícito velo ruboroso.

Grande era la visión, la fuerza.
Grande la verdad que en algún lugar
irrumpía entre el hondo silencio

del hombre y su fugaz morada.
La mañana fresquísima, la estación
estallando con toda su locura,

el joven pecho temblando de alegría
y los árboles, ¡los árboles furiosos
como ijares del Ser! ¡Cuántas veces

no sentí abandonada esta tierra y volví,
ligero, la cabeza, al igual que un ave
de su vuelo no ve más que el destello!

NOTA DE ARPA

¿Qué se hicieron aquellos que venció
la muerte? Extrañamos sus rostros.
Exacerbamos el corazón al recordar
tal carácter, lugar, gracia o detalle
que les fue propicio.

                                    El silencio
los acerca a veces, a nosotros,
y ofrecen una pizca de grandeza
o de sabiduría.

                                Discreta,
sin duda, la galería ingrávida
de esos semblantes de párpados
cerrados, apartados, armónicos,
perfectamente absortos y cordiales
cuyo orgullo nos llena de sonrisa.

QUEVEDESCA

Encúrvase el dedo y ya tienes espacio.
Una ráfaga de fulgor entra en las sábanas,
levanta el miembro, ratifica
la gozosa superficie ocre, la cara tornadiza
que corroe y permanece.

                                       Ignoro
cuánta escarcha, cuánto tiempo de témpano
tiene la muerte…

                              Pero el amor
inventa sus aristas tremendas,
su carbón poderoso.

MÚSICA DE CÁMARA

Sólo el sonido de dos cuerpos amándose
ha violentado la mañana llena de luz
y pájaros tranquilos,
como si el oscuro rito del amor
quisiera vengarse
de nuestro vasto mundo humano,
felizmente humano,
tristemente…

                       ¡hacerlo prisionero
en una llama que no terminará
nunca!

Sólo el cómplice gozo de los cuerpos
y su acento seco,
su milagrosa lumbre compartida.
El gozo estremecido del soplo que les llega
del lado de la muerte.
El sueño del alma que canta.

GRUTA

Húmedos labios enmudecen cuando
en el fondo de un cuarto los amantes
desnudos sonríen, contemplan, acarician,
agrandan la sombra donde el amor
y la muerte no tienen ya nada que temerse.

LIBROS

       Las hileras de libros son
como caminos ideales dispuestos
por el hombre. Caminos
que nunca el hombre siguió en la vida
cabalmente, rectamente.
                           Sendas,
vías del encantamiento y la sabiduría.
Hermanos libros, ¡fraternos!, eternos
en su ajuste de piel a corazón,
de corazón a piel, hermanos
de corazón abierto para cualquier recodo
del camino, aunque nunca en hileras
perfectas: rectos, algunos; inclinados,
otros; caídos, deslizados, unos…
como en la vida, hermanos, como en la vida.

MAR

         Mar, el mar, la mar: su fragor es eterno,
eterno retumbar de olas que van
y vienen alegrando el pecho
de los vivos y los muertos.
Misterios de la espuma, remolinos,
torbellinos, catedrales de sal,
sílice, orina, corrientes procedentes
de hendiduras, de ignotas geologías de sulfúricos antros.

          Símbolo y presencia arrolladora de la vida
visceral y amniótica, horror de Dios,
cabellera rebelde del planeta,
himen materno,
mar: no olvidaré, no, no olvidaré, a mi lado,
y desnudo, el enorme cuerpo oscuro.

MANGO

        Dulce fruto de procedencia asiática
arraigado con gloria en la América Tórrida,
bajo su suave manto hierve
la miel llameante de los siglos
llamando desde sus finas hebras,desde su oro exangüe.
Dulce, dulcísimo, secretísimo:
hay en tu piel de sueño
un olor que me embriaga,
las pecas del planeta,
un fermentado sol que aguarda,
el borde restallante del deseo.
Milagro de la luz,
almíbar contenido, ambrosía:
mano de infinitas aguas y vertientes,
reino de la humedad,
delicia de la gula,
hilachas enroscadas,
fruto que se corrompe,
mango que cae sobre el polvo
de los caminos y las rondas,
fácil presa del gusano,
mórbida vulva,
fiel imagen de un sexo abolido.

(Selección de José Argüello Lacayo)

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Nació en Rivas, Nicaragua, en 1952. Poeta lírico de talante filosófico, fue también crítico literario, periodista y contertulio perenne de amistades intelectuales. Colaboró en los suplementos literarios Ventana y Nuevo Amanecer Cultural. Lector voraz, estudió Humanidades en la UCA de Managua y Filosofía y Letras en Madrid y Barcelona. Reunió su obra poética en Tumba y Residencia (Poesía Reunida) bajo el sello del Centro Nicaragüense de Escritores en el año 2000; en 2007 publicó su último poemario Tierra sin tiempo bajo los auspicios de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Murió en Managua en 2007.