
3 microrelatos de Lucila May Peña
1 junio, 2025
Las tres historias de Lucila May presentan una introspectiva mirada hacia la memoria y las relaciones humanas. En «Para Siempre», se nos ofrece una relectura del mito bíblico simbolizando la rebelión y la complicidad femenina. «Máquina del Tiempo», reflexiona sobre el paso del tiempo a través de la rutina diaria de barrer, que conecta a la autora con su abuela y sus recuerdos infantiles. Finalmente, «Visita» describe una experiencia inquietante y surrealista en la que se entrelazan la presencia de los muertos y los vivos, con una atmósfera tensa y evocadora.
PARA SIEMPRE
-No vuelvas a tomar nada sin preguntarme. Soy yo quien se comunica con Dios y tiene el encargo de cuidarte. Tendré que explicarle tu desobediencia, no me creerá que fue idea de la serpiente. Claro, eres débil, mujer al fin. En adelante mostrarás respeto, me dirás: “Señor, dueño mío.” Eva no escuchaba, una extraña luminosidad surgía de cada rincón del jardín, antes opaco y gris, atraía su mirada. No lograba entender, los sucesos caían como cascada y, ese ruido molesto emergiendo de la boca de Adán, taladraba sus oídos; le impedía deglutir la fruta que seguía amasando. Decidida, se levantó; desde su altura lo vio como si fuera la primera vez, pequeño, amorfo, controlador. Apuró el bocado, -Es buena-, se dijo, enfilándose al sendero que se abría frente a sus ojos. -Lo discutiremos después, -espetó sin mirarlo. -Daré un paseo. El ofidio saltó de la rama siguiéndola, al alejarse, giró la cabeza y sacó la lengua a su señor, en señal de despedida. Desde entonces, la serpiente es amiga y confidente de las mujeres y, cuando un varón se le acerca, le enseña su lengua bífida emitiendo un siseo, en recuerdo de aquella discusión en el paraíso.
Publicado en la Antología Premio Nacional de mini ficción Queta Navagómez 2024: Historia verdadera. Lucia Reyna Gutiérrez. Tintanueva. Ciudad de México. 2024
MÁQUINA DEL TIEMPO
Un día eres joven y al otro, la escoba es lo primero que tomas al levantarte.
Tengo una para el patio y otra para dentro de la casa.
Todas las mañanas al abrir la puerta para recoger el periódico realizo una especie de baile con la escoba roja para retirar las hojas secas que insisten en formar una alfombra en la entrada.
Preparo mi café y al intentar regresar la escoba a su lugar, esta me conduce al patio trasero, recipiendario de las hojas del aguacate, de orégano, de insistentes enredaderas y aún más de la basura que tira la vecina de al lado.
Moviendo las hojas hacia un solo punto, en la soledad de los rincones, la escoba roja me trasporta a los días en casa de la abuela, como una máquina del tiempo. Tenía entonces cinco, ocho, diez años… Ella no es muy alta, es gordita. La miro envuelta en el hipil que ella bordo, ya viejo, es como un retrato. El cabello cano recogido en un tuch sobre su nuca la está dejando calva. Es blanca, no siempre fue así, padece Vitíligo, mal de pinto, le llama la gente vulgar, la ha cubierto casi por completo. Su humilde casa por dentro luce impecable. Nadie sabe a qué hora la limpia como el patio lleno de árboles frutales: caimitos blancos y morados, naranjitas de san José, dulce canisté,.. Yo sí, pues mamá me envía a darle los buenos días cada mañana, muy temprano, la miro pegada a la escoba. Ella nunca sonríe. Ensimismada en sus pensamientos, arrastra las hojas a un rincón para después recogerlas, deja el patio queda esplendido, como una sala de fiestas.
Soy yo quien ahora mueve la escoba por el porch, el corredor, el pequeño patio o, ¿es la escoba, ese instrumento hechicero que me emplaza en una cita con mis pensamientos, con los recuerdos de mi abuela Julia, bajo los árboles donde me enseñó a leer y escribir?
No puedo permitir que las hojas queden desperdigas en el patio. Me armo con mi escoba, ¡siempre dispuesta! y salgo al patio… a rescatar mis recuerdos.
VISITA
Es de madrugada, llegas a casa, tu casa. Alguien te acompaña, sigue tus pasos, se oculta en tu sombra. La llave cuelga del cerrojo. Un escalofrió te recorre la espalda. Giras la llave para abrir, la retiras con desconfianza. La sala está vacía, el escalofrío se intensifica. –Alguien se llevó los muebles- te dices, mientras recorres con la vista el espacio. Tus pies pesan, se niegan a avanzar; los obligas para recorrer el pasillo que lleva a los cuartos. La frente y las palmas de tus manos sudan copiosamente, el ambiente es frío a pesar del verano. Dentro de la penumbra cruzas la estancia. Sin pensarlo entras a la habitación de la izquierda. Elsa tu hermana se extiende dentro de una hamaca, ¿duerme? Una luz atrae tu mirada hacia la habitación de la derecha, la que pasaste de largo, como si fuera el mismo sitio, y todo cupiera tu padre ocupa una cama alta, tan alta que alcanza la altura del congelador, está abierto; el, deja el reposo, se levanta acercándose a la fría ventana, su rostro te dice que lo disfruta; con el dedo índice te enseña el contenido.
Mamá se ha quedado en una esquina cerca de ti, observa todo, como siempre.
Leves rayos de sol se entrometen por las ventanas…
es día de muertos.
México, Mérida, Yucatán, 1956.
Egresada de Escuela de Escritores Leopoldo Peniche Vallado. Narradora, autora De lo más íntimo con un toque de rebeldía y amor, Alquimia de aguas decantadas y On the table. Nobleza que sirve. Feminismo en las letras. De las Plaquettas: Oro Verde, De amores imposibles y En los jardines del recuerdo. CONACULTA reconoce el valor de su obra en el Senado de la República, 2015. La Universidad del Sur Campus Mérida, la nombra Mujer del año, 2021. Mención Honorífica, 2° Concurso de Relatos y Narraciones sobre los Derechos de las Personas Mayores, 2021. Premio Nacional de cuento Tintanueva 2021. Organiza el Encuentro de Escritores De Península a Península de 2016 - 2024.