3. El mundo de la imagen

1 agosto, 2007

Sin embargo, la contradicción entre el lenguaje verbal y la imagen visual iba a subsistir mucho tiempo en los dominios del cine con perturbadoras consecuencias de hibridez para el lenguaje fílmico.

Aun hoy no han desaparecido del todo esas contradicciones entre el lenguaje verbal y el visual, sobre todo en la esfera de trabajo del libretista, a quien le cuesta mucho liberarse de los hábitos y de los reflejos condicionados del mecanismo verbal para asumir plenamente la virtualidad expresiva de la imaginación visual.

La cualidad básica de la imagen radica, como se ha dicho, en que el objeto y su representación se identifican con ella. O como dirían los lingüistas, en la teoría del signo: El signo es el todo del objeto formado por dos aspectos indisociables: el significante (perceptible, audible, sensible) y el significado que es el concepto inmaterial contenido en el significante.

La palabra, en cambio, para el significado de una cosa procede por abstracción o por una serie sucesiva de abstracciones; no existe identidad ni adecuación entre la palabra que designa y la cosa que representa; no puede hacer más que nombrarla, definirla por conceptos, por simplificaciones; es deci, por imágenes del pensamiento, por los símbolos. Y sabemos que en el campo del concepto caben las más sutiles diferencias y alteraciones del sentido. De hecho, una palabra puede significar varias cosas. Para la imagen no existe la, a veces, interminable lista de sinónimos que es uno de los aspectos del patrimonio idiomático en su aspecto lexical, y que demuestra el margen de incertidumbre expresiva en el cual se desenvuelve el lenguaje hablado con su fluctuante sistema de signos.

En cambio, la imagen transcribe, re-produce, re-presenta, la realidad de una manera directa, precisa, sin equívocos, afectando nuestros centros de percepción, a una frecuencia 60 veces más rápida que la acción de la palabra. Y ello es así porque la imagen actúa directamente sobre la sensibilidad y el instinto donde están almacenadas las representaciones atávicas de la vida y del mundo; es decir, la memoria visual de la especie. Imaginemos al homo sapiens ya erecto, con las dos manos en libertad, pero ciego. El largo camino de la civilización no hubiera sido posible y la especie humana se hubiera extinguido en seguida en medio de la naturaleza hostil, fácil presa de monstruos primitivos.

Antes de la formación del lenguaje hablado –observó Jean Epstein- el pensamiento hablado era preponderantemente visual, y ello porque la vista es el sentido dominante del hombre, el guía de nuestro comportamiento, el gran constructor de nuestra civilización. La civilización de la imagen, que no por casualidad nacía con el cine, había encontrado en él a su gran impulsor, el verdadero arte de multitudes del que no había precedentes en toda la historia de la cultura y que venía a inaugurar el importante fenómeno de la comunicación de masas.

Sus comienzos, no obstante, como hemos visto, fueron vacilantes, como no podía menos acontecer en un arte que se fundaba en la colaboración y en la síntesis de otras artes, de otros lenguajes y de otras técnicas.

“El cine es joven – escribió André Bazin- pero la literatura, el teatro, la músico, la pintura son tan viejos como la historia de la humanidad.. Del modo en que la educación del niño se realiza a imitación de los adultos que le rodean, la evolución del cine ha estado necesariamente influida por el ejemplo de las artes consagradas. Su historia, después de los comienzos del siglo, será, por consiguiente, la resultante de determinismos específicos en la evolución de todo arte y de las influencias ejercidas sobre él por las artes ya evolucionadas.”

No es, sin embargo, a esta analogía – por otra parte imperfecta – entre el signo lingüístico verbal y el signo visual de la imagen cinematográfica a la que ahora me estoy refiriendo. La imagen árbol, en un fotograma, y la palabra árbol, en una frase escrita difieren en sus relaciones: la palabra escrita árbol en un texto escrito, es incompleta y ambigua: relaciona con los conceptos madera, bosque y sus diversas connotaciones en el contexto en que se halla inscrita. En la imagen árbol, en un fotograma, el signo identifica o confunde significante y significado. El montaje de esta imagen en el contexto de la secuencia respectiva es el que le impartirá sus relaciones significativas o simbólicas que trascienden el mero realismo de la imagen escueta.

Antes de la formación del lenguaje hablado –observó Jean Epstein- el pensamiento era preponderantemente visual, y ello porque la vista es el sentido dominante en el ser humano, el guía de nuestro conocimiento. Esto es lo que sucede en las culturas predominantemente orales como la nuestra, en las que la escritura no ha desplazado aún el sentido audiovisual de la realidad.

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