5. Libertad y cálculo
1 agosto, 2007
Sin embargo, las opiniones de los teóricos, de los más lúcidos y profundos de la estética del cine, se han dividido sobre el particular. Entre los clásicos de la primera época del cine, Pudovkin soñaba con un “guión de hierro” en el que todo el bullente universo del film debía estar íntegramente concebido, calculado y planificado de antemano, no sólo en el aspecto artístico sino también en el técnico, negando de esta manera, implícitamente, que el trabajo de la transformación fílmica correspondiera al director. “El autor del argumento -afirmó Pudovkin en sus Bases- debe teneruna idea exacta de la forma final”.
Hemos visto que tal cosa escapa en la práctica a las posibilidades de un guionista, por extraordinario que sea su talento, su dominio de los medios expresivos del cine y su conocimiento e identificación con la personalidad, la sensibilidad y los métodos de trabajo del director con quien colabora. Pero aun cuando las funciones del guionista y del realizador, como en el caso de Pudovkin, estuvieran en manos de una sola persona paralelamente experta en ambas, la puesta en escena a priori de un film sólo es posible a nivel de la abstracción teórica.
El ejemplo de Eisenstein, que concedió un amplio margen a la improvisación, atestiguaba por su parte la eficacia del método opuesto al de Pudovkin. Esto no debe llevarnos al extremo de creer que Eisenstein prescindió de una rigurosa organización del material fílmico; sabemos, por el contrario, que concibió películas como grandes construcciones arquitectónicas, pero también se permitió una total espontaneidad y libertad de acción en el momento mismo del rodaje.
Las ideas de Eisenstein y Podovkin, dos de los más grandes maestros del cine en su primera etapa, en los que se conjugaron las capacidades del teórico, del realizador y del creador, marcan las tendencias dominantes de los métodos de la realización cinematográfica: rígida planificación y espontaneidad creativa.
Pero éstas no son categorías excluyentes sino, en líneas generales acentos caracterizadores en la obra de los realizadores más importantes. Así, creadores tan disímiles, pero igualmente rigurosos, como Chaplin o Wells, Dreyer o Clair, Bergman o Bresson, Visconti, Fellini, Antonioni (para no citar sino los más importantes y conocidos) confiesan deber mucho a las inspiraciones de último momento, a la intervención del azar y aun al choque de sus esquemas estéticos con la realidad, dando gran importancia a esta alquimia de lo imprevisto frente a la función captadora de la cámara.