5 Poemas de Osvaldo Raúl Burgos

1 abril, 2025

La poesía de Osvaldo Raúl Burgos es un ejercicio de exploración de la memoria, la historia y la trascendencia. A través de una lírica  reflexiva, sus poemas tejen un diálogo entre lo sagrado y lo humano, lo efímero y lo eterno. Sus versos transitan el amor, la pérdida, la identidad y la violencia histórica, construyendo un espacio en el que la palabra se convierte en resistencia y testimonio. Con una sensibilidad que entrelaza lo filosófico y lo mítico, Burgos nos invita a habitar la incertidumbre y la huella del pasado, en un ejercicio poético que busca trascender el tiempo y la existencia.

DÉBORA

“Agua pura vertida en el agua pura. Fuego que devora el fuego.”

Moshe Idel (lectura del Talmud).

Hay en alguna gente un esplendor, del cual este fulgor impío del sol al mediodía no es más que una triste sombra.
El Conde de Saint Germain lo sabía. Y andaba por las calles oscuras de París, repartiendo promesas y panfletos.
Tres siglos después, por las calles menos oscuras de Rosario, yo caminé con una mujer así.

Ella soñaba con la hoguera de los inquisidores. Y ardía en el sueño.
Pero en aquella escena del demonio no era el cuerpo quemándose.
No era el alma enardecida de los que sentenciaban.
No era el verdugo.
Era el blanco fuego negro de la Torá. Y pasó por esta nueva Jericó como un viento del desierto.

Apenas la vi, supe (como supo aquel conde loco que era capaz de prometer en todos los idiomas del mundo) que nada de todo lo que había escrito hasta ahí merecía ser leído.
Ella no era el aleph, era su primer rasgo.
El punto ínfimo, en el que eso que alguna vez habríamos de llamar sol, lenguaje, mundo,
es todavía el pensamiento de un dios que no nos piensa.

Había en esa mujer con la que caminé una vez, un esplendor angelado.
Una columna de humo subiendo del desierto.
Un resplandor de lo que duerme. Y vela.
Una súplica.
Como de letra aún no escrita y ya sagrada.

Hipóstasis del rasgo que forman con sus cuerpos los huérfanos de la guerra.
Cuando saludan
A los que pagan
Los misiles
Que masacran
A sus padres
Fingiendo una sonrisa de tarjeta postal.

ESTHER

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te conturbas en mí?”

Salmos 42,11

A la deriva en el mar, entregado a las olas, hay un pequeño globo. Y en su interior hay una gota de agua, que desnuda recibe el sol, iluminándose.
En la orilla no hay nadie más que yo.
Con infinita devoción la veo acercarse. Y conmovido, celebro este prodigio de fragilidad y de belleza que ocurre únicamente para mí.

Pronto el globo se romperá y la gota será una ensoñación del agua, de las olas. Impasibilidad del mar, obstinación de la deriva.
En esta orilla no habrá nadie. Y el sol alumbrará lo que no ha sido.

Pero eso pasará después.
Ahora ella sigue viniendo hacia mí.
Y yo, indigno escriba de su fragilidad y su belleza, gozo la ilusión de tener –de todavía y de otra vez tener- un alma.
Soy ese día, que fuimos.

FLORES AMARILLAS

“Con mi alma te he deseado en la noche. Y en tanto me durare el espíritu, en medio de mí, madrugaré a buscarte.”

Isaías 26.9

– ¿Y por qué no pueden hacerse imágenes de Dios?
– Porque las imágenes de Dios las hizo Dios. Y son los amantes.

“Varón y hembra los creó”, está escrito en el Génesis.

Los sabios enseñan: el hombre, la mujer, solo existen en lo sagrado del cuerpo doble que se hace un alma única.
Ella llega. Se va. Y en el abrazo que se abre, mi imagen de dios se quiebra.

Expuestos a lo desangelado de la espera, ella y yo somos también los pueblos que nunca nacerán de nosotros. Una legión de abrazos sin regreso nos ha traído hasta aquí.

Y en la acechanza del olvido, el temor nos hace idólatras.
Y en la fragilidad de la memoria, bailamos.
Como flores amarillas que se inmolan a la brisa. Implorando por un alma que nos salve de la sed.

LAS CUERDAS Y LAS VOCALES

“Esa tierra disputada y destazada, atesora promesas de amor tan fuertes como la muerte.”

Silvana Rabinovich.

Al otro lado de esta fila de piedras, Abraham se dice Ibrahim.
Pasando apenas este montón de huesos sin identificación, Yosef responde al nombre de Yusuf.
El problema son las cuerdas y las vocales.
A uno y otro costado de la fila de piedras, del montón de huesos, hay retenes.Y en los retenes, soldados con uniformes y medios muy distintos cumplen la misma orden de disparar.

Una cuerda, un cordón, en una caja de cedro, sobre la mesa de noche de tu madre viuda.
Eso es todo lo que queda de vos. Pero ella cuida esa caja como si allí vivieras.
Fue su culpa y lo sabe.
Con los ojos abiertos, bebías de sus pechos una canción de cuna con la vocal equivocada.
Y tuvimos que matarte, en defensa de la paz y de la patria.
No quiera Dios que un día conocieras el amor.

EL DEMONÍACO

Podría no enviarte ya ninguna carta
Y que no sepas nada más de mí.
Pero valdría de poco.
En su fuego asfixiante
Esta respiración que ha sido tuya
Seguiría escribiéndote.

Dicen que Platón, Asclepio, el padre parricida de la filosofía occidental, se había empeñado un día en quemar todos los libros de Demócrito, el atomista que solo se alimentaba de miel.

Y dicen también, los que así dicen, que fueron dos pitagóricos, Clinias y Amiclas, quienes lo hicieron desistir de lo que hubiera sido la primera pira de textos filosóficos de Occidente.

– No tiene sentido que lo hagas. Hay demasiados libros que hablan de él. Y lo nombran.

– Pues yo lo callaré, entonces. Y en el país de mi letra, nada será. Ni sombra.

“De esa calma, de esa serenidad pura y tranquila, que solo cabe en corazones castos. ¡Cuán distantes estamos, Eloísa!”

Humillado por su mácula, Abelardo escribe un poema de la desolación.
Oculto en Saint-Denis, los monjes lo llaman “Golia”, demoníaco.
A un poco más de una legua, en París; Fulberto, canónigo de la catedral, ha perdido sus bienes.
Y brama por más venganza. Ningún demonio está a salvo entre los hombres de Dios.

Discípulos fieles de Pitágoras, con el mismísimo gesto en el que desalentaron el ignífugo delirio del divino Platón, Clinias y Amiclas, salvaron una obra inaugurando su anatema.
La mitología reincide en ambigüedades de este tipo: alguna vez, la carne de un dios castrado supo alumbrar, ella también, a la más bella mujer imaginable.

Llegadas las cenizas de su furia, Abelardo por fin comprenderá.

La sangre se derrama, la virtud pasa, la letra sobrevive. Pero en el país de las sombras, nada somos. Ni nombres.

Podría tal vez negarme a recibir tus cartas
Y decidir que nada quiero saber de vos.
Pero valdría de poco.
En el fuego asfixiante
De tu respiración que ha sido mía
Seguiríamos escribiéndonos.

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Rosario, Argentina, 1967. Abogado, jurista, escritor. Ha leído sus textos en festivales, congresos, encuentros y dictado seminarios y conferencias en Argentina, Uruguay, Perú (de cuya Academia Nacional de la Magistratura es Visitante Ilustre), Colombia, Venezuela, Cuba, Costa Rica, Italia, España y Países Bajos. Cuenta con estudios formales en Antropología Urbana, Filosofía y Mitología comparada. En prosa poética, ha publicado los librosTodas las Vidas a la Vez (Córdoba, Argentina, 2016), Elegir ser mortal –Corónide (Santiago de Chile, 2018), Fragmentos de lo in(con)cluso (Villa Constitución, Argentina, 2021, e-book) y Una hecatombe de todo bien (Rosario, Argentina, 2023). Creador del espacio cultural ANÁBASIS, en youtube @anabasis123, desde el que comparte textos de mitología y filosofía. Creó y condujo programas radiales, obteniendo con el ciclo Pensar No cuesta Nada un premio nacional: Faro de Oro al mejor programa cultural en Radio, 2022.