Dos Hermanos italianos
30 marzo, 2015
Jesús Galleres
– En este relato del escritor peruano Jesús Galleres, el protagonista Renán, se desempeña como profesor particular de español en la ciudad de Los Ángeles. Sus labores irán más allá de la mera enseñanza: terminará liado en los asuntos personales de un cantante italiano y su manager artístico.
Afuera llueve. Adentro una camiseta basta. Las ventanas del establecimiento están empañadas por el contraste de temperaturas. En una esquina una joven se entretiene escribiendo algo en el vidrio. Salimos al patio a fumar. Un techo rústico de paja y madera nos protege de la lluvia. La fuerza ensordecedora del aguacero nos impide sostener una conversación. Virna, quien detesta los silencios, apaga su cigarrillo a la mitad y empieza a impacientarse. Renán, ya le va a tocar a mi hermano, entremos de una vez.
Joaquino se ha levantado de la mesa que comparte con nosotros y ensaya con su guitarra cerca del escenario. Una banda de tres muchachos termina su actuación. El presentador los felicita y les agradece por haber venido. Luego, se dirige a la audiencia: ¿cómo están Open Mic del Rainbow? Con una gritería eufórica, responde el entusiasmado público de West Hollywood. Les presentamos a Joaquino, un tesoro italiano.
Entona Aleluya de U2 y le sale genial. La gente descuida sus bebidas y se fija en él. Ahora, interpreta Dependo de ti de su repertorio en español. El muchacho tiene una voz cautivadora y un gran manejo del escenario.
Para Virna, todo alrededor ha desaparecido. Su atención tiene un único estímulo, Joaquino en el escenario. Desde la silla menea el tronco al compás de la música de su hermano. Le sonríe, intercambia miradas secretas con él. Al menos es lo que ella cree, pero Joaquino se comunica con todos y con nadie. Si su mirada se detiene en algún punto de la multitud no es otra cosa que una simulación para hacer sentir a la gente que la cosa es con ella, con él, o hasta tal vez contigo.
Terminada su media hora, Joaquino regresa a la mesa. Cada vez mejor, muchacho, hay que ajustar un poco los “peros” castellanos, por lo demás, bastante bien. Sí, hermanito, Renán tiene razón. El show nos gustó mucho. Tómate un trago, le digo. Se lo bebe de un sorbo, escuchamos un poco del cantante que sigue y nos vamos. Al salir, la joven que dibujaba en el vidrio nos intercepta. Joaquino lo has hecho muy bien, vas a triunfar. Con sigilo de ladrón, la joven le mete en el bolsillo de la chaqueta una tarjeta.
¿Ésa no es la que te entrevistó en Miami, Joaquino?, pregunta Virna. Se le parece, ¿no?, responde Joaquino. ¿Se le parece? No te hagas el idiota, que sé muy bien que es ella, insiste la hermana. Bueno, si es o no es, qué importa. Lo que sí importa es que Joaquino ha tenido una excelente actuación, remato yo.
Joaquino y Virna habían llegado a los Ángeles hacía un año. Joaquino era un cantante medianamente conocido en Italia y ahora venía a conquistar el mercado hispanoamericano. ¿Por qué no se fue a México o España? Porque los mejores productores están en Los Ángeles y en Miami. A Laura Pausini y a Nek los catapultaron desde aquí, desde Los Ángeles, y mírenlos ahora, quién no los conoce en Latinoamérica o en la península.
Mauricio Lanza productor de larga trayectoria tenía en sus manos el futuro de Joaquino. Con la asistencia de una revolucionaria ingeniería de sonido mejoró la pronunciación del cantante y consiguió un magnífico álbum en español. Ahora, sólo restaba el lanzamiento del disco, y empezar la campaña publicitaria en la televisión y en la radio. Naturalmente, Mauricio no lo iba a abandonar a su suerte con un español precario frente a los medios de comunicación. Nadie creería que el disco era de Joaquino. Había que prepararlo. Así fue como me contrataron. En un principio, querían que eliminara cualquier vestigio de su italiano, luego me sugirieron que le dejase algo que lo diferenciara, un ligero toque de extranjería.
Virna, poco antes de que Joaquino viniera a Los Ángeles, renunció a su trabajo de consultora bancaria para acompañar a su hermano en la conquista del mundo de habla hispana. Ella sería su manager, se ocuparía de todos los negocios, y él sólo se dedicaría a lo suyo: a cantar y componer.
Los gastos de Joaquino corrían por la cuenta de Mauricio. Virna vivía de sus ahorros y de la esperanza que su hermano la recompensara cuando promovieran la venta de discos y los conciertos.
Las clases eran para Joaquino. Las hacíamos en el comedor de su apartamento en Brentwood. Virna, se acomodaba en la sala, cerca de donde estábamos, y fingía leer una revista. Corregía a su hermano sobre cómo pronunciar alguna palabra que yo le indicara repetir. Poco después se compró un curso completo para aprender español. Libros de teoría y práctica, lecturas y discos compactos. Siempre desde la sala, se disponía a estudiar durante mi visita. Varias veces nos interrumpía con alguna pregunta de gramática. Virna, ¿quieres participar de las clases?.. No Renán, por favor, me cortó Joaquino. Pero, ¿por qué no? Más es lo que nos interrumpe que lo que estudia por su cuenta… Mira Renán, a mí el productor no me paga un peso, dijo Virna. Oye, no te hagas líos, los honorarios que me asigna Mauricio por las clases son bastante generosos, así que si les parece a los dos, puedes empezar ahora mismo. Joaquino y Virna discutieron un par de minutos en italiano, y terminaron por aceptar mi propuesta.
Hacía catorce meses que Joaquino no se subía a un escenario. Mauricio, verso en la materia, le sugirió que se presentase una o dos veces por semana en un Open Mic, así te fogueas muchacho, no quiero que te me desinfles, además, así puedes ensayar tu pronunciación en castellano. Con público es otra cosa, todo lo que aprendes en tus clases, se te puede olvidar frente a la gente. Estarás pensando que nadie va a entender lo que cantas. Probablemente ninguno, con mucha suerte dos o tres, pero eso no importa, la presencia del público siempre te puede desequilibrar. Ya sé que vienes cantando desde hace años. Pero ahora experimentas en español, es como si empezaras de nuevo. Dile a Renán que vaya contigo, él te sabrá decir qué hay que mejorar. Dile también que invite a algunos amigos hispanohablantes, así te sentirás más comprometido a pronunciar mejor. No te sientas corto de pedirle que te acompañe, le voy a pasar un extra.
¡Es divino! Ustedes me comprenden todo y con su español un poco canibalizado por el italiano se hacen entender sin problema. Virna, ese cursillo que te has comprado es para principiantes, no lo necesitas. Gracias al italiano ustedes están a medio camino en la carrera. Agregaremos dos o tres cosas y el resto es pulir y pulir. Qué bueno que te hayas unido a las clases Virna, así conversamos los tres y los dos se corrigen, y me imitan… Pero si Virna me venía corrigiendo desde el primer día que llegaste, Renán… Ahora será oficial.
Habían pasado casi cuatro meses desde que Virna nos acompañaba en las clases. Empezaban a dominar el español. Los ejercicios que les había dejado no tenían ni una sola falta. Ahora, a la calle… ¿Adónde vamos a ir Renán?.. A ninguna parte, Virna. Lo que quiero decir es que vamos a poner las lecciones en práctica, ya nada de rellenar los espacios en blanco ni oraciones de una línea. ¿Por qué no me cuentan algo de cuando eran chicos?.. Pero no me acuerdo de nada que valga la pena contar. Tuvimos una infancia aburrida… Aburrida la tuya, Virna, porque yo sí me lo pasé bien… Entonces cuéntanos algo Joaquino…. Ehhhhhh…¡Qué divertida su infancia!, ni siquiera se acuerda… Déjenlo ya chicos que…. Joaquino te acuerdas de los zorros en la piscina… ¿Qué zorros?.. Los zorros que se metían a la casa del abuelo y… ¡Ah! claro, sí me acuerdo. Que entraban y hacían cagada y media… Entonces, por qué no me lo cuentan… ¿Ella o yo?.. Empieza tú Joaquino, y tú Virna lo terminas.
Nosotros nos criamos con mi abuelo, un vechio muy rico… ¡viejo, hermanito, V-i-e-j-o. Bueno, viejo. La cosa era que nos tenía muy mimados. No hacíamos nada, ni siquiera tendíamos las camas, puedes creer que hasta las empleadas nos vestían para ir al colegio. Todo lo hacían ellas. A mi madre que nos venía a visitar los domingos, le preocupaba que al crecer nos volviéramos unos inútiles y que nunca entendiéramos la pobreza. Un domingo llegó decidida a enseñarnos que la vida era dura y no se parecía en nada a lo que vivíamos en la casa del abuelo. Por esos días, en la madrugada, unos zorros se metían al patio de la casa, bebían de la piscina y dejaban caca por todas partes. Antes que se levantara alguien, las sirvientas ya habían limpiado todo. Ese domingo mamá se quedó a dormir y les dijo a las muchachas que no limpiasen nada. El lunes en la mañana, nos levantó muy temprano, nos hizo limpiar la mierda, y mientras lo hacíamos nos sermoneaba sobre los pobres y lo difícil que es la vida para ellos. Después a la ducha, y al colegio. Ese día odié a mi madre, dijo Virna. Yo todavía la odio, agregó Joaquino. Y aún peor, odio también a los pobres y su vida de mierda… Ahora mismo yo te odio a ti Joaquino, no me dejaste contar nada… Tranquila, Virna, la próxima empiezas tú… Ojalá Renán.
***
–Bienvenido a ¨Radio Super Estrella¨, Joaquino.
–Gracias por invitarme.
– ¡Qué manera de los artistas italianos de entrar últimamente al mercado latino!
–Sí, la verdad es que la gente es muy acogedora, me siento muy contento de poder cantarle en su idioma.
–Y me imagino que también de vender en este gran mercado.
–Sí, claro.
–Háblanos de tu disco, hemos notado que doce de las trece canciones son de tu composición.
–Así es, disfruto mucho componer.
– ¿Y en que te inspiras?
–En mis vivencias y en las vivencias de los hombres que conozco.
– ¿O sea que te inspiran los hombres?
–Sí.
–Y los prefieres ¿con pelo largo o corto?, ¿delgados o fornidos?
–El ser humano, voglio dire.
–Sólo bromeaba, Joaquino. Buena pinta, magnífica voz y poeta.
–Poeta no sé, cantautor sí.
–Es lo mismo. ¿Sabes que traes locas a todas tus fans?
–Sólo sé que se trata de un público muy caluroso y lindo.
–Lo mismo dijo Luciano Ferro, tu compatriota, y más adelante cuando ya era ídolo se atrevió a declarar que las mexicanas éramos unas gordas bigotudas. ¿No será que todos ustedes los italianos, piensan igual?
–Vete a la mierda.
–Joaquino, no reacciones así, que lo más importante es caerle bien al público y a los de la radio—dije.
–De acuerdo Renán, pero dile a Virna que no me busque la boca entonces.
–Hermanito yo sólo te pregunto lo que podrían preguntarte en la radio, no pierdas los papeles, acostúmbrate a su impertinencia, y sal de ella con elegancia.
–Renán, calla a esta loca antes que la calle de un…..
–Pero tiene razón. Eres una persona pública. Tienes que estar preparado. Debes tener correa.
–¿Correa? No entiendo.
–Yo tampoco—dijo Virna.
–No hay que enojarse, quiero decir. Hay que saber llevar la mala leche de los entrevistadores. Sigue Virna, por favor.
– ¿Y tienes novia, Joaquino?
–Por el momento ando muy ocupado con mi trabajo. Si tengo novia quiero dedicarle tiempo. Ahora no lo tengo.
–Pero saldrás con alguien, algo tendrás por ahí.
– ¡Qué te importa!
– Non stronzo, a mí no, a tu público.
–Virna, afloja un poco, ¿sí?—intervine.
Ensayaron el diálogo por unos minutos más y siguieron con sus odiosas discusiones.
Hacía mucho que Virna no intimaba con nadie. Por la obsesión de ver triunfar a su hermano había descuidado su vida personal. Joaquino se había ocupado de reafirmarla, recordándole lo inteligente, lo buena hermana y hasta lo bella que es. Últimamente, sin embargo, la relación entre ellos estaba tirante. Él había sustituido los halagos por un silencio que minaba la autoestima de su hermana. Virna optó por pasearse desnuda por la casa, no para provocar retorcidamente a Joaquino sino como último recurso para escapar de su invisibilidad. Estos paseíllos junto con una creciente sobreprotección agobiaban a Joaquino, pero nadie mejor que ella podía velar por los intereses de su hermano. Había mucho dinero de por medio y Joaquino no confiaba en nadie más. Virna era insustituible.
Renán, el apartamento es muy pequeño… No es tan pequeño… Virna lo hace pequeño entonces. El espacio no es suficiente. Es como una bomba de tiempo. En cualquier momento va a estallar… No exageres. Tu hermana te adora. No te olvides que ha dejado todo por venir aquí contigo. Lo único que quiere es verte triunfar… Tienes razón pero ayúdame, Renán. Va venir… No te olvides de la “a”… Vale, vale, va a venir la mujer de la radio de Miami… ¿La que nos encontramos hace meses en el Open Mic del Rainbow? Es la misma, ¿no Joaquino?.. Sí, es la misma… ¡Qué mujer!.. Lo sé, pero tienes que llevarte a Virna… ¿Llevármela adónde?.. Déjame explicarte. La chica llega el viernes, ya la invité a quedarse en la casa. Se quedará hasta el domingo en la mañana… ¿Y no sería más fácil que te fueras tú?.. ¿No conoces a Virna, Renán? No ves que estamos en pleno lanzamiento del disco. Si le digo que me voy con esta tía el fin de semana, me va a joder con mil argumentos, y la verdad que lo que quiero es paz… Dile que te vas a un hotel por dos días que quieres estar solo… ¿Para qué? Para que ella haga las reservas, sepa donde estoy y se aparezca cuando menos la esperamos… Vete lejos entonces y yo la entretengo aquí… No se puede. A veces el productor me llama, y quiere hacer uno que otro ajuste con el disco y tengo que estar presente…¿Pero, cómo carajo la voy a convencer para que se venga conmigo el fin de semana?.. Guarda, Renán… “Mira” muchacho, “mira”, ya basta del italiano… Mira, hace varios meses que no compongo nada. Para componer necesito soledad, tranquilidad. Y sobre todo la energía de esta casa, en sus paredes está escrito lo que me ha tocado vivir en Los Ángeles. Sí, por ahí le voy a dar. Se trata de mi trabajo, lo va a entender. Le voy a decir que he hablado contigo y que tú estás dispuesto a pasar estos dos días con ella. Tratándose de mi carrera, no me va a poder decir que no. Acuérdate que es mi manager. ¿Qué dices? ¿Me ayudas?.. Está bien. ¿Dónde se va a quedar? Mi apartamento es muy chico… Tú no te preocupes, que yo ya pensé en todo. Les he reservado una cabaña de dos habitaciones en Big Bear. Toma, estos son los pases para esquiar que también incluyen el alquiler de la ropa y equipo… ¿Y si dice que no?.. Va a decir que sí, a Virna le encanta esquiar.
La chica de la radio me había entrevistado en Miami. Desde que nos vimos nos gustamos. Joaquino, no mezcles el trabajo con las sábanas, dijo la antipática de Virna ni bien notó la atracción. No la volví a ver hasta aquella noche en el Open Mic. Seguro que había venido a Los Ángeles por trabajo. Pero habiendo tantos ¨Open Mics¨ enesta ciudad, ¿cómo dio conmigo en el Rainbow? Me encantan las coincidencias. Desde esa última noche en que nos encontramos en el Rainbow la bella conductora y yo seguimos en contacto. Regresa el viernes por la mañana a Los Ángeles para cubrir una entrevista. Esa misma noche vendrá a casa. Lo vamos a pasar muy bien. Espero que Virna se congele allí arriba en las montañas de Big Bear porque no quiero saber de ella hasta el domingo. Y claro, que Renán la reanime a tiempo para que el lunes temprano en la mañana se reincorpore bravísima a mi servicio.
En tres días Virna y yo estaremos en Big Bear. Viéndolo bien, la hermanita no está nada mal. No puedo afirmar que le gusto porque no existen indicios, pero le puedo empezar a gustar. Dos noches en una cabaña de invierno, y una temperatura exterior por debajo de los 3 C invitan a la proximidad. ¿Qué pasará? El domingo no tendré más interrogantes. O recordaré sonriente los singulares placeres de mi trabajo o me sentiré liberado del estrés de haber retenido a Virna cuarenta y ocho horas para que su hermano, mientras tanto, se dé la gran vida.
Hay que estar desesperado para conducir un viernes por la tarde en Los Ángeles.
La hilera de autos en la autopista parecía una serpiente obesa y larguísima. Era como para matarse, menos mal que la conversación nos mantenía distraídos. Llegamos. El chalet era precioso y tenía vista al lago. Virna sacó un recetario en español y me explicó lo que iba a preparar. Yo abrí una botella de champán y brindé por la lengua en la cual ahora hablábamos, por el disco de su hermano, y para mis adentros, por las sorpresas que ofrece la noche.
Hacia el final del segundo plato ya habíamos creado cierta intimidad. No se habló de nadie más que de nosotros dos. Vamos al sillón, sugirió Virna. Me senté a su lado y la abracé. No dijo nada. Le acomodé el pelo y le acaricié la cara. No dijo nada. La tomé de la barbilla y le giré el rostro hacia mí. No dijo nada. La besé suavemente. Le metí la lengua en la boca. La cerró. ¡Au, carajo! No me muerdas, me quejé. Renán, no olvidemos lo más rico… ¿Lo más rico?.. Sí, lo más rico… ¿Más caricias?, le pregunté. No, frío, frío… ¿La música?.. No. El Tiramisú que tengo en la refrigeradora… Pero, ¿quién quiere Tiramisú, ahora?, además no me gustan los dulces… Nunca conocí a un hombre que no le gustaran los dulces. A mi hermano le encanta mi Tiramisú… ¿Y a tu hermano quien lo invitó?… ¿cómo?.. Qué bien que le guste el tiramisú a tu hermano, digo… ¿Qué hora es, Renán?.. Temprano… Vamos dime la hora, por favor… Son las diez y quince… ¿Y habrá comido?, el pobrecito no sabe cocinar… Pero tonto no es, ya se habrá pedido algo por teléfono… ¿Por teléfono? Lo voy a llamar para ver si ya comió. Renán, por favor que no me llame, ya se lo he dicho, el timbrar del teléfono me roba la inspiración, recuérdaselo si la ves flaquear. Virna tu hermano quería aislamiento absoluto, es por eso que estamos aquí. Vació todo el aire de sus pulmones en señal de desilusión. Se sirvió un poco de tiramisú y se marchó a su cuarto.
Que descanses, Renán.
¡Maldito tiramisú! ¡Malditos hermanos!
Levántate, Renán. Espera no más a que sean las diez y peor aun mediodía. Las pistas de esquí van a parecer un bazar tunecino, repletas de gente. Esta es la mejor hora. Por eso Joaquino y yo siempre esquiamos muy de mañana. Apúrate Renán , así tendremos las montañas para nosotros solos … ¿Solos? No lo creo, si desde que llegamos tienes a tu hermano colgado del culo… ¿Qué dices a regañadientes, oye dormilón?.. Que se me congela el culo de frío.
Esquiamos toda la mañana. No exactamente. Virna sí esquío. Yo, en cambio, bajé la mitad de la montaña a volantines. Tenía nieve hasta en los calzoncillos. Las articulaciones me dolían una barbaridad. Un intento más y seguro que me rompía un hueso.
Para rematar la cosa, soplaba un viento helado que me amorataba la nariz, los labios y las orejas. Era para llorar. A lo lejos divisé una moto para la nieve piloteada por un empleado de la estación. Lo llamé a gritos. Cuando llegó le expliqué que no había manera que yo bajara la otra mitad de la montaña esquiando. Casi le supliqué que me llevara hasta el pie de la montaña. Por la radio llamó al equipo de rescate. ¡No hombre! No es acaso suficiente con el haber hecho el papelón de la mañana como para que ahora se aparezca un equipo de rescate. Hazme el favor de llevarme al final de la pista y acabemos de una vez con esta pavada. Se negó. A los cuatro minutos llegó el rescatador. Me acostó en la camilla y me cubrió con tres frazadas. Acto seguido, enganchó el extremo de unas correas a la camilla. Con el otro extremo hizo un lazo que se ajustó a la cintura. Se calzó los esquís y me remolcó hasta la base de la montaña. La gente se amontonó alrededor mío y bombardearon al camillero con preguntas sobre mi estado. Entre los curiosos estaba Virna. Al confirmar que yo estaba ileso aunque congelado, se echó a reír a carcajadas.
¿Qué mierda hago en Bigbear? ¿Qué mierda hago esquiando? ¿Qué mierda hago en una camilla? ¿Quién es toda esta gente? ¿Dónde carajo estás, Joaquino? ¿Adónde quedó lo de las clases?
Vamos a comer unos hot dogs a la cafetería, Renán. Así entras en calor… No me gustan los hot dogs… Una sopa caliente entonces. Venga, cambia esa carita.
Comimos. Yo hablé poco. Estaba de muy mal humor. Renán, me voy a esquiar un rato más, y cuando regrese vamos a la casa que te voy a poner unas bolsas de agua caliente. Te sentirás mejor… No me voy a sentir mejor… Que sí Renán, ya verás… Ya verás tú que no… Si no te sientes mejor te voy a hacer unos masajes para que te quede un bonito recuerdo de este viaje, ¿sí?
Desde la comodidad de la cafetería la montaña se miraba más apetecible. No entiendo cómo hacía poco me había resultado tan hostil. ¡Ay montaña de Big Bear, paraíso de la vista, infierno de los demás sentidos! ¡No te volveré a visitar!
Virna, mujer de palabra. Me pidió que me desnudara y que me cubriera con una toalla. Me acostó boca abajo sobre la cama y me puso una bolsa de agua caliente en la zona lumbar y otra debajo de la nuca. Salió del cuarto y regresó con unos ungüentos. ¿Te sientes mejor?.. Algo. Pero todavía me duele el cuerpo… ¿Dónde te duele?… Todo. Se frotó las manos y me untó la espalda con aceite. Se me paró. Rápidamente me acomodé el pene. Ahora apuntaba hacia mi barbilla. No te muevas Renán, que vas a disipar el calor… Es que me haces cosquillas… ¿Tienes cosquillas en la espalda?.. Sí… Date la vuelta entonces que te voy a frotar las rodillas y el vientre… Ni cagando… ¿Cómo dices?.. Que me estás aliviando, sigue no más que empiezo a sentirme mejor. Hubo uno o dos intentos más por parte de Virna para que yo cambiara de posición, pero con mucho disimulo los evité. Ajustó el reóstato de la habitación hasta alcanzar una luz muy tenue. Descansa, Renán. Dentro de poco estarás como nuevo.
No sé cómo Virna se las ingenió para darme la vuelta. Se hallaba encima mío. Se inclinó hacia delante y dejó que sus senos colgaran sobre mi cara. Hizo otro movimiento y ahora me rozaba los labios con ellos. ¡Qué aureolas más grandes! ¡Qué pezones tan puntiagudos! Se los chupé. Me ayudé con las manos en la tarea. Virna volvió a la posición original. Se recogió el pelo con una banda. Descendió. El vaivén de su cabeza casi me hizo explotar. Se detuvo. Me besó el pubis, luego el ombligo, finalmente la boca. Volvió a la posición original. Una de sus manos la colocó sobre mi pecho. Con la otra se insertó mi pene en la vagina. Empezó a cabalgar.
¡Virna!
¿Me llamabas, Renán?, preguntó Virna y aumentó la intensidad de la luz. Por Dios, Renán. ¿Qué te pasó?.. Perdona Virna, me quedé dormido. ¿Tú sabes como despertamos los hombres?.. No, no sé. Sólo sé que si estabas mal, ya no lo estás. Te espero en el salón. La pizza llega en diez minutos.
Durante la primera noche hubo un acercamiento. Un preámbulo prometedor. Lo del Tiramisú evocó el recuerdo de su hermano, y se deshiló todo lo tejido. En la pista de esquí no la impresioné como acostumbran hacer los machos con sus hembras. La impresioné con el ridículo que hice. Eso, aparentemente me resta puntos. Pero viéndolo bien me hace ganarlos. Le di pena y quiso compensar mi mal rato con mucha ternura: las bolsas de agua caliente y los masajes. ¿Qué le di yo a cambio? Una erección monumental. Esa erección aunque la espantó en un primer momento, la sacó de su invisibilidad. Esa erección sustituyó a la casi olvidada voz de aliento de Joaquino. Esa erección no era más una voz sino un grito de invitación a la existencia. Aunque Joaquino no ha sido totalmente claro conmigo, se entrevé que quiere que yo sea el que termine con la fijación de su hermana. Hoy les resuelvo el problema a los dos hermanos.
Nevaba. Acababan de entregar la pizza. En la tele daban “El gordo y la Flaca” un programa de chismes de la cadena Univisión. Me senté en el sofá al lado de Virna. La noté incómoda. La espíe de reojo. Ya deja de mirarme así, Renán. ¡Sírvete! Se va a enfriar.
Me atraganté dos pedazos. Tenía que sacarme de encima la necesidad de comer y dar paso a lo segundo, la misión. Dejé que terminara el último bocado. Después que le dio un trago a su bebida, le zampé un beso. La acaricié a mi gusto. La desvestí. Me desvestí yo. Zambullí mi cabeza entre sus muslos. Gimió. Me tiró suavemente de los pelos. “Nos ha llegado una nota en la que se nos cuenta que el conocido productor Mauricio Lanza tiene a otro apadrinado italiano bajo su tutela. El joven talento, cuyo nombre encabeza el título de su primer álbum en español, Solamente Joaquino, hará la presentación de su disco este miércoles 28 de noviembre…..” ¡Joaquino! gritó Virna, y cerró las piernas. ¡Maldita sea! ¿Tienes que hablar de él precisamente ahora? Pregunté con el poco aire que me quedaba. Están hablando de su disco en la tele. La presentación es este miércoles. ¿Cómo no me han dicho nada? … Virna, es un programa de chismes. Se enteran de algo y lo exageran todo. ¡Volvamos a lo nuestro!.. ¿A lo tuyo querrás decir?.. A lo que estábamos… No puedo. Voy a llamar a Joaquino… No empieces otra vez,¡ por favor! ¡Déjalo en paz!
Lo llamó por teléfono. Joaquino no respondió. Volvió a llamar. Nada.
10:25 PM.
Renán, nos vamos ahora mismo. Esto lo tengo que aclarar ya… De ninguna manera, Virna. Está nevando. Salir con el tiempo así es salir a matarse… No puedo esperar… Virna, ¡entra en razón! Esperemos hasta mañana, para entonces la tormenta ya habrá pasado. Aunque insisto que lo de la tele son puras mentiras. ¡No les creas!.. Sí les creo… Yo los veo desde hace años. No aciertan una… Dieron con el nombre de mi hermano y el del álbum. Hasta sabían que Mauricio estaba en el proyecto… Sí, sabrán de eso, pero el resto se lo han inventado. ¿Cómo se te ocurre que Mauricio no te va a informar de algo tan importante?.. No confío en él… ¡Por favor, Virna! ¡Cálmate! Vete a dormir que mañana temprano nos vamos. Se quedó en el sofá mirando a través de la ventana. Yo me fui a la habitación. Le di de puñetazos a la pared. Me masturbé. Cuando el sueño me vencía un destello de prudencia me reanimó ¿Y si decide irse mientras duermo? Volví a la sala. Seguía allí con la vista fija en la ventana. Guardé las llaves del auto. Por fin cerré los ojos.
5:37 AM.
Me despertó. Ya dejó de nevar, Renán. Ahora sí nos vamos. El vuelo de la muchacha de la radio salía al mediodía. El taxi la iba a recoger como a las nueve y media. Llamé a Joaquino. Dos, tres veces. Saltaba el contestador. No podíamos salir todavía. Me duché, me afeité, me volví a duchar, evacué. Virna casi derribó la puerta del baño. Poco le faltó para que me sacara en pelotas a la calle y me subiera a rastras al auto. Gané más de una hora.
7:20 AM.
Confiaba en que los tractores que sacan la nieve del camino estarían en medio de su faena. Así fue. A Virna no le quedaban uñas de donde tirar. Si seguía mordisqueándose los dedos terminaría por mutilarse.
8:19 AM.
Descendíamos de la montaña hacia el pueblo de San Bernardino. De allí sólo restaban cincuenta minutos hasta Los Ángeles.
8:53 AM.
¿Cuánto nos falta, Renán?.. Ya casi llegamos. Nos faltarían unos veinticinco minutos. Ahora el nervioso era yo. Nos íbamos a encontrar los cuatro en el departamento. Paré a echar gasolina. Pero Renán, el tanque está a la mitad… La aguja no funciona. Quieres que lleguemos o que nos quedemos a medio camino?.. Apúrate, por favor.
9:05 AM
Avanzábamos por la autopista 10. El centro de Los Ángeles se divisaba a lo lejos por el espejo retrovisor. Faltaba muy poco para llegar. Activé el dispositivo antirrobo. Se apagó el auto. Por inercia llegué hasta el arcén derecho de la autopista. ¿Qué pasa ahora, Renán?.. No lo sé. Se apagó de pronto y no quiere encender… ¿Eres socio del Triple A?.. ¿Triple qué?… El servicio de grúa… No. Se bajó del auto y se puso a hablar por teléfono. Intenté llamar a Joaquino. No respondía. No importa, aquí la aguanto un rato hasta que la otra se largue de una vez por todas al aeropuerto. Subió al auto. Renán, Joaquino sigue sin responder. ¿Y si le ha pasado algo?.. No le ha pasado nada. Es domingo por la mañana. Estará dormido… Ayer tampoco respondía… Estaría componiendo.
9:17 AM.
Un taxi se estacionó detrás de nosotros. Renán, la angustia me está matando. No puedo esperar más. Perdóname. La grúa viene por ti en veinte minutos. Adiós.
La sorpresa que tendrían esos tres. ¡Responde el maldito teléfono! ¡Te vas a joder!
Me llevó varios minutos poner el auto en marcha de nuevo. ¡Dispositivo de mierda! Conduje lo más rápido que pude y seguí llamando a Joaquino, pero nada. Tenía que llegar antes que Virna. Me atasqué en un embotellamiento. Si hay tráfico para mí también lo hay para el taxista.
9:50 AM.
Llegué. El apartamento estaba en los bajos. Corrí hacia el 103. Toqué dos veces. No abrieron. Manipulé la perilla de la puerta y se abrió. Entré en la habitación de Joaquino. Roncaba. A su lado, aún estaba la muchacha. Acostada boca abajo exhibía un fragmento de su torso. Joaquino, Joaquino, despierta que Virna está por llegar. ¡Shhhhhhhhhhh! Me calló la mujer. ¡Baja la voz! No hay nada más sagrado que el sueño de mi hermano.
Lima, Perú, 1975.
Cursó estudios de Derecho y Letras en la Universidad Católica del Perú. Obtuvo la licenciatura en Literatura Comparada en La Universidad de California, Los Ángeles, en la que actualmente estudia el doctorado en Lengua y Literaturas Hispánicas.
Desde el 2004 trabaja como traductor independiente, profesor de español y corrector de ensayos académicos.