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Poesía para las realidades no poéticas en la poesía de Carlos A. Genie

31 mayo, 2015

Emilia Fallas Solera

– La poesía de Genie establece esa comunicación imprescindible que, a su vez, se vuelve pendenciera: admirar las realidades no poéticas; aquellas realidades que hacen pesada la existencia. En esta poesía hay un constante desafío filosófico que hace el hablante al lector, sin diluir el lenguaje poético muy bien construido, intenso y fuerte, que provoca también pensar en nuestra propia existencia.


La relación entre la poesía y el lector no es una casualidad: es una interacción que se funde como un espacio de comunicación entre ambos, y cuya relación nace desde los primeros poemas que el lector lee. Esto es igual que cuando dos desconocidos hablan por primera vez. Luego de los primeros minutos de un tímido encuentro, si hallan la confianza y la afinidad temática para avanzar, la conversación fluye; mejor dicho, se bebe sorbo a sorbo como si fuera un buen vino y se degusta: ambos –lector y poesía– han encontrado un hilo común que los une.

Esa misma sensación tuve cuando conocí la poesía del poeta nicaragüense-hondureño Carlos Genie Peñalba, ganador del Premio Centroamericano de Poesía Juan Ramón Molina con poemario Oraciones y maldiciones (1989); también autor de Aquí es donde estaremos (1988) y Límites existenciales (2012).

La poesía de Genie establece esa comunicación imprescindible que, a su vez, se vuelve pendenciera: admirar las realidades no poéticas; aquellas realidades que hacen pesada la existencia. En esta poesía hay un constante desafío filosófico que hace el hablante al lector, sin diluir el lenguaje poético muy bien construido, intenso y fuerte, que provoca también pensar en nuestra propia existencia.

Mueve a la lectura una fuerza ontológica constante. El ser en una inmutable apelación directa acerca de dos conceptos superiores: la realidad (lo circundante) y la existencia como dos posibilidades trascendentes asociadas con aquellos temas universales como el amor, el dolor, la muerte, o aquello que es parte de lo cotidiano.

Cada poemario mantiene la misma intensidad, aunque con un lenguaje poético construido en forma diferente. En Oraciones y maldiciones lo circundante y próximo es la fuente de provocación y desasosiego que tiene constantemente el hablante poético: la sociedad, la tierra, el universo, el agua, la oración, la soledad; por ejemplo, son la inquietud del hablante, quien a la vez lo devuelve hacia el mundo, hacia el otro; o bien, hacia sí mismo en forma que preguntas o apelaciones intensas y atribuladas que estremecen la interioridad del ser convertido en voz poética.

La poesía de Genie no se presenta con melodramas: es fuerte y es penetrantemente dura: algunas veces irónica; pues con la belleza del lenguaje transmite la cruda esencia humana: el hijo nacido tras la violación, por ejemplo; o bien, lo simbólico de lo que la vejez pesa en la sociedad: «Padre/ ¿acaso soy yo tu Lázaro eterno?».

Quizás esta sea la característica que más me unió con su poesía como lectora: los poemas son persistentemente confrontativos con el ser interno y el pensamiento: no permite pasar indiferente ni rápido por su poesía: constantemente me detiene para hacer una lucha conmigo misma con la misma insatisfacción del hablante poético hacia el mundo y hacia el yo interno.

En los poemas se desnudan realidades del ser con características cercanas a la fatalidad de los individuos con aires de nihilismo en el sentido similar a la «decadencia vital» propuesta por Nietzsche que tiene que ver con la realidad del mundo –dura y tal como es, en el caso de Genie– frente a los sentidos: eje filosófico que se vigoriza aún más en el poemario Límites existenciales, pero que ya se ve reflejado en Oraciones y maldiciones como un presagio de la vida misma: «Comenzamos con las manos. Con las uñas/ llenas de tierra; comenzamos con la boca, / con los dientes sucios o con las uñas sucias: / pujando como bestias. En la tierra desperdigados/ los huesos; tal vez fue por aseptisemia o ahogo / entre el líquido amniótico o estrechez/ de la pelvis taqueada con piedras. / Fue por las uñas sucias por la tierra o / la tierra sucia por las uñas y los huesos. / No me acuerdo (fragmento de poema “Cuna”).

El lenguaje poético brota aquí sin sutilezas y con determinación como sentencias de vida… sentencias de intensidad en cada paso; todo está dicho para ser impetuoso y enérgico. Ni siquiera el amor evade lo tempestuoso ni se queda en lo simple; ni los hombres evaden al mundo: todo está destinado a “ser germen”.

En Límites existenciales el cuestionamiento vital se intensifica; y también hay cambio en el estilo poético. El autor apuesta y experimenta con una poesía más arriesgada en cuanto a su planteamiento filosófico –esta vez ya no tanto de lo circundante, sino del cuestionamiento más intimista–. Asimismo es más arriesgado en la forma de construcción poética: poesía más extensa y más desarrollada en la construcción lingüística; y no por eso decae en su intensidad del lenguaje literario; por el contrario está muy bien cuidado en cuanto a la construcción de las imágenes poéticas.

Con el estilo más intimista, el hablante se hace múltiples preguntas o conversaciones consigo mismo; quizá entender la fe se vuelve esencial: « ¿hasta dónde podemos poner la fe a prueba?/ ¿Hasta dónde el poder del abandono puede ser conquistado cerrando los ojos?/ ¿Hasta dónde los golpes contra el madero/ y el crujido lastimero pueden/ gritar en voz recia y clara: ¡venceré!…» (Fragmento del poema “de FE”);   o encontrarse consigo mismo: «Fui a la montaña. / Ahí conocí la distancia:/ ahí aprendí a sentir el abrazo del vacío/ y a escuchar en silencio la palabra/ que retumba por salir…» (Fragmento del poema IV); o a lo mejor un hablante que cansado de la esperanza; cansado del letargo en el que va envolviendo la vida al individuo… Cansado de soñar, cansado de esperar y confiar llega buscar la verdad dentro de él mismo.

Igual como sucede en las conversaciones con los buenos amigos cuando finalizamos una reunión, finalizar con la lectura de los poemarios de Genie deja una sensación de plenitud; mas en este caso, plenitud de palabras y de preguntas… Esa sensación de que transitar por la vida es más allá del acto mecánico de vivir… Es un diálogo y confrontación permanente con la vida misma… y con nuestro YO.

 VIII
(Del poemario Límites existenciales)

Estoy cansado de estar sitiado tras muros imaginarios.
Vivir como una obligación, repartiendo golpes
sin sentido, de nada entre la nada,
tolerando la presencia del espacio como si fuese
un viejo compañero mío, ya desahuciado,
con las vísceras de fuera, gesticulando, exigiéndome
auxilio para esperar la noche cuando las cosas desaparecen.

No quiere mi mente ni mi cuerpo continuar
arrugando el centro de mi cuerpo,
restregándolo con lejía para soportar el desangre
del roce continuo con lo que jamás será mío.
Quiero descansar viajando,
sintiendo el aire fresco rociar mi cara y
mi mente divagar sin remordimiento.

Mi cuerpo es un baúl de cosas dormidas.
¿Cuándo deberé interceptar mi sueño y despertar
de verdad, sin escuchar
siquiera el mínimo roce del pensamiento?

Quiero despertar con un sentido de haber estado
despierto; sin estar en deuda con la noche,
sin tener que abrazar el día como redención.

Mis sueños son nubes falsas, neblina en fuga,
no nubes que durmieron con nosotros; son escamas
nacidas sobre nuestros ojos como cieno que protege
de los vientos del desierto, de la arena que como aguja
se ensarta sobre nuestra piel aún virgen al dolor.

Ábranse hoy mis ojos.
Un rayo de luz saldrá del silencio y nos partirá en pedazos.
Y en ese entonces se verá al viento aletear
Acompañando al cuerpo desnudo en su viaje sin destino.

MAQUILA
(Del poemario Oraciones y maldiciones)

Se alza el humo de los pinos.
Espeso el humo al comienzo.
Como bestia sube las montañas
de piedra caliza.

Ya no sube vertical.
Ni ahora, ni nunca más.
Se dilata cubriendo espacios indiferentes.
No se alza. Cae en un silencio
a golpear la espalda. Fueron los brazos
los que parecieron agitarse dentro
el vestido nuevo. Más pudieron ser los mismos,
diluidos entre la tosca boca, confundidos
entre vagos resuellos perdidos luego entre alaridos,
palpándose sin intención, sin jamás encontrarse.

PADRE NUESTRO
(Del poemario Oraciones y maldiciones)

Padre nuestro líbranos del fuego: guárdanos
de un nuevo comienzo amante de calderos
y de noches de luna tierna. Guárdanos
del alimento encendido y purificado en la furia.
Guárdanos del fuego amante de bocas, labios
y de palabras dormidas, quietas como paloma.

Guarda nuestras plantas del frío de los hombres.
Padre nuestro líbranos del hombre,
Líbranos de su agua y de su peso indistinguible.

Guarda nuestras lenguas para las cabezas,
Para el viento y las aguas verdes. Quema.
Incendia nuestras propias manos.
Ven, has arder nuestros labios,
Destroza nuestros dientes,
Purifica nuestro humo: tu incienso,
Nuestro oro.

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