El misterio de Las solidaridades misteriosas
23 julio, 2015
Corea Torres
– Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948) traza en Las solidaridades misteriosas el retorno de dos hermanos, Claire y Paul, al lugar donde transcurrió su infancia. Tanto para uno como para el otro se trata de un abandono, de una huida de la vida confortable y relativamente exitosa que habían llevado hasta ese momento; un abandono, una huida que, en contrapartida, les permitirá ir enriqueciendo a través del reencuentro con diversos personajes el recuerdo esquemático que conservaban de aquellos años. (José María Ribao, El País)
Realmente son pocos los personajes que pueblan esta novela: Las solidaridades misteriosas. Pascal Quignard, su autor, no necesitó de la multitud para contarla porque, como quiera verse, es una historia necesitada de silencios. Largos espacios a la orilla del mar, un mar frío, acaso inhóspito pero que representa para Claire Methuen, la protagonista, el sitio donde recrear sus intimidades, esos pasajes recónditos de la vida amatoria asentada en los meandros de su memoria.
La vieja existencia, la dejada atrás mientras se congraciaba con el mundo, con su trabajo, con las nuevas amistades y el contubernio, la complicidad de la ciudad nueva, le regresa a sus deseos, entonces siente la pulsión por recuperar, con el solo hecho del retorno, aquello cuasi negado de su pasado.
El viaje es intenso. Los descubrimientos, demoledores, la sitúan en otro estadio desde donde los sentimientos vociferan, reclaman su jerarquía: la zarandean, haciéndole ver que ya nada es igual. La recuperación se convierte de facto en ese instante, en una intransigente batalla interior cuyas consecuencias le darán distintos repasos en el yo. La realidad es una bestia temible que la muerde con sus afilados colmillos.
No es fácil su recorrido interior, porque indistintamente se detiene, los registros vivenciales la orillan a revisarse emocionalmente, a cuestionarse. Recuerda la impersonal como “rara” historia familiar: ella junto a su hermano Paul, sobrevivieron al amparo de la tía Marguerite Methuen porque sus padres había fallecido cuando ella frisaba los nueve años y Paul los cuatro. Un poco después de morir la tía Marguerite fueron puestos bajo la tutela del Ayuntamiento por haber quedado huérfanos, los separaron y se veían esporádicamente. En el verano Claire se ocupaba un tanto de Paul, entonces lo vestía y le enseñaba idiomas. Claire en ese tiempo tuvo un amante, un amor del cual realmente podría decirse fue el más grande afecto –tal vez lo siga siendo- de su vida: Simón, el hombre por quien ella regresa de nuevo a esa geografía de su infancia, plenamente significativa, tanto por la morfología de la costa, llena de rocas, recovecos y promontorios enclavados en las laderas cuyas salientes dan directamente al mar de Bretaña. Costa que por otra parte guarda en sus grandes intersticios sitios ocultos en los que Claire y Simón se amaban. Aunque la naturaleza ha dotado de una belleza tan distinta este lugar con respecto a otras costas, representa de algún modo la metáfora de las maneras de ser de los espíritus de sus habitantes, un tanto hoscos, ariscos, quizá desconfiados sería una palabra un tanto exagerada, pero así se percibe dentro del contenido de la novela cuando se hace el repaso de los distintos moradores del lugar:
“Desde Dinard se llega al pueblo de Le Carté, hay que pasar por Port-Salut, Port-Ri y Saint Énogat, después del promontorio de la Roche-Peleé hay que subir subiendo por un camino bastante empinado hasta alcanzar la meseta. En el extremo de la meseta se encuentran Piedras Tumbadas, si uno vuelve a descender, justo antes de llegar a Plage-Blanche, y se asoma, verá el precipicio que cae a pico hasta el mar, pero no puede ver el puerto. El puerto sólo puede verse desde el mar. E incluso desde el mar, el pueblo de Le Clarté, pegado junto al acantilado no se ve bien”.
Como puede observarse en esta somera descripción, las puntas, los bordes, el frío, las rocas, las veredas hechas por los residentes, conforman una orografía de suyo un tanto abrupta a la que hay que saber llegarle. Se significa como un elemento sustantivo de la novela en el paisaje físico donde se desarrollan las acciones, Quignard sabe usarlos en beneficio de la ambientación, de ahí se percibe con verosimilitud que Claire y Simon están hechos de esa misma naturaleza.
Simón decide estudiar Medicina después de concluir la preparatoria en Caen, en cambio Claire elige lenguas en la Facultad de Rennes. Desde ahí siguieron escribiéndose, luego dejaron de hacerlo y sencillamente desaparecieron.
Ella se casó muy joven, pero abandonó el domicilio conyugal apenas recién nacida su segunda hija: Juliette, después de divorciarse. Las hijas se quedaron con el padre. Claire decidió marcharse, emancipada, a trabajar con el oficio de traductora.
Ahora, de regreso a su cubil de origen habiéndose encontrado con su maestra de piano y fiel amiga la señora Ladon, ya anciana y esperando su desenlace, la cimbra. Claire busca a sus amistades anteriores entonces tiene una reunión con una de sus otras amigas: Fabienne Les Beaussais, quien le informa del destino de Simón: se ha instalado en La Clarté. Ha realquilado la farmacia de sus padres y él gestiona la pequeña farmacia del puerto y ahora es el alcalde del pueblo, está casado con Gweanelle, tienen un hijo enfermo y viven en Saint-Lunaire. El cuerpo de Claire recibe un toque eléctrico, la hace retornar a los viejos tiempos.
La narración escueta de Paul Quignard, desprovista de preciosismos vacuos, retrata en cierta medida personalidades de suyo complejas ante devenires existenciales sencillos. Subyace en la narración esa otra historia vinculada con la reflexión sobre el sentido de la existencia de cada individuo, donde quiera que este se encuentre. Está impresa en la novela ese cuestionamiento toral de cada ser humano cuando nos referimos a nosotros mismos, sobre todo cuando se ha llegado a cierta edad en que los contrapesos de las acciones, ya equivocadas o virtuosas, en su caso, equilibran o hacen lo contrario, sobre lo realizado. De pronto el ser humano asume su rol pensante, y ese ejercicio necesariamente lo conduce a conclusiones no siempre gratas, pero eso sí esclarecedoras de su situación, del lugar que ocupa en el mundo después de haber realizado lo que realizó o dejó de hacer.
Claire es una mujer solitaria, está consciente de su decaimiento físico, aunque eso no altera la mirada de sus deseos. El viaje físico y el introspectivo que ha realizado es hondo. Por otro lado Pascal Quignard añade otras vertientes de asuntos relacionados a la vida de Claire: la de su hermano Paul quien mantiene una relación homosexual con un sacerdote, relación de visos arraigados en la honestidad afectiva en donde se reflejan, en cierta medida, las raíces y el desempeño de un verdadero amor, más allá de las afinidades sexuales del mismo género. El tema es tratado con verdadero oficio literario, dejando de lado recondideces y extravagancias, tonos despectivos, pero sobre todo con una sutileza digna de encomio.
Sí se encuentran solidaridades, cómo funcionan es un misterio y esto es algo que, supongo, Pascal Quignard ha querido demostrar: dentro de todas las comunidades, aquellas solidaridades que cultivamos durante los primeros años en el lugar donde se nació, renacen, se presentan y actúan, sin que uno logre encontrar explicaciones de ello, es decir, se suscitan y ya.
Las solidaridades misteriosas de Pascal Quignard, es una novela que representa este modo de referir las relaciones entre los moradores de nuestro mundo ahora en la historia reciente. Un bello fresco inserto en la geografía bretona francesa con todas sus virtudes, con todos sus defectos. Quignard es un escritor representativo de esa camada de autores franceses que están revitalizando la narrativa gala, importante resurgimiento de una literatura necesitada de nueva prosa e historias. Nombres como Le Clézio, Patrick Modiano, Enmanuelle Carrére, Houellebeck, continúan la importante tradición narrativa de Flaubert, Zolá, Dumas, quienes con sus historias han poblado el universo lector de todos los tiempos.
Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).