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Centroamérica cuenta en ciento cuarenta caracteres

25 septiembre, 2015

Alberto Sánchez Arguello

– Cuando Warren Ulloa-Argüello me pidió escribir una crónica de la tercera edición de Centroamérica Cuenta mi mente se dividió entre diferentes posibilidades narrativas: desde una lógica lineal que describiese los orígenes de este evento anual concebido por Sergio Ramírez para reunir a escritores y escritoras del istmo, hasta una propuesta más casual que fuese capaz de transmitir el intercambio de ideas y posibilidades.


Cuando Warren Ulloa-Argüello me pidió escribir una crónica de la tercera edición de Centroamérica Cuenta mi mente se dividió entre diferentes posibilidades narrativas: desde una lógica lineal que describiese los orígenes de este evento anual concebido por Sergio Ramírez para reunir a escritores y escritoras del istmo, hasta una propuesta más casual que fuese capaz de transmitir el intercambio de ideas y posibilidades.

Finalmente, lo que surgió natural fue la mirada caótica como community manager del evento: la perspectiva de alguien que estuvo en todo y a la vez estuvo en nada, entrando y saliendo de las mesas como si las estuviese leyendo en diagonal, saltando partes, sintetizando las ideas en frases de ciento cuarenta caracteres.

“Yo no creo mucho en los géneros, escribo de una manera muy mestiza”
Julián Herbert @cacuenta

Yo entré a Centroamérica cuenta un lunes por la puerta de la embajada de México, de la mano de Enrique Delgadillo y Julián Herbert. Para ese entonces el submundo –al cual pertenezco- de amantes de la literatura ya había sido alertado de la invasión de escritores, editores y libreros de diversos lugares del planeta, que harían de Managua su casa por una semana.

Yo me aposté estratégicamente detrás de la nutrida masa que esperaba beber de las palabras del autor de Canción de tumba y me dispuse a tuitear con un teléfono que ya no tenía casi batería. Al poco tiempo Enrique hacía una impúdica radiografía de la vida y milagros de Julián, acto que fue seguido de un mar de preguntas en las que el autor logró moverse con soltura.

La mezcla de intereses de Herbert y su autodenominada escritura mestiza me transportaron a mis obsesiones con la microliteratura, donde el carácter proteico y el uso de formatos no narrativos son de uso común. ¿Sería lo mestizo una característica de la literatura posmoderna?

Escuchando hablar a este poeta, novelista, cuentista,  ensayista, músico, profesor y promotor cultural mexicano me pregunté si él sería el prototipo de una nueva generación de narradores: multifacéticos, capaces de jugar con los géneros, de transitar las fronteras literarias sin escrúpulos. Nació entonces en mí la esperanza de conocer más herejes durante el evento, a partir de ese momento todo era posible.

“La buena literatura nos incomoda, nos saca de nuestro confort, más que enseñarnos algo nos ayuda a desaprender”
José Ovejero @cacuenta

A la mañana siguiente un grupo de estudiantes y docentes de la Universidad Centroamericana esperaban en el auditorio Roberto Terán al premio Alfaguara José Ovejero. El madrileño abrió su conferencia “Leer para pensar, pensar para ser libres” afirmando que no creía que el ser humano pudiese ser libre, una afirmación polémica que sirvió para ir deshilvanando una perspectiva de la humanidad como un entresijo de genes mandones y patrones ambientales de crianza; pero con la posibilidad de ver más allá de sus propias narices a través de las experiencias vicarias que ofrece la buena literatura, esa que nos incomoda al introducirnos en la vida y en la mente de la otredad, algo así como Being John Malkovich, pero sin tener que ir a parar a una calle de Manhattan.

Se me vino a la mente un estado del muro de Facebook de Guillermo Barquero, algo sobre una chica –sus palabras- que quería saber porque la mayor parte de la literatura no era “bonita”, entendiendo lo bonito como esperanzador, meramente entretenido o luminoso. Aquí Ovejero coincidía con Milán Kundera, al afirmar que la buena literatura es la que permite tener una visión menos simplista de las cosas. La literatura “bonita” vendría a ser una lectura cómoda, algo así como un chupete para el cerebro; del otro lado estaría aquello que Kakfa afirmaba: “Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro”

La conferencia de Ovejero se me juntó con la lectura de “Leer la mente” de Jorge Volpi y me entusiasmé tanto que me sentí impulsado a gritarle a todo el mundo que había descubierto que el yo humano es una ficción serial construida sobre un hardware paralelo hecho de sinapsis, y que las neuronas espejo explicaban porque los cuentos y novelas eran digeridos por nuestra mente como si fuesen reales, permitiendo ampliar nuestra experiencia como seres humanos; pero la prudencia me mantuvo pegado al celular.

“También se conoce al monstruo desde adentro. Tratando de sentir lo que siente el monstruo”
José Ovejero @cacuenta

Por la tarde, mientras Vanessa Núñez Handal y Warren Ulloa-Argüello se preparaban para dialogar sobre literatura contemporánea centroamericana con un batallón de estudiantes en la Universidad de Valle, yo trataba de arrancar la herencia de mi abuelo, un jeep Land Rover que decidió no acompañarme en mi aventura literaria y prefirió dormir en un taller toda esa semana –ya me he resignado a tenerlo en custodia compartida con el mecánico- Así que, obligado a permanecer en la Universidad Centroamericana, me fui a colar al taller de los monstruos de Ovejero.

Nomás entrar a una de las aulas de posgrado, encontré a Ovejero en plena faena con un pequeño grupo de edades diversas que intentaba cazar sus palabras con tinta y papel. Por el aula fueron apareciendo los monstruos éticos, los ávidos de poder, los mezquinos y hasta los –aparentemente- bondadosos. Pronto me quedó claro que estábamos ante el ejercicio complementario de la conferencia matinal: si leer nos acercaba  a la libertad de extender nuestro Yo, al experimentar la ficción de otros Yo -escribir sobre monstruos- era entrar en la piel de seres opuestos a nosotros, contraviniendo nuestra pulcra programación social, desafiando la perspectiva que celosamente guardamos de nosotros mismos.

Una participante se animó a preguntar si leer libros de horror y asesinato podría causar una epidemia de crímenes horrendos. Esto nos trasladó al concepto de libros peligrosos, una noción bastante antigua, tanto como la quema de libros –y académicos- en la China del doscientos doce antes de nuestra era, la más famosa quema de la biblioteca de Alejandría, la menos famosa quema de códices mayas a manos del sacerdote Diego de Landa y por supuesto, la de Opernplatz, en mayo de mil novecientos treinta y tres, tristemente imitada por la dictadura chilena y la argentina, y más recientemente, por el Estado Islámico.

¿Cuántos libros centroamericanos terminarían en la hoguera si esta idea se hiciera viral? ¿Cuántos autores y autoras estarían tras barrotes si los poderes facticos actuasen –aún más- a sus anchas? Y como la casualidad se presenta sin avisar, en aquel momento me enteré de que al caricaturista francés Jul no le había sido permitida la entrada a Nicaragua. El gobierno, sin dar ninguna razón, bloqueó su participación esa noche en un conversatorio sobre humor político y libertad.

Tal vez no veamos hogueras de libros todavía, pero seguramente ganas no faltan.

“En vez de pensar cuales son los límites de libertad de expresión, deberíamos pensar en los límites que ya tiene”
Pedro X. Molina @cacuenta

Esa noche en el teatro de la Alianza Francesa la ausencia de Jul pesaba sobre todos nosotros. A pesar de ello, el ánimo no dejaba de ser entusiasta, y para mí resultaba gracioso ir desvirtualizando  a los narradores y narradoras que se movían expectantes en sus asientos.

Por el Teatro “Bernard Marie Koltès” desfiló Patrick Deville, acompañado de Carlos Cortés, el embajador francés Antoine Joly y Hans Cristoph Buch, presentando “Pura vida: vida y muerte de William Walker” la primera de un proyecto de doce novelas de las que Deville ha publicado cinco, que –según Carlos Cortés- “descifran y zigzaguean en líneas diagonales, vidas paralelas y epopeyas al revés el mundo moderno, a partir de 1860” En esta obra la novela, cuento, crónica y ensayo conviven. Aparecía otra vez lo trasfronterizo literario en Centroamérica cuenta.

Acto seguido exorcizamos el fantasma de Jul con las palabras de Carlos Fernando Chamorro y el conversatorio con Pedro Molina, Nathalie Peyrebonne y Mayra Santos-Febres. Se habló de la sátira política como mecanismo de anti-poder y Nathalie mencionó que los dibujos dan salidas y abren puertas para que el mundo tenga más aire. Yo agregaría que nunca falta alguien que crea que esas puertas nunca se debieron abrir, hasta el punto de zanjar la cuestión a balazos.

Si algo nos quedó claro es que la libertad de palabra y de dibujo resulta incómoda para los monstruos del poder.

“La censura no logra exterminar la imaginación, pero puede obstaculizar su expresión”
María Eugenia Ramos @cacuenta

A la mañana siguiente, en la Universidad de Ciencias Comerciales, seguíamos sintonizados con las mesas de la Alianza Francesa. Juan Pablo Anaya, Eva-Christina Meier, María Eugenia Ramos y José Adiak Montoya conversaban sobre la imaginación literaria y su papel subversivo.

El salón estaba bastante lleno y los problemas de audio no impidieron que Anaya -el único ufólogo de Centroamérica Cuenta- lograra expresar que la imaginación hace posible lo imposible, que da espacio para explorar, ampliar los horizontes. Esto nos llevaba inevitablemente hacia la ciencia ficción, el género literario que no sólo permite adentrarnos en la otredad que explicaba Ovejero, sino también existir en otros universos y dimensiones posibles, espejos de esta realidad o extensiones de nuestros propios miedos y esperanzas.

María Eugenia Ramos se refirió a la censura no sólo como monopolio exclusivo del Estado y grupos de poder, sino también en su carácter social, cuando produce el temor de los autores y autoras a ser juzgados por sus coterráneos.

La imaginación como precursora de la palabra está minada por la censura y la autocensura. No es de extrañarse que la posibilidad de imaginar otras realidades termine por ser vista como una amenaza por los que aman el poder y el control.

Las personas que participaron en la mesa se mantuvieron optimistas sobre la victoria final de la imaginación. Yo seguía pensando en la ausencia de Jul.

“La literatura que toca la diversidad ofrece posibilidad de educarse sentimentalmente. Entender otras formas de ser”
Mauricio Orellana Suárez @cacuenta

Por la tarde, de vuelta en la Universidad Centroamericana Carlos Luna, Consuelo Tomás, Mauricio Orellana y Anacristina Rossi se encontraban en disposición de responder si la diversidad sexual se ha incorporado a la literatura centroamericana. El público era nutrido y las expectativas altas.

La mesa esbozó un inventario de obras de autoras y autores presentes y de otros ubicados en Panamá, Costa Rica y El Salvador, demostrando de una forma práctica la existencia de un catálogo de novelas y relatos impregnados con la diversidad sexual. La respuesta unánime fue que sí, que efectivamente la diversidad ha florecido en el istmo como tema literario, tanto en la poesía como en la narrativa, aunque esto no significase necesariamente que ya hubiese alcanzado la aceptación estatal o incluso la de la sociedad como un todo.

A mí se me quedó el relato de la experiencia adolescente de Mauricio Orellana, creciendo y educándose con “retazos de textos y cultura heterosexual” y lo mucho que le habría servido contar con lecturas sobre otras formas de vivir la sexualidad y los afectos.

Volví a encontrar un nexo con la tesis de Ovejero: La ficción nos permite explorarnos a nosotros mismos y experimentar otras formas de ser y sentir; de ahí la importancia de contar con textos que nos lleven más allá de lo heteronormativo, obras que nos muestren otras expresiones de afecto y modos de relacionarnos,  obras que nos permitan ver y sentir debajo de otra piel aquello que desconocemos.

Estas mismas ideas se repetirían al día siguiente en el conversatorio sobre literatura infantil, cuando Alberto Pocasangre expresase que “tocar temas polémicos de manera adecuada puede ayudar a un niño a digerir el tema, a sentirse menos solo” ni más ni menos la misma lógica de ficcionar sobre temas que nos preocupan, que nos confunden, que nos llenan de ansiedad, como una manera de digerir la realidad, prepararnos para ella.

Y como nunca falta quien sienta que esto más que una oportunidad es un peligro inminente para las raíces profundas de nuestra sociedad, tuvimos un participante que una vez abierto el espacio de intercambio con el público, nos lanzó la pregunta de lo que haríamos si se aprobara el matrimonio entre el mismo sexo en Nicaragua. La respuesta de “seríamos felices” brotó de los presentes de manera inmediata. Acto seguido el hombre recitó la Biblia -esa cita recurrente de “los creó hombre y mujer”- lo que fue acompañado de excitación general y la eventual retirada del participante.

Otro que se apuntaría feliz a una hoguera de libros, pensé.

“El que tiene mal gusto llevará su mal gusto al mundo digital”
Vanessa Núñez Handal @cacuenta

La mañana del jueves fue de literatura infantil y de revolución digital. Bien apretados en un auditorio repleto de estudiantes de la Universidad del Valle, los dos conversatorios se sucedieron el uno al otro.

Lula Mayorga maniobró junto a Herman Schulz, Eduardo Bähr y Alberto Pocasangre, en las aguas turbulentas de lo que se puede y lo que no se puede tocar en los textos para niños y niñas. Ante esto, Pocasangre fue muy enfático: “Para mí no hay ningún tema que no pueda ser abordado en textos para niños. Sólo que hay que saberlo hacer” Schulz agregó que la nueva literatura infantil  muestra a niños robando, consumiendo drogas. La idea es que se aborden estos problemas en vez de ocultarlos.

Una participante preguntó si leer sobre homosexualidad no terminaría por confundir a un niño o una niña… nuevamente imaginé hogueras.

En ese sentido, los libros digitales llevan la ventaja de que no se les puede quemar. Lo que nos lleva a la segunda mesa de esa mañana con Johann Bonilla, Jacques Aubergy, Vanessa Núñez Handal y Warren Ulloa-Argüello, hablando sobre lectores y soportes electrónicos.

¿Se lee más en lo digital que en lo físico? De acuerdo a Núñez Handal “El que lee lo hará en cualquier medio, físico o digital. Lo contrario también es cierto” Esta respuesta, sin embargo, fue matizada por Ulloa al afirmar que las nuevas generaciones tienen más posibilidades de dar el salto a la lectura digital, ya que poseen mayor acceso con sus dispositivos; esto sin olvidar el poco acceso a Internet en la región, que limita el aumento de la lectura en soportes digitales.

Esta plática me devolvió al intercambio entre Óscar Castillo y Philippe Hunziker –respectivos gerentes de la editorial Uruk y la librería Sophos- la tarde anterior en la Universidad Centroamericana. Ellos decían que la región es un mercado cultural en potencia, pero que todavía es muy difícil mover los libros centroamericanos, más allá de los países de origen e incluso dentro de ellos. Por ahí escuché que Centroamérica está “balcanizada” a nivel cultural. Esto en realidad aplica también a un nivel continental, tal cual describió en el dos mil diez Fréderic Martel en su libro “Cultura Mainstream”: América Latina tiene a México y Brasil como los principales exportadores culturales. Para que un producto cultural –película, canción, libro, etc.- logre un consumo masivo tiene que ser exitoso en su país de origen y luego ser rebotado desde estas capitales culturales regionales.

¿Cómo superar entonces la brecha digital? ¿cómo cultivar el consumo de obras centroamericanas? Sobre el tema del acceso digital no tenemos mayor posibilidad de incidencia, pero si podríamos buscar respuestas en la construcción del branding personal y la gestión de la identidad digital de autores o autoras de la región. Ya no basta con vender la obra, es necesario vender al autor o la autora.

“En literatura aún nos da terror hacer la transición al formato electrónico”
Carla Pravisani @cacuenta

El tema no se quedó ahí, sino que fue retomado la tarde del viernes, desde la perspectiva del escritor y la escritora en el conversatorio entre Berman Bans, Justo Arroyo, Emanuela Jossa y Carla Pravisani. Previstos a dialogar sobre globalización y banalidad, derivaron inevitablemente hacia literatura 2.0, detectando entre otras cosas, las nuevas maneras de leer condicionadas por el uso de las computadoras, que según Justo Arroyo lleva a leer a pedazos, de manera simultánea, o según Pravisani  “ya no leemos de manera lineal”

Y aunque la mesa estaba de acuerdo con Bans al señalar que la tecnología permite que las obras lleguen ahí donde el libro físico no puede llegar, que a su vez fue reforzado por Arroyo al decir que la tecnología no es un enemigo, sino una ayuda para los escritores;  quedaba igual la idea del exceso de información y la inabarcable matrix que nos convoca con promesas pero que parece no darnos una entrada fácil.

A mí me surgió la interrogante sobre nuestras competencias digitales ¿Qué tanto hemos logrado construir entornos y  redes de aprendizaje digital? ¿Qué tanto hemos experimentado con la autopublicación y la participación en comunidades digitales?

Tal vez podríamos ir modificando el panorama si en vez de fijarnos en el problema del exceso de información nos enfocáramos en la gestión de la misma. Y por supuesto, abandonar ese tabú no dicho sobre la autopromoción, ya que si algo queda claro en el mundo literario 2.0 es esto: las divisiones entre autor, editor y publicista se puede volver entre borrosas e inexistentes.

“El contacto con otras culturas permite recontactar y ver de otra forma la propia cultura”
Julie Marchio @cacuenta

El sábado nos encontró en León, en una Alianza Francesa atestada de gente dispuesta a superar el calor con tal de escuchar los últimos conversatorios de Centroamérica cuenta. Les tocó abrir  a Carlos Manuel Téllez, Julie Marchio, Jorge Ávalos y Roberto Carlos Pérez con “La palabra y el diálogo constante entre culturas y civilizaciones”

Téllez inició el conversatorio diciendo que las palabras sirven como cápsulas para resumir la cultura y la experiencia humana. Roberto Carlos agregó que la literatura permite compartir códigos para comprender a otras personas, afirmación que nos llevaba una vez más a Ovejero –perdonen mi manía de repetir y buscar patrones- con la ficción como puerta hacia el otro, en este caso, otras culturas.

Avalos se acercó al tema diciendo que “La literatura es un antídoto contra el fanatismo” y nos recordó la banalidad del mal que mencionaba Hannah Arendt, así como la posibilidad de que este tipo de mal se extienda –y de hecho lo está haciendo-.

Esto me devolvió al jueves, a las palabras de Hans Cristoph Buch en el conversatorio “El escritor y el retorno de los antiguos demonios” en la Universidad Americana. Buch decía que en nuestros días existe el peligro de la banalidad y lo políticamente correcto, es decir, lo opuesto a la obligación que tienen los escritores de corregir la realidad, según Xavier Velasco.

¿Hasta qué punto los narradores y las narradoras creamos un diálogo con nuestra propia cultura? ¿Hasta qué punto construimos una literatura que muestre las heridas que cubren nuestros países? Fernanda Melchor hablaba de esto en el conversatorio “La tinta y la sangre: escribir en el continente más violento” cuando decía que ella buscaba descubrir cuáles han sido las condiciones que han generado que la violencia surja en las ciudades, y que “Muchas veces no pensamos en nuestro papel en esta violencia”

Se develan pues ante nosotros los caminos de lo banal y políticamente incorrecto, y el camino incómodo de ser espejos de esa realidad que existe bajo nuestros pies, dentro de nuestras paredes y fronteras, la posibilidad de convertir nuestras obras en verdaderas piezas de diálogo cultural.

“Las teorizaciones sobre la literatura centroamericana siguen enfocadas en el pasado como la postguerra”
Werner Mackenbach @cacuenta

Desde el conversatorio anterior, Julie Marchio ya se había adelantado –inadvertidamente- a “La ruptura de los límites, los límites de la ruptura” al decir que desde una perspectiva de obras traducidas “Centroamérica no existe para los lectores, sólo Latinoamérica”. Esto, que encaja con la investigación de Martel –mencionada anteriormente- nos habla de una literatura que como región aún necesita ser visibilizada.

En el conversatorio de la ruptura de los límites, Werner Mackenbach nos decía que la literatura centroamericana ha ido superando la postguerra, ya que las nuevas generaciones –e incluso autores consagrados- abordan la post memoria y responden a nuevas descomposiciones económicas y sociales, como la corrupción, migración, la trata y el narcotráfico; en ese mismo sentido mencionaba que si bien antes existía una cierta fijación con la identidad, ahora existían tendencias a tocar la convivencia como problema y realidad.

Nathalie Peyrebonne nos decía que “la literatura puede ser el instrumento para visibilizar y hacer existir a Centroamérica” y llegado el momento de intercambio no faltaron los ejemplos de obras que muestran la existencia de lo centroamericano en la literatura. Casi al cierre, un  periodista lanzó la pregunta de cómo hacer para que la gente en vez de leer autores mainstream, como Rowling o Cohelo, leyeran a los autores y autoras de nuestra región. Sergio Ramírez respondió que le parecía notable que personas jóvenes leyesen libros de más de seiscientas páginas –como la saga de Harry Potter- con tanta dedicación y que a los autores y autoras centroamericanas tocaba seguir uno de los mandamientos de Billy Wilder: no aburrir… ¡Bazinga!

Cerramos los conversatorios, pasamos al lobby de la Alianza Francesa leonesa, entre aplausos, sonrisas, agradecimientos al excelente equipo de Centroamérica Cuenta conformado por Ulises Juárez Polanco, Ulises Huete, Madeline Mendieta y edecanes. Nos fuimos despidiendo. Se declaraba oficialmente disuelta esta nación temporal de narradores y narradoras.

Yo me fui a la parada de buses interlocales, me senté adelante y mientras tres niños se peleaban por una tableta titán en la parte de atrás, me puse a recorrer la semana de conversaciones, uniendo cabos, llenándome de preguntas, y sobre todo deseando que el sol gire un poco más rápido y podamos estar juntos otra vez en el #CAC16.

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