Dimas Lidio y yo
29 septiembre, 2015
Taty Hernández Durán
– Poeta, narradora y articulista dominicana (Jarabacoa, 1960). Administra en Internet la comunidad literaria El Patio de las Cayenas, y modera la lista de correos Abecedario, en la que confluyen autores de su país radicados en todo el mundo. Ha obtenido el Premio Municipal de Jarabacoa con Jimenoa (poesía, 1992) y con Esclava de las flores (cuento, 1994), y en 2003 publicó el poemario Temblor de la espera.
A 12 días de su partida al otro espacio
Conocí al Maestro Dimas Lidio Pitty en el año 2004 a través de nuestro buen amigo José Córdova. Por supuesto que nuestro encuentro inicial fue vía Internet.
Fue una hermosa relación de amistad y poesía de la que surgieron poemas y mucho afecto. Juntos hicimos algunas travesuras en el medio literario digital.
Esa amistad se hizo auténtica cuando le visité en su Querencia, allá en el Potrerillos de sus amores, a los pies del volcán Barú en el 2005. Por una semana compartí con el Maestro y su fiel compañera Esperanza.
Su cálida voz, con el acento de los panameños que tanto aprecio, llenaba mis sentidos al escucharle contar sus vivencias del exilio en México, al conocer su actitud critica frente a las injusticias y su postura ideológica ante la vida.
Llegué enferma y de allí retorné totalmente curada, de cuerpo y alma, gracias a los tiernos cuidados de esa extraordinaria pareja.
Dimas Lidio me legó muchas cosas desde una entrevista que le hiciera al Poeta Nacional de República Dominicana Don Pedro Mir, cuando se encontraron en el México de los setenta, hasta un poema manuscrito que escribiera a raíz de recibir una muñeca sin rostro, típica de República Dominicana, y que yo le había enviado a Esperanza. Este poema aparece en su libro Huellas en el agua (2005), que reúne su obra poética de 1965-2005.
Considero a Dimas Lidio Pitty como un artífice de la palabra. Un escritor a carta cabal que incursionaba en todos los géneros de la lírica desde la décima hasta el haikú. Su obra narrativa es intensa y con un fuerte poder de influencia en quien le lee.
Su palabra es única, es refrescante a la vez que te lleva a pensar, a sentir y, por qué no, a vivir lo que el vate expresa y vibra por sí mismo.