En Lada por las calles de Managua
22 septiembre, 2015
Eva Christina Meier
– Con una concisión rayana en la brevedad extrema, economizando palabras y giros escriturales para expresar su visión, Eva Christina Meier da entrada a la traducción del germánico al español, de la novela El cielo llora por mí, de Sergio Ramírez. Utilizando anotaciones escuetas, sumamente puntuales, da pelos y señas de la historia ahí contada y de sus protagonistas, permitiéndose asimismo, reflexiones sobre la realidad nicaragüense de ese tiempo, posterior al recorrido por las calles de una Managua y sus habitantes retratados veinte años después de la revolución sandinista, en un automóvil Lada que está como la condición del país centroamericano justo de ese momento: destartalado.
“En El cielo llora por mí, la novela policíaca de Sergio Ramírez, convergen viejas virtudes sandinistas, catolicismo y machismo en las nuevas narco-economías”
El inspector Morales usa, desde que fue herido de bala en su época de guerrillero, una prótesis hecha en Cuba en sustitución de una pierna. Trabaja en condiciones precarias en la sección antinarcóticos junto a su amigo Lord Dixon, un antiguo compañero revolucionario de Bluefields. Si bien es cierto Nicaragua no es un centro de tráfico de drogas, dada su ubicación geográfica tiene importancia estratégica para los grandes carteles de Cali, en Colombia, y Sinaloa, en México.
Un yate de lujo aparece abandonado en Laguna de Perlas, al norte de Bluefields, y ambos policías se lanzan a la búsqueda de los pasajeros desaparecidos, que se sospecha estén vinculados a la mafia de la droga. Doña Sofía, la afanadora incorruptible de la jefatura de policía y, asimismo, colaboradora de la guerrilla, los apoya de manera muy resuelta en las investigaciones.
Sin embargo, entre los sospechosos muy pronto hallan a viejos conocidos de la revolución, como a el famoso jefe de la contrainteligencia cuyo seudónimo es Caupolicán.
La novela del escritor nicaragüense y antiguo vicepresidente del primer gobierno sandinista, si sitúa a finales del período de gobierno del presidente Arnoldo Alemán (1997-2002), más tarde enjuiciado por corrupción. La policía nacional celebra la procesión de la Virgen de Fátima, el presidente inaugura una nueva “supergasolinera” y el crimen organizado dispone de excelentes contactos en el Ministerio del Interior.
Dada la creciente violencia, migración, tráfico de drogas y corrupción, que afligen a la región, la literatura centroamericana refleja obligatoriamente una realidad social cada vez más acuciante. La novela policíaca, como género, es un medio particularmente idóneo para transmitirla. Y también Sergio Ramírez se vale de cadáveres y de un baúl misterioso lleno de dinero. Sin embargo, el ritmo de la historia es moderado porque la acción se desarrolla, principalmente, a partir de los diálogos. De ahí que se le plantea al lector el reto interesante de retener, durante toda la lectura, la secuencia de nombres y seudónimos.
Miami con cultura pueblerina.
No sólo el catolicismo, sino también la homofobia y el machismo son un componente esencial de la cultura cotidiana de Centroamérica. Esta realidad también la hallamos, nuevamente, en la novela policíaca de Ramírez. El inspector Morales le revela abiertamente sus resentimientos contra los homosexuales a Cabistán, un abogado ambiguo, conocido como Giggo. Su agresión sexual contra la madre de Sheila Marenco, una de las víctimas asesinadas, por el contrario, le parece una simple pequeñez, si bien dolorosa. Aunque estas representaciones literarias se proponen mostrar las condiciones de la realidad, son, incluso desde la perspectiva del naturalismo, demasiado afirmativas.
Por otro lado, en El cielo llora por mí, Ramírez nos sorprende, con un retrato casual, pero preciso de Managua y sus habitantes veinte años después de la revolución: “…y aunque se respiraban aires de Miami, era inútil resistirse, aún allí, a la cultura de vecindario provinciano que seguía reinando en Managua…”
En un Lada destartalado, sin aire acondicionado, se moviliza el inspector Morales por los barrios de la capital, que desde el terremoto de 1972 da la impresión de una ciudad inacabada. Muchas veces quisiera uno que la edición alemana viniese con un mapa de la ciudad, o al menos un bosquejo, para poder seguir el recorrido del inspector, desde las casitas de madera con aspecto provisional del barrio Domitila Lugo, hasta las nuevas mansiones con aspecto colonial sobre las laderas de las antiguas plantaciones de café. Finalmente, en la novela policíaca de Ramírez, la ciudad se vuelve una protagonista que habla sobre el presente y pasado de la ciudad.