Lina (novela)
30 septiembre, 2015
Adriano Corrales Arias
– El escritor costarricense Adriano Corrales Arias comparte un capítulo de su novela más reciente, Lina, una novela que según la crítica de Yislén Barboza «es un texto que se las trae, dado que mucho transpira entre sus líneas, a pesar de sus breves páginas. Su lectura es rica en imágenes, por el lirismo con el que Adriano Corrales escribe, y es amplia en espacios, con lo que nos recuerda que hay mucho más fuera del Valle Central [de Costa Rica] para crear una obra.»
Cuando tenemos algo que esconder, nos convertimos
en actores y obligamos a actuar a todos los que nos rodean.
Justine en El cuarteto de Alejandría.
Lawrence Durrrel.De cuclillas explicaba un movimiento defensivo, alguna treta ofensiva o cualquiera jugada nueva. La tarde de primavera jugueteaba con ráfagas de viento fresco y amplias sábanas de sol. De repente uno de los niños interrumpió la concentración y con algarabía señaló la silueta que ingresaba por la parte norte. Una luz de relente se estiliza con movimiento de ángel cual espejismo de alas por el césped de la cancha de fútbol.
No caminaba, flotaba: mujer alta, cabello largo y ondulante, bluyines, blusa blanca. Luz alrededor. Pájaros multicolores, evanescentes. Se acercaba con lentitud. Su figura crece con el rítmico y despacioso movimiento. Su estatura…el halo de esplendor que la protege cortaba en dos las luces añilmagentapúrpuras de la tarde. Despacio, boquiabierto igual que los muchachos, fue incorporándose. Allí, frente a frente, estaba la mujer largamente esperada. Y, sin embargo, en aquel momento soberbio, no supo qué decir.
No supe qué decir, su belleza confundía y desautorizaba. Nunca había tenido de frente a una mujer tan hermosa, tan orgánicamente mujer. ¡Nunca! Su garbo se transparentaba por todos lados: enormes ojos de venadilla extraviada en la niebla, jadeantes pechos, largas piernas, pero sobre todo el ondulante, ensortijado y castaño cabello suelto al viento cual bandera libertaria. Ahora evoco ese momento y trato de corresponderlo, pero realmente se me escapa, no logro asirlo ni describir la presencia avasalladora de aquélla mujer que, no obstante, era la más tímida y tierna que hasta entonces había conocido.
Un año tenía de haber regresado a la ciudad natal, desahuciado, perseguido por las recientes acciones políticas. No conseguía trabajo hasta que probó en el Ministerio de Educación. Necesitaban un profesor de educación física para cubrir un permiso en una escuela, justamente donde había cursado el tercer grado, en los años mariposa de la niñez, cuando saltaba de un centro educativo a otro debido a la movilidad familiar. Su experiencia en el fútbol y algunos cursos en la universidad lo dispensaban para el cargo. La brega con niños no era fácil, pero ni modo, debía ganarse el pan cotidiano para poder reinsertarse, por algún tiempo, en la casa de sus padres. Sin embargo, no dejó de lado su afición poética y continuó pergeñando versos hasta que logró conocer a Frank y a Francis, jóvenes poetas locales a quienes convenció para fundar una revista.
Fue precisamente a través de la publicación que logré conocerla. No sécómo llegóuno de los primeros ejemplares a sus manos, allá en el departamento de extensión cultural del centro universitario donde hacía un año laboraba. Nunca lo supe. Ella tampoco. Lo cierto es que telefoneóal único número que aparecía en la misma, el de la casa de mis padres, y nos citamos para coordinar lo concerniente a un recital poético en la universidad. Asífue el inicio: la revista nos contactó, o para decirlo de manera más exacta y pedante, la poesía nos unió.
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Al saltar del autobús el calor del mediodía de la bajura guanacasteca le abofeteócon furia. La estación mostraba el típico colorido mesoamericano con la morenez de transeúntes y la algarabía de ventas de todo tipo, especialmente juguetes y cacharros made in china. Caminó por la acera colmada de vendedores y pasajeros que iban y venían. El sol arreciaba en su cenit con una luz cegadora que vulneraba los lentes oscuros. Desde el parqueo una mujer blanca y hermosa, demasiado hermosa, le saludabacon una gestualidad inconfundible. ¡David, David!. Recostada al soberbio mercedes benz color gris anunciaba su omnipresencia como la patrona del lugar. Vestía short de curvada blancura, blusa color rosa de satín y sandalias. Se abrazaron con displicencia. Sube, ordenó.
El aire acondicionado contrastaba con las calles polvorientas de la ciudad chorotega, pero brindaba una frescura propicia para su atuendo urbano: camisa de mezclilla, jeans, botas vaqueras. Día de comercio donde resaltan las vendedoras de tortillas y los chinos con sus tiendas y pulperías. La nave se desplaza por el colchón de aire caliente de las calles colmadas del centro de Nicoya. El silencio largo de sombras arboladas con tonos rojos, verdes, amarillos y figuras que van y vienen es interrumpido por ella. Lina estuvo muy mal. Le dieron la salida hace tres días…Anorexia. Tiene un faltante químico en el cerebro que la deprime y la lleva a no consumir alimentos…Ahora estámuy bien, muy mejorada, pero estaba así, en los puros huesitos. No hay que mencionarle nada de esto, por favor.
La casa solariega en uno de los barrios exclusivos abría sus anchas alamedas cubiertas con veraneras y palmas de todos tamaños hacia una inmensa cochera. El fresco era benevolente gracias al emparrado de numerosas plantas y de un jardín con poyos, cítricos y árboles de mango. Ingresaron a la sala, luego a un espacioso comedor/cocina. La mesa ya estaba dispuesta. Una señora delgada con delantal y vestido de blanca pulcritud se presentócon una venia. Ella es doña Ethel la empleada. ¿Quétenemos? Gallina al horno como lo mandóla señora. Bien, en diez minutos almorzamos.
Le guiópor un largo zaguán hasta el patio interior donde una amplia terraza con pequeño comedor se abría a otro jardín de varias arboledas que cubrían un extenso potrero hasta las serranías alláa lo lejos. Acádesayunamos. Le indicóuna escalera de caracol. Ascendieron. Tengo dos pequeños apartamentos para visitas y a veces los alquilo para ayudarme. Es una casa muy grande para una mujer sola. ¿Y Lina? Bueno, con una hija. Al lado vive un joven abogado de San José, su novia lo visita a veces los fines de semana. Puedes lavarte y ponerte ropa fresca; cuando estés listo baja para almorzar. ¿Y Lina? Ella regresa más tarde, anda en la finca.
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El dialogo estuvo poblado de silencios más que de palabras. Sin embargo, la mímica, las miradas, los nerviosismos, eran más que elocuentes. Tomamos un caféen casa de mis padres donde le mostréalgunas ediciones de Trapiche, la sencilla revistita que hacíamos con alma, vida y corazón. Le gustó, alabónuestro esfuerzo provinciano en un sitio donde una impresión a rodillo podía hacer la diferencia para la cultura y literatura regionales. No comprendióen mucho mis observaciones sobre la aridez del asunto en tierra de ganaderos y comerciantes.
Pero accedióa mi invitación. Le encantaba bailar, actividad que no era mi fuerte. No sépor qué, pero fue lo que se me ocurrió, quizás pensando en el lance con las ventajas comparativas de la oscurana en la cueva. Lo cierto es que el convite iba hacia adelante y debía sacar pecho. Al final nos decidimos por El Minero dado que algunos de sus compañeros de la universidad lo frecuentaban. De hecho esa noche había varios allíy uno de ellos le haría raid hacia su casa en la sede regional a 15 kilómetros del downtown.
Era, ciertamente, como bajar a una mina reanimada por la música y el bullicio del color psicodélico. Las luces multicolores inundaban el local ubicado en el sótano de un edificio de tres pisos que albergaba cuatro niveles de diversión. Además de la discotheque, en el primer piso La Yunta, restaurante con especialidad en carnes, en el segundo bar El Arriero y de remate, arriba, para apreciar la noche cuando no aparecen la niebla ni la lluvia, un barcito íntimo denominado La última copa.
Luego de un par de piezas de Willie Colón y las Estrellas de Fania, donde demostrémis habilidades salseras, vino el lanzamiento de la cuerda por los The Moody Blues: Nigths white in satin. Entonces la toméde la mano y salimos a la pista, rodeésu delgada cintura y sentísu aliento y esa silueta esculturada que penetra mis ensoñaciones y ya nunca me darátranquilidad. Sus pechos, harto generosos, temblaban con suavidad a pesar de su extraordinaria solidez mientras se apretujaban contra mi creciente corazón. Sentía su piel y su respiración in crescendo con la mía y con mi excitación calle arriba. Alucinaba con una belleza que, hasta entonces, no se me había permitido. A mitad de la pieza nos besamos y todo el local dio vueltas como un caleidoscopio cósmico donde observéla Vía Láctea con su profunda y escarchada funda azul, con su infinita lluvia de plateros.
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Luego del almuerzo,David no pudo consumar la siesta que tanto apetecía; la noche anterior había estado de farra con la bohemia artística más violenta de San José. Livia, de armas tomar, subióal pequeño apartamento ataviada con un baby doll sobre un sutil bikini que transparentaba su escandaloso cuerpo, ahora un tanto más regordete, es cierto, pero no por ello menos seductor. ¡Ah, nosotros los de entonces ya no somos los mismos! Primero lo invitócon vehemencia a conocer su habitación y luego, ya totalmente desinhibida, lo acosóen profundidad con insinuaciones y zalamerías. Hubo de oponer férrea resistencia para no caer en la tentación. Quizás sin el cansancio y la modorra del calor pampero hubiese sucumbido a las artes voluptuosas de la enardecida mujer. No había venido para eso. ¿O sí? ¿Quése proponía? Al final Livia desistióofuscada y ofendida.
Lina llegó con la caída del sol. Era una chica bella, demasiado bella para sus quince años. Delgada, ciertamente, con cicatrices invisibles pero notables para el buen observador de universos íntimos, debido a sus padecimientos y al ayuno forzado. Su mirada, triste como la de Michelle Williams, pero obscura y protegida por una exuberante cabellera negra y ampliada por un rostro de tersura casi infantil, era el signo revelador de una vida interior agitada y en permanente ebullición. No obstante, hacia afuera proyectaba paz y armonía, una suavidad extraña que contrastaba con la de su bulliciosa, provocativa y altanera madre.
La sorprendióen la mesa redonda de la terraza; estaba concentrada en la lectura. Sus pasos en la escalera la perturbaron momentáneamente. ¡Hola, supongo que sos Lina! ¡Hola, supongo que sos David!, respondióluego de un breve silencio con una sonrisa adolescente no exenta de sensual espiritualidad. Se estrecharon la mano. A ambos les parecióese ritual sabido, como si se conociesen de muchísimos años atrás. Hacía cerca de 10 la había visto por última vez en Ciudad Quesada, poco antes de que se trasladaran a Guanacaste. ¿Quélees? La Casa de los espíritus. Ah, es una buena novela, la mejor de esa autora. Sí, me la recomendóuna de mis profesoras. ¡Buena recomendación! ¿Puedo sentarme? ¡Claro!
La tarde agonizaba; a lo lejos un resplandor rojizo con encantamientos de escarlatas y pedrería barroco/parnasiana bajaba con parsimonia hacia el mar. Lina, un tanto atropellada y a solicitud del visitante, narrósus peripecias en la secundaria asícomo sus anhelos de estudiar periodismo en la universidad. ¿Te gusta escribir? Pues sí, pero todavía no sécómo hacerlo. ¡La única forma de escribir es escribir! Y leer, eso sí, ¡leer mucho, mucho mucho!, leer libros y aprender a leer el mundo. ¿Usted escribe verdad? Pues eso dicen…¡Pero ha publicado muchos libros! Dos o tres…¿Te gustaría leerlos? ¡Sí, claro! Ya los verás…¡Y hace cine ¿verdad?! Pues sí…¿Y actúa también? Sí, he actuado…A míme gustaría ser actriz, ¿sabe?
Las primeras sombras la obligaron a levantarse para encender las luminarias eléctricas. En ese momento se integróLivia. David percibió un imperceptible mohín de disgusto en Lina. Para suavizar la atmósfera David propuso, dado que estamos en vísperas del día de la madre, invitarlas a cenar esta noche para agasajar a madre e hija. ¡Ustedes escogen el lugar! ¿Le parece comida italiana?, soltóLina. Por supuesto, me parece. ¿Y a la mamá? Es que ella solo come pizza, no come nada más. No es cierto, otras comidas también…Ves, siempre me estácontradiciendo con la comida. ¡Y con otros asuntos ni se diga! Bueno, bueno, espero que esta noche la pasemos muy bien y celebremos este encuentro. ¿Les parece?
Venecia de San Carlos, Costa Rica, 1958.
Sus últimas publicaciones incluyen los siguientes títulos: Leningrad/Puerto de Arenas (Poesía, BBB Producciones, 2020); Poemas para Nicaragua (Poesía, BBB Producciones, 2020); Los ojos del antifaz (Novela, BBB Producciones, 2020, Quinta edición); Lina (Novela, Editorial Arlekín, 2021, segunda edición); Dulce San José, Editorial Arlekín 2021, segunda edición). Fue profesor catedrático e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica donde dirigió la revista FRONTERAS y el Encuentro Internacional de Escritores, coordinó la Cátedra de Estudios Culturales Luis Ferrero Acosta y el programa Miércoles de Poesía, así como el taller literario y la revista del mismo nombre.