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Cuatro torres quieren matar a mi madre

30 noviembre, 2015

Moira Nardi

– Con el habla coloquial y una anécdota cotidiana, los personajes de este relato de Moira Nardi, dan cuenta también de lo cotidiano del miedo en una ciudad como Buenos Aires. En el diálogo, también un tanto dislocado entre madre e hija, asistimos a la firme aceptación de lo seductor del caos de una metrópoli latinoamericana, en comparación al supuesto orden de una ciudad como Estocolmo.


Moira Nardi

Mami repite una y otra vez,  “el cuerpo del delito” . A la tercera vez la interrumpo y le pregunto a qué se refiere. Me dice, “es el calefón, ese es el cuerpo del delito”. Hoy me llamó para contarme que la quieren matar. Son cuatro las torres y quieren matar a mi madre. El asunto es serio así que no se por qué adquirió para mí tonos de tragicomedia. Me van a linchar, me cuenta. Y ahí nomás se explaya en los golpes a su puerta, los vecinos que no la saludan, las amenazas que le dejan por debajo de la puerta en forma de dibujos de tumbas y cruces. La escucho, sí, la escucho. Son cuatro torres, son muchas familias, sin gas, nada de gas, nada, por nueve meses, más o menos dice.  Y sucedió así: el calefón del vecino tenía “como explosiones”, muchas, seguidas. Y ese calefón está pegado a su pared, ella lo oía tanto hasta que un día no aguantó más. La preocupación se hizo miedo. El miedo obsesión y de allí al pánico, sólo bastó una última mañana de ansiedad y aburrimiento.  Se imaginó que todos volaban por el aire. Así como la tragedia de Rosario me recuerda, “¿viste lo que siempre pasan por las noticias, de los edificios que vuelan por los aires?”, pregunta.  Yo no vi, pero sí me acuerdo lo de Rosario, la tragedia por el escape de gas que mató a tantos y que sacudió al país.  Entonces ella llamó a Metrogas, que en una muestra de extrema precaución, cortó el gas ni bien ella colgó el teléfono. Así fue que en las cuatro torres de mi madre, dejó de haber gas. Es decir, nadie podrá cocinar, bañarse o apaciguar el frío del invierno con gas. Poco a poco le fue creciendo el miedo, no el miedo originario a explotar, sino el que le vino después, cuando todo fue empeorando seguido de su llamada a Metrogas. No habló con el vecino previamente a la denuncia porque “no paga las expensas” y ahora ese desgraciado tiene un termotanque, nadie tiene termotanque porque son carísimos, está el tipo mejor que todos”, agrega mi madre.  Y no dice “el tipo está mejor que todos” sino “está el tipo mejor que todos”, mi madre es diferente al hablar. Sí. A veces sólo habla en diminutivos: “estoy con un saquito por el frío en este departamentito chiquito”. Otras, cuando atiende el teléfono por ejemplo, no saluda como suele hacerse, sino que pasa a contar lo que venía haciendo: “estoy poniendo la comida en el horno porque tengo que cocinar ya” y ese es su no-saludo.  En lo que respecta a las cuatro torres, es así que en  ellas nadie puede bañarse, ella tampoco, me cuenta, apenas si logra una ducha rápida con un calentador de agua eléctrico que pudo comprar, pero con el que no puede lavarse la cabeza, porque se acaba el agua caliente enseguida.  Le vino un resfrío horrible porque el agua no calienta bien. Después, y debido a las amenazas y al susto que le dio, comenzó a marearse, tan así que no sale ni viaja a buscar plata donde la dejó, en Estocolmo y es que además, día a día Metrogas rompe algo en las cuatro torres para arreglar el desarreglo. Por momentos se le ocurre decir, “uy, qué desastre para los demás”, que es cuando logro decir un tímido, “y sí ”, pero no, ese sí le molesta mucho y se pone a decir sin pausa, “es que prefieren volar por los aires”. Se me ocurre pensar mientras la escucho,  “en Buenos Aires nos gusta volar por los aires”. Es cuasi poético como voy imaginando mi ciudad, ahora que la elegí también para el retorno, volar por los aires como vuelan las mujeres de Chagall.

Mi madre quiere irse del país otra vez. Ya se fue muchas veces y otras tantas regresó. ¡En Estocolmo todo funciona tan bien! Pero hay tanto lío en las cuatro torres que no puede partir, no puede ni siquiera huir una vez más. Es que hay miedos y cosas horribles que pueden pasar porque todo está mal acá, la gente no se da cuenta, me dice, no piensa. Entonces veo el círculo que nunca se abre, gira, gira, gira, es imparable, estamos colgados de él y vamos dando vueltas sin poder salir, repitiendo, rodando, buscando el movimiento que no avanza, sólo se mueve alrededor del miedo que lo hace todo pequeño o tremendamente enorme y así, así de grande e imposible.

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Moira Nardi, Nacida en Nueva York, es Licenciada en Psicología Clínica de la Universidad de Buenos Aires con especialización en Psicoanálisis. En Estados Unidos estudió la carrera de Literatura Inglesa en California State University Los Ángeles además de una maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). Actualmente trabaja como psicoanalista en Buenos Aires, donde además de escribir textos de ficción, conduce talleres literarios y realiza traducciones