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Cómo verle la sombra al viento vol. I: Anotaciones a la Banana Republic (S.E., 2015)

26 enero, 2016

Marcel Jaentschke

– Marcel Jaentschke (Managua, 1992) recientemente publicó la novela ‘Anotaciones a la Banana Republic’ (Seiura Ediciones & Centro Cultural Latinoamericano de Finlandia), primer volumen de la trilogía Cómo verle la sombra al viento. Carátula tiene el gusto de presentar a sus lectores un capítulo de la novela. 

a Tribute

Capítulo 29

La carrera literaria de Alfred Valley (Arkansas 1952-Coralio 2010) se remonta al año 1980, cuando alquilaba un monolocal no muy lejos de la parte industrial de Chelsea, e impartía un curso de Historia Moderna en Chelsea University of Modern Arts. En aquel entonces el joven poeta norteamericano se interesaba principalmente por experimentar la diáspora en lo que él reconocía como el agujero negro de la tradición, y sus preocupaciones estéticas versaban en la pureza y la ingenuidad, obsesiones que, según Harvey K. Richardson alcanzan horizontes radicales en sus primeros textos (R. H. 1993), que por todo lo demás son mayoritariamente de corte metafísico.

Antes de esta época no se conocen publicaciones suyas, y su nombre no es pronunciado en ningún círculo literario estadounidense o británico.

Una estrofa apocalíptica de John Down y una mala lectura de un silogismo enunciado por Francis R. Stuart, hacen que la audaz pluma de Valley se encienda y se transfigure en una prolífera obra que en poco tiempo llega a ser comentada por algunas autoridades culturales. Es ese el caso del volumen de poesía titulado Kaleidoscope or Shining Poems for a dislexic child (Penguin Books, 1981), obra merecedora del primer lugar en el Certamen Literario William. H. Scoth, donde sin abandonar las causas metafísicas tradicionales, su preocupación por la pureza adquiere las proporciones de una empresa grotesca cuando en una sixtina germana, es decir, con síncopa en la tercera y quinta tónica de cada verso blanco, describe a cabalidad cómo un espectro de luz es arrebatado de su condición virginal por un empalador demoníaco, atrocidad que por otro lado se plantea como la única forma de redención a lo largo del texto.

El libro es bien recibido y le vale el espaldarazo de D. J. Enright, con quien mantendrá una larga relación epistolar mientras el autor de History of world languages reside en Singapore. Se amenazan constantemente rayando en el homoerotismo y planean un posible viaje de Valley a Asia que nunca llegará a concretarse, al menos no mientras D. J. Enright esté vivo.

La obra, tal como indica el título, está estructurada como un caleidoscopio, por lo que algunos poemas son simplemente deformaciones silábicas de otros poemas que en realidad son espejos de algunas estrofas de Thomas Hardy.

De temática sombría e inusual para la situación de la poesía anglosajona embobecida por el beat, el realismo sucio y la melancolía de los neo-clásicos, en su caleidoscopio de monstruos Valley consigue enunciar los pilares formales que acompañarán todas las creaciones de su primera etapa como poeta: brevedad y desgracia. Él conoce su tradición, ha estudiado a los clásicos y contrario a la mayoría de poetas primerizos, él no escribe bajo ningún afán si no es la certeza que el mundo está por acabarse. Lo cual le da una o dos cabezas de ventaja. Escribe, por decirlo de alguna forma, a la velocidad de la luz, en continua desesperación, sin miedo. No pavonea como todas las orquídeas-titánicas que se dedican a plagiar a Eliot. Él se dirige a la muerte con los ojos abiertos, sin sábanas, a sabiendas que es el único lugar al que realmente nos dirigimos. No tiene reservas al conversar con los cadáveres de su lengua, guardando cierta distancia, que por otro lado es la única manera en que uno puede hablar con un cadáver, actitud por la que se las verá con un par de granujas literarios, quienes miran en su obra pretensión y arrogancia, que para él no es más que responsabilidad y un poco de sentido común.

En la última sección de sus Poemas resplandecientes para un niño disléxico, titulada Epicrisis, arremete con una descripción en prosa poética de algunos retratos del romanticismo inglés de pequeños monarcas. Los infantes, según la posición del autor, ejemplifican el único criterio de maldad pura, donde la fórmula socrática: MAL = IGNORANCIA se materializa a través de episodios fantasmales, junto al semblante tierno de los jóvenes monarcas (representantes del poder y la fuerza) que concilia la ingenuidad y la gracia del niño (entendido aquí tal cual sujeto creador) con la crueldad de un legado y la pesadilla de un nombre, aceptando en la inconsciencia una habitación repleta de piedras y de espinas y una forma de enmendar las transgresiones de los pequeños nobles. ¿Cuál es esa forma? Valley nunca lo deja claro.

Los tres últimos retratos salvajes, titulados Apéndice, son de corte renacentista y consisten en piezas curadas por Tiziano, quien por otra parte no ayuda a aclarar las cosas: en algunos casos Valley coquetea con el gore y los semblantes tiernos de los jóvenes monarcas se transforman en gesticulaciones de dolor y desamparo, en lágrimas y fluidos, que por todo lo demás, son aplaudidos por la crítica que reconoce en ellos algo innovador.

Alfred Valley nació en Charleston, Arkansas, en el seno de una familia bautista, 8 años después de la II Guerra Mundial. Durante su infancia conoció muy bien la hostilidad del mundo y las máscaras que éste nos hace asumir. Los dos últimos versos de Caleidoscopio… que sirven de epígrafe de la primera parte de esta novela, serán inmortalizados por Björk en 2018:

And the lack of will rises as a nuclear wave
over the mountains of silence

En 1984 deja de trabajar en Chelsea y abandona el Reino Unido por razones inciertas. Se traslada a Filipinas bajo la identidad de Alfred Hasenfus, utilizando el apellido de soltera de su madre. Lo que hace en Filipinas tampoco está claro. Se sabe que consigue empleo en una escuela secundaria privada, donde asisten todos los hijos de los agregados militares norteamericanos y europeos, en el marco de la campaña militar de occidente en el pacífico asiático. La escuela se encuentra en Manila, y durante los primeros días la ciudad le parece una versión pre-industrial de Rudyard, Wisconsin, el pueblo donde vivió de los 14 a los 16 años, bajo el cuidado de su tío materno, Arthur Hasenfus, cuando su padre estaba sirviendo en South Korea.

A los pocos meses de llegar a Filipinas empieza a estudiar filipino y español. No tiene problemas con el filipino, pero su español es un atentado a la lengua.

Se sabe también que en esa época viaja por el pacífico sur asiático. Conoce Boracay y otras islas del sur de Filipinas, del mismo modo pasa una breve estancia en Laos y Cambodia. De ese viaje surge el poemario Revelaciones en el agua oscura (Philippine’s Ink, 1985), que será traducido al español por A.G. Porta en 1997. Contrario al caleidoscopio, en el Agua Oscura ahondan poemas cuya razón de ser es el horror puro. No hay aquí una capacidad de redención. Si en su primera obra Valley nos mostraba una versión demasiado humana del mal, ahora su misión es privar a la estética del mal de un contexto, des-significar la maldad y el horror a través de una maquinaria lírica.

Falla descomunalmente en el intento. Sin embargo la crítica lo perdona y un tipo llamado David Sheperd que cultiva un estilo literario autodenominado ‘ecléctico’, escribe una reseña bastante amigable sobre el poemario para El Deshusadero, una revista de música y literatura que circula en la escena punk del Reino Unido y que cuenta con cierta credibilidad.

Una vez más el libro concluye con una sección llamada Epicrisis (II), pero ahora las descripciones en prosa poética funcionan como disecciones de jóvenes monarcas españoles (entre los 13 y los 18 años) pertenecientes a las familias poderosas de la corona en la época de la colonia española en Filipinas. Aunque esta vez no tiene reservas en dedicarle un espacio considerable a las descripciones de jóvenes aborígenes filipinos que realizan trabajos forzosos a la espalda de los núbiles monarcas, quienes sonríen apacibles mientras son retratados por pintores desconocidos cuya técnica es cuestionable. Los jóvenes filipinos, nos detalla la pluma de Valley, simbolizan una bondad despreciable para la verdadera gracia poética, una bondad sonsa de colonizado patético que no puede sino odiarla y castigarla desde el fuego que es la poesía verdadera.

Se reconoce una clara hostilidad racial que le valdrá el repudio de los círculos más liberales de la poesía estadounidense. En el Reino Unido la acotación racial pasa inadvertida. El resto del mundo tampoco se entera.

Habla en algún momento del poemario sobre una revelación, sobre la danza del trueno y la justicia, sobre una cruz embarrada de sangre y de mierda, sobre una espada de caucho derritiéndose con el sol del trópico, sobre una moneda que regresa al orfebre, sobre un atardecer cuya tonalidad simula el rojo oscuro de la carne sin salar. Habla sobre el tiempo y sus desviaciones, sobre las estrellas y uno que otro fantasma, sobre las derrotas y los castigos.

Ese año (1985) una banda de punk de Liverpool llamada Time-Lapse, en la que una guerrillera y poetisa nicaragüense fungió como vocalista mientras se encontraba en el exilio en la década del 70, le rinde un homenaje a Valley y musicalizan algunos retratos de Epicrisis y Epicrisis (II).

Ocurre algo en Manila. Deja de trabajar como profesor en la escuela secundaria. Regresa al Reino Unido. Pero antes viaja a través de la costa este de los Estados Unidos, donde se encuentra con su madre y con su tío, quienes en cierto momento le dan la impresión que están siendo destruidos por el polvo del campo, como suele ocurrir con la gente vieja.

Trabaja brevemente como cartero para costear los gastos de su viaje. Se hospeda en casa de su primo, Eugene Hasenfus, quien sirve en el ejército y también en la Agencia. Comienza a redactar los primeros bocetos de Memorias del soldado, la novela de corte épico que escribirá a lo largo de toda su vida y que nunca verá publicada.

El texto trata las intermitencias de un soldado norteamericano que lucha en el caribe de Centroamérica para derrocar a un gobierno comunista que es respaldado por la Unión Soviética. Está claramente inspirado en las anécdotas bélicas que su tío cuenta sobre su primo Eugene, o Gene, como solían llamarlo, sin embargo la parte más sombría será la mitad de la novela, que se compone de una serie de cartas y telegramas enviados por un viejo marine que narra una historia inspirada en su padre, Richard Valley, quien sirvió en Pearl Harbor, donde se enfermó de peritonitis una semana antes del ataque de los japoneses.

Al regresar al Reino Unido (1986) se asienta en Brighton, donde empieza a impartir clases de Historia en un instituto de secundaria. En esa época vuelve a cosechar su pasión por las largas caminatas en el bosque. La geografía de Brighton y la cercanía de Black Forest se prestan a su interés. No tiene reservas y en breve comienza a encargarse de las actividades recreativas del instituto, que incluyen muchas giras de campo.

De esta época es la colección de relatos titulada Itinerario en el bosque oscuro (Penguin Books, 1987), que también será traducida por A.G. Porta en 1999. Esta obra es considerada el primer proyecto maduro de Valley; ya aquí no queda espacio para cursilerías como la ingenuidad y la pureza que limitaron sus primeras creaciones poéticas. El texto se compone de 8 relatos que se desarrollan en Black Forest en una línea de tiempo que va de 1888 a 1976. Los personajes y las historias varían desde una pareja de adictos en recuperación que están rabiando por un destino, un par de niñas mormonas que se pierden una noche de otoño y buscan resguardo en una cabaña abandonada que poco a poco hilará todos sus miedos como si se tratase de una telaraña, un científico judío que lucha en contra de su homosexualidad y decide terminar con su vida ahorcándose desde un roble que por todo lo demás es descrito como el árbol del Edén, un grupo de prostitutas que consumen LSD y se dan cuenta que las cosas realmente no importan, un taxista negro que es ajusticiado por la juventud aria, un expendedor de metanfetaminas que precisa el ajusticiamiento y redime sus pecados enterrando el cuerpo del taxista negro, un sacerdote de ascendencia apache que podría comenzar el Apocalipsis zombie pero se equivoca en sus cálculos y termina calcinado en un pequeño laboratorio artesanal que se ubica en Black Forest, tras una explosión de químicos que extrañamente nadie escucha, y La Merma, que más que un relato es considerado un monólogo dramático, como lo entendía Chesterton, donde se funden dos épocas y dos tradiciones de cara a un horror universal, una historia enigmática que cuenta los pormenores de un psiquiatra que rodó estudios sobre la utilización de terapias conductistas en reos y soldados en 1923; simultáneamente es 1940 y el mismo psiquiatra, ahora maltratado por las décadas que no han pasado en vano, aconseja en una oficina privada a un joven empresario alemán, que al principio se nos presenta como el poseedor del Bosque Oscuro, o al menos el que lo posee legalmente, pues al final terminamos por entender que el Bosque Oscuro es el que posee a todos los personajes, incluyendo al joven empresario quien está muy deprimido ya que acaba de perder mucho dinero tras invertir en el mercado de frutas tropicales en Centroamérica, liderado en ese entonces por una transnacional con sede en Boston cuyo CEO acaba de suicidarse, saltando del 16vo piso del Empire State.

La forma en que articula las ocho historias en una gran Historia (que es la historia del Bosque Oscuro, entendido aquí como una metáfora de la muerte y el desamparo) es ciertamente ingeniosa. Los relatos no están exentos de acotaciones que conectan algunos cabos sueltos de la tradición anglosajona. Así, en las historias que se van narrando al margen de la gran historia del Bosque Oscuro, presenciamos a T.S. Eliot forcejeando con V. Woolf. Y la victoria es de Woolf, por supuesto.

Nuevamente ocurre algo y Valley abandona su empleo en Brighton. Migra a España en 1988. Viaja por Madrid (que le parece insoportable), Sevilla, Andalucía, el país Vasco y Barcelona. En un festival conoce brevemente a los poetas chilenos Bruno Montané y Pedro Lemebel. Intenta, después de una conferencia sobre Bukowski que se imparte en Casa de las Américas, proponerles a los dos poetas chilenos que hagan un trío con él. Lemebel se ofende y le escupe el rostro. Montané es indiferente y pretende que nada ha ocurrido. Otro escritor chileno se levanta y ríe y habla sobre un personaje suyo llamado Padilla. Valley está ebrio y dice que de seguro se trata de un tipo consagrado al Dios de los Homosexuales. El tipo vuelve a reír y dice: Has dado en el blanco. Después todos hacen el amor, menos Lemebel quien continúa ofendido y se dedica a fumar crack en el balcón del departamento de Montané durante toda la madrugada.

Hacia 1989 consigue asentarse en un monolocal cerca del Barrio Gótico, y comienza a vender botellas de plástico que recoge en las avenidas principales junto a un grupo de latinoamericanos indocumentados. Abraza la pobreza y la calvicie simultáneamente. Cae el muro de Berlín. No deja de escribir. Le espera el hambre hasta 1991, año en que muere su madre y le deja una serie de propiedades en Estados Unidos, lo suficiente para que no vuelva a preocuparse por un trabajo.

El 15 de noviembre de 1992 regresa a Estados Unidos a arreglar sus papeles. Dos semanas después viaja a Indonesia donde residirá hasta 1998. De esa época son las novelas El hacha y la espada (Back Bay Books, 1993), Días de fango (Back Bay Books, 1996), y el poemario Habitación Max (Penguin Books, 1997).

En 1999 publicará su obra más significativa Rayos X para el antifaz (Back Bay Books), que le valdrá una demanda por parte del estado de Arkansas y la candidatura de un Pulitzer con el que siempre soñará y que jamás le será concedido. Por motivos legales no nos referiremos a la obra.

Después de esto aparece un intervalo de silencio. Y se acaban las publicaciones y las conferencias y los viajes al Reino Unido para encontrarse con viejas amistades de las faunas literarias británicas. Se acaba el glamour, o mejor dicho la pequeña ficción del glamour que un día empapó su nombre. Lo único que se sabe es que trabaja como profesor horario en el Colegio Americano de Indonesia. Que colabora con Joshua Oppenheimer en la realización del guión de un documental que llevará por nombre The Act of Killing, el cual no llegará a ver. Que no deja de escribir. Que en su tiempo libre realiza expediciones por la densa selva de Indonesia junto a sus estudiantes y uno que otro aprendiz de poeta. Que se reconoce en una biografía literaria que toma parte en una novela escrita por el poeta chileno (quien ahora es un novelista de éxito, traducido al inglés, quien abarrota los estantes de las librerías estadounidenses) con quien compartió la noche y la verga de Montané en su breve estancia en Barcelona. El asunto se eleva a categoría de pleito o de chisme literario que en el gremio significa básicamente lo mismo, y eso marca la finalización de su amistad con A.G. Porta, cercano a todos los autores mencionados, quien ha traducido dos de los libros de Valley y se encontraba trabajando en el tercero cuando estalló de todo.

En 2002 se traslada a Anchuria, país centroamericano destruido por el narcotráfico y la industria bananera; todos concuerdan con que aparenta haber encontrado la felicidad. Se sale de los radares. En 2008 abre una cuenta de Facebook y se empecina en construir una imagen cimentada en la dicha del caribe. En sus fotografías de perfil lo vemos por lo general tomando mojitos, o piñas coladas, vistiendo bermudas y camisas ligeras, siempre con un Panamá-Hat, en alguna playa paradisíaca.

En 2010, en una pequeña ciudad llamada Coralio lo encuentra la infamia.

Valley conoce la zona y sabe cómo los locales manejan los escándalos. Basta darle un vistazo a la turbulenta historia anchuriana, partiendo del misterioso suicido o más bien ‘ajusticiamiento’ del Presidente Miraflores, en 1904, y el caricaturesco complot de una serie de gringos locos por crear una historia de detectives que les permitiera recuperar un botín estatal que en aquel entonces significaba un tercio de la riqueza del país, hasta el golpe a Zelaya y la ola de desaparecidos auspiciada por los golpistas y los militares, que para empeorar las cosas son profundamente católicos o evangélicos, es decir, cuentan con la gracia y la luz; basta eso para temer lo peor. Contrario a lo que todos creen, Valley no es un idiota y conoce muy bien la realidad centroamericana, en sus 8 años como residente norteamericano en Anchuria se tomó vacaciones durante largos períodos en Guatemala, El Salvador, Panamá y Nicaragua. Incluso colaboró con la realización de campamentos en algunos colegios centroamericanos que son parte de la Asociación Internacional de Colegios Americanos. Sabe que trasladarse a una vecina nación no es una opción. Al mismo tiempo piensa que it is characteristic of this buoyant people that they pursue no man beyond the grave.

Ocurren cosas. Regresa a Estados Unidos. Se refugia en la casa de su primo, Eugene, quien ha muerto de un ataque cardíaco en el 2009. Lo recibe Sally Hasenfus, la viuda que negoció con la Agencia y con el embajador norteamericano en Nicaragua durante la captura del asesor Yankee. No hablan mucho, solo lo estrictamente necesario y tres días después de su llegada, un 12 de marzo del 2010, se vuela los sesos con una escopeta que Gene solía usar para cazar venados. No deja ninguna nota. Sally encuentra el cadáver y luego que lleguen las autoridades es ella (la viuda del asesor Yankee que fue prisionero durante la Revolución Popular Sandinista) quien tiene que limpiar los pedazos de cráneo y cerebro que se pegaron en las cortinas del cuarto de huéspedes. La forma en que el poeta consiguió salir de Anchuria es brumosa y se fue con él al infierno de los pedófilos. Tampoco se sabe cómo hizo para moverse adentro de los Estados Unidos, aún después de haber sido circulado por la Interpol.

En 2011 una editorial indie publica su novela póstuma, Memorias del soldado, cuyo prefacio sorpresivamente es escrito por Montané. El texto está plagado de referencias a su primo Eugene. El capítulo que Valley no alcanza a escribir lleva por nombre Epicrisis (III). A lo largo de la novela nos damos cuenta que Alfred Valley es solo uno de los tantos personajes de Keneth Smith, el narrador de las Memorias del soldado, quien a su vez es un personaje de Alfred Hasenfus, el verdadero autor detrás de todas las máscaras.

Los crímenes que le valieron la infamia en Coralio y eventualmente en todo el mundo, aclara en algún momento de Memorias del soldado, “son parte de algo más grande; funcionan como elementos de un performance…”, cuyo significado jamás consigue explicar.

Al no tener herederos, su cuñada Sally Hasenfus es la honoraria de una obra que, contrario a lo que todos esperan, pasa inadvertida. El mundo entonces intenta olvidarse de todo y no puede. Siete años después se hace público un álbum de fotos que Valley conservó hasta el último momento. En la portada del álbum aparece un niño nicaragüense de unos 8 años vestido como San Sebastián, en posición de sufrimiento; si uno presta la suficiente atención a la fotografía puede reconocer la minúscula erección que exhibe el infante.

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