manuel obregon

«Francisca Sánchez, acompáñame!»

29 enero, 2016

Manuel Obregón

– Nuestro amigo y colaborador Manuel Obregón nos ha hecho llegar estos documentos sonoros extraídos de las declaraciones que hiciera a Don Antonio Oliver Belmás, profesor de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras y primer director del Archivo «Rubén Darío», Doña Francisca Sánchez, compañera de Rubén Darío de 1899 a 1914. Una verdadera joya que Carátula tiene el gusto de presentar a sus lectores con motivo del Centenario de la muerte de nuestro gran poeta. (Para escuchar el audio, dar click al enlace)*



Documento sonoro 1
:

  • Transcripción
    • Antonio Oliver: – Doña Francisca, tenemos aquí con nosotros a una universitaria norteamericana, la doctora Evelyn Uhrhan de la Universidad del Estado de Dakota del Sur en los Estados Unidos, y quiere hacernos algunas preguntas en relación con Rubén Darío y con la propia vida de usted. – ¿Recuerda usted, doña Francisca, de qué modo conoció usted a Rubén Darío y en dónde? Francisca Sánchez:
    • Francisca Sánchez – Sí, señor. Recuerdo dónde lo conocí. En la Casa de Campo. Allí le conocí, en la Casa de Campo. Muy simpático. Me impresionó porque era un señor alto, buen mozo, guapo, respetuoso. Les obsequié. Se reían y me echaban piropos. Les obsequié unas flores. Las aceptaron. Después, a los dos días lo volví a ver. Vino a visitarme. Otra vez le obsequiaba las flores. Me ofreció si quería dar un paseíto por la Casa de Campo. – Cómo no. Iba con una hermanita llevada de la mano. Paseamos por la Casa de Campo. Me hizo varias preguntas. Le contestaba. Después el amigo se separó. Se separó y nos quedamos solos. (¿Dijo?) que tenía que hablar conmigo (en serio)… seriamente. – Muy bien. Cuando usted guste. -Después ya […] y me avisó que él tenía que hacer un viaje por unos días. Tenía que ir a Málaga y Tánger. A su regreso ya tratamos de, o por lo menos él me lo propuso, de buscar un pisito. Poner nuestra casa. – Ya después hicimos un viaje para Palma de Mallorca. Fue la vez primera que vi el mar. Me gustó mucho. Fuimos a Valldemosa. Después otra vez para España…, para Madrid. Después de Madrid fuimos a Málaga, Sevilla, Valencia. Me gustó mucho todo. Sobre todo, Málaga, donde ya quedamos invitados para ir a pasar los inviernos. – Por las mañanas me llevó a ver una cosa que no había visto nunca, que llaman el copo. El copo es una red donde los pescadores traen toda clase de pescados, tirándola de los brazos. Pero al sacar el copo, enseguida me obsequió porque me llamó la atención y le pregunté ¿Y estas mujeres qué hacen aquí? Traen todas unas hormiguitas y ponen lumbre. – No, ahora lo verás – me contestó Rubén –. Vamos a comer sardinas asadas. Verás qué cosa más rica. Bueno, fuimos a comer sardinitas, lo cual que siéndome el mar tan salado, las sardinas estaban sosas

Documento sonoro 2:

  • Transcripción
    • Antonio Oliver: – ¡Qué bonitos recuerdos! Verdad, doña Francisca. Nos quiere usted decir qué amigo era ése que lo acompañaba el primer día de su encuentro con él en la Casa de Campo.
    • Francisca Sánchez: – Pues este amigo se llamaba don Ramón de Valle Inclán. Era íntimo amigo también suyo, entre los muchos que él tenía en Madrid, como don Manuel Machado, don Antonio Palomero, don Francisco Villaespesa, don Antonio Machado también.
Don Ramón de Valle Inclán

Don Ramón de Valle Inclán

Documento sonoro 3:

  • Transcripción
    •  Antonio Oliver: -Ya sabemos, doña Francisca, que Rubén marchó en el año 14 a América, recién estallada la Primera Guerra Mundial. Sabemos que entonces escribió aquellos famosos universalmente versos que le dedicó a usted. Usted no estaba con él cuando se puso enfermo y volvió a Nicaragua en 1915. ¿Dónde estaba usted entonces y cómo se enteró de su muerte?
    • Francisca Sánchez: – Cuando él se fue para América en el…, cuando la guerra, pues vivíamos en Barcelona. Como él iba nombrado por el gobierno para hacer conferencias sobre la paz y la guerra, aquella noche en que él al otro día debía para salir para América, no quiso que muchos de los amigos y admiradores le acompañaran porque le daba pena, y tratamos de que se fuera a dormir al vapor, pero al vapor nos fuimos a dormir todos: mi hijo, él, yo, un amigo de Nicaragua juntos. – Bermúdez, el tal señor Bermúdez. Cuando el vapor salió de Barcelona, no quiero decirle. El pañuelo se agitaba, el pañuelo se agitaba. Todavía me tiró una carta escrita por su puño y letra en que decía que pronto nos veríamos, fuera en España o fuera en Buenos Aires. Pero no fue así. Rubén llegó a Nueva York y allí enfermó. Creyeron que era una pulmonía, pero no fue. Yo quedé, como digo, en Barcelona sola, pero ya traté, al saber que ya estaba enfermo, de venir a Madrid, cerca de los míos. Yo estaba en mi patria y no estaba en Francia, donde yo había vivido diecisiete años con él, donde yo había pasado tan buenos ratos y tan buena vida. Ya me vi ya sola, me vi agotada, pero fue más triste cuando al poco tiempo oía por la calle que se publicaba la muerte de un príncipe. ¿Quién es ese príncipe? preguntaba yo a mi hermana. ¿Quién es ese príncipe?, María, que ha muerto un príncipe. Pero no tardó mucho el timbre de mi casa de tocar y tocar, y los periodistas, muchos de ellos se abrazaban a mí diciendo: doña Paca, que Rubén acaba de morir.

ruben-dario-agonia

Documento sonoro 4

  •  Transcripción:
    • Antonio Oliver: -Él ya no la acompaña, pero la juventud española le está acompañando. Y desde entonces, doña Francisca, ¿guardó usted todos los manuscritos, las cartas y tantos y tantos otros documentos de Rubén?
    • Francisca Sánchez: – Sí. No porque no haya habido quien me los ha consultado, me los han preguntado, querían verlos. Tantos y tantos que querían; unos por cariño, por admiración, por lo que fuera, saber qué es lo que Rubén había dejado. Pero no podía ser. Yo no podía tocar sus papeles. Yo no podía verlos porque mi vida se agotaba. Pasé muy malos ratos, muchos fríos, me vi muy sola. Porque en ese tiempo, apenas en un año, se me murieron cinco de mi familia. La primera en el 1915, el 28 de octubre, mi pobre madre; el 6 de febrero, mi Rubén; después el hermano mayor. Por último, el ser más querido que me quedaba: mi pobre hermana, que tanto nos había acompañado. Después el hermano pequeño. Ya mi vida estaba agotada, ya no podía ser. Yo había venido ya a mi patria, a España, pero ya me veía agotadita y sin familia y sola. Me quedaba mi hijo, […] Rubén Darío Sánchez, el pequeño.
Francisca Sanchez con su hijo Rubén Darío Sánchez.

Francisca Sanchez con su hijo Rubén Darío Sánchez.

Documento sonoro 5 

  • Transcripción
    • Antonio Oliver: – Ocurrió que ahora usted entregó al Estado español todos estos documentos que están en el que desde hace muy poco se llama el Seminario-Archivo Rubén Darío.
    • Francisca Sánchez: – […] O quién sabe, milagro, tal vez mandado por Dios o porque mi Rubén lo pidiera desde el otro mundo, lo que no habían hecho tantos como habían visitado mi hogar, lo hizo un matrimonio. Pero en ese matrimonio ya iba una mujer, una mujer digo, una señora, doña Carmen Conde, y don Antonio Oliver. Tal vez el corazón de dos mujeres frente a frente, y con las lágrimas en los ojos veía un destino, un milagro, quién sabe lo que aquello fue que vi el cielo, vi la voluntad y me acordé de una cosa tan grande que mi Rubén me dijo en la última carta: si vivo, nos iremos a Buenos Aires – en una carta que tengo, que está en el Archivo –, y si muero, desde el otro mundo velaré por ti. Ha llegado el momento en que tal vez él haya velado por mí. Y entonces hubo el milagro de decir: esos papeles, esas joyas o esos tesoros, ¿qué será eso? Pero van a ser víctimas de quién. Tal vez de los ratones. Eso está cerrado en un baúl. Ese baúl se va a abrir, y así fue. A los pocos días estos señores se fueron y a los pocos días volvieron a visitarme y de cada vez yo veía las cosas más claras, yo me veía enferma, yo me veía agotadita, me veía en los lavaderos, en esos hielos, en esas nieves, de miedo. Y decidí ¿para quién? Soy española, no me vendo por dinero, no lo doy por dinero que se me ofrece por todas partes. Soy española y debe ser para mi patria…
francisca-sanchez

Francisca Sánchez del Pozo, fines década del 50, Madrid

* Tomado del Archivo Rubén Darío, de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Comparte en:

Licenciado en Economía por La Universidad Nacional Autónoma de México, con Maestría por la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, ha laborado como funcionario bancario en el Banco Central de Nicaragua (1967-1997) y ha colaborado en la fundación de la actual biblioteca de dicho Banco, además de Asesor cultural. Jubilado de las actividades bancarias viró su oficio hacia el de la agricultura, sin olvidar nunca sus grandes pasiones: la lectura y la escritura de textos.