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El hierro de la lengua marchita (poemas)

15 marzo, 2016

Antonio Cruz Romero

– Antonio Cruz Romero (Almería) es un escritor independiente, narrador y traductor casual, aunque esencialmente poeta. Ha escrito el libro de relatos Cuentos macabros y otros relatos de terror, así como los poemarios Poemas apócrifos. Los hijos malditos de Job, la inclasificable (Breve) Antología del Epitafio Maldito y Hay una luz remota, plaquette cuyas composiciones giran en torno a la figura y poesía del poeta José Ángel Valente. La revista de poesía La Galla Ciencia lo incluyó en su número CU4TRO (octubre 2015) en la sección «Panóptica Primera» con una treintena de páginas y con el título El hierro de la lengu a marchita. Recientemente también ha sido galardonado con el 2º Premio del II Concurso de Poesía «Letras Cascabeleras» (Cáceres) por el poemario aún inédito Grecia: Guía de viaje para antipoetas y soñadores.


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– I Del libro GRECIA:
GUÍA DE VIAJE PARA ANTIPOETAS Y SOÑADORES
(MANUAL PARA UN NAUFRAGIO YA PASADO)


YA NO CELEBRAREMOS MÁS BANQUETES OPULENTOS

Los hijos malditos de Job (Take 2)

Los padres comieron el agraz,
y los dientes de los hijos
sufren la dentera.
Ez.18,2

Ya no celebraremos más banquetes opulentos
ni brindaremos con vino de parras centenarias,
transformadas ahora en odres horadados
y lágrimas negras de una tierra junto al mar.

La Hélade ha sufrido una segunda y definitiva derrota:
de nuevo sus ruinas milenarias derrumbadas,
en las universidades se desaprende lo que ya se sabe,
derogan las sentencias y pensamientos de Aristóteles
y Platón, la raíz oracular de los profetas, la oratoria
intachable de Dios, y las directrices de los maestros
de escuela; ya no visitan los cementerios ni a sus
muertos, las tumbas con hierba de los poètes maudits.

Impregnados del dolor primigenio, la misma estirpe de
partos doloridos y vástagos injertados desde la misma
esencia, somos todos los hijos malditos de Job.

¿Por qué desoímos a los clásicos?
¿Por qué no nos castigaron antes de llegar a esto?

El advenimiento del Desorden del nuevo Orden.

MUSEO DEL NO PRESENTE

Es extraño no ver perros en Atenas, sólo algunas
palomas desalmadas, gatos escuálidos, voraces
mosquitos que chupan la sangre cuando descansan
los mortales, y las chicharras violinistas cantando en
do historias al dormir a los que creen estar vivos.

Bajo el cristal, las entrañas y la vida difunta de la
antigua ciudad que fue, sobre la que recorro ávido
las salas, adoptando la apariencia de las imponentes
esculturas, mutiladas; me entristezco al ver
el falso Partenón, expoliado por los ingleses.

Y mientras medito sobre los perros que no veo y
evoco con rabia a los británicos, en una roca de
monos resuenan ahora ecos de ficticios cañonazos.

Pocas historias han cambiado en estos siglos
mal andados: mosquitos, chicharras, saqueadores.

ACRÓPOLIS

Somos lo que no somos, y en
alguna ocasión otros sí fueron.

Aparece luminoso, revestido
de amarfiladas y marmóreas piedras:
el sol ciega a los que traspasan sus
dominios en forma de derruidas columnas.

A cada paso desandas un siglo, rejuveneces
cien años, dejas lastres, cesas de hablar a los
que te rodean, y ya no sientes el calor abrasador;
sólo contemplas.

Poco a poco percibes que has dejado de
respirar, pero aun así, vives. Sientes que el cuerpo
abrasado por el sol ya no es carne, ni hueso: es ceniza.

¡Eso es eternidad!, te susurran al oído…
y sientes envidia.

Percibes la brisa acariciándote la negra barba,
lamiendo el rostro de los dioses que ahora escupen
sobre Grecia.
Somos lo que no somos, y en
alguna ocasión otros sí fueron.
Avanzamos sedientos y sudorosos hasta la cola de salida,
sobre el légamo de la insultante inmortalidad.

ATHENS REVISITED (2013)

¡No me vengáis con conclusiones!
La única conclusión es morir.
F. PESSOA

Decían: (al socaire de versos sublimes)
“Vendré a esta tierra
y beberé de ella y de sus vientos,
y si puedo la esquilmaré
sin compasión, pues sé
que no hallaré otra mejor;
siempre en mí a la ciudad llevaré.”
¿Hay en ello más pasión?

Allá donde alzo la vista
sólo veo las ruinas de las vidas,
con las murallas en ellas confundidas,
caducado el porvenir que aún está
por venir, acotadas por una posteridad
que no será, que ya fue, un pasado
transcurrido en el futuro y un presente
que nunca ocurrió, viejas antes de nacer.

¡Y no me vengáis ahora
con vuestras conclusiones!,
no cantéis milongas que aquí
nadie entiende: otros ya hurtaron
el mañana y hasta lo pasado es incertidumbre.
Y les dicen ahora que nada quieren; ahora…
¡Y lo dicen! Es el eco de lo que callaban otrora.

MANUAL PARA UN NAUFRAGIO YA PASADO

Estaré demasiado triste para entenderlo.
Ya no hará falta seguir la guía de viaje ni
el manual para un naufragio ya pasado,
puesto que en un futuro no lejano he
sido yo quien los ha redactado.

Allí enumeraré todas las patas de pulpo,
matarratos de un demente, las piedras
que le faltan a cada ruina, anunciaré las
coordenadas en cuyos acantilados se
inyecta el rumor del mar y los graznidos
de las gaviotas, pero nadie, nadie me esperará
ya allí porque nunca nadie me ha esperado,
ni la muchacha del ultramarinos echará en falta
mis asépticas visitas a comprar racimos de uvas,
ni el pescador me echará de menos porque no
era yo sino un fantasma el que allí estuvo.

Ya no se acordará el mar de mi rostro y
triste figura. Nadie entonces me llorará
cuando falte (ni cuando aquí también lo
haga), nadie enviará mis flores no preferidas
a parientes de tercer grado ni escribirán
esquelas en latín con caracteres griegos,
porque no era yo quien vagó por allí, sino
un espectro vestido de marinero, un espíritu
que soñó ser un dios, dios menor y circunstancial
o puede que un lánguido poeta del que algunos
afirman vieron beber ouzo hasta el amanecer
en las tabernas. No se acordarán ya de mí, no,
y yo estaré demasiado triste para entenderlo.

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