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La visión espiritual de Salvador Cardenal Barquero

18 mayo, 2016

Ulises Huete

– En este ensayo se apuntan algunas de las características de la obra musical de Salvador Cardenal Barquero (1960-2010), uno de los cantautores más importantes de Nicaragua, cuyas canciones siguen cautivando a las nuevas generaciones nicaragüenses.


Salvador Cardenal

La valiosa publicación Letra y Música de Salvador Cardenal Barquero (2012) contiene 105 canciones que editó en vida Salvador con el Dúo Guardabarranco y como solista. Pienso en los jóvenes del presente y del futuro que podrán aprender a cantar y a tocar estas canciones en estas páginas. Esta obra es una enseñanza musical y poética para los que sueñan con componer sus canciones. Pero también es un tesoro para personas que como yo hemos crecido escuchando al Dúo Guardabarranco porque podremos leer sus canciones mientras las disfrutamos agradecidos. También aquí tenemos un catálogo que nos da una perspectiva bastante completa de una obra que enriqueció la tradición musical y poética de Nicaragua e Hispanoamérica.

Sin embargo, las canciones de Salvador Cardenal Barquero solo alcanzan toda su plenitud con la interpretación de su hermana Katia Cardenal. Por eso, hablar de las canciones de Salvador también es hablar del canto de Katia, es decir, del Dúo Guardabarranco. En el 2010 se lanzó la segunda edición de uno de los discos como solista de Salvador: Tuyo lo que soy. En unas notas que escribió Katia para este disco nos dice: “Cuando mi hermano Salvador y yo conformamos el Dúo Guardabarranco, yo componía y tocaba guitarra, pero no era mi fuerte, él cantaba, pero no era su fuerte,… decía la gente sin decirlo. Él siempre afirmó que componía para mi voz, yo cantaba sus canciones y él conmigo.” La voz de Katia era la forma imaginada y después realizada de las visiones poéticas de Salvador. En una conversación, Katia me dijo que algunas veces mientras cantaba sentía la presencia de Salvador y que le parecía que irrumpiría con su voz y su guitarra. Salvador y Katia son el reverso y el anverso del Dúo Guardabarranco. Cuando escucho las composiciones de Salvador y la interpretación de Katia, no pienso en cada uno por separado, sino en los dos juntos como una misma expresión artística. Ambos, compositor e intérprete, son un solo corazón palpitante.

La contemplación espiritual de la naturaleza y del yo interior es uno de los temas más significativos de las canciones del Dúo Guardabarranco. No solo porque es motivo de algunas de sus más logradas composiciones, sino porque esta espiritualidad es una sensibilidad y una visión profunda que impregna todas sus canciones. Para Salvador la naturaleza no solo es la materia en sus múltiples formas animadas e inanimadas, sino que también es la revelación de Dios en los sentidos y en la conciencia. Esta percepción de la naturaleza como manifestación de Dios es una especie de panteísmo. También es una intuición, una experiencia interior, ante la contemplación de lo existente, sin la mediación de los dogmas, ni los ritos, ni las iglesias. Esta es una espiritualidad secular, idiosincrática, cuya expresión adecuada para él fueron el canto, la poesía. En la canción Él es, del disco Si buscabas, esa presencia inefable, sutil, potente, elusiva pero manifiesta en el amanecer, es presentada con ciertas imágenes que son sus atributos:

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Él es

Él es en el parto del día
Rocío y selva que ansía
Luz de sol, para secar
Sus lágrimas de oscuridad.

Él es como una lluvia
Que cae cuando hay sequía
Remoja mis ganas de vida
Para seguir floreciendo

Para seguir floreciendo

Él es como un barco que anhela
Amado puerto sin velas
En quietud, para sacar
Su espíritu a caminar.

Él es como un poema
Que nunca se entiende todo
Y siempre se goza de un modo
Que hay que volver a leerlo

Que hay que volver a leerlo

Que hay que volver a leerlo.

En la canción Ayapal, del mismo disco, la mirada de Salvador también se dirige hacia la naturaleza pero ya no se queda absorta allí, sino que regresa a verse a sí mismo, a su yo interior. Al contemplar la vastedad del mundo, le aparece la sensación de incompletud, esa extraña sed de absoluto, y su conciencia experimenta la soledad existencial. Y una vez más, desde esa súbita comprensión de orfandad, arroja su mirada al mundo. En ese instante parece que el tiempo deja de manar y con la conciencia herida mira a la luna que lo extasía con su luz:

Ayapal

Aparece primero
El universo todo
Como un ojo de agua
En plena montaña
Basta una sed
Bien sudada
Para saberlo al fin.

Aparece la soledad
Muy de repente
Como la que da entre la gente
Y como un fantasma se cuela
En la frontera
Del sentir.

Acontece todo
En un segundo
Como si el tiempo
Necesario no fuera
Y por fin se aprende
Que hace falta una tristeza
Para hallarle la belleza
A la luna.

Estas dos canciones configuran parte de la visión espiritual de Salvador. Sin embargo, en los últimos versos de Ayapal aparece un motivo que el autor desarrollará en otras composiciones: la luna. De hecho, en el mismo disco Si buscabas, hay una canción que se titula Luna. En este caso, la luna es el símbolo de la poesía, otro aspecto de la espiritualidad humana. A través de una secuencia de imágenes de la luna, Salvador presenta la fuerza de la poesía, su naturaleza sutil y el vaivén de su presencia. Se puede decir que esta es la canción de un lunático, alguien enajenado por el extraño encantamiento del astro. Estos versos son la alegoría de la acción de la poesía sobre su espíritu contemplativo. Esta es una de las pocas canciones en las que Salvador presenta de manera directa el proceso de inspiración como un encuentro místico con la poesía.

casa_abierta

En el disco Casa Abierta, el cuarto de la producción del Dúo Guardabarranco, aparece una de sus composiciones emblemáticas: Mi luna. Esta bella canción es una plegaria a la poesía, un himno a la soledad, un canto de fraternidad con los marginados, una elegía al amor perdido. Estos versos nacen de la conciencia de la soledad, ya no de la contemplación de la naturaleza como en los casos anteriores. En este caso, Salvador parte de su soledad y reconoce la de los otros seres humanos. Entonces aparecen los solitarios: los santos, los prisioneros, los amantes, los locos errantes y los pordioseros. Estos personajes son símbolos de la condición humana. De alguna manera, todos somos prisioneros de algo: del tiempo, de las condiciones que nos rodean, de la ignorancia, del egoísmo. También somos pordioseros porque tenemos una carencia congénita de plenitud, siempre nos falta algo. Y también podemos ser unos locos, unos insensatos, porque muchas de las cosas que hacemos, si nos detenemos a analizarlas, en realidad no tienen sentido y sin embargo las hacemos sumidos en la confusión. Pero también somos como los santos y los amantes, visionarios de lo trascendental, partícipes de lo esencial. En medio de este desamparo, la luna, la poesía, esa emanación misteriosa que siempre ha acompañado al ser humano, nos consuela con su manto luminoso:

Mi luna
Ha visto tanto
Que cuando le canto su plata me acuna
Como a los santos
Y los prisioneros, los amantes
Los locos errantes y los pordioseros
Que amamantamos tu luz.

Cuando no hay amigos, pan ni dinero
Solo la poesía que flota en el aire sincero…

Estas canciones representan una visión que está presente y que aparece en diferentes grados de intensidad en gran parte de la obra de Salvador Cardenal Barquero. Digamos que esas intuiciones, esa relación con la naturaleza, esa introspección, son el sustrato, las semillas, las raíces de varios de los temas que compuso Salvador. El tema ecológico, la defensa de la naturaleza, está animado no solo por la conciencia de la destrucción de los recursos sino por la identificación de algo trascendental en la naturaleza. Esta espiritualidad abraza los temas del amor, la soledad, las reivindicaciones sociales, la fraternidad, entre otros motivos que abordó Salvador.

Sin embargo, como dije antes, las composiciones de Salvador solo alcanzan  toda su potencia poética con la interpretación de Katia. Como una luz de bengala que se lanza hacia el cielo explotando coloridamente en la noche y sus fragmentos de luz caen abriendo lentamente un espacio en la oscuridad que nos permite ver los árboles, las casas y las calles, así se detonan en nuestro interior algunas de las canciones de Salvador cuando las canta Katia, así alumbran nuestra sensibilidad, imaginación y conciencia mostrándonos el significado de muchas cosas que antes no podíamos reconocer y que su poesía nos revela.

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Masaya, Nicaragua, 1978.
Poeta, ensayista y periodista. Ha publicado en las revistas El hilo azul (Nicaragua) e Hispamérica (Estados Unidos), y en las antologías Retrato de poeta con joven errante (2005), Poetas, pequeños Dioses (2006), Cruce de poesía (2006) y en La Nación Generosa: 111 rutas al lado del mar (2015), antología de poesía hispanoamericana, publicada por la revista española La Galla Ciencia. También ha publicado en Babelia, suplemento cultural de El País. Colabora para Carátula, revista cultural centroamericana. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas (UNAN-Managua).