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Mariano Marín: «el cine era la pieza que me faltaba en la vida»

18 mayo, 2016

Karly Gaitán Morales

-La presente es una sección fija de Carátula.net en la que se publicarán semblanzas, entrevistas y (o) artículos sobre cien personajes del cine en Nicaragua. Se podrán encontrar publicaciones no solo sobre personajes nacionales sino también extranjeros que de una u otra manera han contribuido a la cinematografía de este país. La dinámica será publicar de forma aleatoria personajes de todos los tiempos del cine en el siglo XX y XXI sin seguir un hilo cronológico para que se puedan encontrar con personas tanto de los inicios del cine como de la actualidad. En cada número de la revista encontraremos un nuevo personaje.


Filmando el cortometraje de ficción El esbozo de Daniel en 1983. La cámara es Arriflex BL 16mm lente 25- 250 Angenieu. (Archivo de Rossana Lacayo/ Incine).

Mariano Marín, nacido el 22 de septiembre de 1951, es un personaje ampliamente popular en el mundo cultural de Nicaragua. Su principal participación ha sido a través del cine como director, asistente de producción, actor y guionista, además de ser escritor y dramaturgo.

A diferencia de la mayoría de los apasionados de la cinematografía que han tenido su primer encuentro con el cine a través de la pantalla siendo muy pequeños, Mariano lo presenció de forma directa jugando y rondando por el plató y las distintas escenografías del rodaje de la película mexicana La llamada de la muerte, dirigida por el cineasta español Antonio Orellana, que se filmó en Nicaragua en las ciudades de Granada y Managua entre noviembre de 1958 y marzo de 1959, siendo un niño de ocho años.

Granada estaba en algarabía por esos días debido a la visita de famosos actores y actrices mexicanos que circulaban por sus calles, parques, centros culturales, restaurantes, edificios históricos, la playa del lago Cocibolca, el malecón y muelle de la ciudad y las Isletas, además de toda la maquinaria de producción, aparatos y tecnologías que nunca se habían visto en el país, excepto en las mismas pantallas de cine. Como cientos de nicaragüenses, Mariano asistió a la filmación acompañado de su papá y manteniéndose todos los ratos del lado de adentro de la cinta de seguridad y sin poder hacer nada los productores de la película para sacarlo de la zona restringida porque, según recuerda, se volvía a introducir escondido. Además, su papá era amigo de Víctor y Tito Junco, quienes estaban participando en el rodaje, lo que le permitía ciertos privilegios, como ir a saludar a los artistas o tocar discretamente los instrumentos de trabajo.

Durante un taller con Fernando Birri en Managua, 1983. (Archivo de Rossana Lacayo / Incine).

Durante un taller con Fernando Birri en Managua, 1983. (Archivo de Rossana Lacayo / Incine).

Sobre este acontecimiento escribió muchos años después a manera de cuento para su recopilación de relatos Historia de la infamia de Granada, que aún no se ha publicado como libro, aunque no se encuentra inédito porque se ha ido dando a conocer por entregas en las páginas del diario La Prensa. El texto describe momentos del rodaje, conversaciones de los productores y descripción del montaje con imágenes que aún mantiene frescas en su memoria, como puede leerse: “Marianito, de ocho años, sorprendido antes las aparatos de luces, las cámaras y todas las cualidades colosales que tiene el cine cuando se realiza con recursos, se suelta de la mano de su padre, cruza la cinta que divide a la gente y el lugar de la escena, quería estar cerca de los actores. Este niño tiene los ojos bonitos, pero no puede estar aquí, dice el director. Le indica que se quede atrás de la cinta amarilla, pero el niño quería quedarse en el escenario que habían montado, no quería irse y no se irá nunca”.

Claro está que aquel niño ya convertido en adulto nunca se fue de los dominios del cine, primero como espectador, después como crítico y comentarista y finalmente como director. A los diecisiete años después del bachillerato cursado en Granada se trasladó a vivir a León porque ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN) y en esa ciudad estaban radicadas sus instalaciones. De los tantos años que requiere el doctorado en Medicina solo estudió tres, de 1967 a 1969, y mientras asistía a clases también se dedicaba a escribir para la revista Cuadernos Universitarios y a iniciarse en el teatro con el teatrista Alberto Ycaza, con quien aprendió de dramaturgia  y escenografía colaborando en el montaje de varias obras. Por esos mismos años participó además en algunos montajes teatrales con el Grupo Gradas de Managua.

Al abandonar los estudios en León ingresó en 1973 a la Universidad Centroamericana en Managua a estudiar dos carreras a la misma vez, Ciencias Jurídicas y Sociales y Veterinaria, una por la mañana y la otra por la tarde. Después se cambió de carreras nuevamente trasladándose a la UNAN en su recinto en Managua para estudiar Ciencias de la Educación con dos menciones, cada una en un turno, una en Historia y la segunda en Francés. Ninguna de sus carreras llegó a concluir, pero todas le fueron dando una serie de conocimientos que como asegura, le sirvieron para conducirse al cine, arte en el que finalmente posó sus inquietudes artísticas y que desde que lo comenzó a ejercer nunca lo ha abandonado, “el cine era la pieza que me faltaba en la vida y que yo buscaba en tantos estudios”, ha afirmado en una entrevista.

En 1979 al término de sus menciones de Historia y Francés recibió una beca por parte de la UNESCO para estudiar cine en Francia en la Université de Paris, conocida principalmente como La Sorbona. El diplomado estaba enfocada en el ámbito educativo, así es como viajó a París para aventurarse a los estudios prácticos y teóricos del curso “Historia y Didáctica Cinematográfica”, cuyo perfil profesional se basaba en la enseñanza del cine a través de un género, el Cine Directo o “Cinéma en Direct”, como se le conocía en su nombre original. La mejor experiencia de esta estancia es que el maestro del curso era el mismo creador de este género cinematográfico, el cineasta documentalista Jean Rouch, quien había creado también el género de docuficción y había sido inspirador de la Nouvelle Vague francesa. Durante su año de estudios en París, Marín también hizo cursos y talleres de cine argumental, lenguaje cinematográfico y técnicas de producción, especializándose en Cinéma Verité o “cine de la realidad”.

Al regresar a Nicaragua en 1981 trabajó en el Sistema Penitenciario Nacional  como educador impartiendo talleres de cine a los presos, luego fue invitado por el Instituto Nicaragüense de Cine para dictar un curso de Cine Directo a los realizadores que estaban formándose en la institución. En 1983 cuando regresó de Francia después de irse por unos meses para preparar y entregar sus tesis fue invitado nuevamente, pero esta vez para codirigir un programa de televisión.

El Instituto Nicaragüense de Cine había establecido dos programas de televisión en el Canal 6 del Sistema Sandinista de Televisión Nacional, ambos conducidos por Franklin Caldera, llamados Cine, Cultura y Sociedad el primero, que consistía en breves comentarios sobre cine y el segundo Cine Foro, en el que Caldera comentaba espontáneamente las películas que se presentaban en el programa, con invitados especiales como Lombardo Martínez, Ramiro Argüello, Álvaro Gutiérrez, Rafael Vargas Ruiz, Mayra Luz Pérez, Carlos Guadamuz y el mismo Mariano Marín, todos conocedores de la buena crítica de cine. Pero los directivos del canal exigieron a Franklin Caldera presentar un guion de todo lo que se iba a hablar, esto con el objetivo de ser sometido a una aprobación previa, entonces Caldera abandonó el programa, pues podía hacerlo libremente por no ser empleado del canal ni recibir emolumento alguno ya que el suyo era un trabajo voluntario. Ese espacio vacante lo ocuparon Carlos Mohs y Mariano Marín, sin embargo, el programa no duró mucho tiempo debido a incompatibilidad de caracteres de ambos conductores.

En 1981 después del curso que impartió en INCINE dirigió su primer corto documental La defensa política, después realizó otros, como Jornada anti-intervencionista, A los héroes y mártires de Monimbó, en condirección con María José Álvarez, y Los innovadores, estos tres en 1982. En 1983 dirigió Generosos en la victoria y La Ceiba, autodefensa. En 1988 fue coproductor del reportaje fílmico El retorno de viejo marine, dirigido por Arturo Zamora.

Además de esos documentales produjo y dirigió los noticieros clasificados como del género de docuficción, El maestro popular en 1982 y Los centinelas de la alegría del pueblo en 1983, estos dos trabajos lograron desde un inicio marcar una diferencia en la producción del instituto porque contenían secciones dramatizadas no a modo de recursos fílmicos de los documentales para ilustrar, sino con secuencias de ficción montadas con puestas en escena con todos los elementos de la narrativa fílmica y la acción dramática. Los centinelas de la alegría del pueblo contiene una de las mejores secuencias de persecución policial que se haya filmado en la época dorada del cine nicaragüense.

Sus producciones pronto generaron opiniones encontradas porque en el instituto se planteaba una forma de producir con el modelo de Cuba que se regía en el estilo que mezclaba los elementos de un noticiero, del cine documental y del reportaje periodístico. Mariano Marín traía una propuesta para el cine nicaragüense, tal como la había estudiado en Francia, y la otra persona que también generaba una propuesta diferente era Rafael Vargas Ruiz. Poco después el cine de ficción fue inaugurado en la Nicaragua sandinista con la producción de cuatro cortometrajes que nacieron de unos talleres de cine impartidos en Managua por Fernando Birri, cineasta argentino a quien se le considera el padre del Nuevo Cine Latinoamericano.

En el río Coco filmando el documental La Ceiba: Autodefensa, con Guillermo Granera y Armando Marenco. La foto fue tomada por Armando Moreira, 1983. (Archivo de Rossana Lacayo / Incine).

En el río Coco filmando el documental La Ceiba: Autodefensa, con Guillermo Granera y Armando Marenco. La foto fue tomada por Armando Moreira, 1983. (Archivo de Rossana Lacayo / Incine).

En 1985, cuando todo estaba listo para iniciar el rodaje de una película de Ramiro Lacayo, este se enfermó y tuvo que retirarse de su producción, habiendo elegido el grupo de los talleres a Mariano Marín como nuevo director de la película por ser el primer asistente de dirección de la misma. Poco a poco y bajo su dirección hizo cambios elementales al trabajo escrito, al guion y al tratamiento cinematográfico que había realizado Ramiro Lacayo y así fue como se produjo El Esbozo de Daniel, de 33 minutos. Las propuestas de Mariano generaron ciertos trastornos en el estilo de trabajo de INCINE, tal como le declaró a la periodista Marta Leonor González en una entrevista publicada en La Prensa Literaria: “Para mí fue un poco difícil porque yo tenía que luchar con muchos esquemas que ellos tenían, y yo que traía otros, que era un esquema europeo de autor, una cosa es el cine de autor y otra el cine dirigido; sin embargo, logré una cohesión y fundir que me permitiera la dirección del instituto los temas que yo quería realizar, por ejemplo el de un policía que es un policía nuevo recién graduado que sale a la calle y fue la primera ficción que se hizo aquí”. Con ese comentario se refiere a las mencionadas secuencias de ficción del corto documental Los centinelas de la alegría del pueblo.

Durante los años ochenta también Marín viajó a Cuba a recibir cursos con Gabriel García Márquez en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y en marzo de 1988, junto a un grupo de cineastas, fue cofundador de la Asociación Nicaragüense de Cinematografía (ANCI). Su salida de INCINE, como la de muchos otros cineastas, se dio a través de los momentos de decadencia del instituto cuando no tenía presupuesto del Estado para su mantenimiento y había crisis de recursos humanos, sumados los retos que había que enfrentar ante la caída de la Revolución Popular Sandinista y el cambio de gobierno. Algunos datos de su retiro se los explica a Marta Leonor González en la misma entrevista ya citada: “Luego vino la aniquilación de Incine, decían que no servía, que era un nido de comunistas y anarquistas y se fueron a la calle 800 personas a las que no les dieron sus prestaciones, en el caso mío particularmente desapareció mi seguro social. […] Y se cortó de un solo tajo un arte desarrollado”.

Después de su etapa en el Instituto Nicaragüense de Cine, Mariano Marín se dedicó a la docencia universitaria, a la producción fílmica independiente con su empresa productora MarMar Producciones y al montaje de teatro. Su último trabajo en Incine fue como asistente de producción en el largometraje de ficción Sandino, de Miguel Littin, filmado en 1989. Después coprodujo los documentales de Fernando Somarriba de Valery, Pescadores de Ilusiones y Mosquitia, producidos en 1992 y 1999, respectivamente.

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En 1996, cocinando en su restaurante Mi Café (Foto de Arthur Bacon, archivo de Mariano Marín).

Ha recibido varios premios internacionales como el Premio Especial del Jurado del Festival Internacional de Cine de Tamperes, Finlandia en 1983 y el Guegüense de Oro otorgado por la Cinemateca de Nicaragua, un premio que se creó en ocasión de las celebraciones del centenario del cine en diciembre de 1995. Ha sido jurado en festivales de cine en Cuba, Siria, Italia y San Juan, Puerto Rico.

En septiembre de 2008 fue merecedor de la mayor distinción cultural que un artista puede recibir en Nicaragua, la Orden de la Independencia Cultural “Rubén Darío”, que le fue entregada junto a una media docena de cineastas, de manos del presidente Daniel Ortega en una ceremonia oficial. En 2009 la Cinemateca de Nicaragua le entregó un diploma por su labor como cineasta en ocasión de las celebraciones del treinta aniversario de la Cinemateca y el Instituto Nicaragüense de Cultura le dio un reconocimiento especial. En 2011 fue presidente del jurado del Certamen Nacional de Cine, Video y Televisión organizado por la fundación Fucine junto con el canal de televisión Vos TV, las fundaciones Luciérnaga e International Sound con apoyo del Instituto Nicaragüense de Cultura. Además es organizador del Festival Internacional de Jazz de Granada, ha sido colaborador del Festival Internacional de Poesía de Granada y de la fundación Casa de los Tres Mundos. Su nuevo proyecto organizativo es lograr realizar el Festival Internacional de Cine de Granada, cuyo financiamiento y logística se encuentra aún gestionando.

En 2010 resultó ganador por Nicaragua en el Concurso Internacional Primer Largometraje del ALBA convocado en quince países de América latina y promovido por la fundación Villa del Cine de Venezuela,  que auspicia el fondo ALBA Cultural.  Este concurso se realizó en conmemoración del Bicentenario de la Independencia de América latina. El premio consistió en recibir el financiamiento para la producción de un cortometraje y su filme Día de Fiesta: amor en Tagüizapa, de 17 minutos, fue así rodado en el año 2013 en la isla de Ometepe en el lago de Nicaragua, participando él como actor además de director y guionista. Los otros países ganadores resultaron ser Ecuador, Bolivia, Cuba, Paraguay y Venezuela.

Mariano Marín en resultado es todo un personaje no solo por su vida cultural activa sino por sus duras y abiertas críticas, orales y escritas, a diferentes tipos de sistemas, ya sea culturales, de salud pública, urbanismo, sociales, políticos o burocráticos. Y en esto de la creación de un personaje de sí mismo, como director de actuación y escenográfico, ha tenido mucha experiencia, como le expresó a la periodista Matilde Córdoba en una entrevista para El Nuevo Diario: “Hacer una película es como preparar un plato de comida, tenés que poner los elementos necesarios a la hora que tiene que ser y como debe ser… Yo como director tengo que saber cómo empezar, tengo que calentar a mis actores con las partes más espontáneas y fáciles de representar porque cuando se llega a la parte dura tienen  que estar en su personaje”. Y su propio personaje, la imagen pública que ha creado de sí mismo, ha perdurado sin variaciones desde hace cuatro décadas.

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En Granada con su esposa Patricia Campos en 2011. (Foto de Arthur Bacon, archivo de Mariano Marín).

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Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).

En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.