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Capital animal

31 julio, 2016

Gerardo Silva

– “Independientemente de mis propias costumbres, estoy convencido de que dejar de comer animales es parte del destino de la raza humana y de su mejora progresiva”, dejó dicho el filósofo norteamericano Henry David Thoreau en Walden (1854), hito de la literatura ecologista y comprometida. Aunque es evidente que la predicción del escritor aún está lejos de cumplirse, su espíritu desobediente alcanza nuestra época y vive una esperanzadora primavera en diversas iniciativas que surgen desde la sociedad civil.


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Una de ellas se llama Capital Animal y ha emergido en Madrid con la aspiración de multiplicarse. Se trata de una plataforma ideada para concienciar sobre los derechos de los animales desde el mundo del arte, la cultura y el pensamiento. A través de exposiciones, conferencias, conciertos y muchas otras actividades, pretenden dar pasos en la sensibilización de la sociedad sobre el sistema de explotación y las diversas violencias ejercidas todos los días sobre los animales no humanos.

Los promotores del proyecto, que se definen como “activistas culturales”, señalaron la importancia de expandir el debate sobre la forma que los seres humanos tenemos de relacionarnos con el resto de habitantes del planeta. “Vivimos en un mundo basado en la explotación de muchos por parte de unos pocos, y donde los animales no humanos sufren la explotación más atroz”, afirmó la periodista Concha López durante la presentación. Para reflexionar sobre nuestro modo de vida es indispensable incidir sobre la cultura que la define y el sistema de valores imperante. “Capital” alude al concepto latino caput-capitis – las cabezas de animales que se poseen como símbolo de riqueza – origen de la explotación, y también al núcleo de población en el que las personas que se organizan tienen la capacidad de definir un sistema social, económico, político y, sobre todo, cultural. “Animal” porque es la identidad común reivindicada, para superar la distinción entre humanos y no humanos, que ha legitimado casi siempre las relaciones violentas con los segundos.

Hablando de cultura y tradición, España es un país que históricamente permite el maltrato animal de manera incluso institucionalizada. El ejemplo más flagrante es su fiesta nacional más popular, la tauromaquia, que además constituye un atractivo turístico sólo comparable a sus playas y su comida. Pero existen muchas otros festejos y costumbres que implican la explotación de animales. La famosa imagen del Rey Juan Carlos I posando junto a un elefante africano muerto en Botsuana no es más que un síntoma representativo de una España benévola con esta clase de violencia. No en vano es el segundo país del mundo, por detrás de EEUU, en importaciones de trofeos de caza.

No obstante, existe otra España concienciada a favor del respeto hacia los animales y representada por decenas de miles de personas. No es un decir, PACMA, el partido político animalista, obtuvo en las pasadas elecciones generales 219.000 votos, siendo la primera fuerza extraparlamentaria. Se percibe un aumento del apoyo social a esta causa, e incluso ha habido avances por parte de algunas instituciones políticas, como los llamados “ayuntamientos del cambio”. Recientemente, los nuevos gobiernos municipales de Madrid y Barcelona han tenido gestos implementando medidas para reducir el abuso animal, como suprimir las subvenciones públicas a las escuelas de tauromaquia o diseñar festejos populares sin la participación de animales.

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Es en esta brecha cultural donde Capital Animal busca “sacudir conciencias”, como dice el escritor Manuel Rivas en su columna de prensa. “Hablar hoy de animalismo, de liberación animal, de derechos de los animales significa repensar críticamente el mundo, desentrañar todas las injusticias. Es la forma más profunda y valiente de hablar de humanismo”.

La primera edición de Capital Animal tuvo lugar en los meses de mayo y junio, e implicó a casi cien artistas, además de escritores, periodistas, historiadores, filósofos y activistas. La sede principal fue el centro cultural La Casa Encendida, en el barrio de Lavapiés, pero otras muchas instituciones y espacios culturales de la ciudad también acogieron actividades: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Calcografía Nacional, el Matadero de Madrid o el Centro Cultural Centro Centro, por citar algunos de ellos.

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La cita se inauguró con una gran exposición en La Casa Encendida titulada Animalista. Representación, Violencias y Respuestas. En ella una gran variedad de artistas y estilos se unieron para narrar la admiración por el mundo animal, el sufrimiento que se le inflige y finalmente ejemplos de compromiso para salvarlo. También se celebró el I Encuentro de Pensamiento y Acción Animalista. Capital Animal, en el que se planteó un diagnóstico de la situación de los animales desde diversos puntos de vista (artístico, económico, filosófico, legal, etc.), con el objetivo de proponer respuestas que sean analizadas y evaluadas en sucesivos encuentros. Para la clausura de esta primera edición de Capital Animal se contó con una figura de renombre mundial, el premio Nobel de literatura J.M Coetzee. El escritor sudafricano ofreció una conferencia cargada de sensibilidad, a través de la voz de ficción de la protagonista de una de sus novelas, Elisabeth Costello, que reflexiona sobre la crueldad de los seres humanos en su relación con el resto de seres vivos, en una suerte de continuación del relato. “Si hubiera un matadero de cristal en medio de la ciudad, un matadero al que la gente pudiera acercarse a escuchar a los animales chillar, a ver cómo son masacrados sin piedad, quizá cambiarían de idea”, afirmó. Otra conjetura, que como en el caso de Thoreau, no acabamos de ver hecha realidad.

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