kalton-bruhl

Campos: El escapista del club de los «inaccrochables». (A propósito del Premio Centroamericano de Novela Corta 2016)

28 noviembre, 2016

Kalton Bruhl

– Gustavo Campos es un escritor multifacético (narrador, poeta, ensayista, periodista, crítico literario) que nació en 1984 en la ciudad de San Pedro Sula. Por su edad, escapa de los esquemas generacionales propuestos hace algunas décadas por Galel Cárdenas y Helen Umaña: la generación del 84, denominada “posvanguardia” (los nacidos entre 1954 y 1983) y los que llamaron tempranamente como “los novicios” (nacidos después de 1984). El escritor español Juan Marías remarca sobre algunas excepciones de casos de generaciones “precoces” y “tardías”. Él llama “constelaciones” a las generaciones que “parecen próximas y no lo son”. Gustavo Campos, debido a su edad, es un escritor considerado “fronterizo” debido a que participa entre ambas generaciones del esquema anteriormente propuesto.


Gustavo Campos

Un día de estos, no muy lejano, un par de amigos conversaban sobre Gustavo Campos, concluyendo que definitivamente él no escribía como hondureño. Mi intervención fue breve. Opiné que Campos escribe y no escribe como hondureño: escribe como centroamericano o como escritor angustiado en devolver el lenguaje del que lo ha dotado la naturaleza y su medio ambiente (el que se compone, por supuesto, por el entrecruce de las diferentes condiciones actuales: sociedad, globalización y tecnologías, natividad digital de “homo videns”, en un marco de correspondencias universales que no solo lo atañen a él sino a las generaciones de escritores en la actualidad en cualquier parte del mundo).

Según ellos, era el mejor elogio que pudieran darle. Pero estos argumentos  tenían por objetivo reconocer en él esa constante condición de saberse un confeso desprovisto del término que solemos exigir a los artistas de nuestros países tercermundistas: la originalidad (falsa máscara). No obstante, yo considero a Campos un escapista. Quizás el lector de estas palabras también piense igual.

Oliver Orme se consideraba un ladrón o recolector de bagatelas. Y lo dice sin la menor vergüenza en La guitarra azul,de John Banville. Si me tocara rescatar a Campos como personaje de alguna novela o cuento mío, él, sin duda, se ufanaría de ser un escapista de la literatura misma. Esto lo convierte, en este mundo de contradicciones, en un escritor original.

Lo que ocurre con él, o más bien interpreto cuando leo su obra o sus artículos, es que no busca hacer literatura sino obras. En resumidas cuentas, ha decidido, siendo original, no serlo, y a la vez mantenerse condenado a elegir la mejor connotación. Su exploración inaugura espacios y tiempos tras los bastidores y las fronteras del lenguaje.

Él me contó una vez que le había preguntado a Eduardo Halfon si Signor Hoffman era novela o libro de cuentos, puesto que en diferentes artículos sobre su libro, los reseñistas lo catalogaban de forma diferente. Halfon le respondió que él ya no sabía qué había escrito. Y Campos lo contaba entre risas, riéndose de la credulidad de otros de adaptarse a un formato establecido. Vila-Matas, me decía él, también aseguraba que había declarado que nunca había escrito una novela. Campos, como escapista, es un inclasificable. En su novela galardonada, El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, encontramos una conversación entre los personajes Dr. Koestler y Castillo. Éste último le comenta a Koestler que Hocquetot “es una rara avis dentro del club de los «inaccrochables». Para los entendidos y no entendidos, este término se le adjudica a Gertrude Stein en París era una fiesta, novela del Nobel Ernest Hemingway.

Pero volvamos al “teatro del lenguaje”, y al juego como técnica de escape irrisorio. ¿Lo ha dominado Gustavo Campos? Una relectura a sus tres libros de narrativa lo dirán. Pero, ¿qué han dicho sobre él otros que gozan del “don” del bien escribir? El crítico literario Héctor Leyva lo incluyó en una ponencia presentada en el simposio «Convergencias Transculturales en el Caribe. Literatura, Arte, Cultura, Historia, Comunicación», realizado en 2015 en la Universidad de Costa Rica.

Sobre su primer libro, Los inacabados, acreedor del tercer lugar del Premio Europeo Hibueras 2006, del que él mismo fue jurado junto al novelista Roberto Castillo y el poeta José Antonio Funes, y los escritores Rocío Tábora y Rolando Kattán, H. Leyva propone que “Los inacabados no es un libro de cuentos, tampoco una novela sino algo como el cuaderno de bocetos de un estudiante de literatura. Un intersticio entre géneros…”; “en Katastrophé (2012) Gustavo Campos vuelve a incursionar en el intersticio intergenérico con consciencia de sus bondades y de sus amenazas”. Más adelante agrega Héctor Leyva que “los repuntes lúdicos encuentran sus realizaciones más logradas en los juegos literarios. Las repetidas menciones de autores y de obras, las continuas citas, los juegos de palabras, de estilos, de tramas, etc., en mezcla heteróclita con referencias comparables a la música, la fotografía, el cine etc., hacen de los textos órbitas de remitencias de intertextualidad literaria y multimedial.

Podría decirse que en las narraciones de este autor, los contextos locales inmediatos quedan absorbidos dentro de esa especie de juegos de mundos posibles que habilitan la ficción. En Gustavo Campos el ludismo literario se orienta en esta dirección, en el sentido de hacer de las narraciones juegos de ficción del yo. Uno de los textos de Katastrophé juega con la posibilidad de que el joven autor-personaje se encuentre consigo mismo en algún momento del futuro lejano gracias al sortilegio de un viaje en el tiempo.

En los textos de Gustavo Campos puede apreciarse, no solo en las macro estructuras de los relatos sino en sus micro estructuras discursivas, una búsqueda constante de la formas literarias que mejor expresen las modulaciones de su «sensibilidad”. El reconocimiento de su desafío al concepto de “arte” o de “literatura” lo ha convertido en uno de los escritores más importantes de su generación. En palabras del poeta Julio César Antúnez: “Campos es realmente la voz de esta generación, aunque a muchos no les guste”. Sea o no sea cierta esta proposición, hay un común denominador en las opiniones de escritores tanto nacionales como extranjeros. Para la escritora y editora María Eugenia Ramos, Gustavo Campos es uno de los escritores más dedicados y talentosos de su generación.

Hernán Antonio Bermúdez también se refirió positivamente a Los inacabados, comparándola con la novela de Marcos Carías: “Se trata de una degustación literaria cuyo único antecedente en las letras hondureñas está en Una función con móbiles y tentetiesos de Marcos Carías. Esa es la única novela, igualmente despojada de un plan o esquema novelero convencional, que puede equipararse a Los inacabados en términos de ambición literaria, de ejercicio de estilo, de voluntad de lenguaje”. La crítica literaria y catedrática universitaria Beatriz Cortez, autora de La estética del cinismo, ha incluido en el programa de la Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras Katastrophé de Gustavo Campos, en el curso “Identidades nómadas en la literatura centroamericana”, dentro de los estudios de lo posthumano. Nery Alexis Gaitán, escritor, académico y jurado del Certamen Centroamericano de Novela Corta 2016, destacó “la variedad de recursos narrativos de los que hace uso el autor Campos en la novela galardonada”.

Pero esta es solo su faceta narrativa. Campos cuenta que la primera vez que sintió que lo que escribía no quedaría preso dentro las fronteras nacionales fue cuando se le acercó el escritor y académico panameño, Enrique Jaramillo Levi, para decirle que “él era el poeta poeta” entre el grupo que leyó una tarde de 2004 en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán de Tegucigalpa, en marco de la Feria Internacional del Libro. Años después, el reconocido crítico, novelista y director de maestría de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Jorge Carrión (finalista premio Anagrama de ensayo 2013), lo invitaría a participar de lo que él consideraba la generación del 75: “50 autores de América Latina y España, nacidos después de 1975, que le parecen representativos de la producción literaria joven de la lengua en nuestra época. El objetivo de esta selección es hacer una antología del futuro de la literatura en español.” Dentro de su selección desfilan nombres importantes de la literatura actual: Elvira Navarro, Rita Indiana, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Blanco, Rodrigo Hasbun, Alejandro Zambra, Lucía Puenzo, Gabriela Wiener, Paula Piedra, Ana Harcha, Andrés Neuman, Maurice Echeverría, Eunice Shade, entre otros.

Un año después, el reconocido novelista Sergio Ramírez (Premio Dashiell Hammett 1990; Alfaguara 1998; Premio José Donoso 2011 y Carlos Fuentes 2016) lo incluiría en un par de antologías, tanto de poesía como de narrativa por ser uno de los mayores exponentes de la literatura centroamericana y del caribe en la actualidad.

Pero Campos, el escapista, el obstinado en despegarse de la trivialidad, creador de la nave de Argos, el que busca la palabra exacta, el de las peripecias infinitas que aspira a fundar un lenguaje indirecto, que está en constante movimiento, sustancial, el que sabe que no ser original también es una condición moderna, posmoderna, el que no sabe quién es y qué es la literatura ni para qué sirve, como expresó en su tiempo Sartre y ahora lo reformula Richard Ford, en relación al Nobel otorgado al músico Bob Dylan, es el escapista eterno, hilarante, lúdico, el enmascarado heredero de Queneau, Laurence y Perec, rabelasiano quijotesco.

Gustavo es el escapista ingenuo que aún se asombra como Cortázar ante pequeños y anodinos momentos, el de las obras abiertas que resuenan desde los escritos de Eco, el que sabe que no ha triunfado, y que no lo hará, porque escribir bien no es un triunfo sino una condena de voluntaria disciplina. Gustavo es el que también se inquieta porque la literatura es un tedio de nunca acabar.

Quizás jamás tendrá claro cuál es su papel en este mundo ni en el mundo de las letras y de las estructuras y formas, pero es el quien cita cada vez que puede a Samuel Beckett, Antonin Artaud y Henri Michaux, el que vive desencantado y se autonombra “cazador de asombros”, el que sabe que aún no ha puesto la primera línea y que no es más que un instrumento o firma en el sentido derridiano, no narcisista, sino como la conjunción y consecuencia de varios factores. Campos, el escapista, el condenado intuitivo que seguirá saliendo y entrando por ese mítico “Libro que vendrá”, citado en El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot.

Campos, el de los juegos, ha decidido alejarse del “mundanal ruido”, dedicándole su tiempo y conocimientos a la enseñanza artística de la niñez como voluntario del «Plan Internacional Lempira», como lo expresó en su discurso de agradecimiento por el Premio Centroamericano de Novela Corta. A su vez, aprovechó para celebrar la labor que la Sociedad Literaria Hondureña ha elaborado durante décadas, resaltando lo difícil que resulta sobrevivir en un país no presto para el estímulo y producción del pensamiento. Y más aún porque es la única institución que lleva siete años consecutivos creando las condiciones para que siga convocándose a este importante premio centroamericano.

Campos agregó que se rige bajo la premisa de amar al prójimo como a uno mismo y que cree en ese espíritu que se mueve en el arte y en el que cree tanto como cree en Dios; y que ahora ama con el amor que recibe de Él.

Campos, el “escapista” del club de los «inaccrochables»  nunca dejará de sorprendernos. Y con este nuevo libro que estará en librerías hasta el año siguiente, Campos ha elaborado, en palabras del novelista León Leiva Gallardo: “un texto formidable y atrevido” y en el que H. A. Bermúdez ha encontrado: “mayor aplomo y seguridad en sí mismo. Y es esa seguridad la que permite hacer acopio de la vena lúdica, del  constante juego e incluso de las provocaciones al lector. Se parte de la premisa de que quien carece de esa confianza en sí mismo  y de esas certezas personales difícilmente se arriesga a embarcarse en el tono juguetón y burlón como el que campea en el presente texto.”

A Campos le ocurre lo mismo que a Steinberg: ser consciente de que “la vida de una persona creativa está orientada y controlada por el aburrimiento. Evitar el aburrimiento es uno de nuestros objetivos más importantes”. Evitar el aburrimiento es uno de los objetivos más importantes de esta nueva generación de escritores de nuestra “pequeña América olorosa” que es Centroamérica.

Comparte en:

El escritor Kalton Bruhl ha publicado numerosas obras, entre las que destacan El último vagón (2013), Un nombre para el olvido (2014), La dama en el café y otros misterios (2014), Donde le dije adiós (2014), Sin vuelta atrás (2015), Novela: La mente dividida (2014). Traducidas al alemán y al francés, sus obras han sido recogidas en diferentes antologías, como Antología del relato negro III, Hiroshima, Truman, Asesinatos profilácticos y 2099.