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Por qué Jorge Galán tuvo que exiliarse tras publicar su último libro, Noviembre

29 noviembre, 2016

Javier Sancho Más

– Este libro es historia de América Latina y a este hombre de ojos tristes le ha costado el exilio. Jorge Galán (San Salvador, 1973), empezó a estudiar en la Universidad Centroamericana (UCA) durante la firma de los Acuerdos de Paz de El Salvador, a principios de los noventa. La UCA ya era entonces un lugar de peregrinación y mártires. Cuatro años antes, un batallón especial del ejército entró en el recinto con el objetivo de asesinar al rector, Ignacio Ellacuría, que había empezado a mediar entre gobierno y guerrilla. Junto a él, eliminaron a cinco jesuitas más, una colaboradora y su hija. Uno de los últimos episodios atroces de una guerra que costó 75 000 muertos. Y como en la mayoría de casos, el crimen quedó impune, y aún sigue provocando víctimas.


Jorge Galán

Esta entrevista con Jorge Galán se produjo en Madrid, el pasado mes de noviembre, antes de que yo mismo viajara al país del que él tuvo que huir. En su libro se recogen, en capítulos breves que entrelazan la ficción y la realidad, algunas entrevistas reales con protagonistas y testigos de aquellos hechos.

SM: Voy a empezar por la pregunta que le haces a todos tus entrevistados en la novela: ¿Y al fin, cuál es la verdad de las cosas?

JG: Yo creo que la clave es Ellacuría. Los otros cayeron porque se encontraban allí con él. El expresidente Cristiani le había pedido que mediara entre el FMLN y el gobierno. Ya habían tenido los primeros contactos en Nicaragua. Ellacuría era una voz muy seguida. Se trataba de un intelectual con una gran influencia, un puente para la búsqueda de la paz. Y los militares quisieron dinamitar ese puente. Y lo hicieron. Un poco por odio, un poco por inconsciencia y un poco por negocio, porque la guerra los estaba haciendo ricos. Después de su muerte, el vacío ha sido tremendo y dura hasta nuestros días.

SM: De las tres causas que mencionas, me cuesta entender la del odio. ¿Por qué  odiar tanto a un sacerdote como Ellacuría hasta el punto de matarlo?

JG: ¿Por qué odiar a Monseñor Romero (el antiguo arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980)? Lo que pedía Monseñor Romero era que cesara la represión. Era algo bueno. Pero un tipo que no lo soportaba, lo mandó a matar. Eso es irracional. Es el mismo odio que vivimos ahora. ¿Por qué una persona te puede asesinar sólo por mirarle mal? Es el pan nuestro de cada día.

Jorge Galán

Jorge Galán

SM: Un fragmento de tu libro evoca la ciudad de San Salvador durante los años cincuenta. Se podía caminar libremente y sin miedo. Parecía un sitio idílico. Quién lo diría.

JG: Yo creo que el problema está en la impunidad. Cuando suceden tantas cosas y no hay un solo culpable, el problema crece hasta dimensiones incontrolables. Si pensamos en los escritores muertos en los años setenta, como el propio Roque Dalton, asesinado por sus propios compañeros; si pensamos en masacres como la del Sumpul, en la que como en tantas otras el ejército arrasó propiedades y población civil; si pensamos en todos los asesinatos que se dan hoy día sin un solo culpable, ¿cómo puede subsistir una sociedad así, entre la bestialidad? No se puede.

El expresidente Cristiani revela por primera vez conocer a los culpables del crimen.

SM: Tengo que viajar a El Salvador pronto. ¿Qué me voy a encontrar?

JG: Vas a respirar miedo. Tal vez no en el primer momento, pero sí al cabo de un instante. Está en las pequeñas cosas. Significa que si pasas en carro por una rotonda y sales por el lado equivocado, te puedes encontrar con la muerte. Las maras son territoriales. Casi todo El Salvador está dominado por ellas. Yo he perdido amigos, como Mario, que estaba en el centro de la ciudad con su automóvil, y empezó a discutir con alguien que iba en un bus. Se calentaron y el del bus sacó un arma y le dispararon. Otro día, salió en las noticias que unos tipos jugaban al fútbol, en un parque, con una cabeza humana.

Ayer en Madrid, salí del cine con un amigo, y cuando íbamos al automóvil, se acercaron por la acera dos personas. Mi amigo actuó con normalidad; abrió la puerta y dejó sus cosas. Es alguien que no está afectado mentalmente. Nadie en El Salvador actuaría con esa normalidad. Se vive en alerta. El miedo no es infundado porque esas cosas pasan. El Salvador fue declarado el año pasado el país más violento del mundo, con 24 asesinatos al día. Asesinatos sin culpables y sin juzgar.

SM: En el proceso de la escritura del libro, pasaron varias cosas, como la entrevista  al expresidente Cristiani y las amenazas de muerte que recibiste después.

JG: Las amenazas fueron muchísimas. Era esperable. Lo hablé con el padre Tojeira, que se salvó de la matanza. Casi todos los que han escrito sobre este tema han recibido amenazas de muerte. Sin embargo, hubo mucha gente por redes sociales que me acusó de traidor a mi país y de defender a unos curas españoles. Yo escribí un libro para dar cuenta de una historia y en él aparecen igualmente Elba y Celina Ramos, Romero, etc. No se trata de un libro político. Es sobre el dolor, la impunidad y la guerra. Es un libro humano y quien lo lee se da cuenta de eso. Así que los que me amenazaron, seguramente no lo leyeron.

SM: Otra vez el odio.

JG: Sí, el odio irracional. Podía esperar que me amenazaran los allegados de los asesinos, o que a los asesinos mismos no les gustase ver su nombre reflejado ahí, y más aún cuando el presidente Cristiani reconoció por primera vez en una de mis entrevistas que fueron los militares quienes mataron a los jesuitas. Pero no podía comprender que mucha gente me amenazara diciéndome que si me veían por la calle me harían tal o tal cosa.

SM: ¿Esas amenazas provenían de entornos de militares? ¿Hubo alguna en particular que te impulsara a marcharte?

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JG: No puedo saber con seguridad de dónde provenían. Pero no puedo comentar más al respecto.

SM: ¿Cuál es tu situación ahorita?

JG: He pedido asilo en España y ha sido aceptada. Estoy en espera del permiso para trabajar.

SM: Hay en tu novela un personaje que participa en el operativo para matar a los jesuitas y luego se arrepiente porque tenía una madre que simpatizaba con los sacerdotes. Se trata de una historia muy humana, dentro de la historia general. ¿Hablaste con alguno de los asesinos?

JG: Eso está basado en un hecho real y lo que hice fue recrearlo mediante la ficción. Hay varias historias reales que las cuento como una sola. Lo que es absolutamente fidedigno es todo lo que tiene que ver con la trama sobre los jesuitas.

SM: Las historias de los autores materiales del crimen me parece igualmente interesante. ¿Por qué no ahondaste en ellos?

JG: Los integrantes del batallón que cometieron ese crimen probablemente ni siquiera sabían a quienes estaban matando. Para ellos era solo una misión. Estaban en guerra. Eran un instrumento de algo que estaba muy por encima de ellos. Lo que me parece peor es la sangre fría de los altos mandos que sí sabían a quién mataban.

SM: ¿Cómo está el proceso contra esos altos mandos?

JG: Hay un pedido de extradición del juez Velasco, de España, pero la Corte Suprema de Justicia de El Salvador se niega a entregarlos.

SM: ¿Cuál es la excusa?

JG: De algunos dice que ya fueron juzgados, de otros que ya fueron absueltos a raíz de la ley de amnistía. Sin embargo la ley de amnistía no ampara crímenes de guerra ni de lesa humanidad.

SM: ¿Hay algún tipo de iniciativa, o brote de espe…?

JG: No – me corta la pregunta Jorge sin más -. No hay esperanza. No veo ninguna iniciativa que no cause miles de muertos más. Quizá de aquí a 20 años esto se arregla, pero de momento no.

SM: ¿Cuáles son tus planes actualmente?

JG: Tengo proyectos literarios. Me exilié por decisión propia, aunque obligado por las circunstancias. Eso es una cosa. Pero luego, cuesta asumir que no se puede volver, de momento. He empezado a asumir que tengo que construir una vida nueva.

SM: ¿Estudiaste en la UCA?

JG: Sí. Yo entré en la UCA cuando se estaban firmando los acuerdos de paz. Fue una época muy linda. Había más alegría y parecía que se iban a poder hacer muchas cosas.

SM: En Noviembre hay un homenaje a Monseñor Romero. Y, a veces, tiene reminiscencias del libro de testimonios recogido por María López Vigil, Piezas para un retrato.

JG: Ese libro es maravilloso. Monseñor Romero te enseña mucho sobre humanidad. Predicaba con el ejemplo. No sólo era una cuestión religiosa.

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SM: ¿Tienes algún recuerdo de él?

JG: No. Pero me acuerdo de cuando una vecina le dijo a mi madre que lo habían matado. Después, cuando esperábamos al abuelo que había ido al funeral. En la plaza, durante el funeral de Romero, se produjo una matanza, así que no sabíamos si mi abuelo iba a regresar. Recuerdo el silencio, las voces bajas, mientras lo esperábamos. Al fin, lo vimos aparecer.

SM: ¿Eres religioso? ¿Crees en Dios?

JG: ¡Claro! (sonríe), en mi país tenés que creer en los milagros.

Y en una esquina del salón donde nos encontrábamos, en el Hotel de las Letras, esperaba el poeta granadino Daniel Rodríguez Moya. Había quedado con Galán para llevarlo a comer a Volcanes, un restaurante nicaragüense de Madrid para reencontrarse con sabores centroamericanos.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.