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“Los artistas desobedientes hablan”

26 enero, 2017

Gerardo Silva

– Acabando el 2016, en un bar del céntrico barrio de Malasaña en Madrid, un puñado de jóvenes poetas se juntaron para homenajear al filósofo norteamericano Henry David Thoreau y su célebre obra “Desobediencia civil”. Recitaron poemas propios y ajenos, Hombre preso que mira a su hijo entre ellos, se recordó a Marcos Ana y a otros tantos desobedientes. La velada se celebró con ocasión de la clausura de la exposición “Esperando a Thoreau: Expresiones desobedientes” (septiembre-noviembre 2016), que tuve el placer de curar para el Instituto de la Juventud (INJUVE) en la sala Amadís.


La muestra pretendió trasladar el espíritu del autor de Walden hasta las plazas españolas de mayo del 2011, donde tuvo lugar el movimiento 15M, y luego al entorno expositivo, para fusionarse con el trabajo de ocho artistas menores de 35 años, hombres y mujeres que desarrollan una labor artística crítica e indagatoria en las relaciones entre los individuos, la sociedad, las instituciones y el Estado.

Para ahondar en la reflexiones que inspiraron la exposición – y que compartí con los lectores en el número 74 de Carátula – le hemos pedido a algunos de los artistas participantes su opinión sobre el momento histórico y cultural que les has tocado vivir.

Ves desde tu punto de vista como artista/creador la situación actual del panorama social, cultural y artístico en España? (características, retos, oportunidades, peligros…)

Beatriz Sánchez: No aportaré nada nuevo al decir que no está nada fácil, sobre todo si hablamos de disciplinas como la que yo practico: el arte multimedia. El peligro es lo mismo que proponerse un reto, hay siempre riesgo y nunca se sabe si el paracaídas va a funcionar… pero ahí estamos, en el aire, y a nuestro aire. Es una decisión precaria dedicarse al arte, ya me lo dijo mi madre una vez: Beatriz, vas a ser artista y por ello vas a sufrir mucho. Al principio no lo entendía porque era lo único que quería hacer y me hacía muy feliz dedicarme a lo que realmente me complace… pero luego es cierto que es jodido, y no sólo porque es una profesión precaria, sino porque se sufre con el pensamiento (que el buen pensamiento es contradictorio), y decidir dedicarse a la creación da muchas alegrías pero también puede provocar crisis personales; sentirte muy incomprendida en este mundo donde todas las reglas del lenguaje parece estar ya trazadas por las tendencias y blablabla…

Cristina Llanos: Confieso que se me hace muy difícil contestar a estas preguntas desde mi situación actual, como madre de un niño de 4 años, artista , trabajadora (precaria) en diferentes trabajos nada relacionados con el arte, que vive a las afueras de Madrid en casa de sus padres…

La crisis nos ha puesto las pilas a todos.

Creo que hay movimiento y ganas de hacer las cosas de otra manera, pero no me siento capaz de desarrollar un punto de vista al respecto desde mi cueva.

DosJotas: Desde el punto de vista artístico es un momento muy interesante, con muchos temas sociales, políticos y culturales sobre los que reflexionar, con un gran número de iniciativas independientes auto-gestionadas, lo malo es el por qué cada vez hay más, todo esto se debe a la precaria situación que existe en la sociedad española, la decadente situación política del país y el conformismo institucional dentro de la cultura.

Daniel Mayrit: Probablemente el mayor problema de la situación artística actual en España haya sido y sigue siendo la falta de una política cultural concreta con objetivos a largo plazo. En este país no se ha entendido nunca, o casi nunca, la cultura como un sector estratégico por el que apostar políticamente, con todo su potencial productivo, de generador de puestos de trabajo, de repercusión internacional y de enriquecimiento de la experiencia vital de las personas. Hasta ahora todo lo que han habido son parches para tapar problemas concretos aquí y allá y así ir tirando, pero falta una dirección, un plan y una estrategia. Un estatuto del artista y del profesional de la cultura, como tienen la mayoría de los países de nuestro entorno, sería la primera piedra para empezar a recorrer ese camino; una ley de mecenazgo en condiciones ayudaría sin duda a la producción cultural sin hacer que el peso de esta recaiga solamente en las ayudas públicas, que tan inmerecida y mala prensa tienen; un sistema de seguridad social que contemple las especificidades del trabajo del artista acabaría con la precariedad eterna de los que ya estamos en el sector… En general existe una clamorosa falta de política cultural porque cada vez que en este país se ha tenido que decidir si legislar sobre cultura o sobre cualquier otra cosa, se ha decidido siempre cualquier otra cosa. El caldo de cultivo está, el talento está (aunque para sobrevivir se tenga que ir fuera), las ganas del público están, incluso si me apuras las infraestructuras también están….. sólo falta dirección, política e interés por hacer de la cultura un sector estratégico.

Marco Godoy: Es una pregunta muy amplia y mi visión es parcial porque desde el 2012 he estado más tiempo fuera. Por mi parte es seguir trabajando e intentando llevar las cosas con optimismo.

¿Por qué aceptaste participar en una exposición sobre desobediencia? ¿Qué parte de tu trabajo o qué línea de tu discurso artístico tiene que ver con este tema?

B.S: Porque el tema que plantea se vincula mucho a mi modo de hacer y vivir. Casi todo lo que hago parte desde la desobediencia; de hecho, el propio hecho de generar arte (miradas alternativas a las estipuladas) ya es una actitud desobediente… desafía la estandarización del lenguaje.

C.LL: He participado en esta exposición con mi proyecto «El Pacto Secreto» que habla del ideal de maternidad que se impone en nuestra sociedad. El concepto de maternidad que asumimos todos a través de nuestra cultura y los medios de comunicación.

Pienso que la maternidad que nos venden es universal, creada a partir de una ficción, impuesta por un modelo de sociedad patriarcal en el que el ideal maternal es asexuado, carente de deseo y de hostilidades, que sitúa a la mujer en una perfecta relación filial que se supone, debe cumplir a la perfección si no quiere ver peligrar su feminidad y su aceptación social. La que yo presento en mi trabajo choca frontalmente con esta idea y presenta otra visión más violenta y a mi parecer realista, de esta experiencia. Este punto de vista tiene algo de desobediente…

En general, mi trabajo artístico más «desobediente» casi siempre parte de una experiencia personal, que de alguna manera choca con el pensamiento colectivo que impera en nuestra sociedad. Ese conflicto hace que busque respuestas…

D.J: Me pareció un proyecto interesante. En mi trabajo la gran mayoría de proyectos son ilegales y reivindicativos, hechos de forma autónoma y auto-gestionada, por lo que la desobediencia está siempre presente.

D.M: Creo que todo mi trabajo, y buena parte del arte en general, está dirigido a contestar un sistema dado, un establishment. Ya sea el sistema político amplio o un sistema visual particular. Buena parte de la labor del arte es proponer nuevas alternativas, expandir la experiencia de lo posible, no sólo protestar o apuntar con el dedo sino también imaginarse aquello de «otro mundo es posible». Nos corresponde a los creadores y creadoras poner imágenes a ese mundo porque hasta que no ha sido imaginado por alguien no se puede poner en práctica. Hoy en día en el mundo en el que vivimos creo que esto es más factible que nunca, contestar el orden establecido y proponer nuevas alternativas está más al alcance de la mano que nunca. Creo que es nuestra responsabilidad histórica, la de esta generación, aprovechar esta ventana de oportunidad para que no sean otros quienes la utilicen para consolidar -a peor- lo ya existente. Desde el arte tenemos que poner nuestro grano de arena para la construcción de un futuro digno, pero ojo, siendo muy conscientes de que exclusivamente desde el arte no lo vamos a conseguir. El arte, la cultura en general, es imprescindible pero sola no es suficiente.

M.G: La desobediencia se puede ejercitar de muchas formas que no tienen que ver con una visión tradicional del desobediente rebelde estereotipada. La exposición es un abanico de prácticas artísticas que trabajan en ese sentido y desde mi práctica creo que es importante hablar de ello.

¿Crees que existe actualmente una generación de artistas distinguible, con aspiraciones, referentes y/o formas de creación comunes? si así fuera, ¿cuáles serían sus características? ¿Sientes que perteneces a esta generación?

B.S: Hay mucho individualismo, no creo que destaque un grupo concreto. Siempre harán ruido los que persisten y buscan un lenguaje propio; los que buscan una alternativa de expresión y, muy fundamental, saben dar con la tecla.

Por supuesto también hay mucho artista que destaca y «triunfa», pero eso no le hace distinguible… Siempre he dicho que lo que menos soporto de un artista es que trabaje sobre unos temas y que luego en su vida cotidiana sea completamente ajeno a su propio discurso. Ocurre con frecuencia en el arte crítico, contextual, social.

Para no cerrar esta cuestión con un tono negativo, puntualizaré que existen muchos artistas que son realmente buenos, que trabajan y van por buen camino… ahora, que se les dé la visibilidad merecida… ese es otro tema. ¡Menos mal que está internet!

C.LL: No lo creo… Ni siquiera yo misma siento que pertenezca a una generación en concreto, artísticamente hablando… Me identifico y relaciono con gente de edades muy variadas, que hacen trabajos muy diferentes.

D.J: Actualmente hay un gran número de artistas de diferentes generaciones trabajando temas comunes, por ejemplo, dentro del arte político desde hace unos años se llevan realizando una serie de exposiciones totalmente fuera del sistema galerístico o institucional junto a diferentes colectivos anarquistas, casas okupas y espacios alternativos.

D.M: La respuesta corta sería «no», simple y llanamente. Más allá del lazo común de tener edades similares, creo que ese componente generacional se está perdiendo. Al menos tal y como lo entendíamos hasta ahora, tendiendo a agrupar a artistas en torno a movimientos, décadas, etc… Me da la impresión de que con la irrupción de las tecnologías digitales y con la accesibilidad a los medios de producción que esta conlleva el panorama ha eclosionado en infinitas direcciones que son imposibles de abarcar y de clasificar. Quizás algún día se haga una antología de lo que estaba pasando en esta segunda década de siglo y se encuentre que sí, que existían esos nexos o inquietudes comunes de los que hablas, pero yo ahora mismo no los veo desde dentro. De hecho me da la sensación de que todo tiende a hibridarse cada vez más…

M.G: Hay tantas prácticas distintas que seria difícil decir que hay una generación. Se trata de casos individuales y por lo general los artistas se conocen entre ellos y trabajan en círculos de afinidad. La idea de una generación de artistas la entiendo más relacionada con una noción de práctica artística que va desde el S.XIX hasta las segundas vanguardias, desde entonces creo que los modos de producción han cambiado y no se trata tanto de “generación” sino de “nodos”.

Crucemos el charco: ¿Conoces o has tenido relación con el entorno cultural/artístico latinoamericano? ¿Qué te llama más la atención o te parece interesante? (artistas, iniciativas, proyectos…)

B.S: Tuve la suerte de impartir talleres de vídeo-creación en varios países de Centroamérica, y no dejaba de sorprenderme la capacidad creativa, las ganas, la sensibilidad y la implicación que la gente le ponía a sus trabajos. Mi experiencia fue muy positiva.

No quiero hacer lista de artistas porque seguramente me deje a otros, pero calidad e intencionalidad hay, y promete!

C.LL: Tengo la suerte de tener un amplio grupo de amistades latinoamericanas (sobre todo en México). Muchas de ellas se dedican al arte y, aparte de hacer cosas muy interesantes, me gusta mucho lo peleones y peleonas que son, su sensibilidad ácida y su humor negro.

D.J: No conozco especialmente bien el panorama latinoamericano, lo que más conozco son artistas urbanos como Stinkfish, Os Gêmeos, Saner o Bastardilla, entre otros muchos y artistas que han sido referentes como pueden ser Jota Castro, Tania Bruguera o Teresa Margolles.

D.M: La verdad es que muy poco, y además me da mucha vergüenza admitirlo. Es verdad que desde España pecamos de mirar mucho a Europa y tendemos a olvidar todo lo que ocurre más allá del Mediterráneo y el Atlántico. Conozco algo más de la escena fotográfica, que es la que me toca más de cerca y que además cada vez llega con más fuerza de ciertos países de allá, como Argentina, Brasil, Perú…

Pero por acabar con una nota positiva y en relación a la primera pregunta, Brasil precisamente tiene un sistema de producción cultural, de implantación en el territorio y de acceso a la cultura, el programa Cultura Viva del primer gobierno de Lula, que ¡ya quisiéramos nosotros aquí!…

M.G: Latinoamérica me enseña que no hay que tenerle demasiado respeto a la vieja Europa. Conozco un poco Bolivia, Ecuador y México, y he podido trabajar con artistas latinoamericanos, siempre he aprendido mucho de la convivencia. Cada vez que voy tengo la sensación de oxigenarme con el contexto, mi experiencia es de una comunidad artística menos superficial.

Para conocer más sobre la esencia creativa de estos artistas os invito a ver sus trabajos en el catálogo online de “Esperando a Thoreau: Expresiones desobedientes”.

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