critica-javalos-foto

Poemas

29 enero, 2017

Jorge Ávalos

– Poeta, narrador y dramaturgo salvadoreño (1964). Es editor de la revista La Zebra (lazebra.net). Como cuentista ha ganado los dos premios centroamericanos de literatura: el Rogelio Sinán de Panamá, por La ciudad del deseo (2004), y el Monteforte Toledo de Guatemala, por El secreto del ángel (2012). En 2009 recibió el Premio Ovación de Teatro de El Salvador por su obra La balada de Jimmy Rosa. En 2014 estrenó en el Teatro Cervantes de Buenos Aires su drama Ángel de la guarda, durante el Festival Internacional de Teatro de Argentina. En 2015, su obra La canción de nuestros días fue galardonada con el Premio Ovación de Teatro 2014. Sitio oficial: Imaginador | jorgeavalos.com


Jorge Ávalos

Advertencia

Para el joven inexperto
ante la Mujer desnuda

Una Mujer es un abismo. Inclínate
con cautela
hacia sus ojos. Teme
su boca,
el dulce vértigo de sus besos.
Siente su corazón
palpitar
a través de los huesos y de la carne.

Su desnudez no es inocente:
es la trampa de lo eterno.
Acércate a ella
con prudencia. Escucha su sangre
remontarse
por las rutas accidentadas
de su cuerpo
hasta el golpe frutal
de los pechos,
hasta los labios
asombrados
de su sexo.

Toca el borde espinado
y las señales
ocultas: las grietas,
las junturas,
lo que tiembla de humedad
y hace oscilar la frágil madeja
de los sentidos.

Una Mujer es un abismo.
No sabes si mirarla,
humillado, o destruir su belleza.
Cobarde y vil, tierno animal
esquivo y fugaz,
no sabes si admirarla o amarla
como ama
un hombre derrotado:
humanamente.

Una Mujer es un abismo,
y ese abismo,
óyelo bien,
es tu destino.

He ahí la nube que amas

He ahí la nube que amas.
Delgada y pequeña,
blanquísima
en su esplendente mocedad.
Ella no te ve.
Ella goza, extática, ese hálito
suave de las montañas.
Altos pinos dibujaron
su figura. Delgadas ramas
peinaron sus bordes
de luz de plata.
Ella se ve a sí misma
en su espejo de señorita
—laguna del valle,
en un florido marco
de rosáceos nenúfares—.
Ella baila
en la transparencia
de su cálido
cielo. Porque
esa pureza celeste
que ves ahí,
es su cielo. El vacío
inmenso no basta
para contener
su belleza, tan alígera
y precoz. No lo entienden
otras nubes. Ella
te ignora porque sí,
porque aún no vislumbra
que pueda existir el amor
en esa otra condición
de raíz y tierra,
o de fuego
y extinción. Ella
no sabe siquiera
que debe entregarse
toda
para ser amada. Pero
tú la quieres aun así, poeta.
Y la amas, en parte, porque
te ignora. La amas
porque, para ella,
nada de lo que tú escribas
importa. Ella es lo que vuela.
Ella es un cuerpo de rocío.
La abraza un haz de sol.
La cimbra el viento.
Le canta un coro
de garzas que envidian
su candor refulgente.
El sietecolores, el tordo,
el perico y el halcón
animan sus alas bajo
su casta sombra.
La admira una niña
que quiere ese algodón
de azúcar. He ahí tu amor
fugaz. Un amor para tu alma
que mira y calla. Ella juega
sola. Ha inventado
la danza. Ha soñado
el horizonte. No recuerda
que alguna vez se desprendió
de nubes más grandes,
estratos de rollizos nimbos
de prístino albor.
Renuncia a ella, poeta.
Su limpia lluvia
no será para ti. Déjala
llegar hasta donde pueda
llegar por sí misma. Ella es
la nube que amas. Permite,
por tanto, que su amor
busque su propio valle,
su duro risco, su alta torre
incrustada de balcones,
su arrabal de tejados rojos
y tristes calles, deja
que ella encuentre
por sí misma
a su amante y a su poeta.
Ella es la nube más hermosa
que has conocido. Ella es
la nube que amas.
Ella se colma
de tierna escarcha,
de migratoria inquietud
y del vaho
mineral del mar. Y ahora
ella gira
hacia un vértigo inaudito,
porque la claridad
de sus besos se precipita toda,
al fin, —agua
de vida, himno
de lluvia,
letras de rocío—,
sobre la faz de la tierra.

El sistema solar

No ames al árbol
por su belleza, pues todo árbol
es bello en sí mismo.
Desde su coro de verdes ojos,
desde el alto concierto
de sus pájaros y frutos,
el árbol extiende
la cósmica música
de sus lentas ramas hacia el sol.
No ames al árbol, pues,
por su belleza evidente. Ámalo,
en cambio, porque todo árbol
está al centro de la vida,
porque cada fronda sobre la tierra
es un balcón al universo.

Mi paraíso

Sed de arena, mar de piedra,
mesa de olvido, cuenco negro;
aquí guardo la noche, allá
mi primera estrella. Caprichos
de un dios o de un niño, dirás
al abrir mis antiguas arcas.
¿Pero qué cosas hallarías si te
dejase buscar en ellas? Acaso
un tigre de cuerda o una Mujer
desnuda. Mi mayor creación
fue un grano de arena. No hice
este vasto desierto en vano:
allí jugué con el mito anhelante
de La Quimera; en esa cruenta
batalla perdí ciento siete alas,
forjé una espada de fuego
y ardió la circundante llanura;
estas son las cenizas del hálito
cruel de esa bestia elegida,
mi primer imposible (no sería
el único). Una vez intenté
el suicidio de todo el universo.
También jugué con un pájaro
de tres alas cuando aún no
había inventado el viento.
Una tarde explotó mi volcán
de almíbar; nada pudo detener
la pérdida de aquel tercer planeta
bajo aquella dulzura incontenible.
No tenía ángeles en ese entonces,
sólo abejas mordiendo el sueño
de púrpuras gardenias y blancos
alhelíes. No inventaría la rosa
hasta crear la espina; fue un
accidente: me pinché buscando
la más dulce miel para mis osos.
¿Así que esta es la sangre —me
pregunté— tan roja, tan humana…?
En ese instante comprendí
el secreto de la vida: Nada es
imposible si no está predestinado.
Hágase la luna, clamé, por tanto,
y fluyan indomables, por ella, cauces
de sangre. Hágase la dulce leche
y la sed. Y hágase la Mujer y su error,
esa criatura que llamaremos hombre.
Y así se hizo. Aún me asombran
esas obras primerizas: el pubis
encarnado y la rosa de cruel belleza,
el viaje del óvulo y el altivo
pezón de Eva, el más sublime
detalle en un mundo accidental
pero perfecto… Mi paraíso.

Comparte en:

San Salvador, El Salvador, 1964.
Poeta, narrador, artista visual, dramaturgo y periodista.
Residió en Estados Unidos de Norteamérica veinte años a partir de 1980. Obtuvo su Licenciatura en Artes, con una especialidad en Antropología Cultural y una subespecialidad en Economía, en la Universidad de Long Island en 1997. Fue becario de la Fundación para las Artes de New York y ha obtenido valiosos galardones, entre los que destacan el Premio del Consejo para las Artes de New York; Premio Nacional Fideicomiso para las Artes de New York (Young Scholar Award); Premio New Voices 2000 por la Academy for Educational Development: Premio Nacional del Medio Ambiente 2007; Premio de la Asociación de Periodistas de El Salvador, categoría Prensa Escrita. Ganó la tercera edición del Premio Centroamericano de Cuento Mario Monteforte Toledo 2011, con su obra El secreto del Ángel.

Ha publicado los poemarios Cuerpo vulnerado (1984); El coleccionista de almas (1996); y El espejo hechizado (2001); el libro de cuentos La ciudad del deseo (Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2004).

En teatro ha publicado Ángel de la guarda (2005), La canción de nuestros días (2008), Lo que no se dice (2009) y La balada de Jimmy Rosa (Premio Nacional de Teatro Ovación 2009).

Fue incluido en la antología de cuento centroamericano Puertos Abiertos, seleccionada por Sergio Ramírez y publicada por el Fondo de Cultura Económica, México.