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La casa perdida: en la frontera del neoliberalismo

28 marzo, 2017

Angel Saldomando

– La literatura de frontera ha acumulado una fértil reflexión, quizá más voluminosa que la cantidad misma de obras que podrían asimilarse a esta temática. Este devenir no ha estado exento de dificultades conceptuales, entre ellas la de la propia delimitación de la temática, ironía permitida si se quiere, dada la propia ambigüedad de aprehender un ámbito fronterizo como espacio cultural o identitario específico. Los trabajos sobre el tema no ignoran la dificultad, incluso algunos análisis han sugerido que se ha creado una suerte de entusiasmo exagerado por una novelística de contornos mal definidos.


Meditad el exilio,
los tormentos

La guerra,
los naufragios

Las enfermedades
Seneca

La literatura de frontera ha acumulado una fértil reflexión, quizá más voluminosa que la cantidad misma de obras que podrían asimilarse a esta temática. Este devenir no ha estado exento de dificultades conceptuales, entre ellas la de la propia delimitación de la temática, ironía permitida si se quiere, dada la propia ambigüedad de aprehender un ámbito fronterizo como espacio cultural o identitario específico. Los trabajos sobre el tema no ignoran la dificultad, incluso algunos análisis han sugerido que se ha creado una suerte de entusiasmo exagerado por una novelística de contornos mal definidos. Sin embargo la propuesta de que existe una literatura de frontera tiene fuerza, además posee un ilustre antecedente. Elias Canetti se definía como hombre fronterizo “sono assolutamente polígamo nei confronti dei luoghi” decía quizá de manera premonitoria. He aquí una primera referencia a la frontera como lugar, lugar sin embargo que contiene una línea de delimitación de dos espacios: dentro-fuera, otro lugar. Esta definición se corresponde con la creación y la afirmación de estados nacionales. En ella el adentro y el afuera es la distinción principal relacionada con la geopolítica. Su expresión fue el conflicto, la modificación de fronteras mediante la conquista, la perdida de territorios y el aplastamiento de modos de vida y de culturas. La colonización y la agresión a pueblos originarios dan cuenta de ello. Luego de la relativa estabilización de las fronteras, con las independencias nacionales y/o la consolidación de los estados nacionales, aparecen amplias zonas donde asoma la conservación de antiguas convivencias y/o aparecen nuevas configuraciones sociales y culturales. Ello atrajo la atención con el objetivo de determinar si la frontera es realmente un lugar en sí, con su propia identidad y si puede constituirse en “lugar de memoria”. “Un sistema simbólico” [i](Perla Abrego) capaz de crear sus propias referencias  y sus propias fuerzas convergentes y opuestas a la vez, entre ser y no ser, entre personas, culturas y lenguas. Y si este todo, mosaico abigarrado, puede a su vez constituirse en una suerte de “tercer país”. Este acercamiento, desde diversos puntos de partida, hace un esfuerzo por “construir” el objeto de estudio.  Un recurso incluso que podría generar una nueva manera de estudiar la “transformación de la identidad cultural” [ii] y pensar la mezcla cultural. No cabe duda que existen numerosos lugares en el mundo que pueden identificarse con los esfuerzos de conceptualización de realidades sociales fronterizas y sus manifestaciones culturales, particularmente la literatura. En América Latina la frontera entre México y Estados Unidos es la más mencionada y uno de los casos donde la disputa por la identidad y la memoria es de los más tensos. La “conquista” del desierto en Argentina y la “pacificación” de la Araucanía en Chile, dos guerras de extermino contra los pueblos originarios, para instalar el estado nacional; marcaron profundamente los imaginarios y los debates en torno al  concepto de frontera, expresado a su vez en la literatura. Estas líneas de reflexión y las cuestiones que plantean son útiles en muchos sentidos. Sus premisas están en gran parte ancladas en la idea de territorio, delimitación física y lugar de vida donde la diferenciación y la mezcla cultural operan a la vez, hasta constituir una especificidad, sea esta contradictoria. Esto también nos refiere a la identificación de raíces, la búsqueda de lugar de arraigo y memoria. Sin embargo, una nueva variable macro social está en conflicto con esas búsquedas que exigen reconocimiento de la diversidad y de la memoria. El neoliberalismo como nuevo formato de prácticas, de valores, de imaginarios que acompañan una nueva configuración económica y social, horada todas las experiencias de vida. También desplaza las fronteras, tema que retomaré luego, y frente a esto los análisis sobre y la propia literatura de frontera, tal como aparece hasta ahora en sus premisas; se vuelven limitados. No se trata de cuestionar la pertinencia de estos análisis, a mi juicio el punto es ver como la nueva variable, que se volvió hegemónica en los años 80 del siglo pasado, establece nuevas coordenadas que agreden la expresión de referencias territoriales y culturales en sus más recónditas especificidades. La eterna búsqueda de identidad se asemeja cada vez más a una casa perdida. El neoliberalismo se convierte en el “tercer país” como “lugar donde se lleva la re-historización de símbolos culturales que son el producto de otro tiempo y otro espacio”. Es la nueva frontera. imagen1

El neoliberalismo como nueva frontera  

El neoliberalismo fue analizado esencialmente como una gran transformación del régimen económico, que atacaba el estado providencia, allí donde existía, los equilibrios sociales y forzaba una desregulación a gran escala de las economías nacionales y de los intercambios internacionales. En nuestra región con estados nacionales incompletos, menos resistentes, derivas dictatoriales y grandes rezagos sociales, las reformas neoliberales generaron concentración de la riqueza, pobreza, corrupción y una suerte de guerra social interna que destruyó estados, mercados internos, localidades, regiones y forzó grandes movimientos migratorios. En el plano social, se expandió la mercantilización de la sociedad, la pérdida de derechos y la transformación de los ciudadanos en consumidores. El balance del neoliberalismo fue catastrófico y, formalmente al menos, su dominio se prolongó hasta 2005, fecha mítica en que el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fue rechazada en la conferencia de Mar del Plata. Pese a ello, la matriz instalada no solo perduró, como modelo de sociedad sigue presionando. En medio de esta devastación una nueva configuración societal emergió, acompañada de una profunda desestructuración social destinada a fundirse en esa nueva configuración. Esa desestructuración fue interna y externa, pobreza por un lado, emigración por otro. Las tasas de pobreza fueron altísimas, incluso para países con un largo pasivo en este campo y traumatizantes para otros como en la Argentina. La emigración por su lado se incrementó a niveles nunca vistos a partir de los años 80 y 90 del siglo pasado, hasta llegar casi a los 30 millones de latinoamericanos en la actualidad, por no mencionar otras zonas del mundo. Esa nueva configuración, bajo forma de globalización neoliberal, se alejó de toda idea de raíces, identidades nacionales y forzó las fronteras a través de la globalización desregulada, la uniformización planetaria por medio de los objetos, y por las formas de consumo junto con los imaginarios que contrabandea. El neoliberalismo con su imaginario de mercado global sin fronteras ha pretendido convertirse y plantearse como un mundo único: un país-planeta. Entrar o salir de ese “país” se convirtió en la nueva frontera, a la vera del cual quedan los pobres, los migrantes, los pueblos originarios y todas las categorías que imaginen siquiera vivir de otra manera. El soporte tecnológico, las nuevas estrategias de las multinacionales, la concentración económica son los grandes pilares de esta nueva configuración. La gran disputa cultural se plantea en torno a la naturalización “del país neoliberal”, el único “normal” “no hay alternativa”  y “siempre fue así”. Se tensiona en las fronteras sociales internas de los que quedan afuera, y en la pretensión agresiva de borrar la memoria de movimientos, luchas y de individuos asociados a proyectos colectivos. Solo deberían permanecer individuos, consumidores, desconectados y pasivos. ¿Existe una literatura de esta nueva frontera? ¿De la casa perdida? En alguna medida J.F. Coté intuye el problema al mencionar la necesidad de “ciencias nómadas” para enfrentar “el carácter mezclado de la cultura contemporánea a favor de la globalización”. He ahí el problema, dar por sentado como única fuerza motriz la globalización y no la recuperación de espacios, identidades y diversidad, que pueden ejercer la posibilidad del intercambio plural pero no al precio de su disolución. Después de todo, paradójicamente el “país único”, a su paso está creando para todos: más marginados, más aculturación, más guetos, más comunitarismos sectarios y no más “carácter mezclado de la cultura”. Eso expresa la contradicción entre la uniformización forzada y la producción diversa de sentidos y culturas que intentan resistir. Ello está creando fronteras internas tan sólidas como pretendieron serlo las antiguas fronteras físicas y los nacionalismos conservadores.

Entre fronteras

De estas contradicciones surgen problemas relacionados con las convivencias posibles, la diversidad cultural y el respeto de las diversas construcciones de memoria. Pero una convivencia solo será posible si los códigos de civilidad ética, tolerancia y equidad logran sostenerse o quizá fundarse contra la exclusión, la violencia y el “país único”. Es claro que la literatura de frontera se enfrenta a nuevos territorios más complejos que aquellos que elaboró en su momento en torno al exilio, el desplazamiento, el desarraigo. Las experiencias y las memorias que pueden inspirar los relatos provienen ahora, quizá, no de referencias pasadas o presentes sino que de toda una vida transcurrida bajo la bandera sin colores de la nada. Los tiempos en que el país, el barrio y la casa buscaban articular un solo ser, en que el almacén de la esquina era la capital se ven disueltos en otro lugar. Donde nadie quiere a nadie, no hay afecto ni pertenencia y dónde lo que importa es solo sobrevivir para poseer. “La casa es algo del pasado” afirmó Adorno con ironía y pesimismo, anticipando lo que vendría.[iii]  En esta suerte de no man’s land al que nos somete el neoliberalismo y su modelo de sociedad nuevos tipos humanos desarraigados están surgiendo.  Detrás de ellos están las sombras de aquellos que todavía conservan una nostalgia y reivindican hasta las fronteras para tener a que aferrarse. Por experiencia personal conocí largos exilios y el total extrañamiento que produce. La memoria en mi caso no hizo más que agudizarse, pero quizá por eso percibo con mayor fuerza la amnesia colectiva o la tentativa de instalarla que requiere el funcionamiento del formato social neoliberal. Amplios grupos sociales y en muchos casos de la juventud; aparecen prácticamente descerebrados. Carentes de referencias culturales, históricas y colectivas. Las fronteras en este caso son de época, de espacio, de modos de vida. Un campo de disputa y conflicto está desplegado en relación a esta frontera. Paradójicamente reacciones sectarias o nacionalistas conservadoras, en muchos países, prometen recuperar la casa perdida al precio de anular y reprimir la diferencia, en un típico diseño autoritario. Por otro lado, el rescate de la diversidad en una coexistencia democrática, lo que podría ser el único antídoto a las derivas peligrosas, lastra su potencial cuando se encarna en representaciones ideológicas planteadas como únicas aceptables. Una contradicción insalvable. La frontera real o imaginada por la pertenencia y el espacio compartido, como lugar donde fijar una hibridad nacional, cultural o racial; que elabora la literatura de frontera se muta en una disputa más amplia. En ella el extrañamiento que propone el neoliberalismo choca con la búsqueda de la casa perdida, esa que todos necesitamos tener en algún lugar.


NOTAS

[i]Ábrego, Perla. 2011. La frontera como sistema simbólico en la literatura mexicana contemporánea. Revista Surco Sur, Vol. 2: Iss. 3,47-52.

[ii] Coté Jean François. Littérature des frontières et frontières de la littérature: de quelques dépassements qui sont aussi des retours. Recherches sociographiques 443 (2003). : 499-523.

[iii]Theodor Adorno. Minima Moralia: Reflections from damaged life.

Bibliografía

– Ábrego, Perla. 2011. La frontera como sistema simbólico en la literatura mexicana contemporánea. Revista Surco Sur, Vol. 2: Iss. 3,47-52.

– Cárdenas Gerardo. Frontera y literatura: Encuentros al borde de dos países. Contratiempo. – Coté Jean François. Littérature des frontières et frontières de la littérature: de quelques dépassements qui sont aussi des retours. Recherches sociographiques 443 (2003). : 499-523. – Servelli Martín ¿Literatura de frontera? Notas para una crítica. Revista Ibereoamericana. X,39 (2010) 31-52.

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Viña del Mar, Chile, 1956.
Economista e investigador chileno, con estudios en la Universidad de Paris VIII Saint-Denis. Es investigador del Centro de Investigación de la Comunicación (CINCO) desde 2005, donde se ha desempeñado como investigador social y colaborado en la producción del boletín mensual “Perspectivas”. Ha ejercido la docencia en universidades de Nicaragua (Universidad Americana, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y Universidad Central de Nicaragua), Canadá (Québec) e Italia (Florencia, Bolonia).

Su desempeño laboral se ha desarrollado en dos ámbitos: en el área de evaluación de proyectos, con agencias de cooperación internacionales en Nicaragua y otros países de la región centroamericana; y en el área de investigación y asesoría, con centros de investigación y cooperación en Nicaragua, Honduras, Alemania, Finlandia, Italia y Canadá, incluyendo la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Entre sus publicaciones destacan “Corrupción global” (2007), “Partidos políticos en Centroamérica” (2005), “Gobernabilidad: entre la democracia y el mercado” (2002), “Descentralización, desarrollo local y gobernabilidad en Centroamérica” (2005), “Violencia social en Centroamérica” (1998), “Nicaragua con el Futuro en Juego. La Transición en Nicaragua” (1995) y “El retorno de la AID” (1993).