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Autoficción a través de un Diario Íntimo en Simone de Eduardo Lalo*

23 mayo, 2017

Tomás Arce

– Además de los elementos ficción, realidad, intertextualidad, folletín, autoficción, paratextualidad, entre otros, sugeridos por Tomás Arce en la intensa interpretación que ensaya sobre la novela Simone, del puertorriqueño Eduardo Lalo, utiliza con frecuencia el apropiamiento de una serie de conceptos vertidos por otros tantos ensayistas-pensadores literarios como: Maurice Blanchot, Walter Benjamin, Gérard Gennet, Carlos Del Pino Castilla, Hans Rudolf Picard, Jorge Ladino Gaitán Bayona, y más, para abrir con filosísimo escalpelo la epidermis del cuerpo narrativo, y con ellos penetrar a mayor profundidad en el contenido y los soportes de la historia narrada bajo el auspicio del recurso literario conocido como diario y, en ese terreno mostrar el estado actual de la literatura y la identidad latinoamericana, más específicamente la identidad caribeña, como también la problematización política de Puerto Rico, sin descuidar los aspectos amorosos, humanos de sus protagonistas Li Chao y el escritor anónimo. En suma Tomás Arce nos redescubre una obra y un escritor a los que habrá que revisar con ojos nuevos.


Eduardo Lalo

Eduardo Lalo

El propósito de este artículo es el de analizar en la novela Simone, del escritor boricua Eduardo Lalo, las posibilidades de escribir una novela desde la ficcionalización del Yo, utilizando como recurso narrativo un estilo de escritura fragmentaria que corresponde a las anotaciones de un diario íntimo. En tales anotaciones, las más de las veces, se escribe sobre la perspectiva actual de la literatura latinoamericana y también acerca de habitar y vivir en la ciudad de San Juan de Puerto Rico. Posteriormente, esta se convierte en un laberinto que este escritor anónimo debe recorrer para recolectar pistas que una admiradora secreta perpetra, para edificar un puente comunicativo con el solitario escritor que admira.

Esta admiradora secreta firma estas notas con el seudónimo Simón Weil, en honor a la filósofa francesa, y según el narrador-protagonista de la novela “Una especie de santa de la izquierda” (72). A medida que se desarrolla el argumento de la novela, nos enteramos que la admiradora es una mesera bisexual de origen asiático que responde al nombre de Li Chao, y debido a una violación por parte de un amigo, teme y desconfía de los hombres.

A pesar de esto, Li Chao inicia un amorío, de idas y venidas, con el narrador anónimo; sin embargo, no es el objetivo central de este ensayo profundizar en la historia melodramática que ocurre entre el escritor anónimo y la asiática Li Chao. No le atañen los avatares de su amor, ni el posterior triángulo amoroso que acontece con la académica Carmen Lindo; no obstante, sí le resultan fundamentales, las pistas que Li Chao deja por la ciudad de San Juan para llamar la atención del escritor, a través del juego intertextual que remiten a obras que se explayan sobre la fragmentariedad de la escritura o sobre el oficio de escribir profesionalmente.

La escritura de un diario íntimo, en sus origines, se suscribía al plano real y se realizaba con un afán etnográfico. Se escribía para que su autor en el proceso creativo retratara su realidad cotidiana: anotando lo acontecido, enunciando encuentros con otros individuos que pueblan su realidad y realizando conjeturas íntimas sobre eventos particulares relativos a los fenómenos que su autor estudiaba.

A pesar de que tales anotaciones sean sesgadas por la subjetividad, estas tenían un fin objetivo, pero no necesariamente comunicativo. Estos diarios se escribían para no ser publicados. Al respeto, Hans Rudolf Picard afirma que “El diario, por su misma definición, no era un género comunicativo, mientras que la literatura era y es, un expediente del entendimiento intersubjetivo y público” (115). Cuando Picard enuncia que el diario no es un género comunicativo, se refiere a que un diario real puede adolecer de falta de cohesión en lo que se relata debido a su estilo fragmentario. Además, Picard afirma que: “Es un género documental y descriptivo” (116). Y en efecto, el diario íntimo nace como resultado de la exploración de la autoconciencia con el propósito de documentar procesos. Se estima que surge a inicios del siglo XIX. Sobre su origen, Alain Girard afirma lo siguiente:

“Su nacimiento es el resultado del encuentro entre las dos corrientes dominantes que impregnan el pensamiento y la sensibilidad de la época: por un lado, la exaltación del sentimiento y la moda de las confesiones, siguiendo las huellas de Rousseau; por otro, la ambición de los ideólogos de fundar la ciencia del hombre sobre la observación, colocando la sensación en el origen del entendimiento”. (32)

Estos primeros diarios son el reflejo del trabajo de campo que realizan investigadores de fenómenos científicos y que necesitan anotar sus reflexiones y conclusiones rigurosas para sus investigaciones; no obstante, ¿en qué momento el diario íntimo se convirtió en recurso narrativo de relatos de ficción? De acuerdo a Picard, “El momento temporal en el que apareció este fenómeno llegó cuando dentro de la evolución histórica de la experiencia estética apareció el interés por el valor del individuo y por el documento biográfico” (117).

Con la anterior cita, Picard afirma que la literatura reclamó el uso del diario íntimo como recurso narrativo, en una especie de acto reivindicativo del individuo. Este recurso comienza a emplearse en respuesta a la masificación de las sociedades a mediados del siglo XIX. Esta reivindicación de la individualidad es evidente en la novela Simone, principalmente en la parte de las anotaciones del diario, porque se narra la manera que un individuo anónimo perteneciente a una clase intelectual, en tanto que produce libros de literatura y es un académico universitario, interroga de manera fragmentaria su realidad y problematiza su situación de escritor menor boricua que habita dentro de la particularidad política del estado asociado de Puerto Rico.

A pesar de la apología a la individualidad, tales anotaciones fragmentarias no revelan el nombre del protagonista; sin embargo, a través de las anotaciones lo único que nos enteramos del anónimo escritor es que ha publicado un par de libros en Puerto Rico y que se desempeña para sobrevivir como profesor académico en la Universidad Nacional de San Juan de Puerto Rico.

Estos apuntes narran reflexiones sobre la vida en San Juan de Puerto Rico, sobre literatura y el mundo literario, en correspondencia con el oficio de escritor del anónimo protagonista, además de los pormenores de supervivencia diaria ante los embates del tiempo, tal como escribe en una de las fragmentarias anotaciones de su diario: “En estas páginas, hago la bitácora del paso del tiempo, con el propósito de que sea una herramienta para vivir lo mejor posible, para llegar a otro día, a otro año, con algo de sanidad y placer” (20).

El narrador-protagonista escribe para sobrevivir. Sus notas son la bitácora de un sobreviviente ante la avasallante realidad circundante. Escribe un diario para no perder el hilo de la cordura. También, contradictoriamente, para olvidar toda la información que advierte a diario y de ese modo descargar recuerdos, dándole así espacio a las nuevas impresiones que debe guardar en su diario donde todo alcanza: cualquier derrota y anhelo, cualquier duda o proyecto en construcción, porque para este narrador la realidad resulta interesante. Una curiosidad atenta no sólo a los embates del tiempo, sino a lo extraordinario en lo cotidiano, ese sorprenderse diario que ha sido minado por la vida acelerada actual, con su alto grado utilitarista del otro, donde el tiempo es dinero y no hay mucho para fijarse en detalles aparentemente intranscendentes.

También, este narrador anónimo en primera persona escribe este diario porque al tratarse de un artista que utiliza como materia principal el lenguaje para confeccionar la obra, y por ende como artista tiene sus búsquedas personales, siendo así que paralelo a la escritura de la obra en la que se afana, un artista del lenguaje utiliza un diario para, según Blanchot, “Recordarse a sí mismo, al que es cuando no escribe, cuando vive la vida cotidiana, cuando está vivo y verdadero y no moribundo y sin verdad. Pero el medio que utiliza para recordarse así mismo es, cosa extraña, el elemento mismo del olvido: escribir’’ (24). Para un escritor, el recurso de escribir un diario funciona como una especie de ancla con la realidad, pero, irónicamente, se sirve del lenguaje para edificar ese puerto seguro donde atracar, luego de sumergirse en sus búsquedas estéticas

A partir de lo planteado anteriormente, es legítimo preguntarnos, ¿Por qué este diario fragmentado es anónimo?  ¿Por qué Eduardo Lalo no proporciona un nombre al protagonista- narrador de esta historia? ¿Es para acentuar esa tenue frontera entre realidad y ficción, porque Eduardo Lalo es un escritor que se desempeña como académico en la Universidad de Puerto Rico?  El anonimato del protagonista-narrador se explica por el carácter estadístico del siglo XXI. Por lo tanto, Eduardo Lalo no lo nombra con el objetivo de generar empatía hacia el lector común, para así identificarse con la trama de la historia que narra este ser solitario.

Sin duda, hoy en día, nuestra individualidad resulta empobrecida cuando nos enteramos que podemos ser advertidos como meras estadísticas. Somos cifras que tienen trazadas ya sus coordenadas en una sociedad utilitarista. El nombre queda reducido a número y cómo número es cuantificable, lo de todos los días no nos causa revuelo; no obstante, la omisión del nombre del protagonista, responde a una posible correspondencia, un tanto deformada, con su autor: Eduardo Lalo.

Esta también es una posibilidad no solamente porque Eduardo Lalo es el seudónimo de escritor que utiliza Eduardo Rodríguez Rodríguez, sino que probablemente con la omisión del nombre, para el lector, resulta imposible determinar ese límite entre realidad y autoficción que realiza en esta novela Eduardo Lalo, lo que enriquece esta novela escrita en primera persona. Al respecto, Javier Ignacio Alarcón afirma lo siguiente “La autoficción puede ser leída como una máscara que utiliza el autor. Su ambigüedad inherente, que desdibuja las líneas entre lo que es verdad y es mentira, sirve sobre todo para ocultar al escritor, que desaparece detrás del texto” (107).

Sin embargo, en esta novela, Eduardo Lalo, ha confeccionado un protagonista que es miembro autónomo del mundo de ficción que ha orquestado. Además, utiliza un diario íntimo como recurso narrativo para crear una ambigüedad acertada ante los ojos del lector, que cree a ratos que lee una especie de autobiografía, pero a medida que se desarrolla el argumento claramente el protagonista muestra indicios de pertenecer totalmente al universo de la ficción.

simoneA pesar de que el narrador-protagonista no revela nunca su nombre, sí nos brinda algunos datos biográficos de su vida pasada, tales como que tuvo una relación amorosa con una madre soltera llamada Julia y que aún son amigos, tal como anota en su diario íntimo: “Nos separamos hace tres años, pero todavía nos vemos de tarde en tarde con, a veces, paso por la cama incluido, por pura soledad, por puro autoengaño” (47). Estos datos referenciales son revelados en función de generar autonomía al protagonista, porque es algo que le ha sucedido al personaje de ficción que narra la trama de la novela Simone, no a Eduardo Lalo, tal como afirma Alarcón, “La máscara se separa de la identidad que estaba cubriendo y adquiere autonomía” (108). De esta manera el protagonista se vuelve un ente completamente ficcional; no obstante, en algún grado relacionado con el yo de quien escribe la historia como es Eduardo Lalo.

También, el narrador-protagonista revela algunos aspectos de su obra, que enriquecen la confección de rasgos de este personaje: “Hacía un par de años que un editor había publicado tres en uno, un volumen que volvía a poner en circulación mis primeros libros” (42). Aludir al título de ese volumen es un recurso paratextual para confeccionar el artificio de que hay una autoreferencia a otra obra dentro del mismo diario que escribe el anónimo escritor. A partir de estos datos paratextuales, el lector busca algún paralelismo con la obra real del autor, lo cual enriquece la lectura, y en este caso, le da organicidad al relato Simone, al crear un supuesto vínculo con la realidad, para quien lea la novela.

De esta manera, Eduardo Lalo escribe este tipo de anotaciones para creer ambigüedad ante los ojos del lector, haciendo difusos los límites entre realidad y ficción, a partir del yo ficcional que se construye a través de las anotaciones de este diario, las cuales buscan generar una identidad propia al narrador protagonista.

Otro rasgo del protagonista anónimo, que refleja la escritura de este diario, y que le brinda cierta autonomía como personaje de ficción, es una curiosidad constante que se interroga a sí misma y a los demás, dentro del marco de intimidad que se crea con quien se afana en la escritura de un diario. Este marco íntimo, según Castilla del Pino, “Posee la propiedad de ser observable sólo para el sujeto. Las fantasías diurnas en las que representamos nosotros mismos y a quienes se nos antoje tal y como deseamos, y los sueños son dos tipos paradigmáticos de actuaciones en el escenario íntimo” (19).

En este diario, el escritor anónimo también anota algunos sueños que tiene y le resultan notables para ser registrados en su diario: “La distancia no permite la continuación del idilio. Queda esa foto que sugiere la nostalgia de lo imposible, esos precipicios y montañas que de alguna forma están asociados a nosotros; la certeza cruel de los sueños, de que esta mujer que pierdo para siempre, ha sido parte de mi historia” (37). Para un escritor, los sueños se vuelven un recurso que pueden ser utilizados para su propio proceso creativo.

En este caso, el narrador-protagonista, interpreta este sueño como algo fundamental en su proceso de vida porque su inconsciente le ha devuelto este recuerdo en forma de materia onírica y el cual debe interpretar bajo su simbología personal que él sólo conoce en su intimidad, la cual relaciona con cada uno de los fracasos amorosos que ha tenido en su vida, los cuales forman un mosaico que corresponde al rostro de una mujer innombrable.

También algunas de las anotaciones, tal como señala la cita de Castilla del Pino, son representaciones que realiza el escribano de este diario sobre algunos individuos anónimos que encuentra en su cotidianeidad, tal como pasa en un café cuando escribe lo siguiente sobre una mujer pudiente: “Muchos dirían que parece extranjera y esto se interpretaría aquí como un elogio… Cuando se va, no puedo impedir acordarme de ella y sentir un malestar que viene de la noche de los tiempos y que es la huella de todas las humillaciones que no he podido nombrar nunca” (34). A partir de una mujer desconocida, que se encuentra por azar en un café, de una sola imagen cotidiana, el narrador de la novela realiza una interpretación que remite a restos de relaciones coloniales que puede identificar en la dinámica cotidiana entre los habitantes de San Juan de Puerto Rico por sus actitudes hacia los demás.

Además, debido a que Eduardo Lalo simula escribir un diario para concretizar su proyecto de ficción novelístico que es publicado posteriormente por una editorial, resulta claro que pierde su categoría real de intimidad para convertirse en artificio ficcional de la escritura de un diario. También, no hay ninguna fecha escrita en las anotaciones fragmentarias que realiza el autor, contradiciendo así la máxima que realiza Blanchot sobre quien escribe un diario: “Debe respetar el calendario. Este es el pacto que sella. El calendario es su demonio, el inspirador, el compositor, el provocador” (47). Este rasgo delata el diario íntimo que escribe el escritor anónimo como un artificio narrativo y también al terminar de leer la novela, se puede apreciar esa estructuración que realiza Eduardo Lalo en aras de su proyecto de ficción, porque dentro de la serie de anotaciones, estas se pueden clasificar en torno al vivir en la ciudad de San Juan y recorrerla; al estado actual de literatura latinoamericana y la curiosidad detectivesca por parte del protagonista ante la serie de anotaciones que deja su admiradora asiática para dar con él en algún punto de la capital de Puerto Rico, es en este punto cuando el diario pasa, según Picard, “A tener una función teatral parecida a la que en la escena tiene el monólogo” (120). Más que un monólogo, cuando se revela la identidad verdadera de la admiradora, quien resulta ser una migrante asiática de nombre Li Chao, las anotaciones pierden fragmentariedad, y se vuelve relatos más cohesionados donde ahora el anónimo escritor describe los pormenores de su relación con Li Chao.

En estas partes el relato se vuele folletinesco, y como enuncié anteriormente no atañe a este ensayo escudriñar el periplo emotivo-pasional que ocurren entre Li Chao y el anónimo escritor del diario; no obstante, aludo a esta relación para identificar cómo en este relato escrito en primera persona, cuando irrumpe en la soledad del escritor que todo anota, una mujer que trastoca su cotidianeidad solitaria, realiza también un parteaguas en la utilización del diario como recurso narrativo, y se empiezan a narrar acciones que ocurren en el presente: “El amor era, lo comprobaba en esa playa, el intento imposible y fallido de proteger a alguien de su biografía. -¿Sabes algo Li? –pregunté mirándola con los ojos entrecerrados. -¿Qué? – Eres muy bella”. A partir de la inclusión de Li Chao la fragmentariedad desaparece y se narran imágenes de una manera más tradicional para desarrollar la relación entre Li Chao y el escritor anónimo.

Una vez demostrado como la escritura de este diario se realiza como recurso para confeccionar un mundo de ficción, y que también un relato de ficción escrito en primera persona, puede ser vinculado con una autoficción debido a su frontera difusa con lo que denominamos realidad, aunado con la ambigüedad referencial del propio autor, y a partir de esto, según como plantea  Julien Roger: “El paso hacia la escritura creadora o creativa no es de ningún modo inocente o ingenuo, sino que tiene, en buena medida, un componente auto reflexivo y adopta, a veces, la forma de una metanarración” (227). Sin duda, uno de los elementos nada ingenuos que pueblan la novela Simone son la serie de intertextos que ahora resultan relevantes para este ensayo. Estas referencias intertextuales enriquecen la comunicación entre el posible lector y el mundo de ficción que edifica Eduardo Lalo.

A través de estas citas, el autor indica hacia donde deben concretarse las diversas lecturas posibles de Simone. Al respecto, Maurice Blanchot en El Espacio Literario afirma lo siguiente: “Un libro, incluso un libro fragmentario, tiene un centro que lo atrae: Centro no fijo que se desplaza por la presión del libro y las circunstancias de su composición”.  Por lo tanto, es pertinente analizar algunos de los fragmentos intertextuales que contienen algunas de las anotaciones del diario, las cuales versan sobre tópicos relacionados a la literatura y a la problematización política actual del estado libre asociado que es la isla de Puerto Rico, también en algunos de estos mensajes se hacen referencias directas a la urbanidad particular de la ciudad de San Juan.

Genette entiende intertextualidad de la siguiente manera “A relationship of copresence between two texts among several text: that is to say, eidetically and typically as the actual presence of one text whithin another” (2). Como mencioné anteriormente, los recursos intertextuales de la novela se intensifican cuando inicia Li Chao a dejarle pistas por la ciudad de San Juan de Puerto Rico al escritor anónimo. Esto porque Li Chao, a pesar de su marginalidad como migrante asiática, ha tenido un genuino interés por la literatura y amplia curiosidad libresca por el mundo. A pesar de una vida que se reduce, desde la infancia, a laborar extenuantes jornadas en el restaurante familiar, ha logrado convencer a su familia para que le dejen estudiar en la Universidad Nacional de Puerto Rico. Li Chao sabe quién es el narrador protagonista y ha leído su obra, la cual le ha gustado mucho. A raíz de esto, inicia el juego de pistas y mensajes por la ciudad de San Juan.

En función de este trabajo, se abordarán algunas citas que remiten al estilo fragmentario de escritura de la misma novela, las cuales considero claves para este ensayo, porque no se trata de establecer un catálogo de la gran variedad de alusiones intertextuales de las que es fecunda la obra, sino de remitirnos a aquellas necesarias para demostrar las premisas en que se fundamenta lo aquí expuesto.

Uno de los mensajes, que me parece sustantivo es el siguiente: decía Walter Benjamin que, en nuestro tiempo, la única obra realmente dotada de sentido –de sentido crítico también- debería de ser de un collage de citas, fragmentos, ecos de otras obras” (53). Esta referencia, a un fragmento de la obra de Walter Benjamin, resulta imprescindible para entender el sentido de lectura que propone Simone, porque podemos entender la literatura como un sistema de citas. Una obra literaria posmoderna es fecunda en citas y alusiones a otras obras. Estas enriquecen el sentido de la obra que se ha escrito. No son citas aleatorias, sino verdaderamente pensadas, para entablar una especie de diálogo con una tradición específica.

Para Genette esto se trata de “Quoting with quotation marks, with or whithout speficif references” (2). La referencia a Walter Benjamin, por parte de Li Chao, funciona para acentuar el collage de citas que es en sí esta novela, tal como señala en su artículo Gaitán Bayona: “Toda esa carga intertextual no es gratuita, obedece a las exigencias del relato y del tipo de protagonista: un novelista y profesor universitario, cuyo mundo inevitable son las discusiones intelectuales, la tertulias, la asistencia a congresos académicos sobre los cuales recae un fuerte cuestionamiento” (82).

El narrador-protagonista, como escritor profesional, le interesa la condición del escritor y por efecto el estado actual de la literatura latinoamericana. Por su propia naturaleza de escritor, su espacio vital de interacción gira en torno al lenguaje, ese elemento esencial con el que se edifica una obra literaria. Su vida oscila entre la academia y la soledad que requiere para afanarse en la incesante escritura. Li Chao, como señalé anteriormente, desautomatiza su rutina diaria y lo transforma en una especie de fláneur del Caribe. Estimulado por esta serie de pistas fragmentadas que aluden a obras literarias, el narrador-protagonista oscila entre diversos puntos de la ciudad dirigido por las coordenadas que estas citas disponen, como un detective que reúne fragmentos, motivado por su interés e identificación con la fragmentariedad de estas citas. Esto lo deja claro en la siguiente anotación:

“Escribir fragmentos, escribir notas en una libreta al vuelo de los días, es lo que más se acerca una a escritura que no sabe que miente. Luego, cuando se reelabora, se creen los subterfugios y establecen las maneras de no decir o de no decir del todo. Pero aquí, en esta libreta negra, todavía no sé lo que no me permitiría confesar. No importa si lo que digo es cierto. Ni siquiera hace falta saberlo. No sé lo que pasará mañana. No sé lo que escribiré después. Tengo toda la escritura por delante. (58)

En La escritura del desastre,Blanchot afirma que: “Lo fragmentario, más que inestabilidad (la no fijación) promete el desconcierto, el desacomodo” (14).  Y de esta manera es la mirada del narrador-protagonista, en su día a día desautomatiza la realidad, y la cuestiona inclusive en los detalles que no son advertidos por una mayoría. Lo aparentemente banal le genera un desconcierto terrible, y ante esto no tiene otro recurso más que el de intentar capturar esta fragmentariedad de la realidad con el lenguaje. Por esto escribe en lugares públicos y recorre a pie la ciudad de San Juan en busca de ese desconcierto.

Retomando el artículo Wandering y cotidianeidad en Simone de E. Lalo, escrito por Paz Oliver, en el cual señala que “En la novela, la caminata dispone la mirada del protagonista para continuamente leer el paisaje urbano como un conjunto de signos dominado por la cultura globalizada que, al igual que los mensajes anónimos, reclama ser descifrado e interpretado críticamente” (577).  Estas anotaciones son escritas las más de las veces desde establecimientos comerciales. Por la misma fragmentariedad de las anotaciones estas retratan una sola imagen tal como refleja la siguiente anotación:

“Mi imagen en un centro comercial: un hombre solo, sentado ante una mesa, en la terraza repleta de restaurantes de comida basura, con un café y una libreta. A mis pies, una mochila con libros, otro cuaderno y dos plumas fuentes. Llevo horas aquí y no he comprado nada, ni siquiera un libro. Extraño, extrañísimo ante todo lo que me rodea, pero para mí no existe en el mundo una imagen más hechizante y perturbadora” (28)

Desde un punto cotidiano, incesantemente el escritor-protagonista ausculta la realidad que le rodea y, además, autoeximandose en ella misma, inmóvil por afanarse en la escritura, pero advirtiendo los excesos del consumismo capitalista. No ajeno a la realidad, pero enfrascado en retratarla a través del lenguaje, teniendo la facultad de poder verse en tercera persona tal como comienza la anotación: “Mi imagen en un centro comercial”. Inmovilidad que es deslumbrada por el devenir de los otros en su pulsión de consumo. El escritor- protagonista observa la realidad que le resulta extraña: “Hechizante y perturbadora”. Atento a las historias que esconden cada uno de los anónimos rostros que desfilan sin cesar por el centro comercial, fabulando sobre sus vidas, sorprendiéndose con lo de todos los días, aunque tenga una carga negativa como es el consumismo. La multitud embriaga al narrador-protagonista. Se siente pleno en la soledad de la multitud, entre anónimos rostros.

Este vagabundeo constante recuerda al concepto del fláneur desarrollado por Walter Benjamin sobre el poeta francés Baudelaire, quien fue el primer poeta moderno dentro de una de las primeras grandes urbes como ese París de la segunda mitad del siglo XIX. El narrador-protagonista de Simone, observa agudamente su realidad a la manera de un detective. Si a esto le sumamos que se desplaza por el caos de la ciudad de San Juan en busca de una admiradora lúdica que le deja pista intertextual, a ratos la novela cobra un tinte de novela negra.

Según Walter Benjamin, “El fláneur es ante todo alguien que no está cómodo en su sociedad. Por eso busca la multitud” (137).  Este rasgo corresponde con el protagonista de Simone. En muchos de los fragmentos que anota se ve un descontento ante la realidad puertorriqueña. Y a pesar de esta incomodidad, constantemente sale en busca de ese desasosiego que le produce el encuentro de la multitud, relación un tanto conflictiva que no obstante estimula su escritura. Para este fláneur del trópico, la ciudad es un ente vivo que palpita sin que nadie lo controle. Debido a esto, cuando inicia a recibir los mensajes por parte de Li Chao, reflexiona lo siguiente:

Considero, además, que estos mensajes que parecen llegar con la luz o el viento, seguramente solo podrían ocurrir aquí, que son una forma que adquiere la vida en San Juan… “Por alguna razón hemos optado por hablar sin mirarnos, sin saber a ciencia cierta quienes somos, sin verdadero contacto. La rutina de la ciudad: la soledad transita por autopistas y recala en gasolineras que abren veinticuatro horas”. (40)

Al igual que Baudelaire, el narrador- protagonista, habla de su ciudad como “condenado a la existencia metropolitana” (145). Aunque considero que más que condenado a la existencia metropolitana, el protagonista está condenado a ser moderno. La escritura-retrato que hace de la ciudad de San Juan dista de esa ciudad que Baudelaire retrata, en tanto que se trata de una ciudad colonial que no cuenta con una identidad definida debido a los hechos históricos que anteceden su conformación. Porque dentro de sus reflexiones también hay espacio para repasar la situación de neocolonialismo que afecta al estado asociado de Puerto Rico. Y no lo hace desde un ateneo en el marco de un mitin político, sino desde la cotidianeidad de un café, donde prosigue con sus anotaciones ante el estímulo de la realidad, que en este caso le ofrece un recipiente de metal, generando la siguiente reflexión:

“Otro día, por la tarde, en la Cafetería Mallorca del viejo San Juan, pido una taza de café con leche, hecha en la viejísima cafetera loca. Observo al dependiente preparándolo. Vierte la leche de un recipiente de metal abollado cuya marca está escrita en una pequeña placa negra: Colony Economy. Se ha ido la vida en esta Colony Economy, repitiendo el gesto del café como si con ello pudiera poner un dique a una historia que me rebasa y me determina.” (60)

La alusión al término es a la relación neocolonial que los Estados Unidos impone sobre la isla de Puerto Rico. Son considerados ciudadanos estadounidenses, pero no pueden votar en las elecciones presidenciales. En pleno siglo XXI, los Estados Unidos administra una nación como si fuese su hacienda privada, respondiendo a sus intereses y no a los de los puertorriqueños. Una dislocación de la identidad de un país que es devorado por la ambición desmedida de la primera potencia mundial. Esta situación colonial, hace que el narrador- protagonista se pregunte lo siguiente en una de las anotaciones:

“¿Alguien nos cuenta, existimos para alguien los que vivimos en esta isla, en esta tarde sigilosa, intentando separarnos del ruido, del calor, del polvo? ¿A quiénes llegan las historias de nuestras vidas? ¿En algún lugar existe algo que no sea nuestro cliché o nuestra explicación vaga y elemental, sin compromiso con nuestra humanidad?” (30)

Como escritor menor que labora como académico en la periferia de occidente, el narrador hace estas preguntas válidas, en tanto que también confecciona productos culturales que solamente se leen en el circuito local. También cuestiona la supuesta identidad latinoamericana y siendo más específico la identidad caribeña. ¿Cuál es la imagen que se tiene de un latinoamericano en las otras regiones del mundo? ¿Cuál es la imagen que se espera de un caribeño? Probablemente es la de un ser hipersexual que es experto en bailar algún ritmo caribeño. Alguien que pasa ociosamente sus días en la playa y en pura fiesta, siempre alegre y sonriendo. ¿Dónde queda la individualidad? Cierto, los estereotipos tienen gramos de verdad, pero esto no significa que sólo por ser latinoamericano andemos bailando salsa en cada esquina y siempre de rumba sin importar lo terrible del calor tropical. Estas son sólo ideas que hoy en día se venden como slogans de publicidad para que turistas del primer mundo visiten y gasten sus divisas en nuestras empobrecidas naciones.

A partir de esto, es válido preguntar, ¿Qué tipo de literatura se espera que produzca la región latinoamericana? En la novela Simone su narrador protagonista dentro de la serie de anotaciones que realiza en su diario, algunas hacen un diagnóstico del estado actual de la literatura latinoamericana. Unas de estas es el fragmento de un diálogo que recuerda sostuvo con un vendedor de libros en una librería de San Juan de Puerto Rico: –En esta mesa están las novedades. –Sí, ya las vi. –Nos llegó la última novela de García Márquez. –No me interesa” (24). La última novela de la que habla con el dependiente se trata de Memoria de mis putas tristes. Categóricamente, un tanto irracional, sin darle una oportunidad de lectura, el narrador-protagonista la descarta. Con esa acción hace un diagnóstico de los escritores contemporáneos, quienes tienen una franca actitud parricida ante García Márquez, y más que en contra de la obra de García Márquez, se alzan contra el boom latinoamericano y la imagen que tal movimiento creó de la literatura latinoamericana. La categoría con la que se advierte en el panorama internacional la literatura latinoamericana es el realismo mágico que escribió García Márquez. Esto es otro terrible estereotipo porque el boom no solamente fue realismo mágico, sin embargo, es la imagen que se aprecia digamos desde un gran plano general sobre la literatura latinoamericana, y eso es lo que espera el mercado, que Latinoamérica siga produciendo obras que sean epígonos de lo que ya produjo el boom. Una literatura del facsímil que no propone una ruptura con la tradición literaria para crear un nuevo estilo y una nueva voz.

Continuando con el diagnóstico sobre el estado actual de la literatura latinoamericana que realiza la novela Simone, hay una fiesta que organiza la académica Carmen Lindo en el marco de la visita de un escritor ibérico de apellidos García Pardo donde se da una polémica conversación.

En un momento de la fiesta, los escritores García Pardo, Noreña (escritor reconocido de la isla) y el narrador- protagonista sostienen un diálogo que se vuelve polémico por el tema que tratan: La visibilidad de la literatura latinoamericana. El diálogo que ocurre es extenso, sin embargo, extraeré una declaración de Noreña que secunda el diagnóstico anterior sobre la literatura latinoamericana, “-Una literatura -continuó Noreña- es más que una serie de libros. Una literatura por más restringida y menor que sea, como la puertorriqueña o la de otros países de América Latina y del mundo, no puede limitarse a ser una sucesión sin fin de libros. Hay que enfrentarse a algo” (191). Esta conclusión a la que llega Noreña se refiere a la necesidad de la ruptura que un creador literario genuino debe poseer. Este afán de ruptura es genuino y no se busca por simple pataleo, porque para desafiar y romper una tradición es necesario primera interiorizarla con el objetivo de conocer a fondo a que se enfrentará la nueva propuesta estético-literaria.

También, con esta declaración, Noreña critica la producción mercantilista de la literatura, que satura el mercado con libros que utilizan fórmulas y estrategias maquinadas por editores para vender con historias folletinescas y de superación personal a los lectores incautos. Sin embargo, esto ha salvado el mercado literario, porque el lector en estos tiempos postmodernos es una rara avis ya que existen diversas fuentes de entretenimiento a las que acudir cuando necesitamos ocio. Y como bien escribe Roberto Bolaño en su texto Los mitos de Chtulhu: “Los lectores, que nunca se equivocan, no en cuanto a lectores, obviamente, sino en cuanto a consumidores, en este caso de libros, entienden perfectamente sus novelas o sus cuentos”. Es decir que el mercado impone y crea un andamiaje reiterativo de historias que se devoran y luego se olvidan cuando se impone una nueva moda. Tal como afirma con ironía Bolaño en el mismo texto, “En el folletón está la salvación del lector (y de paso, de la industria editorial). Quien nos los iba a decir. Mucho presumir de Proust, mucho estudiar las páginas de Joyce que cuelgan de un alambre y la respuesta estaba en el folletón. Ay, el folletón”.

Aunque esta novela tiene una escritura un tanto folletinesca sobre todo en la relación entre el narrador-protagonista y Li Chao, y que puede funcionar como enganche para otro tipo de lectores, porque a ratos pareciera una novela hecha para escritores o lectores agudos, debido a la serie de guiños y referencias intertextuales con otras obras pertenecientes a otras tradiciones literarias, su principal aporte es que problematiza sobre aspecto relevantes para la actualidad latinoamericana en los ámbitos literarios y políticos, y aunque haciendo énfasis en la zona caribe porque se desarrolla en Puerto Rico, se vuelve común para otras tradiciones literarias en Latinoamérica como Centroamérica, cuya costas geográficamente no están lejos de los países caribeños.

Esta novela, problematiza ciertos obstáculos para entender el Caribe que Benítez Rojo había señalado en su emblemático texto La isla que se repite: “Su fragmentación, su inestabilidad, su recíproco aislamiento, su desarraigo, su complejidad cultural, su dispersa historiografía, su contingencia y su provisionalidad” (Benítez Rojo).  A estos tópicos se aproxima Eduardo Lalo con la escritura de esta novela. Haciéndolo a través del artificio de un diario, que escribe desde la cotidianeidad, un anónimo escritor de la isla de Puerto Rico, y cuyas anotaciones realizan aproximaciones fragmentarias a esos temas que son también latentes en otras regiones de Latinoamérica.


 

* Eduardo Lalo, es puertorriqueño, porque él así lo ha señalado, pero nacido en Cuba en 1960. Escritor, fotógrafo, dibujante y académico en la Universidad de Puerto Rico. Cursó estudios en el Colegio San Ignacio de Loyola, en la Universidad de Columbia en Nueva York y en la Universidad de la Sorbona en París. Es autor de: Simone, novela, Ed. Corregidor, Buenos Aires, 2012; Fórcola, Madrid, 2016. El deseo del lápiz: castigo, urbanismo, escritura, ensayo, Ed. Tal Cual, San Juan, 2010. Los países invisibles, ensayo, Editorial Tal Cual, San Juan, 2008; Ed. Corregidor, Buenos Aires, 2014; Fórcola Ediciones, Madrid, 2016. Leyendas sobre secretos: La hija del verdugo; La mancha de sangre, leyendas puertorriqueñas adaptadas por Lalo e ilustradas por Walter Gastaldo; Alfaguara, Guaynabo, 2005. San Juan de Puerto Rico, Institució Alfons el Magnànim, colección Debats 88, Valencia, 2005. La inutilidad, novela, Ediciones Callejón, San Juan, 2004. Los pies de San Juan, ensayo fotográfico; Centro de Investigación y Política Pública, Fundación Biblioteca Rafael Hernández Colón, 2002. La isla silente, Isla Negra Editores, San Juan, 2002. Ciudades e islas, Publicaciones Yuquiyú, San Juan, 1995. Libro de textos, dos monólogos, catorce relatos y varios poemas; Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1992. En el Burger King de la calle San Francisco, con ocho dibujos del autor; Ediciones Astrolabio, 1986. Obtuvo el Premio Rómulo Gallegos 2013 por la novela Simone y Premio Ciudad de Valencia Juan Gil-Albert 2006 por el ensayo Los países invisibles


Obra citada

1. Alarcón, Ignacio Javier. Una autoficción sin identidad: reflexiones en torno a la autoficción especular. El yo Fabulado, editado por Ana Casas, Iberoamericana, 2014, Madrid.
2. Benítez Rojo, Antonio. Introducción La isla que se repite.  La isla que se repite. Editorial Casiopea, 1998, Barcelona.
3. Benjamin, Walter. El fláneur. Charles Baudelaire. Un lírico en la época del alto capitalismo. Editado por Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser, traducido por Alfredo Brotons, Abada Editores, 2008, Madrid.
4. Blanchot, Maurice. El Espacio Literario, traducido por Vicky Palant y Jorge Jinkins. 1ª ed., Editorial Nacional, 2002, Madrid.
5. Blanchot, Maurice. El diario íntimo y el relato. Revista de Occidente, No. 182-183, 1996, pp 47-54.
6. Blanchot, Maurice. La escritura del desastre, traducido por Pierre de Place. 1ª ed., Monte Ávila Editores, 1990, Caracas.
7. Bolaño, Roberto. El gaucho insufrible. Anagrama, 2008, Barcelona.
8. Del Pino Castilla, Carlos. Teoría de la intimidad.Revista de Occidente, No. 182-183, 1996, pp 15-30.
9. Gaitán Bayona, Jorge Ladino. Metaficción y escritura del desastre en Simone, de Eduardo Lalo. Revista La Palabra, No. 24, 2014, pp 79-87.
10. Genette, Gérard. Palimpsests Literature in the Second Degree, translated by Channa Newman and Claude Doubinsky. University of Nebraska Press, 1997, Nebraska.
11. Girard, Alain. El diario como género literario. Revista de Occidente, No. 182-183, 1996, pp 31-38.
12. Lalo, Eduardo. Simone. Ediciones Corregidor, 2014, Buenos Aires.
13. Paz Oliver, María. A pie: Wandering y Cotidianeidad en Simone de Eduardo Lalo. Neophilolugus, Vol. 99, 2015, pp 569-579.
14. Picard, Hans Rudolf. El diario como género entre lo íntimo y lo público. Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, No. 4, 1981, pp 115-122.
15. Roger, Julien. Literatura e intertextualidad: Varia imaginación y Desarticulaciones. El yo Fabulado, editado por Ana Casas, Iberoamericana, 2015, Madrid.

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