Equilibrios precarios
30 julio, 2017
Ileana Rodríguez
– A punto de salir del país, recibí un correo de Patricia Belli invitándome a participar en el cierre de su exposición. Muy pegadita de tiempo, el cierre era el 31 de Mayo, y yo me iba el primero de Junio, dije sí porque a Patricia Belli no le digo no.
Quedamos que me pasaría a recoger por el IHNCA en la UCA para mostrarme su exposición, toda una delicadeza de su parte, y en el camino hablamos de articulaciones; no las articulaciones teóricas de la hegemonía y contra-hegemonía sino las del cuerpo humano, las de los huesos, esas junturas o coyunturas que ejercen peso sobre el cuerpo. La oía llena de contento, con esa voz preciosa de mezo soprano que le viene de las cámaras profundas de su ser. Era un contento atravesar las calles abigarradas de Managua, mientras ella me preguntaba si conocía a tal o cual, que si esta era de Nicaragua y el otro de Costa Rica. Así, hablando de coyunturas, articulaciones y artistas llegamos a la Galería.
Visitar una galería con la artista que expone es un privilegio y me sentí contenta: si no se lo dije entonces, se lo digo ahora. Empecé en línea recta para recorrer la galería en cuadriculado. Lo primero que vi fueron unos grandes pies oliváceos y mi sentido inmediato fue el fragmento, fragmentos de cuerpos, pies, que luego serían manos, torsos, piernas, brazos, cabezas, totalidad humana retaceada. Yo, claro, estaba invitada a comentar sobre género y, en vista a esto, hago aquí una pausa para introducir un solo pensamiento teórico. El género es una lengua cotidiana; es lo que hablamos diariamente inscrito en un ‘contrato simbólico,’ base del contrato social. Para entender la función de dicho contrato debemos averiguar su constitución, funcionalidad, tipo de conocimiento y performancia que aporta y así determinar qué necesitamos re-lenguagizar. Desde luego, necesitamos re-lenguajizar las relaciones de género, la significación del falo y su erección, la producción de sacrificio y diferencias. Explorar el sentido del contrato simbólico es trazar una raya de quiebre en la relación que mantenemos con él; es cuestionar y perturbar el poder de la significación y raigalmente revalorar la inseparable unión de lo sexual y lo simbólico; es cuestionar la lengua, desnormalizarla, psicotizar el sostén del patriarcado, que encubre la sumisión de un sexo, mientras engrandece el poder del otro.
Volvamos ahora al recorrido que atendía bajo el entusiasmo de lo nuevo. Todo me causaba sensación y aunque presente el mandato de género, me dejaba llevar por el entusiasmo de la curiosidad que produce lo nuevo. Con suavidad, Patricia me hizo ver que no quería que yo dejara pasar desapercibido el primer montaje o instalación ¿no es cierto? recortado contra la única ventana de entrada de la galería. Fue una suave llamada de atención a no perder detalle. El nombre de la pieza del 2015, ‘Serenamente,’ trabajada en madera, yeso, piedra—madera en equilibrio mantenida de un lado por dos manos suavemente posadas, como palomas, una encima de otra, serenamente; y la otra, en contraste, por una piedra inerme. La tensión piedra/mano, se iba a repetir en otras instalaciones que establecían equilibrios precarios, noción que Patricia elabora en su magnífica entrevista, también en esa instalación.
La noción de fragmento se me acentuaba pero la de serenidad, equilibrio, reposo, también se me iba adentrando—esto junto a vertebra, articulación, coyuntura, que también tiene que ver con el equilibrio del cuerpo, de las partes del cuerpo, de los pies que nos sostienen, precariamente a veces, de las manos en reposo, apoyándose la una en la otra o sosteniendo la una a la otra, hasta llegar a los dedos simulando cuerpos; dedos-cuerpo caminando sobre una cuerda floja, albergando piedras en su cuenca, embarazo de piedras, piedras que otra mano que no está sobre la cuerda preña hasta que el peso mismo y la incapacidad de sostenerlas logra el parto de piedras que caen mientras la mano-cuerpo empieza de nuevo a embarazarse de piedras que se volverán a caer y por eso la instalación se llamaba ‘Sísifa’—el eterno retorno. Relenguagizar es un mandato de género: aquí, el cambio en el contrato simbólico, lo hace una sola vocal: la letra ‘a’. Ella porta el peso de género, preñada de piedra, y marca el contrato de la diferencia. La ‘a’ es un igualamiento que toca dos momentos del pensamiento de género, tratar de ser iguales y afirmar que somos diferentes, a la vez, en modo aporético.
En medio del camino dimos un viraje. Nos sentamos frente a un cuadro titulado “Equilibrista,” y era un hombre cayendo en el intento de volar o volando mientras caía en el aire que lo llama. Frente a un diáfano cielo, el hombre ¿caía o volaba? Me senté a contemplarlo y sentí una serenidad—nada semejante a la representación de los cuadros de angustia o de gritos, dibujos grises, verdeoscuros que iba a encontrar en la pared opuesta.
Yo pensaba en los títulos de las articulaciones expuestas en el recinto que constituían el mapa de ruta a eso que yo quiero llamar aquí género, palpable en signos como sereno, crisálida, flujo, equilibrio, suspensión, armonógrafo de algunas de sus piezas que contrasta con las temáticas de fractura como terremoto, huracán, caos, llantas, falos—todo hechos de materia intervenida, materiales de deshecho, retazos de telas, ropa vieja rota y pintada, maderas, fierros, ramas, palos—sus materiales.
Así fui localizando y focalizando el género en la poética de Patricia Belli. Obvio en las telas, ropa, cortinas, en las sillas, muñecos sin cabeza, muñecos colgados del circo, en todo eso que nos lleva a la desambiguada referencia al contrato simbólico intervenido y relenguajizado que en la exposición de la obra de Patricia me guiñaba ya en direcciones opuestas—que es justo lo que les quiero comunicar—y que era la atmósfera que saturaba la galería, visitada en zigzag con la maestra, que no me dejaba caminar en ángulos rectos, sino que me llevaba de un lugar a otro para señalarme una cronología, o para hacerme ver que las líneas de desarrollo no son necesariamente rectas, que pueden ser curvas, en zigzag, desordenadas, trayectorias de género que luego constaté en todos y cada uno de los materiales que ella me facilitó para tejer este relato, con una idea más redonda de su producción, en la cual todo habla de búsqueda, de sanación, de observación pertinaz, agencialidad perseguida con tesón, misma que saldrá en cataratas de palabras de una mujer diferente que asume su diferencia, que explicita su diferencia—diferencia que sufre antes de amarse, antes de enamorarse de sí misma, como ella dice de su entrevista.
En la palabra resilencia también encuentro el género, pero un género femenino-masculino, andrógino como dicen Patricia Belli y Julia Kristeva: lo ambiguo como último horizonte de género, borrar la diferencia de la diferencia, borrar el peso de la diferencia en la diferencia, en aras de la recomposición del mundo que enuncia Patricia en su entrevista, de una sabiduría que brota de lo hondo, de un estado de alerta en el conocimiento personal. “Voy entendiendo el gesto, le dije; no se si vos lo sabes de esa manera pero ya bailo a tu ritmo,” y ella me contestó, dulcemente, “yo reflexiono mucho sobre lo que hago”—y añado yo, también reflexiona sobre lo que es, sobre lo que ha devenido.
He dejado por último las telas, tejidos, ensambles, ropa rota y repintada, “Con una aguja/Con hilo blanco,/Con la carrucha/En su regazo,” clave poética para leer estas instalaciones de gesto directamente femenino, de homenaje a su madre, que haría maravillas con el hilo y la costura, que sutura “La herida aguda/La negra llaga/De su costado/Su desventura,” con las puntadas aprendidas en la soledad acompañada de su madre, de niña, cuando el arte era su única compañera y mejor amiga—puntadas que en la niñez cosieron el flanco de la negra llaga/De su costado,” de su vagina, de las tantas vaginas de las que habla Patricia, vaginas suturadas, engafetas, abrochadas, abotonadas—los botones en sus instalaciones de telas me causan ternura y hasta diría contento; botones a veces inconspicuos pero presentes, forrados o planos, para decirnos algo, marcarnos una presencia antepasada o antisipada.
Si, las telas, la costura, la mama, todo en femenino, la vagina, el patriarcado, los pedazos de carne tirada en el suelo, fijada en cordones a un tablón que sostiene un falo enclavado, guindado del otro lado, guindado pero potente del patriarcado. A su lado, el cuadro del pelo con video añadido, en el que uno ve por un hoyito, espiando como voyeur, a una mujer que se acaricia el pelo, pelo cenizo, sin rostro, metonimia de mujer, lo que está en su lugar, justo al lado de la instalación del falo, falo y pelo, lo que emite y sobre lo que descansa la ley explicitada en el contrato discursivo que la sostiene. La idea de la belleza depositada en el pelo, santo y seña de la ontología de género—puntadas “Lentas y largas/De hábil sutura/…” como en el pilar herido que supura escarcha, pilar falo, herida vagina—dos en uno, la diferencia y la diferencia. Y los ligueros, y las cortinas, y las sobrecamas, y esa magnífica instalación “Sacos Vacíos,” hechas de bolsas color ocre, como sangre seca, hilos-quipús que jalan las bolsas como si fueran pezones y que leerse no puede. Todo eso es género explícito, diferencia, como lo son los vestidos, los fragmentos de ropa, la instalación conque ganó la bienal de pintura que se transformó en bienal de artes visuales, rupturas de género, de la diferencia, del contrato simbólico, espinas en el zapato, la escalera, el cuadro.
El género está presente en toda la obra puesto que es Patricia quien la pare y es desde ella donde se mira. La exposición nace de vientre de mujer que relengua más obviamente en las telas, en las medias, petos y ligueros, en los títeres colgados, en las sillas de contorción, en el falo sostenido por carne de mujer en el suelo—enorme y brusco, trozo de madero-falo de “Equilibrio precario.” Eso es lo obvio, pero también se manifiesta en sus vuelos y equilibrios, en esas piezas conceptuales que hablan de la angustia, del miedo, en el concepto de los porfiados, de las voces instaladas en la cabeza Patricia que gira al toque de la gente, en la armonía de la belleza destructiva del huracán, en el mapa lleno de grietas-fallas de Managua, en los inesperados giros del armonógrafo.
Uno escribe contra lo ya escrito, lee contra lo leído y ve contra lo visto. El género es una aporía—somos iguales, somos diferentes. Hoy, en las destrucciones de los significados de la legua, en el volar por los aires el contrato simbólico, estamos en la actitud terciaria en la cual la misma dicotomía masculino/femenino como oposición entre dos entidades rivales es solo metafísica. Estamos en el umbral de la des-masificación de la problemática de la diferencia, de la des-dramatización de la rivalidad y oposición, de tal modo que, las luchas causadas por la implacable diferencia, la violencia dentro de la cual opera implosionan en su mismo núcleo. Todos hemos visto la magnífica exposición; todos podemos juzgar si el género está presente en un simple masculino, en un simple femenino, o en un aporético andrógino como puente hacia el enamoramiento de si mismo masculino-femenino hecho de pesos, poleas, equilibrios precarios, fragmentos de cuerpos, seres sin rostro, cabezas sin cuerpo, Ella, con una aguja, con sus puntadas de hábil sutura, cósele el flanco, con hilo blanco, la herida aguda, la negra llaga, de su costado en tu regazo—la poesía es de Patricia Belli acompañada por la de Carlos Martínez Rivas.
Jinotepe, Nicaragua. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. BA. Philosophy and Ph.D. en Literatura Hispánica de la Universidad de California, San Diego La Jolla, California,es profesora en The Ohio State University donde ejerce como Humanities Distinguished Professor of Spanish. Sus áreas de especialización son la Literatura y Cultura Latinoamericana, la Teoría Postcolonial, los Estudios Feministas y Subalternos con énfasis en Literatura Centroamericana y del Caribe.
Su último libro publicado se titula Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica: Identidades regionales/Modernidades periféricas: Managua: IHNCA, 2011. Títulos anteriores son:Debates Culturales y Agendas de Campo: Estudios Culturales, Postcoloniales, Subalternos, Transatlánticos, Transoceánicos(Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2011).
Es autora de Liberalism at its Limits: Illegitimacy and Criminality at the Heart of the Latin American Cultural Text.(University of Pittsburgh Press, 2009); Transatlantic Topographies: Island, Highlands, Jungle. (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 2005); Women, Guerrillas, and Love: Understanding War in Central America (Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 1996);House/Garden/Nation: Space, Gender, and Ethnicity in Post-Colonia Latin American Literatures by Women (Durham: London: Duke University Press 1994); Registradas en la historia: 10 años del quehacer feminista en Nicaragua (Managua: Editorial Vanguardia, 1990); Primer inventario del invasor (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984).
Ha editado los volúmenesEstudios Transatlánticos: Narrativas Comando/ Sistemas Mundos: Colonialidad/ Modernidad. With Josebe Martínez. (Barcelona: Anthropos, 2010); Convergencia de tiempos: Estudios Subalternos/Contextos Latinoamericanos—Estado, Cultura, Subalternidad(Amsterdam: Rodopi, 2001); Latin American Subaltern Studies Reader ( Durham: Duke University Press, 2001); Cánones literarios masculinos y relecturas transculturales. Lo trans-femenino/masculino/queer (Barcelona: Anthropos, 2001); Process of Unity in Caribbean Society: Ideologies and Literature (con Marc Zimmerman. Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1983); Nicaragua in Revolution: The Poets Speak. Nicaragua en Revolución: Los poetas hablan (con Bridget Aldaraca, Edward Baker, and Marc Zimmerman. 2nd ed. Minneapolis: Marxist Educational Press, 1981); Marxism and New Left Ideology (con William L. Rowe, Studies in Marxism. 1 Minneapolis: Marxist Educational Press, 1977). En la actualidad trabaja sobre abuso—en particular incesto, pedofilia y violación—tal como estos casos son reportados en los medios de comunicación.