william grigsby vergara

Fernando Pessoa y el libro más triste del mundo

25 julio, 2017

William Grigsby Vergara

-El manicomio propuesto por Fernando Pessoa en su Libro del desasosiego, a decir de William Grigsby, está habitado por “pacientes que intentan explicar que los verdaderos locos están afuera”. Los lectores, de momento nos vemos expresados en esa suerte de propuesta “absurda”, sin embargo, cuando se repara en ello la respuesta es inquietante por cuanto descubrimos quizá, una cierta dosis de realidad. Grigsby penetra apenas la epidermis de la obra del misterioso y esotérico hacedor de poesía lisboeta, pero dotado con el asombro de su inobjetable juventud, invita al redescubrimiento del siempre deparador de sorpresas que es ese Pessoa dinamitador y trastocador del yo en otros de distinta catadura.


Portuguese American Journal – Arte Institute: Celebrating the life and work of Fernando Pessoa – New York, NY, 5 abril 2013

Recientemente terminé de releer la obra máxima de Fernando Antonio Nogueira Pessoa, el hacedor de heterónimos como Álvaro de Campos, Ricardo Reis, y Alberto Caeiro. Una vez terminada su relectura, me pregunté: ¿puede alguien habitar una lágrima y nadar en ella hasta llegar a la orilla del párpado sin naufragar en el ojo?

El mismo año de la publicación de Azul (1888), por Rubén Darío, nació el prodigio portugués, en Lisboa, ciudad donde también murió a los 47 años, víctima de una complicación hepática. Al igual que el nicaragüense universal, Pessoa fue un genio acongojado, con una capacidad extraordinaria para describir la tristeza sin amargarse, es decir, escribirla a cierta distancia de la realidad, como el intérprete de una pesadilla lenta y difusa que finalmente imprime una huella en la posteridad.

Su Libro del Desasosiego se abre con una sensación de invisibilidad humana, como si un hombre-nadie lo hubiera escrito a través de los siglos de un tiempo-imposible. Se trata de la autobiografía de un decadente tenedor de libros, un ser humano desilusionado de la vida, cuya desilusión misma es el más bello paisaje interior de un alma demasiado sensible y elocuente para sobrevivir a cualquier tipo de rutina mecánica, propia de las metrópolis de la primera mitad del siglo pasado.

El testamento lírico de Pessoa es una obra para la humanidad desde la humanidad de un autor que no cree en ella pero es víctima de sus propios sueños metafísicos. No hay manera de encasillarlo en un género específico. Es una especie de largo poema en prosa lleno de aforismos, epifanías y reflexiones descollantes. Se trata de un libro sin patria, extranjero del mundo, exiliado en constelaciones crepusculares, drogado por el tedio y la monotonía de una Lisboa insoportable para el autor; casi como un grifo de melancolía que recorre toda la ciudad y desemboca en la sed de Bernardo Soares, la creación que Pessoa imprimió para este volumen póstumo.

Aquí nos enfrentamos a una prosa que no conoce principio ni final y por eso imprime una sensación de eternidad entre sus páginas. Se trata de una obra líquida e introspectiva, dictada en un tono apolítico, lejana a su propio autor como un ocaso visto desde una playa cuyos granos de arena no se pueden contar porque son infinitos.

Descreído, Pessoa tampoco se toma el tiempo de criticar cualquier tipo de manifestación colectiva por defender una causa social. Es un anarquista místico. Sus páginas se extienden como una semana que sólo tiene domingos.

El protagonista de esta obra nos regala un relato cuyo caos interno sólo se puede entender desde el alma indómita de un poeta meditabundo, contemplativo, absurdo. Es un libro rodeado de idealismo que se extiende a lo largo de una fila de versos estirados en una prosa inteligente y resignada. Es un libro sonámbulo, además, donde el sueño entra por un oído y sale por el otro. Su tono de orgánica indiferencia frente a la vida es casi escandaloso.

Abúlico, Pessoa se reconoce un inútil esteta en constante estado de descomposición afectiva: es un constructor de castillos en el aire; es el albañil de un disparate sin nombre. Quizás ha escrito el libro más solitario del mundo, quizás el libro más triste. Bernardo Soares es la estrella de un circo abierto a la payasada mundial.

Pessoa propone un manicomio donde los pacientes intentan explicar que los verdaderos locos están afuera, rodeados de relojes y carreteras, atenuados por sus trabajos, compromisos y rutinas desaforadas. El poeta se ubica entre los anónimos del universo, los habita como una cifra desértica dentro del inmenso orfanato de la existencia, y luego se confiesa:

«No recuerdo a mi madre. Murió cuando yo tenía un año. Todo lo que hay de disperso y duro en mi sensibilidad nace de la ausencia de ese calor y de la saudade inútil de los besos de los que no tengo memoria. Soy postizo. Me desperté siempre sobre pechos ajenos, arrullado por vías secundarias».

Más adelante Pessoa se extiende sobre frases marginales que arrulla como un niño que juega con un yoyo, manipulando un juguete emocional que sube y baja por la gravedad de la física: “Soy del tamaño de lo que veo”, proclama en una de sus líneas finales. Asistimos entonces a una anti-biografía filosófica sin un argumento definido, pero con una calidad literaria sólo comparable a la de Shakespeare, Darío, Cervantes, Borges, Dante o el mismo Milton que el autor ensalza entre sus líneas.

A través de este libro Pessoa logra eternizar una piedra, un reloj, un puente. Los anima. Los humaniza sin barroquismo. Y desde su enorme tamaño levanta la piedra para que debajo de ella se miren los insectos que habitan el césped de la vida como seres insignificantes: somos nosotros mismos, sus lectores.

Mitológico, Pessoa hace de la Nada un Dios, de la locura, un semidios, del espejo, el veneno póstumo que ensució el alma de los hombres, y del corazón, del corazón escribe, desasosegado: “El corazón, si pudiera pensar, se pararía”.

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William Grigsby Vergara. 1985. Managua, Nicaragua. Maestro en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y Licenciado en Diseño Gráfico por la Universidad del Valle de Managua. Colaborador de la Revista Envío de la Universidad Centroamericana (UCA) y catedrático de la misma en la Facultad de Humanidades. Mención de Honor en el Concurso Internacional de Poesía Joven Ernesto Cardenal 2005. Ha publicado cuatro libros hasta la fecha: Versos al óleo (Poesía, INC, 2008), Canciones para Stephanie (Poesía, CNE, 2010), Notas de un sobreviviente (Narrativa, CNE, 2012) y La mecánica del espíritu (Novela, Anamá, 2015).