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Los escarabajos

25 septiembre, 2017

Manuel Obregón

Las palabras solo encuentran sentido cuando se juntan. Y cuando se juntan de determinada manera producen emociones inolvidables. Pero, cuando esa conjunción es literaria, la seducción es inigualable. Esa es la sensación que me queda después de leer LENNON BAJO EL SOL de José Adiak Montoya, bajo el sello Editorial TUSQUETS, julio de 2017.


José Adiak Montoya

Las palabras solo encuentran sentido cuando se juntan. Y cuando se juntan de determinada manera producen emociones inolvidables. Pero, cuando esa conjunción es literaria, la seducción es inigualable. Esa es la sensación que me queda después de leer LENNON BAJO EL SOL de  José Adiak Montoya, bajo  el sello Editorial TUSQUETS, julio de 2017.

Hace coincidencia, que hoy es 21 de septiembre, conmemoración del atentado a  Anastasio Somoza García, presidente de la república, a manos de Rigoberto López Pérez, quien le disparó cinco balazos que lo hirieron mortalmente esa noche fatídica en la ciudad de León en 1956, y  que por esa causa pereciera siete días después, cuando era operado en el Hospital Gorgas de Panamá. Digo que es casualidad porque, de ayer a hoy, me leí el libro de José  Adiak, que precisamente hace alusión a ese acontecimiento al inicio de su novela: Capítulo I. Los días y las balas de León.

El texto se divide en dos partes y, como en las películas de largo metraje, hay un intermedio. La primera consta de once capítulos y la segunda de veintiuno, al final, un epílogo.

De qué trata; bueno, lo contaré a mi manera. Para un joven autor (1987), de solo 30 años,  pero de una madurez sobresaliente, es agradable saber que, aparte de esta obra,  José Adiak, ya tiene en su haber cuatro más. La primera se publica en el 2007, cuando apenas rondaba los 20 años de edad.

Uno piensa como reflexión inicial que no será fácil para las nuevas generaciones soportar tanta  carga,  tanta  tensión y pesadez que les heredamos, de una historia,  -atribulada y difícil-, como es la de nuestro país. Cómo recibir y asimilar  semejante legado sin el riesgo de caer en la laxitud, en el yoquepierdismo, o el desgano. Enterarse de que en política hemos venido en caídas y levantadas,  en pactos y vendettas;  que los problemas  los resolvemos atropellándonos, y que la naturaleza, como un sino, nos castiga inmisericordemente.  Y, en el diario vivir,  darse cuenta que casi siempre nos rodean malas noticias, de casa o del  mundo. No hay inmunidad para los desaciertos y las desgracias. Convivimos con ellas.

Afortunadamente, hay válvulas de escape. José Adiak se ha realizado en las letras. Y, sobre todo, como es el caso de esta historia, en su pasión por la música. Ama la música rockera y juvenil. Quién no lo hizo en su tiempo. Tiene la inteligencia de combinar, desgracias atávicas  de la vida política, con la recreación artística.

La trama muy ingeniosa. Los hechos, aunque tienen lugar en Nicaragua, en el fondo son una trasposición; como si un cuerpo se metiera en el cuerpo de otro, robándole  espacio e  identidad. Aunque merece mayor explicación, lo importante es que el libro debe considerarse, ante todo,  un  homenaje –contado desde la usurpación de los personajes–, a dos grandes, portentosos, inigualables hitos de la historia de la música pop/rock, de los años sesenta: Los Beatles y Elvis Presley.

La rebeldía contra el poder se manifiesta aquí, no solamente a través de los movimientos violentos  como las revoluciones sino también por medio de la música. Y la sutileza de la venganza, que es la respuesta esperada de la otra parte, aguarda agazapada y busca medios inauditos para hacer el mal.

La novela se inicia en León, cuando Somoza busca la reelección presidencial y es invitado como parte de su campaña por el Club de Obreros de esa metrópoli para apoyarlo.   A  Anastasio Somoza García le gustaban los valses y el mambo. A cada fiesta que asistía lo acompañaba la Orquesta de la  Guardia Nacional. Ellos le sabían sus gustos merengueros y caribeños.

La  coincidencia es que un conjunto musical, llamado Los Escarabajos, está de gira por esa ciudad y ¡vaya curiosidad! lo  integran prácticamente adolescentes, quienes ya gozan de cierta fama y el general quiere conocerlos. Se gira invitación para que lo acompañen en la fiesta que tendría lugar ese 21 de septiembre en el local aludido. Les advierten de antemano, casi de forma perentoria,  que se limitarán a amenizar solo el intermedio, una vez que la orquesta oficial esté en descanso.

Lo particular de este relato va por el lado de que los  jóvenes del conjunto resultan ser, para sorpresa de todos,  los mismísimos Beatles, el cuarteto famoso de Liverpool, aunque se hagan llamar Los Escarabajos. John Lennon a la cabeza y tres amigos: Paulo, Ricardo y Jorge. La parodia es que los Beatles son de Nicaragua y John Lennon es hijo de padre nacido en Bluefields y de una humilde mujer de Managua.

Aquí empieza su fama, no tanto por los empujes que ya muestran en sus presentaciones iniciales en la capital y algunos centros nocturnos en León, donde eran prácticamente desconocidos, sino por el atentado de esa noche contra el general que termina con su vida; y ese acontecimiento político los catapulta al mundo.

Lo que sigue es un recorrido de éxitos  y giras por todas las principales ciudades del orbe.  Paralelamente, se narran los acontecimientos políticos que vienen después. La represión oficial y la sucesión presidencial  de los cachorros, es decir, Luis Somoza Debayle y su hermano Anastasio.

El padre, Tacho viejo, como algunos gustaban llamarlo,  ya no pudo escuchar esa noche a Los Escarabajos, a quienes deseaba tanto conocer y decía para sus  adentros – muy ingenuamente-  que, de seguro esa música sería del agrado de sus muchachos. Los balazos abortaron el debut.

La ironía viene en cuanto a que, con el paso de los años, incluido el terremoto del 72, se fortalece  la oposición contra el régimen bajo el liderazgo del FSLN; y Los Escarabajos, veladamente, se suman al lado de la  oposición. Sobre todo después que la ayuda externa fue despilfarrada  para beneficios personales, siendo que la administración de los fondos estuvo a cargo de Anastasio Somoza Debayle que, además de enriquecerlo, engordó la bolsa de sus allegados. Los Escarabajos no desperdiciaban oportunidad de denunciar  la corrupción y las injusticias del gobierno en sus giras mundiales. Los Somoza ya sentían que tenían una espinita molesta y deseaban sacársela. Los empezaron a odiar.

Aparte del tejido de la narración, fiel a la trama, es de elogiar el dominio del lenguaje utilizado que notamos cadencioso, abriéndose paso sin forzarlo, entrelazándose, intercalando historia con  ficción, acontecimiento y música. Hay naturalidad, precisión, pureza, suavidad, y  sobriedad en el narrador omnisciente. Se exponen los hechos, tal como ocurrieron, o la imaginación los dicta.

Los Escarabajos un día se aburren de estar juntos y deciden separarse. Igual que sucedió con Los Beatles. Pero John Lennon de Los Escarabajos nunca dejó de pensar en el amor de su vida, que en la novela le llaman la Japonesa, en alusión a la verdadera, la japonesa Yoko Ono. Como se trata de una alegoría, él solo la percibe durante el sueño.  Todo en la inconsciencia.

Se narra la epopeya de la revolución, omitiendo datos menores hasta llegar al emblemático 19 de julio de 1979. Destacando, desde luego,  el asalto a la casa de Chema Castillo, la toma del Palacio Nacional  y la huida a Cuba de destacados dirigentes. Eso sí, solo como telón de fondo al propósito principal, que es, así lo creo, rendirse  ante el sortilegio de la música rock. Se cuentan más de treinta canciones que componen el rico acervo de éxitos de Los Beatles y del rey del rock, Elvis Presley.

Decíamos que la acechanza de los enconos políticos puede convertirse en obsesiones. José Adiak se sale de la objetividad narrativa, que no es tarea del novelista, para adentrarse en los meandros de la imaginación. Los Somoza quieren castigar a Los Escarabajos y en especial a John Lennon. Quieren demostrarle  a su padre que fueron capaces de hundir al enemigo y recriminarle su inocencia cuando creyó que eran muchachos confiables. Nada más equivocado. Eran sus peores enemigos.

En los grandes escenarios de la farándula, Los Escarabajos siempre denunciaban a la dinastía. Somoza hijo rumiaba venganza. Para lograr su meta, se vale del secuestro de un joven, que desde niño enfrentó problemas mentales producto de un accidente en  un río caudaloso del norte del país, del cual sale con vida, pero con secuelas incurables.

Marcos David se llama el niño y  es hijo de la pobreza. Desde pequeño es admirador de Los Escarabajos, sigue sus éxitos en la radio, y con suerte viaja a Managua para ser tratado en el Hospital Psiquiátrico. En su alucinación ve duendes que lo acechan y cree, desatinadamente, que en el hospital donde está interno también le acompañan sus padres. Ignora que murieron en el terremoto del 72 y que, él, milagrosamente, se salvó.

Somoza sabe de la existencia de este desgraciado muchacho y urde el macabro plan. En contubernio con el director del centro el joven es secuestrado y llevado a las mazmorras del búnker. Allí lo torturan y lo entrenan para hacerle creer que John Lennon, el de Los Escarabajos, le ha robado su personalidad. Que es él (Marcos David) quien encarna al músico y la única forma de desquite posible es quitarle la vida al impostor. Se simula la tragedia, tal como fue en la vida real, cuando el ídolo de Los Beatles perdió la vida a manos de un enfermizo fan.

Cuando se descubre el cadáver de John Lennon en las costas de Pochomil, todo queda aclarado. La prensa informa que un joven con antecedentes de locura había disparado con un revólver 38 al cuerpo del cantante. Nadie sospechó de la diabólica trama de Anastasio Somoza Debayle.

La novela termina cuando, de manera simbólica, los ecos del asesinato de John Lennon llegan hasta una abandonada bodega en Asunción, Paraguay, donde reposan restos de los objetos que pertenecieron a la familia Somoza, incluido un retrato de Somoza García, que su hijo llevó hasta ese lugar, para salvar algunas reliquias de la familia. Es como decirle al viejo Tacho, mirá por fin el musiquito que te gustaba, John Lennon, está muerto; nos hizo la vida imposible, cierto, pero encontramos al fin la forma de vengarnos.

No sabía Somoza Debayle que cuando maquinó la trama contra John Lennon, él mismo, dos años más tarde, terminaría asesinado en la avenida Generalísimo Franco, un 17 de septiembre de 1980, por un comando guerrillero argentino, en esa misma ciudad que le dio asilo, Asunción.

Así es la literatura, no narra lo que fue, sino lo que pudo haber sido. No relata hechos, tan solo  recrea, agrega o quita, en busca de una nueva realidad, que al final, es la que cuenta.

Si hubiese que escoger una sola canción, yo escogería Imagine.

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Licenciado en Economía por La Universidad Nacional Autónoma de México, con Maestría por la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, ha laborado como funcionario bancario en el Banco Central de Nicaragua (1967-1997) y ha colaborado en la fundación de la actual biblioteca de dicho Banco, además de Asesor cultural. Jubilado de las actividades bancarias viró su oficio hacia el de la agricultura, sin olvidar nunca sus grandes pasiones: la lectura y la escritura de textos.