Amanecer femenino revelado en «Un cuarto propio», de Virginia Woolf.
4 diciembre, 2017
Corea Torres
Ahora en estos tiempos tan aciagos para las mujeres, revestidos de violencia, de inequidad para el género femenino en cualquier estadio, séase el social, el laboral, el económico y hasta en el doméstico, se hace necesario repasar lecturas que se ocupen de ellas desde cualquier trinchera, Virginia Woolf lo hace, y sienta el precedente en el siglo XX sobre una incipiente liberación y autonomía femenina, señalando en su ensayo Un cuarto propio, la enorme desventaja que tenían las mujeres en la creación literaria, y cómo construir el espacio para su desarrollo alejada de la égida varonil, tal como lo recuerda Corea Torres en este texto, en donde muestra algunos conceptos contenidos en el libro en cuestión para, desde ahí sugerir su relectura, como un ejercicio tendiente a reflexionar sobre la conducta del hombre con respecto a su contraparte y viceversa.
“A una mujer se la puede persuadir de muchas cosas,
por lo general cosas que la perjudicarán aunque a ella
se le explique todo lo contrario…”
Contraportada de Persuasión, novela de Jane Austen
Ed. Plaza&Janés (1ª. ed. 1999). Traducción de Ortega y Gasett.
Lugar de todos: el planeta, y ahí los sitios que nadie puede ocupar, más que uno mismo: los nuestros: el del cuerpo y el de la mente. ¿Quién podría usufructuarlos?: Sólo yo, nadie más que yo, parece expresar con la convicción de alguien inconforme de cómo tratan a sus congéneres femeninas, la escritora inglesa Virginia Woolf en su libro Un cuarto propio.
Justo ese espacio, esa pequeña parcela que cualquier humano desea para el desarrollo íntimo de su persona, es el logro, la propiedad geográfica a la cual Virginia Woolf aspira para reafirmarse ante los demás en su condición de mujer pensante, inteligente y única, artista, creadora literaria, ¡ah! pero también se necesita dinero. Sí, así lo cree, así lo manifiesta.
Sensibilidad latente, Woolf está en este mundo sin dejar de inquietarse por las circunstancias que la rodean, se lo queda viendo y reflexiona, siempre reflexiona los aconteceres, ¿Cómo poder explicar tanto desafío para la mujer?, es más, ¿cómo resolver el asunto de un mejor caminar por este planeta de hombres? cuestiona, interpela insistente. Su interior es un campo de batalla en donde las ideas están al borde de un umbral por donde transitan sin dejar de codearse, es decir, pareciera que nunca hay respuestas cómodas, y al contrario de la aceptación facilona, sus ideas buscan exprimirse en sí mismas hasta quedar exhaustas de argumentaciones, sólo así puede darse la contestación a aquello que la tiene prendida y por lo cual machaca hasta dejarlo suficientemente rumiado –si es que hay suficiencia en este terreno.
Un cuarto propio (A room of one’s own), digamos, es una de las contestaciones ofrecidas por Virginia Woolf cuando le pidieron opinión acerca del tema Las mujeres y la novela. Consciente de la complejidad implícita en dicho tópico, ella desarrolló en el lúcido texto ensayístico Un cuarto propio, una de las ideas centrales cuya sustancia permeó por el pensamiento de las mujeres escritoras –acaso también en las artistas en general-: “…para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio; y eso, como ustedes verán, deja sin resolver el magno problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela…” Por supuesto, el ensayo presentado en seis capítulos, y traducido al español ni más ni menos que por Jorge Luis Borges, para la editorial Colofón en su colección Colofón/Literatura, no sólo deja ver y sentir ese espíritu de emancipación impregnado en el ser de Woolf, sino además, la pretendida autonomía ansiada por ella para las demás, una acuciosa investigación al interior de la creación literaria masculina dedicada a las mujeres, o sea, a los asuntos femeninos contados a partir de la visión del macho, cual se hacía antes, salvo escasísimas excepciones que ellas tomaban la pluma, y el concepto del ocio creador como elemento imprescindible para quien se dedica a las artes.
La inquietud woolfiana por representarse libre a la hora de crear, bulle insistente, me parece que ella no pretende erigirse líder de nada, busca, eso sí, mostrar lo que podría lograrse cuando la creación es producto de alguien que transita por los senderos de la libertad, desprejuiciado, exento de las ataduras familiares y de las cargas moralinas de la sociedad, para ello acude a su inteligencia, al conocimiento que tiene de la literatura hecha por mujeres que la antecedieron, pero también de la masculina. Argumenta con claros ejemplos de los entornos en que se movían esas escritoras, y de las atmósferas enteramente machistas en las que elaboraban sus escritos para presentar su perspectiva, de tal manera que, Un cuarto propio (A room of one’s own) además de lúcida exposición de principios acerca de la creación literaria escrita por mujeres, después de un largo trecho que los hombres eran los únicos detentadores, es la aseveración palmaria, que la literatura carece de géneros: no hay razón alguna para definir literatura masculina o literatura femenina, sencillamente sólo literatura: buena o mala, pero sin apéndices sexistas.
Las mujeres, dice Virginia, han ardido como faros en la obra de todos los poetas, dramaturgos y narradores desde el principio del tiempo: Clytemnestra, Antígona, Cleopatra, Lady Macbeth, Fedra, Cresida, Rosalinda, Desdémona, Anna Karénin, Emma Bovary, Madame de Guermantes, Clarisa, Becky Sharp, Millamant –los nombres vienen a la memoria y no para recordar mujeres carentes de personalidad y carácter-. En verdad, si la mujer no tuviera más existencia que la revelada por las novelas que los hombres escriben, uno se la imaginaría como un ser de la mayor importancia; muy cambiante; heroica y mezquina, espléndida y sórdida; infinitamente hermosa y horrible en extremo; tan grande como un hombre, tal vez mayor… pero, esto es en la novela. En la realidad… la encerraban con llave, la castigaban, y la tiraban por el suelo. De eso resulta, un ser mixto y rarísimo: imaginativamente de la mayor importancia; prácticamente del todo insignificante.
Así pues, para Virginia, el ser femenino era prácticamente un objeto y por ello sus expresiones durante muchísimo tiempo tuvieron que ver mucho con la manera de pensar masculina, y eso es lo que quisiera derrumbar, por eso es drástica en su opinión, de ahí su literatura, hecha inteligentemente, sin dejarse llevar por la diatriba, ni por la venganza, mucho menos por las vísceras. Un cuarto propio es un texto cumbre que cubre esas expectativas; la perspectiva de hembra escrita en el espacio que Virginia quiso tener, desde su propio cuarto, desvinculada de la testosterona y con la potencia de todas aquellas que la antecedieron en la búsqueda de la voz exclusiva de mujer.
Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).