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De rojo, de tacones y de puntas

4 diciembre, 2017

Amalia Chaverri

Para Amalia Chaverri, el libro de cuentos Los pasos rojos, de Elizabeth Jiménez, sugiere sensualmente las posibilidades, como objetos, ya eróticos, arma, regalo, fuente de atracción, entre otras connotaciones, que representa un par de zapatos rojos de tacón en la colección de relatos propuestos por Elizabeth Jiménez. Objetos además, fetiches de la visualización del deseo y hasta símbolo enfático de aquellas mujeres dedicadas al “oficio más antiguo del mundo”, como se rumora por todas partes, como bien lo observa Amalia, en estos textos que cumplen a cabalidad con las características ineludibles del género cuento.


«…detrás de un par de zapatos
hay un ser humano, una historia».
Los pasos rojos

Ha salido al público el texto titulado Los Pasos Rojos, de Elizabeth Jiménez, una colección de cuentos que, a partir de ahora, inician un diálogo con otros de su mismo género, con los lectores y con la crítica. Son los diálogos que lo enriquecerán y lo acompañarán en el transitar literario nacional.

Fue Carlos Salazar Herrera, uno de los cuentistas mas representativos de la tradición literaria costarricense, quien esbozó una definición del género tomando como base su cuento «El Bongó». Lo hace a partir de la oposición cuento/novela, dos géneros privilegiados en los contextos literarios.

Dice Salazar Herrera acerca del cuento: «El Bongó….¡Y que parecido es a un cuento!». Su interpretación es la siguiente: el cuento es como el bongó, una embarcación pequeña, a velas, va directo a su destino, en tanto tiene un solo hilo narrativo, no le cabe mucha gente y no puede aventurarse a mar abierta como los grandes navíos en sus largas travesías. En cambio la novela, por oposición al cuento, es como una embarcación grande a la que caben muchos personajes, muchos hilos narrativos y que se aventura a grandes travesías a mar abierta.

Más atrás en el tiempo, es el Arcipreste de Hita en El libro del buen amor quien elogia el valor y calidades de «lo pequeño»; y, aplicable a nuestro caso, dice lo siguiente: «…no por ser pequeñas, las cosas tienen menos valor […] En azúcar aunque muy poco, yace mucho dulzor […] Chica es la calandria y chico el ruiseñor, pero más dulce canta que otra ave mayor». (p. 149)

Otra de las aproximaciones a una teoría del género destaca, como característica esencial, un final sorpresivo. Por eso ingeniosamente se ha dicho que el cuento es una «pelea» que se resuelve por knock-out (de ahí su final sorpresivo) por oposición a la novela que se gana lentamente por decisión de los jueces. Y también se apunta, curiosamente, que un cuento «pueda leerse de una sentada», lo que no sucedería con la novela. No se trata, por supuesto, de confrontarlas; sino de mostrar las diferencias en su estructura y en su dinámica.

Cada uno de los cuentos de Los Pasos Rojos tiene los suficientes rasgos para hacerle honor a las características apuntadas por Salazar Herrera; repito: son cortos (de pequeño tamaño siguiendo al Arcipreste) cuentan una sola historia, no se exceden en hilos narrativos, no tienen cantidad de personajes, ni largas descripciones; en síntesis, son esencia. Los cuentos de Elizabeth Jiménez, enarbolan, con holgura, todas las características mencionadas.

El título Los pasos rojos, como primer acercamiento a los cuentos, nos dice que se trata de desplazamientos teñidos de «rojo», connotando -por lo de rojo- el ser pasos cargados de deseo, de amor, de fuego, de pasión, de violencia, de venganza. El lector lo irá descubriendo en el camino.

Justo al inicio del primer cuento se lee: «Elegí los tacones rojos de punta fina» (p. 15) lo cual amplía las connotaciones del título. En adelante, la imagen completa sería la siguiente: «zapatos rojos con tacón alto de punta fina»; sin embargo, hay momentos en que esta imagen aparece fragmentada como cuando dice nada más «zapatos rojos»; o solo «zapatos altos con punta»; o solo «tacones con punta». No importa, el escritor hace una elección de cualquiera de las variables. Lo que sí es contundente es que la imagen de unos «zapatos rojos de tacón alto y de punta fina» nos acompañarán todo el camino.

Este recurso de los zapatos rojos es tan sólido y al mismo tiempo tan versátil que la escritora los convierte, simbólicamente, en personajes de los cuentos. Los zapatos rojos son compañeros, amigos, sostén, víctimas, armas de violencia, protagonistas de efectos curativos, testigos, símbolos de erotismo y de tentación, armas punzantes. Por eso cabe recordar el epígrafe que dice: «…detrás de un par de zapatos hay un ser humano, una historia».

Es tan sugerente el tema de los zapatos rojos con tacón de punta fina que conforme el lector adelanta en su lectura siente curiosidad de ver que pasará, como actuarán, que simbolizarán, en cada uno de los cuentos siguientes. Los zapatos rojos se convierten en un leitmotiv gracias a su recurrente presencia.

Me detendré, a continuación, en un recorrido por algunas variables en las que «actúan» los zapatos rojos:

En relación con un momento histórico: «En la década de mil seiscientos setenta, el rey Luis XIV había firmado un edicto a partir del cual solo los miembros de su corte podían usar zapatos de tacón rojo». (p. 38) También se apunta: «En el convento donde viví escuché a la hermana Rita decir que los zapatos de tacón alto habían sido usados por el rey Luis XIV de Francia, quien, obligado por su baja estatura, recurrió al tacón para aumenta diez centímetros. Una ola de interés volvió los ojos de los aristócratas hacia Persia, instaurando la moda de los zapatos de tacón alto en Europa Occidental”. […] También: “Cuenta la hermana Rita que cuando los zapatos rojos llegaron a las clases más bajas, los aristócratas decidieron subir la altura de los zapatos como mecanismo de defensa». (p. 34)

En tanto personificación. «Entre tantas formas y diseños, los zapatos parecían dueños de calles y de los caminos andados». ( p. 30-31)

En tanto armas violentas: «la hija del imputado, le lanzó un zapato rojo de tacón fino. Le pegó en la cabeza y le remató en el ojo izquierdo, mientras al mismo tiempo le gritaba «hija de puta». (p. 47) Además exclama: «Yo lo echaría a patadas con mis zapatos rojos incrustados en su espalda”. (p. 106) Y: “esa era la jovencita que me lanzó un zapato cuando condené a su papá por estafar a los clientes con destinos paradisíacos”. (p. 78)

En el contexto religioso: «Cuando una prostituta me dijo que los zapatos de tacón alto habían sido una invención del demonio, no le creí […] como usted fue religiosa o monja, sabrá como quitarles la vibra». (p. 37)

En tanto símbolos de erotismo: «En uno de los anaqueles encontré unos zapatos rojos de tacón alto. Me imaginé a Sonia usándolos sin ropa». Además: «señorita Huertas, quítese la ropita y se pone esos zapatitos de tacón alto. Los rojitos». (p. 44) “… amarrame los pies y las manos con ese hilito fino, con los zapatitos altos, de sangre trémula”. (p. 52) “¿Cuáles zapatos se pondría usted para salir a bailar? Ella me dijo que los de tacón alto rojos”. (p. 42) […] Además: “…encontraba Mina al marido acariciando a su Lulucita con sus zapatos rojos puestos». (p. 68) “Porque cuando quiso acostarse conmigo y yo tenía los zapatos rojos puestos…” (p. 148)

Como regalo: «Llegué a donar unos zapatos rojos para la famosa campaña de las prostitutas descalzas». (p. 69-70)

Como deconstrucción de texto bíblico: El título «Al que esté libre de culpas” (p. 123) vuelve a aparecer al final del relato de la siguiente manera: «Y al que esté libre de responsabilidad que me tire el primer zapato rojo”. (p. 124)

Como efectos curativos: “Aquí te dejo mis zapatos (rojos) tan pronto los tengás puestos serás corazón valiente, corazón complaciente…corazón fuerte, corazón compasivo, corazón empático, puro corazón». (p. 107)

En la tortura y el encierro: «Y estos zapatos rojos de punta fina me están matando, no sé en qué momento me los compré». (p. 21) Más adelante: «Y los pies atrapados por unos zapatos de tacón fino de punta roja. […] Viera que yo no tolero trabajar con zapatos rojos de tacón fino». (p. 23)

Como fuente de atracción: “En un momento dado, cuando me observó, fijó la mirada en mis zapatos rojos de tacón fino…” (p. 23)

Como símbolos de status: «Mi locura siempre han sido los zapatos» (p. 21) «Nos obligaban a usar tacones para que nos viéramos presentables». (p. 115)

En el contexto de la muerte: Tres citas: «Cuando mi abuela murió la enterramos con los zapatos rojos”. (p. 64) “Mi abuela Isadora, muerta y enterrada con sus zapatos rojos…” (p. 93) “Ella me miró y se miró sus zapatos rojos, los que tenía puestos el día del entierro”. (p. 110)

En el contexto del reciclaje: “Ese día mandó todos los zapatos rojos a la planta y ordenó transformarlos en biocombustible…” (p. 114)

Como sacrificio: «El sacrificio más grande siempre radicó en ponerme esos zapatos rojos de punta fina como las mujeres chinas.» (p. 72)

Como testigos incómodos: «Ahora no sé que hacer con mis zapatos rojos porque prefiero la continuidad y el silencio. […] Sobre todo por mis hijos; pero los zapatos, los tengo que desaparecer. Ahora se quedarán en una gaveta esperando su destino […] Así estuve siempre, dando la homilía con esos tacones de punta fina, rojos como la sangre de los vencidos». (p. 40)

En el contexto de las prostitutas «….los zapatos que habían llevado a mis compañeros de escuela a decir que mi mamá era puta -porque sus mamás decían que solo las putas usaban ese tipo de zapatos”. […] Ahora recuerdo aquel día cuando Mayela, mi madre, me miró con ojeras negras mientras se quitaba los zapatos rojos». (p. 38) “¿Las prostitutas siempre usan zapatos altos? ¿Los zapatos altos siempre usan a las prostitutas?”. (p. 87) Y también: “Llegue a donar unos zapatos rojos para la famosa campaña de las prostitutas descalzas». (p. 70)

En el contexto de las marginalidades. «Yo siempre salía con las uñas pintadas y los vecinos me decían marica, mientras caminaba con los zapatos rojos de tacón». (p. 127)

Nos hemos detenido ampliamente en resaltar el recurso estilístico de los zapatos rojos, por lo ingenioso y lúdico. Si se han dejado de lado otros aspectos o temas de los relatos, como analizar los contenidos de las historias, ello rebasa nuestros propósitos porque de hacerlo ello «mataría» la curiosidad del lector. Es a él, al lector, a quien corresponde descubrir y luego deleitarse, sorprenderse, gozar de los contendidos para, siguiendo a Barthes, sumergirse en El placer del texto.

Hay una variopinta selección de personajes, todos muy bien logrados, creíbles, auténticos. Nos encontramos, en los 58 cuentos, con travestis, diputados, conserjes, madres, prostitutas, magistradas, psicólogas; también con Javier Barrantes, con Kimberly, Carolina, Paulina, Sonia Ovares, presidenta de la Corte. En fin, cada una con sus diferentes historias. Sin embargo, es imposible dejar de mencionar a Leopoldo «el zapatero de toda la vida» (p. 68), uno de los personajes con mas presencia, punto de referencia obligado, pues de alguna manera y durante muchos de los cuentos, los zapatos rojos con punta pasan por sus manos. Dice así: «La zapatería de Leopoldo quedaba en Zapote, cerca de la iglesia. […] El taller era bien desordenado […] Ahí se encontraban zapatos desperdigados, con las suelas sucias: sandalias, botas, botines, zapatos bajos, zapatos deportivos, sandalias con motivos y cristalitos raspados”. (p. 30)

Actitud crítica: La historia de cada uno de los personajes, todos ellos inmersos en su circunstancia, van conformando un mural que recrea, con actitud crítica, denunciante y también convincente, aspectos significativos de nuestro contexto socio-cultural. Ello abarca una crítica a todas las clases sociales: de las más privilegiadas a las más desamparados: sus intereses, sus desafueros, sus bondades, sus tragedias personales, sus momentos (aunque pocos) de felicidad. No desatiende a los grupos de poder en tanto centros de corrupción y violencia, tampoco al problema de la burocracia, ni la situación de los refugiados; no descuida el tema de las identidades culturales, personales, sexuales. En síntesis, Los pasos rojos cumple a cabalidad con una de las características propias de nuestra literatura, apuntada por el investigador Álvaro Quesada Soto, cual es, que uno de los objetivos de la buena literatura, y el más importante, es plasmar «una actitud crítica».

Un relato en otros relatos

Otra característica muy ingeniosa y digna de destacar es el recurso de los saltos que dan los personajes de un cuento a otro. Este saltar de los personajes y este aparecer en otros cuentos le da seguimiento a sus vidas sin que ni el cuento inicial ni en el que vuelve a aparecer, pierdan su independencia y autonomía temática. Así, vemos como un personaje de X relato, sorpresivamente aparece de pronto en otro de los cuentos. Estos saltos aparecen, lógicamente, y muy a menudo, mediatizados por los zapatos rojos con tacón de punta fina. El lector los recibe con los brazos abiertos, esperando ver qué papel juegan el personaje, su circunstancia y los zapatos rojos, en este nuevo contexto.

Estilo. Es un trabajo minucioso, de un estilo depurado, coloquial, amigable, limpio, ameno. Es una colección de cuentos llenos de ingenio, perspicacia y agudo sentido del humor.

Para concluir. Debo resaltar que desde el inicio es fácil comprobar como, haciendo honor a las características del género apuntadas al inicio, éstas saltan a la vista. Vemos como cada uno de los cuentos tiene a) pocos personajes, b) una sola línea argumental, c) una lograda síntesis, d) finales sorpresivos. Nada más cercano al cuento «El Bongó» de Salazar Herrera apuntada al inicio. La actitud lúdica que aportan el salto y la reaparición de personajes de un cuento a otro es también uno de los logros de la propuesta literaria.

El camino que se le abre a Liza Jiménez es ancho, con obstáculos, pero también con recompensas. Es una entrada al mundo de la creación, de la ficción, de lo maravilloso, de lo fantástico. Es un mundo que no se agota y cuanto más ella crezca, más tendrá un compromiso con los lectores y con la sociedad toda.


BIBLIOGRAFIA
– Arcipreste de Hita. Libro del buen amor. 13ª edición. Colección Austral. Espasa-Calpe, S. A. Madrid. 1973.
– Jiménez, Elizabeth. Los pasos rojos. San José, Costa Rica: Uruk Editores, 2017.
– Salazar Herrera, Carlos. Cuentos de angustias y paisajes. 5ª edición. San José: Editorial Costa Rica, 1974

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Magister Literarium Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica. Profesora asociada de la Escuela de Estudios Generales de esa Universidad. Ha publicado en las revistas: Káñina: Revista de Artes y Letras; en la Revista de Filología, Lingüística y Literatura; en Escena, y en Herencia, todas publicaciones de la Universidad de Costa Rica, así como en En Comunicación del Instituto Tecnológico de Costa Rica.