Anastasio-Lovo

Los dones poéticos en «Las Ceremonias del Silencio» de Ana Ilce Gómez

4 diciembre, 2017

Anastasio Lovo

Bajo el enigmático, sugestivo y misterioso título de LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO, Ana Ilce Gómez (Masaya, 1945)1, nos entrega los eternos temas axiales del quehacer poético: el amor, el tiempo, la muerte y la misma poesía.


Ana Ilce es una mujer visitada por la gracia. El don concedido por la Divinidad es la poesía. Una poesía impecable, pulcra y plena, producto de una visión privilegiada de mujer sobre seres y cosas que se iluminan para revelarnos su belleza.

Bajo el enigmático, sugestivo y misterioso título de LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO, Ana Ilce Gómez (Masaya, 1945)1, nos entrega los eternos temas axiales del quehacer poético: el amor, el tiempo, la muerte y la misma poesía. La entrega la realiza en las ceremonias del silencio. El silencio asumido como placenta cósmica del amor y la poesía. Sin silencio no hay voz, música, ni poesía. El silencio es a la voz de la poesía, lo que los espacios blancos son a la escritura.

Todos los ruidos constantes, como el rumor de nuestra sangre o la musiquilla de las pobres esferas, en su permanencia han devenido silencio. Por otro lado si contemplamos la creación del cosmos como el gran garabato divino, en el misterio de esa escritura a despejar, descubriremos fácilmente que el Poeta Supremo supo dejar espacio entre palabra y palabra –los espacios intergalácticos, los vacíos interatómicos– para hacer posible su lectura y comprensión.

La poesía de Ana Ilce Gómez posee la virtud de ser un don capaz de transmitir el chorro de la gracia y otorgar otros dones. El don es una gracia concedida por Dios en nuestra cultura o por los dioses en la antigua cultura griega. Traigo a colación la cultura griega, porque allí se encuentra la matriz de nuestro arte y nuestra poesía. Y a fin de recordar el lugar fundacional y cimero que ocupa Safo (¿625-580? a.J.C), una mujer, en la creación de la poesía lírica. Para que no olvidemos nunca, principalmente los hombres, que la lírica tiene históricamente, una matriz, una voz y una opsis femeninas en la dulce voz de la poeta de Lesbos. La poesía de Ana Ilce Gómez, posee una fuerza fundamental que nos deslumbra, sobrecoge y conmociona. No querido Beltrán, en este asunto de la poesía los intrusos somos nosotros, no ellas.2

La ceremonia es parte de un ritual para realizar un culto. El culto celebrado por Ana Ilce en el silencio propicio y ceremonial es el del AMOR. Un amor pleno de poesía. Entonces también las ceremonias de la poesía son las del amor. Una poesía hecha en el encuentro de la mujer poeta, con la realidad, seres y cosas que contiene, y la trascendencia. ¿Acaso no participan de realidad y trascendencia los temas axiales de la poesía de Ana Ilce: el amor, el tiempo, la muerte y la poesía? Temas capaces de fecundarse ellos mismos y de permear todo: ser, ente y cosa.

LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO de Ana Ilce Gómez, como todo paradigma textual, posee la capacidad de generar una matriz analítica que puede ir de lo más simple a lo más complejo. En este caso realicé una combinatoria binaria (simple) de los temas axiales y el texto me produjo esta sencilla matriz analítica –susceptible de leerse también como un poema–, a guisa de humilde homenaje de la crítica para un texto deslumbrante. La crítica verdadera siempre es creativa. La disección puede y debe ser bella, ya lo dijo Thomas de Quincey.3

Matriz analítica para una poética de Ana Ilce Gómez.

El amor del tiempo.
El tiempo del amor.
El amor de la muerte.
La muerte del amor.
El amor de la poesía.
La poesía del amor.
El tiempo de la muerte.
La muerte del tiempo.
El tiempo de la poesía.
La poesía del tiempo.
La muerte de la poesía.
La poesía de la muerte.
El amor del amor.
El tiempo del tiempo.
La muerte de la muerte.
La poesía de la poesía.

Esta matriz analítica cuya combinatoria de 16 unidades poéticas puede producir un poema cuasi infinito, no da cuenta de la totalidad de los textos estudiados. LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO de Ana Ilce, está compuesto de 70 poemas divididos en seis unidades bajo los siguientes subtítulos: I. La hilandera del viento, II. Malva y Oro, III. A lo mejor soy otra andando al alba, IV. Los arcos de asombro, V. Vida viva y VI. No moriré al morirme. No todos los poemas son susceptibles de comprenderse y analizarse por esta matriz. Así por ejemplo un epigrama como OBRA MAESTRA, escapa a esta matriz:

Con duras palabras de concreto
construyó un muro y lo interpuso
entre sí y el mundo. luego colgó
el letrero: “hombre trabajando”.
y se durmió para completar
su obra.4

También el epigrama FILOSOFIA, donde hay una apuesta por la vida y la belleza contra la filosofía que afea a los hombres, no hay alusión a ningún tema axial:

¿Para qué sirve la filosofía me pregunto
sino para hacer calvos y ceñudos a los hombres?
Más nos valdría ser panaderos, ser jardineros
y tener grandes cestos de pan
y una flor para regar por las mañanas.5

Hay una visión irónica en la poesía de Ana Ilce que produce epigramas muy buenos, más un registro epigramático en textos más largos. Generalmente los epigramas se escapan a la matriz analítica, tal el caso de uno más: LA MANO QUE YO DIVISE UN DIA.6

O en este prosema donde se concreta un retrato amoroso del Padre, sin explicitar ni sugerir que es el amor quien mueve al lápiz y con una alusión indirecta al tiempo destacado por mí en el texto. RETRATO ULTIMO, objetivo y bello, también escapa a la matriz: No. No era su caminar a golpes. Ni su mano como ala, ni su casta sonrisa pleniluna. Algo como un aura o hábito de antigüedad se enroscaba a su pie. Con él iba y venía. Bastaba que posara el pie y ya estaba allí la huella levantando esperanza de la tierra, bien grabada y ni quien la moviera. Universos giraban en su lengua pasmosa. Yo lo vi un día ¡ay de mí! Era de águila su ojo y puro fuego. Yo lo vi un día ya junto a su vejez ordenando sus años, haciendo saltar de la abulia familiar la risa pura como una lágrima recién nacida. Como un rey solitario misteriando la nada de su casta. Verbándola. Llenándola con siglos de gracia.7

Ana Ilce Gómez también es una mujer que mira, que ve las cosas en una dimensión de correspondencia poética con otras. De allí su densidad y altura poética sostenida e imbatible. Una mirada iluminadora para producir un verso deslumbrante. Mirada económica para hacer unos cortes implacables, rompiendo las expectativas del lector e introduciendo versos que son verdaderos despropósitos. La utilización de un recurso de la poesía contemporánea, que se ha caracterizado por ser una desviación de la norma lingüística, tal como aprendimos con Jean Cohen en su ESTRUCTURA DEL LENGUAJE POETICO.8

Veamos un párrafo del poema DE SOMBRAS Y SOLES INCENDIADA, hecho con versos sorpresivos y de excelente factura:

Cuando mi edad era tan solo una palabra,
un invierno debatiéndose triunfante
contra el moho,
y en mi pecho no había más cabida
sino para un amor tranquilo como el agua tranquila de los pozos.9

La mirada de Ana Ilce va cosechando en una voz y en una escritura la belleza del poema. Los temas axiales nacen de una realidad, se concretan en ella y la trascienden por la poesía como resistencia al tiempo. Así ella se ocupará del amor de una mujer por su pareja. Este será un tema recurrente y explícito en muchos poemas.

Veamos ENTRESUEÑO donde se desarrolla el tema AMOR y TIEMPO, bajo las unidades semánticas; el amor de pareja y el tiempo del amor:

Muchacho
tienes ojos para mirar
y no ves nada.
Ni aún lo temerario
que puso Eva alrededor de mí.
Muchacho,
tienes manos para tañer el arpa
o cuerpo hecho de mujer
o rodillas de niña.
Pero tus manos
son dos alas que vuelan.
Muchacho,
tu boca es un pozo
y ahogada estoy.
¿Tendré perdido acaso
de paso un pie en el
Paraíso?
Mi atadura es tu existencia muchacho
alma de cántaro
que de tanto ir al agua
se rompe en cien.
Ten cuidado
porque corto es el
tiempo y nadie sabe
si mañana.
si pasado mañana,
si nunca.10

En el siguiente texto que les citaré, para delicia mía y de ustedes, podrán observar cómo se desarrollan en EL OTRO DIA ESTA AQUÍ, los temas del amor del tiempo, el tiempo del amor y la muerte del amor por el tiempo:

Nadie diría que hemos envejecido. Nadie sabe
Cuánto tiempo ha pasado.
El, todavía tiene cabellos oscuros
en las sienes, aquellos cabellos largos café negro
que como cortinas le caían en la frente.
Es joven. No parece un hombre de 50 años,
ni yo una mujer de 45. Ayer
por la calle alguien me preguntó
por nuestros hijos. No los tenemos.
Solo tuvimos un precioso jardín con la estatua
del Dalai-Lama en el centro
y una fuente en la que él y yo nos
asomábamos, con el agua clara formando pequeños
remolinos que giraban
hasta hacernos perder la cabeza. Por allí
pasaba el verano y el invierno. El polvo que
venía del norte diciendo cosas tristes
y luego los charcos que se secaban, recordándome
sus años y los míos.
Hoy quizá un trofeo de caza vale más para él
que un beso mío. Yo me he retirado de aquel
dulce paisaje de la vida. He olvidado la
suave cortina de sus cabellos cayéndole en la frente,
y por el antiguo jardín miro pasar las densas
polvaredas, –es el oro me digo–
Y luego los charcos que se secan
–es la edad–.
¡Ah! Pero yo fui una chica de 20 años que
plácidamente soportaba el amor y el tiempo.11

Otra concreción poética del amor en LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO de Ana Ilce, es aquella devoción que se tiene por los padres y que produce un amor familiar pleno. El texto se intitula PADRE Y MADRE y trata de un amor a horcajadas del tiempo. El amor filial completo en el tiempo. El tiempo del amor:

Padre y Madre llenan el pueblo.
Lo demás sobra.
Lo demás no hace falta para afianzar pilares de esta casa.
Si madre con ademán de lince preside
mis más escondidos pensamientos,
si padre llámame a la mesa y yo
como volviendo de otras puertas
me acerco y beso los pliegues infinitos de sus años;
y si estamos los tres
regocijados unos contra el otro
y a horcajadas del tiempo
aguámosle fiestas a la tuerce,
entonces,
nadie hace falta ni sobra
porque ya nuestro amor está completo.12

Este amor total de Ana Ilce Gómez, envuelve a los hijos y su mundo en el ser de la madre poeta. El amor a la hija en VALERIA:

El mundo se apaga
cuando mi niña duerme
Cuando despierta
la armonía se enciende.13

En otro texto logra descubrir el destino de separarse del hijo, como un mito del eterno retorno, en una canción de los hijos que parten en CADA DÍA QUE PASA:

Cada día que pasa
es menos de mí mi hijo que crece
y se va
como cuando yo crecí y me fui
de mi madre
volviéndola a la soledad inicial
a la de Adán
a la de Eva
en la lívida mañana del destierro.14

Pero hay un texto donde el hablante se involucra más vitalmente, diciendo un poema de la heredad donde se lega el amor, la poesía, la soledad y en el cual, la hilandera vital, pide perdón por traerlo a la vida. Es el espléndido texto NO TE HEREDARE MUCHO:

Hijo mío no te heredaré mucho
Un cuarto viejo
Unos cuadernos de poemas
Quizás una ventana para que a tu vida
asome la armonía
Te dejaré muchas preguntas que no supe
responder
Unas fotos de niña
una sombra de limonarias que sólo alcanzará
para cubrir tus pequeños cansancios.
Atiende mis consejos
y cuida las pocas cosas que te di.
Cierra por las noches las puertas de tu cuarto
para que no entren los malos sueños
a inquietarte
Que el viento no seque los eneldos
Que no se derrame el agua
ni la sal enmohezca las gavetas.
Sé limpio y claro como el agua
que en las tinajas guardaban los abuelos.
Aprende hijo mío a descifrar la vida
y a preservar tus ojos del incendio.
No te niegues al amor pero cuida a la vez
tu corazón del amor
como un náufrago cuida su trozo de esperanza
Ten presente dar los buenos días
sean buenos o malos.
Huye sobre todo hijo mío de la soledad
que me atrapó
y no temas a la noche que se cierra
a tus espaldas.
Te dejo el mundo con sus fábulas
con sus campos de trigo
sus hombres amargos o serenos
sus alquimias y sueños.
Finalmente perdóname hijo mío
Perdona a esta tu hilandera vital
que un día de lunas irreconciliables
y altaneras
se atrevió a tejerte ese frágil y hermoso
traje de piel.15

Un tema sui generis en Ana Ilce es el amor a los objetos heredados por haber pertenecido a los seres amados, más la poesía como un lenguaje cifrado del corazón. A UNA MESA:

Esta mesa fue de mi abuelo
Sobre ella más de una vez reclinó su cabeza
y durmió largas siestas
donde se mezclaban viacrucis tormentas
toques de queda
y mujeres furtivas que se marchaban hacia la nada.
Esta mesa fue de mi padre
Sobre ella pintaba pájaros y vírgenes
y naturalezas vivas
y mi madre aplanchaba sobre ella
con la plancha de carbón
Quien era más triste
la plancha, el carbón o mi madre?
Mía fue también esta mesa
y sobre ella escribí un día estos versos
que nadie se atrevería a publicar.
Cada generación tiene su historia
Cada sueño su raíz.
Cada mesa es como
la palma de una mano. Sus líneas
nos pueden revelar en el momento preciso
de dónde proviene
la madera de los sueños
la nostalgia de las manos
o el lenguaje cifrado
del corazón.16

En Ana Ilce Gómez la poesía es eternidad amorosa del ser. Poesía para la cual la ternura no le es ajena. Hay un texto fuera de serie presentado como poema en prosa sobre la muerte de la madre que causa una fuerte conmoción. El texto jamás cae en lo melodramático pero causa un profundo impacto en el ánimo del lector: ELLA, LA RECIEN NACIDA: Como pollitos alrededor de la gallina, así nosotras cuatro, alrededor de la madre agonizada viendo como cayó sobre ella la sombra oscura, profunda de la muerte. En el ocre silencio de la tarde, unidos los corazones por el amor antiguo de la sangre, comenzamos el rezo, mientras ella, ajena ya a los rumores de la vida yace sumida en su reino de luz, entre las sábanas que en mansos días ido lavó y aplanchó para que cobijaran a sus niniñas del frio que tanto hace en el país de la vida. Así, dentro de unos momentos marchará recién nacida en su cuna de madera a su madrugada sellada de silencios, buscando como una tierna raíz la hondura materna de la tierra, allí, donde soplan otros vientos, donde crecen otras lluvias, donde nosotras ya no podremos decirle que hace frío y que tenemos miedo, mucho miedo, del ruido del viento en la honda noche que se alarga.17

El segundo tema axial que encontramos con abundancia en los textos de LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO es el tiempo. En las citas que llevamos hechas hasta ahora sobre el amor, pueden encontrar referencias tácitas y explicitas al tiempo. Pero además Ana Ilce se ha ocupado expresamente del tiempo, convirtiéndolo en un objeto primordial de su trovar. Hay un poema breve donde aparece connotado un sentido: el ser mujer como producto del tiempo. EL TIEMPO Y SUS HECHURAS:

Porfiado y ágil sobre sábana de hierba
el tiempo hizo de mí lo que quiso:
Una dicha fluyendo como el agua,
Un manantial de sangre solitaria,
Esta mujer que poseyó a pleno sol
la sombra.18

Una virtud de Ana Ilce Gómez, radica en el tratar estos temas trascendentes, pero que se encuentran en la realidad de los seres humanos, de una manera próxima, íntima y penetrante. Una mujer capaz de suprimir el tiempo de un golpe: […] Bebo el brebaje de la tarde y aniquilo de un solo golpe al tiempo. […] en el prosema, TINTACHINA.19 No es otra cosa que la muerte del tiempo.

En el poema ESTO NO VOLVERA, publicado en este libro, encontramos como el tiempo se ha transformado en verano, en invierno y como al final se ha hecho tiempo (siglos). He aquí una virtualidad textual como potencia semántica y estética de la poesía de Ana Ilce. Estaciones como el verano y el invierno sirven para crear un espacio real, que obliga a padecer sus rigores característicos como son el polvo y la lluvia. Pero además el verano y el invierno, como estaciones demarcadas por el ritmo de la naturaleza, devienen metáforas del tiempo. Y el tiempo se realiza como metáfora del amor.

El tema la muerte tampoco ha estado ausente en lo citado y casi siempre está presente en las ceremonias. Recuerda la finitud de toda ceremonia y ritual. No afirmo que no sea susceptible de repetición, para eso se inventaron los rituales. No abundaré en más citas extensas sobre la muerte del amor, la muerte del tiempo, etc. Pero si voy a presentarles como una mujer poeta enfrenta a la muerte y luego el de la muerte de la muerte.

En el poema ENCUENTRO, se relata como ocurre esta epifanía de la mujer poeta con la muerte. Digo epifanía porque la mujer no se amilana hasta chocar aceros por la mirada y la tuerce (mala suerte) y la muerte misma se connotan como aguinaldos, regalos, dones, dádivas:

Esta tarde me he encontrado con la muerte
caminando como si nada.
Nos cruzamos miradas puntiagudas
que llagaban el alma.
Ella altanera, yo humildosa
le mostré mis rodillas canceradas
mi sombra coja
mi vestido de novia ya vestido.
Ella sonrió y me dijo
que ese era el aguinaldo de mi tuerce,
que el de ella ya vendría.20

Para abordar el tema axial e inusual, en textos profanos, de la muerte de la muerte, quiero dejar registrado dos aproximaciones claras de Ana Ilce a este eje. La primera aproximación está en una elegía dedicada al escritor nicaragüense Juan Aburto y a sus muertos queridos. Es una elegía completa, donde en medio, en la mitad del canto por la muerte, se coloca a la vida para vencerla. Ana Ilce nos lleva a pensar que la vida es un acontecimiento trascendental y perturbador para la muerte. Evidentemente no son equivalentes en su deseo, ni en su horror, porque la vida busca a la vida y la muerte busca también a la vida.

ESTE INVIERNO:
Este invierno me trae noticias de viudas
y funerales
de exilios y naufragios sin remedio
de gente que se ha marchado con su música
a la región
más nebulosa o transparente. No se sabe.
Este invierno me trae biografías amargas
y unas ganas inmensas de llorar
sobre los lirios y las páginas.
Es como si de repente todas las calvicies
y cenizas del mundo se juntaran
para darme los malos días, y qué malos.
Ciertamente yo no sé si es que se van
o es que regresan de la buenaventura
no se si me dicen adiós con el pañuelo
o se quedan para siempre entre mis líneas.
Solo sé que a pesar de la muerte la vida crece
como un árbol
entre la niebla crece y nos madura
para cosechas
siegas
o vendimias.
Este invierno me trae otros cansancios
que no conozco
una alegría aguda capaz de romper el silencio
o los pulsos
tan larga que alcanza el otro extremo de la angustia.
Hermanos, de veras
este invierno me llueve
a cántaros la pena, la costumbre
de volver hacia atrás la mirada
y buscar la señal, el hilo, la juntura
de aquellos inmortales
que me miran
y humanamente se resisten
a decirme
adiós.21

El otro eje opuesto expresamente por Ana Ilce para derrotar a la muerte es la poesía. El poema se intitula POEMAS VAYAN, y de sus versos seleccionó uno que le dio nombre a esta última sección: NO MORIRÉ AL MORIRME. Es el tercero y último de los ars poética que están en el libro:

Poemas, vayan
Salgan al mundo
Llamen al pecho de los hombres
Rebasen el vaso de los amantes.
Mañana si quieren olviden mi rostro de náhuatl
Desconozcan la arcilla más simple de mi nombre
Eso no tiene la menor importancia.
No moriré al morirme.22

El tema de la poesía goza también del privilegio de transmutación en LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO. Cada texto es producido con conciencia poética y metapoética. La poesía se transforma en mujer y la mujer en poesía. Sin caer en lo alegórico, ni en lo simbólico. Más bien son transmutaciones operadas por una alquimia verbal poderosa, que sitúa para el lector, lo verosímil aceptable en la belleza irrechazable.

En ESA MUJER QUE PASA, encontramos unidos el misterio de la mujer y lo inefable de la poesía. Una mujer poesía sin nombre, que pasa sin dejar nada. En el pentagrama del silencio nocturno quedan su paso, su voz. La voz del indicio clave para descubrirla como mujer poesía:

¿Quién es esta mujer que pasa
esta sombra
esta noche?
¿Quién conoce su nombre?
¿Quién la nombra
del otro lado de la nada
para nada?
¿Quién es esta mujer que pasa
y no deja nada de sí?
Sólo su paso rueda en la noche
Sólo su voz.23

PIEDRA DE SACRIFICIO, devela la parte de la ceremonia ritual en un culto de la poesía que conduce al sacrificio, a la muerte. Más que una poesía de la muerte, es una poesía que da muerte:

Yo dí vida a este canto.
Y heme aquí reducida a polvo.
Desvencijada,
rota,
hambrienta.
Yo lo tuve dolorosamente,
le dí vida y me mata,
como cuervo me saca los ojos.
Al final me llevará
a la piedra,
del sacrificio
donde he de soportar el hierro
que merezco.24

La poesía de Ana Ilce alcanza esta conciencia porque su paradigma poético confesado es César Vallejo. En Vallejo el desafío experimental poético y su inflexible ética, lo llevaron a la piedra del sacrificio. En Ana Ilce encontramos estas mismas virtudes, que para cínicos y mercaderes serán defectos.

Sin un espíritu exigente y perfeccionista es imposible dar estas gemas textuales. Ana Ilce es exigente y cuando particulariza su mirada sobre el poema, lo ve como un gran peligro. Peligroso como el amor. La poesía y el amor se ganan verso a beso, poema a poema, pero hay que saber correr los riesgos, pasar arduas pruebas y saber cuando atrapar la poesía: EL POEMA ES.

El poema es una puerta por donde se cuelan
adioses aguaceros testamentos
de amor rencores tiernos.
El poema puede ser un abismo
Un racimo de espadas
Una medusa amenazante en el fondo de su mar.
Sólo hay que saber cuando adueñarse de esa luz
O quedar ciegos para siempre.25

Puedo observar como la poeta va profundizando en sus textos sobre la poesía y el poema, como su conciencia de escritora se interna en la metapoesía hasta toparse con el problema poético por excelencia, cuyo principal iluminador es Mallarmé, el de la página en blanco. Mejor lo dice Ana Ilce en LOS OCULTOS LÍMITES:

Los poemas son como caballos salvajes
sueltos en la pradera.
Un buen día una va al campo y los descubre
en medio de los árboles
trotando
o haciendo el amor.
Estos caballos indomables
atraviesan tus sueños
Sueltan las negras crines en medio
de la noche
Cruzan por tu vigilia relinchando
Se agrupan en manadas inmensas
en el fondo del bosque
desde donde te arrojan
a los ciegos espacios del incendio.
Caballos cimarrones
Animales de mito
Ángeles
Centauros que me agitan
Rompan la negra selva
Los cercos brutales
Los ocultos límites
Tengo para ustedes hierba fresca
manchones de agua clara
montoncitos de alfalfa
Vengan a pastar a mi página blanca.26

El blanco es el silencio sobre los cuales se ejecutan la poesía y el amor, en un tiempo pertinaz y atroz permeado por la muerte. Pero he allí la magia de Ana Ilce Gómez que con LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO, con hierba fresca y manchones de agua clara, con ternura de mujer, rompió los ocultos límites para transfigurar el amor, el tiempo y la muerte en poesía


Bibliografía

Gómez, Ana Ilce. LAS CEREMONIAS DEL SILENCIO, Ed. Vanguardia. Managua, 1989, pp.153
Op. cit. de AIG, pp. IX-XI
De Quincey, Thomas. EL ASESINATO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES.
Op. cit. de AIG, p. 11.
Op. cit. de AIG, p. 135.
Op. cit. de AIG, p. 117.
Op. cit. de AIG, p. 97.
Cohen, Jean. ESTRUCTURA DEL LENGUAJE POETICO, Ed. Gredos, Madrid, 1970.
Op. cit. de AIG, pp. 41-42.
Op. cit. de AIG, p. 3.
Op. cit. de AIG, pp. 7-8.
Op. cit. de AIG, p. 45.
Op. cit. de AIG, p. 127.
Op. cit. de AIG, p. 129.
Op. cit. de AIG, pp. 131-132.
Op. cit. de AIG, p. 137.
Op. cit. de AIG, p. 91.
Op. cit. de AIG, p. 67.
Op. cit. de AIG, p. 99.
Op. cit. de AIG, p. 63.
Op. cit. de AIG, pp. 143-144.
Op. cit. de AIG, p. 151.
Op. cit. de AIG, p. 5.
Op. cit. de AIG, p. 59.
Op. cit. de AIG, p. 147.
Op. cit. de AIG, p. 149.

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Bluefields, Nicaragua, 1952.
Poeta y crítico literario educado en Juigalpa, Chontales, y formado en Chile, donde se especializó en Literatura Hispanoamericana y Semiótica. Ha sido asiduo colaborador de revistas y suplementos literarios. Entre sus obras más recientes figuran Frutos del deseo (Poesía, Managua 2012), Carlos Martínez Rivas: Una poética de dimensión humana (Crítica, Managua 2012) y la novela La Mujer que Olvidó el Amor (Secretariado de Cultura de Puebla, 2000, México).