Claribel y el infinito
1 febrero, 2018
Este texto que escribí en 2011, es una apología del mar y la arena, es decir, del amor infinito de una pareja inolvidable que fueron uno. Las olas llegando, por fin, a descansar en la arena. Es para el homenaje de CARÁTULA a Claribel. El 24 de enero Claribel emprendió su último crucero al encuentro de Bud. Así poesía y mar se reunieron, no habiéndose desunido jamás.
Coincidíamos plenamente en que el semblante de Claribel, expresado por mareas altas en su sonrisa, es como el mar, y por supuesto el mar es el infinito. Pero yo le hacía notar –y gustoso lo aceptaba- que ellos como pareja eran un solo mar que él lo complementaba como indispensable marea baja. Bud, “Lobo de Mar” Flakoll, y yo, en medio de una neblina que se podía cortar con un cuchillo, y un frío espantoso, estábamos para hacer ésta semblanza en el puerto noruego de Stavanger. Salíamos ya de una taberna repleta de humo y aromas de fuertes licores. Íbamos cálidos por la conversación y sus acompañamientos, es decir ebrios como un barco. Las naves vikingas que navegaban por su mirada hacían inequívoca referencia a sus ancestros. Por eso para él los fiord eran parte de su organismo. De ellos emergía, siempre, Claribel como un iceberg llameante. El viejo lobo de mar, gringo viejo con antepasados nórdicos, se acomodó su gorra marinera y su pipa, se dirigió a un arenquero anclado en la oscuridad, y conforme se adentraba en la noche, su voz luminosa nos recordó: “Mis raíces están en Claribel.”
Sabía y sabe Bud perfectamente por qué Claribel tiene una fijación con el mar, infinito o eternidad, o Bud-Mar, dicho en “Señora del mar” dedicado a él y a Erick: “Dentro de mí el mar/ con sus volcanes/ arrecifes/ abismos/ su movediza tierra/ el albatros-emblema/ y sus olas hirsutas. / Me fusioné con él/ me fusioné en un grito/ era un grito inhumano/ pero surgió de mí/ me liberó de mí/ soy señora del mar…”. Y existen otras aseveraciones en muchísimos de los poemas de mar, revelación y amor de Claribel, entre otros en: “Yo nací marinera: Se del canto del mar.” “MAR: Mar de labios ausentes en la bruma, lamento alzado en túmulos de espuma, unge mi voz con tu embriaguez salina.” Muy a Bud es cuando en “Elegía a un marinero”, escribe: “Tiendo mi voz antigua y no responde. / Su garganta, su acento, el mar esconde/ y en él mi corazón no haya cabida.” No importa el tiempo o un antes o un después de los poemas. La Señora del Mar es la señora del marinero. Admirador como soy de la intemporalidad de la pareja humana, nunca podré verlos separados, sino en un mismo crucero.
Este es el secreto de la afición de Claribel por emprender cruceros, solitaria en apariencia. Lleva al mar y a Bud en la profundidad de su propio e insondable Mar: “El mar nos vuelve a él, / nos diluye en su flanco. / En la última piedra/ va a deslizarse el tiempo hasta su meta.” Pero es en “Salí a buscarte”, donde encuentro la más contundente confirmación a mi teoría: “Salí a buscarte/ atravesé valles/ y montañas/ surqué mares lejanos/ le pregunté a las nubes/ y al viento/ inútil todo/ inútil/ dentro de mí estabas.”
Ya se ha vuelto un hábito en mí escribir sobre Claribel. Es cierto que me lo solicitan, pero acabo dándome cuenta de que me gusta. Incluso a finales del año pasado escribí mi presentación a su libro “Pájaros encendidos” con el título de “Presentación en imágenes”. Nunca puedo desligar a Bud de Claribel. Una semblanza del uno sin el otro, me resulta imposible. Por eso hablaba de un solo mar, imponiéndose infinito con sus mareas. Se complementan, Bud y Claribel, en lo efímero y en lo eterno. El candor titilante de Claribel es el infinito que sedujo a Bud. El infinito de sus poemas. Bud y Claribel infinitos. Son un solo poema. Oda a la vida y Epitafio de la muerte.
“Extremadura”, Masatepe, 28 de octubre de 2011.
Escritor nicaragüense nacido en Panamá,1942.
Fue uno de los redactores de la nueva Constitución Política de la República de Nicaragua. Es fundador del Centro Nicaragüense de Escritores, del que ha sido secretario general y presidente. “Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío”, l983. “Cruz de Caballero de la Orden Isabel la Católica”, 1980. “Orden de los 300 Años del Estado Búlgaro”, 1984. “Orden Darío-Cervantes”, Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, 2009. “Distinción de Honor al Mérito”, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, 2011. Ha publicado “Domus Aurea” (poesía), 1968; “Ejercicios de composición” (prosa), 1974; “Phocas” (poesía), 1983; “La vida consciente” (poesía y prosa), 1996; “Dichoso el árbol” (fotografías), 1997; “Un solo haz de energía ecuménica” (prosa), 1998; “La vida consciente”, 2005; “PEDRO. ``Teniendo conocidos en cielo” (prosa”), 2008; y “Me quema la palabra” (antología de artículos periodísticos, 1982-2011). Es académico de número en la Academia Nicaragüense de la Lengua.