Utilidad práctica de los talleres literarios

2 febrero, 2018

Le asiste mucha razón al poeta y narrador Enrique Jaramillo Levi en su meditada e inteligente opinión sobre los talleres literarios, cuando expresa que son lugares donde se dan cita aquellas personas interesadas en el aprendizaje de la lectura y de la escritura, más allá de la manifestación común del lenguaje, para que, a partir de una concepción crítica, creativa, analítica e intelectual, logren textos de carácter literario. El escritor panameño, tallerista también él mismo y divulgador de creaciones, reflexiona brevemente sobre algunas características esenciales de estos recintos – foros, dedicados a la búsqueda de la expresión artístico-literaria, dejando ver, desde su experimentada praxis y magisterio, detalles, conceptos, bagaje intelectual, entre otros elementos, que bien auxilian en su tarea, tanto a incipientes como a encaminados escritores en estos laboratorios de la construcción de la literatura.


Un taller literario es un espacio en el que, al reunirse personas que escriben, estos buscan conocer la opinión y las propuestas de sus colegas de oficio en torno a textos escritos anteriormente, o bien sobre la marcha, como parte del proceso creativo. También es, sin duda, un núcleo de naturaleza intelectual, en la medida en que propicia la confrontación e intercambio de criterios sobre asuntos conceptuales y formales relativos a la escritura y la creatividad. Así, la confrontación de textos redactados en clase o a manera de “tareas” bajo la guía de un coordinador de taller (que necesariamente debe ser un buen escritor, y que además tenga capacidad didáctica), ya sea de cuento, novela, poesía, ensayo u obra teatral, es una manera práctica de someter a discusión, de acuerdo a ciertos criterios, lo escrito por dichos talleristas.

Sin duda, hay muchas formas de conducir un taller literario. Todo depende de la índole del mismo, de la experiencia del profesor-escritor que esté al frente y del sentido de respeto y tolerancia de los participantes. Mi manera particular de concebirlo, y de conducirlo, es el resultado de muchos años de experiencia en estas lides en mi doble papel de escritor y conductor de talleres. Por tanto -insisto-, estas son sólo apreciaciones personales relativas a una determinada manera de enfocar el asunto, y ni pretendo exclusividad absoluta ni niego otras formas, acaso menos completas y rigurosas, de concebir y conducir talleres literarios.

Por lo general, el autor de cada texto lo lee en voz alta, pero es preferible que todo el material a discutirse en determinada sesión se conozca previamente (haberse repartido en la sesión anterior -o enviado por Internet-, así como leído y anotado en casa), a fin de que la discusión sea, literalmente, con conocimiento de causa y, por tanto, a fondo. No se vale improvisar reacciones epidérmicas. Claro que también podría decidirse no leer en voz alta el texto, bajo la premisa de que ya todos lo conocen; sin embargo, “refrescar memoria” con la lectura, en la voz del propio autor u autora, generalmente resulta útil y estimulante.

Lo ideal es comentar en cierto orden, hasta agotarlos, diversos aspectos del contenido, pero también de la forma; es decir, tanto asuntos como el tema, la trama, los personajes, las situaciones, la atmósfera, y el manejo del inicio, desarrollo, clímax o conflicto (nudo) y desenlace de la historia, como también cuestiones tales como el punto de vista narrativo, el tono, el manejo de los tiempos verbales, las personas gramaticales y los narradores, e incluso cuestiones de redacción y ortografía, rimas innecesarias y molestas repeticiones de palabras y conceptos. Todo siempre bajo la guía del profesor-escritor, quien debe conducir la sesión, encaminar la discusión, dar y quitar ecuánime y mesuradamente la palabra, y evitar a toda costa pronunciamientos hirientes u ofensivos de parte de los miembros del taller y de él mismo. Esto no significa, desde luego, que no se propugne y se procure, a toda costa, el mayor rigor y honestidad posibles en los juicios que se expongan.

En un taller de cuento, por ejemplo, lo ideal es que si éste es para principiantes, el profesor-escritor exponga determinados aspectos teóricos sobre lo que es este género literario, asigne lecturas y más adelante solicite la redacción progresiva de diversos ejercicios en clase (breves narraciones, descripciones, diálogos), o a manera de tareas que se hagan en casa. Avanzar poco a poco, ejercitando ciertos aspectos básicos de la composición de un cuento, es una forma de ir calentando motores. Obviamente, también es posible empezar de manera más directa o expedita con la escritura de pequeños cuentos, o de fragmentos que eventualmente puedan llegar a forma parte de estos. En talleres más avanzados, en cambio, cuando los participantes ya tienen cierta práctica en la escritura de cuentos, se puede obviar la mayor parte de los pasos anteriores y entrar directamente en materia.

La crítica debe ser sincera y constructiva, buscando ponderar los aspectos positivos del trabajo de los demás, pero también debe hacerse notar las fallas o defectos que, a juicio de los otros talleristas y de quien conduce el taller, tenga el material presentado. Lo ideal es que primero vayan exponiendo sus juicios de valor los participantes, y que sólo al final hable el profesor-escritor. Esto, con el propósito de no sesgar, influir o cohibir de forma alguna la espontaneidad de la discusión previa.

Al final, es importante darle la oportunidad al autor del texto discutido para que comente sus impresiones sobre lo expresado por sus compañeros y por el profesor-escritor, y asimismo para que explique sus propias premisas o intenciones. Si bien, por supuesto, quien escribe terminará haciendo con su texto lo que le parezca más a tono con sus convicciones e intenciones literarias, es recomendable que tome en cuenta algunos de los juicios de los demás, sobre todo en la medida en que haya habido coincidencias en cuanto a virtudes o defectos, a fin de perfeccionar su escritura.

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Colón, Panamá, 1944.
Poeta, cuentista, ensayista, profesor universitario, investigador literario, promotor cultural y editor independiente.

Maestría en Literatura Hispanoamericana y Maestría en Bellas Artes con especialización en Creación Literaria, por la Universidad de Iowa (Iowa, Estados Unidos), así como estudios completos de Doctorado en Letras Iberoamericanas en la Universidad Nacional Autónoma de México (México, D.F.).

Fundador y primer Presidente de la Asociación de Escritores de Panamá, fue Coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá (1996-2007); fundador y Director de la revista cultural panameña “Maga; creador del Diplomado en Creación Literaria que se imparte en la Universidad Tecnológica de Panamá desde 2006; y fundador de la empresa 9 Signos Grupo Editorial.

Es autor de 12 poemarios, 20 libros de cuentos, 8 libros de ensayos, 2 libros de obras teatrales y 1 libro de entrevistas a escritores panameños; así como de numerosas antologías y compilaciones históricas sobre literatura mexicana, centroamericana y panameña; y de tres compilaciones de ensayos de especialistas panameños en torno al tema del Canal de Panamá.

Ha sido incluido en 25 antologías del cuento panameño e hispanoamericano. Hay 8 libros, de diversos autores, publicados en varios países, que estudian los aportes de su obra literaria.